sábado, 29 de enero de 2022

(Recopilacón) Yo Escribo Enero by Eelynn Cuellar

Yo Escribo Enero 2022 BFD


Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso


Eelynn Cuellar



Hello Criaturitas del Señor!!!!

Comenzamos un nuevo año de este #RetoDeEscrituraBFD que es el #YoEscribo en su modalidad Mensual (recuerden que también hay uno semanal), y bueno, este tercer año aumentó la dificultad al tener 5 palabras: un color, un lugar, un sentimiento, un alimento o bebida y una palabra random, como en años anteriores yo ninguna palabra elegí, fueron amistades de Facebook y la elección de palabras fue por medio de Sortea2.

Originalmente pensaba escribir solo el relato con las 5 palabras, pero el subconsciente me traicionó y terminé diciendo en la convocatoria que haría los 6 relatos, de manera individual y las 5 palabras y no me iba a echar para atrás... así que aquí están mis primeros relatos de este año, y bueno, de manera individual, estaré compartiendo los semanales.

Y antes de que se me olvide, habrá las recopilaciones mensuales de este reto y del semanal serán quincenales.














Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso
Sueño Paradisiaco

No hay paisaje más lindo que un atardecer en la playa. Eso me dijo mi madre hace muchos años. Lo recuerdo claramente, como si fuera ayer, con lujo de detalle me contó uno de sus dos días más felices en su vida —el otro fue cuando nací yo— con cada foto que me enseñaba, relataba con gran emoción sus recuerdos. Me quedo observando detenidamente la silueta de mis padres con el color naranja sobre el mar, que hasta puedo sentir la brisa marina.

Ellos se veían tan felices ahí, que por eso lo odio, el muy cretino nos abandonó y rompió el corazón de mi madre, pero también odio ese sentimiento, ya que quiera o no, es mi padre y por él existo. Eso sucedió hace mucho tiempo, que ya no recordaría ni su rostro sino fuera por las fotografías que mi madre se ha negado deshacerse de ellas.

Limpio una lágrima que se escapa que comienza a correr por mi mejilla sin que pueda evitarlo.

Veo la hora y debo darme prisa para estar en la terraza a tiempo.

Saco los pastilleros del cajón y tomo las pastillas de la tarde. En en plato coloco una dona glaseada y tocino, sirvo un poco de leche en un vaso, y llevo la charola a la mesa. Despierto a mi madre para avisarle que es hora y ella me sonríe. Sin duda es su momento favorito del día.

Una vez afuera, la acomodo frente al mar y le pongo el seguro a la silla por seguridad. Me gustaría acomodarla en la playa, pero bajar sola la silla es muy complicado, por eso me conformo con que la vea de lejos. Le acomodo por tercera vez la manta sobre sus piernas, hasta que ella golpea delicadamente mi mano con la suya para indicarme que deje eso en paz.

Reviso de nuevo la hora y voy por su bocadillo favorito para que no se tome todas sus pastillas con el estómago vacío, ya se que no es lo más sano que le puedo ofrecer pero quién soy yo para negarle un gustillo ahora que todavía la tengo a mi lado.

—Hoy he visto a tu padre, cariño.

Suelto la bandeja y si contenido se riega por todo el suelo. Con manos temblorosas comiendo a juntar todo.

—¿L-lo has soñado, mamita?

—Fue a verme a mi recamara.

Mierda, no puede ser 

—Estás equivocada mamita, solamente tú y yo estamos aquí.

—No mi amor, él fue a pedirme disculpas para que lo perdonara antes de que muera.

Mierda, mierda, mierda.

Hago una respiración profunda.

—Ahorita regreso mamita, voy por tu medicina y algo para que comas.

El maldito ruco cuando se me escapó, si alcanzó a hablar con ella. Por suerte ya casi he terminado, pero antes de ir a la cocina me dirijo al sótano para revisar si sigue respirando o por fin ha dejado de hacerlo.









Naranja
Bronceado

Cada año me muero de envidia. Cuando todos regresan a la oficina después de las vacaciones de fin de año, llevan un color que omg, recordándome lo miserable de mi vida, de mi pobreza y que yo solo salgo a las casas de las abuelas para alguna posada o hacer alguna de las cenas.

Solo cuando fui niña fuimos a la playa, y yo ni siquiera lo recuerdo, solo lo sé por las fotografías que están en el álbum.

Así que este año, decidí invertir el dinero que junté de mis regalos. Acostumbramos a darnos dinero para que nosotros compremos algo que nos guste en lugar de recibir algo que no usaríamos. Busqué un spa o una estética que tuvieran el servicio de bronceado con aerosol, tampoco soy tan idiota para meterme en una de esas cajas —en alguna parte leí que podía provocar cáncer—, me dieron a escoger entre varios tonos y después de unos minutos, decidí cuál ponerme.

¡Maldición!

Creo que la chica que me atendió era nueva, se supone saldría con un tono bronceado de infarto y no pareciendo una zanahoria.

El naranja que luce mi piel, es tan brillante que bien podrían disfrazarme de calabaza y ganaría el primer lugar.









Playa
Trágame Tierra

Siempre me he considerado una chica de mar, de playa, de sol. Casi casi una sirenita.

Si por mí fuera de este lugar paradisíaco no me sacarían, pero soy pobre y si bien voy ahorrando por meses, me puedo dar un par de escapadas al año —claro, también dependo mucho de mis vacaciones en el trabajo. Pero esas dos semanas merecen la pena y sacrificio que hago durante el año.

El año pasado uno de mis propósitos fue ponerme a dieta para bajar la pancita chelera que me cargo y a mis treinta y ocho años poder usar por primera vez ese bikini que me compré hace cuatro años, en el que juré entraría al poco tiempo. Tardé más de lo que esperaba, pero por fin había alcanzado mi meta.

Me veía d-i-v-i-n-a.

Pero estando en la playa, me di cuenta que era más que nada para lucir, era muy incómodo y la arena entra a lugares que no querrán saber. Y ese día el mar estaba muy picado, aún así decidí meterme. Me dió una revolcada de aquellas y literal me escupió a la playa.

Yo con toda la dignidad posible, me puse de pie, me arreglé el cabello, sacudí un poco de arena e intenté caminar lo más normal posible.

Muchos me miraban, algunos me señalaban, hubo hasta quien me sacaba fotos. No comprendía la razón, pero me sentía complacida, hasta que una chica se acercó y me dijo al oído:

—Chica, en esta playa está prohibido estar en topless.

Con ambas manos intento cubrirme, pero algo me dice que mañana seré viral en redes mis fotografías.









Odio
Cobarde

Odio es lo que debe sentir. Incluso yo siento ese sentimiento hacia mi. Fui un cobarde. No hay otra manera de definirme. Yo la amaba, es el amor de mi vida, nunca me ha importado su apariencia. La primera vez que vi sus ojos, quedé prendado de ella. Y sí, fui un cobarde, un maldito y desgraciado cobarde. Para salir con ella nos íbamos lejos de donde vivíamos, después de un año estando juntos, en realidad no le había presentado ni a mí familia ni a mis amigos.

Está noche me tomó por sorpresa, estaba con mis compas tomando unas cervezas y cuando reaccioné estaba frente a mi. Me sonrió y no dije nada.

Mis... Amigos comenzaron a decir cosas desagradables hacía ella.

Yo no dije nada.

Me dedicó una mirada triste antes de darse media vuelta y marcharse.

Quise ir detrás de ella, suplicarle perdón, pero no estaba solo. Con la primera excusa que se me ocurrió me fui de ahí con todo el propósito de ir a su casa, primero tenía que ir a la mía. Me arreglé, compré un enorme ramo de flores y contraté un mariachi.

Me encontraba temblando frente a su puerta, y fue cuando indiqué que comenzarán a tocar nuestra canción.

No salió. Pedí otra y otra... Y otra y hasta la quinta se abrió su puerta. En cuanto la vi, me hinqué frente a ella y saqué la cajita que llevaba en mi bolsillo.

—Perdón —fue lo primero que dije— ¿Quieres cas...?

—Amor, ¿Qué significa esto?

—Nadie papi. No sé quién es este tipo.

Y con esas palabras cerraron la puerta.

Me odio porque fui un cobarde. Quizá si no me hubiera dado pena que me vieran con ella, si la hubiera venido a ver o venido a dejar a su casa... sabría que para ella solo fui una diversión y nunca me tomó en serio. Cómo a mí me sucedió al inicio, hasta que me enamoré perdidamente y sé ahora que nunca será mía.









Dona
¡Usted Perdone!

¿Quién me iba a decir que ir por un antojo me acarrearía tantos problemas?

Karma.

Es lo único que se me ocurre pensar.

Todo comenzó desde que me desperté: no sonó la alarma, se terminó el gas, me di un regaderazo con agua helada, la nevera vacía —anoche se me olvidó ir al supermercado—, un idiota dejó atrapado mi automóvil, el Uber estaba carísimo, mucho tráfico... Consecuencia: llegué tarde a la junta de cada mañana y con la tripa chillando de hambre. Ni un misero café alcancé y ya no de decir una dona o galleta.

El día fue poniéndose peor. Mucho trabajo acumulado, regaño de jefe por haber perdido un cliente importante y por llegar tarde. Otra consecuencia: no podría salir a comer para intentar arreglar y adelantar el trabajo. Y yo muriendo de hambre.

Las horas se me hicieron eternas y en todo el día no había comido nada. Salí pitando de la oficina en la noche y corrí a la cafetería para comprar algo. Ya estaba cerrada.

Por la hora sabía que el supermercado estaría hasta el gorro, pero debía comer algo, si me iba así a casa mañana sería un problema, y seguiría muriendo de hambre. Estaba a nada de morir de inanición.

Cada mañana acostumbraba comer una dona de chocolate junto a mi café con leche, y así debía terminar por lo menos este mal día. Fui directo a la panadería —que ya no tenía muchas cosas— y alcancé una charola con seis dulces delicias que me gritaban que me las comiera, pero al mismo tiempo una ancianita también puso su manos en mi tesoro. Intenté persuadirla, convencerla y dado que no cedía, literal se las arranqué de las manos. Un triunfo, aunque fuera con un ser como ella, pero nadie me iba a despojar de mis preciados alimentos.

Y no podía ser de otra manera, las filas de las cajas estaban eternas, busqué la más vacía y había como seis personas delante de mí. Para mí desgracia, la dulce —aja— anciana, estaba ahí, vaciando un carrito a paso de tortuga, y peor aún cuando sacó su monedero para pagar con monedas. Todos estábamos desesperados y ella seguía moviéndose como caracol. Y no pude resistirme.

—Señora, es para hoy, no queremos hacernos ancianos aquí —grité volteándome para disimular.

Lógicamente la dulce viejecita volteo a verme y le dijo algo a su acompañante.

Este retrocedió un paso y vi su rostro.

Mierda, mierda, mierda.

Con manos temblorosas caminé hacia ellos pidiendo permiso.

—Señora, aquí están sus donas — dije con la cara llena de vergüenza— Buenas noches licenciado, lo veo mañana en la oficina.

Y salí de ahí pitando y con más hambre que nunca. Quizá si hubiera ido directo a casa, habría alcanzado a Doña Pelos para comer una quesadilla, cuando llegué al edificio, ya ni su puesto estaba, y yo seguía muriendo de hambre.









Vaso
Mi Propio Veneno

Yo me cagaba de la risa cada vez que veía uno de esos vídeitos, sí, sabía que eran en broma, incluso estaban mal actuados pero incluso como había hasta con gatos, cada vez que tenía la oportunidad veía alguno.

Yo pensaba que no podría hacer alguien tan estúpido como para cometer un error de ese tipo. Pero claro, uno no escarmienta en cuerpo ajeno.

La verdad es que ya me tenía harta, se la pasaba haciéndome bullying en la prepa, y eso que se supone era mi amiga, pero debo reconocer que sin ella yo sería invisible, por eso me tragaba mi orgullo y le aguanta sus majaderias.

Nunca había venido a cenar a casa, al parecer sus padres irían a una cena empresarial o algo así y no podían llevarla, y como ella detestaba comer sola, se auto invitó y no podía decirle que no. Por eso aproveché para jugarle una.

Cuando estaba con ella, debía controlar lo que comía, por lo que no me quedó de otra que hacer algo para las dos, mi madre no dijo nada, pero sí puso los ojos en blanco.

Preparé ensalada con pechuga asada —sin sal ni grasa— y agua de jamaica —para no retener líquidos, y obvio sin azúcar—, le serví un vaso grande y con mucho hielo y le di un toque especial. Sin que mi madre se diera cuenta, saque de su botiquín su laxante y purgante, y le puse suficiente para que fuera casi de efecto inmediato.

Y sí, como aquellos vídeos estúpidos de los que me reía, hice lo mismo, terminé moviendo el brebaje del vaso con mi dedo y me lo chupe, por fortuna no era veneno, así que mi primer día como "asesina" profesional aún no terminaba.

Nos sentamos a la mesa, yo había decidido que para evitar confusión bebería agua simple, pero la cena fue tan bien, que ni siquiera me percaté cuando llenó mi vaso con agua de jamaica y muy tarde comprendí mi error. Bebí de mi veneno. Mientras ella iba al de la planta baja, yo corría escaleras arribas rezando por llegar a tiempo al váter.








Y estos son los relatos que escribí para este mes de Enero.

Gracias por leerme y recuerden en unas semanas se viene la primera recopilación de todos los autores y cada dos semanas el semanal.

Besitos!!!!



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