domingo, 23 de enero de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias Semana 1 y 2 by Varios Autores

 
Yo Escribo 52 Historias BFD

Semana 1 y 2


Varios Autores

Freya Asgard, Salvador Alba, Neus Sintes, María Elena Rangel, Kelly Belher, Eelynn Cuellar, Katty Montenegro


Hello, hello!!!


Y bueno, cada quince días aproximadamente habrá una recopilación quincenal del reto semanal, es decir cada entrada tendrá dos semanas en la que diversos autores estarán escribiendo un relato o microrrelato.

El orden en que aparecen es del que se publicó, normalmente en la recopilación mensual del YoEscribo yo me quedaba hasta el final al tener varios relatos, y aquí será en orden de publicación para que no crean que hay favoritismos.

Espero los disfruten y le den mucho amor al talento que se reúne aquí












Freya Asgard
Fernando estaba frustrado, su copa ya estaba vacía, así como su casa y su corazón. Esa nochevieja la pasó con la familia y amigos, pero ya todos se habían marchado y la soledad volvió a llenar el ambiente.
Para todos, él era un solterón empedernido, un cínico no interesado en formar ninguna relación, sin embargo, en su interior, solo quería encontrar a una mujer que acompañara sus noches y días, pero no cualquier mujer, una en especial que le era negada.
Tocaron el timbre. Él se levantó de mala gana a abrir.
―¡Diana! ―exclamó sorprendido al ver a su mejor amiga aparecer de vuelta en su casa, con los ojos llorosos.
―Fernando… Yo… ―Largó un doloroso llanto.
Fernando la abrazó y la hizo entrar.
―¿Pasó algo? ¿Estás bien?
―Miguel me golpeó.
―¿Qué? ¿Cómo?
―Cuando nos fuimos de aquí, él dijo que tú y yo… Tú y yo…
―¿Está celoso de nosotros?
―Sí.
Fernando se puso nervioso, él pensó que quizá Miguel se había dado cuenta de que estaba enamorado de ella; lo estaba desde que eran adolescentes, desde que se hicieron amigos, pero jamás se había atrevido a confesar su amor por temor a perderla.
―¿Qué hiciste? ―le preguntó el hombre.
―Unos jóvenes me defendieron, me pegó en la calle. Yo escapé hacia acá.
―Te quedarás aquí hasta que estemos seguros de que no volverá a molestarte. ¿O quieres volver con él? ―preguntó con temor.
―Hace mucho que quería romper con él.
―¿Y eso?
―Él no está equivocado en sus celos.
―¿Qué quieres decir? ―consultó asustado.
―Yo estoy enamorada de ti.
No pudo creer lo que había oído y se quedó de piedra.
―Escucha, yo no quiero que esto cambie nada entre los dos, solo debía decírtelo.
Fernando arrulló el rostro de su amiga y la besó, con todo el amor que había guardado por tantos años.
Y supo que ya nunca más estaría solo.







Salvador Alba
Un mal día para Walter Vincent

Walter Vincent y Howard McCain se pusieron en pie. Ese simple gesto silenció el Saloon, donde ambas bandas esperaban a que llegasen a un acuerdo sus dos líderes, de lo contrario podría dar lugar a un tiroteo que causaría decenas de bajas.
—Todos los presentes sabéis que hoy no es un día fácil —se dirigía a todos Walter, alzando la voz con seguridad—. Hoy es un día en el que tenemos que tragarnos el orgullo o sacarlo a relucir a través de nuestros revólveres. Ya sabéis lo que supone nuestra unión, y no es nada fácil ceder, por eso hoy es el día en que desenfundaremos nuestras armas contra todo aquel que ose ponerse en el camino de nuestra banda. —Walter y Howard sostuvieron sus copas y continuó—. ¡Barman, no quiero ver ni un solo hombre sin coñac!
El barman y su sobrina se apresuraron en llenar todas las copas, cuando avisaron, Walter continuó.
—¡Señores! Hoy es el día en que formaremos una sola banda, a partir de hoy seréis los hombres de Vincent McCain. —Walter y Howard levantaron el coñac hacia lo más alto—. ¡Alzad las copas con nosotros y brindemos por un futuro…
No dejé que acabara la frase cuando le disparé en el corazón, y cayó de espaldas derramando su bebida sobre sí mismo. Se armó un gran revuelo y trataron de ponerse a cubierto. Howard se llevó un balazo, esta vez en la cabeza; mi fiel compañero, el Pluma Blanca, había aprendido bien el uso del rifle. Antes de que descubrieran nuestra posición abatimos a cuatro hombres más.
Estábamos bien cubiertos en el pajar de enfrente, con rifles de largo alcance y gran precisión. Por más que trataban de agujerearnos, las balas silbaron a nuestro alrededor o se incrustaban en los sacos de arena. Y nosotros continuamos perforando músculos, huesos y sesos con cada impacto.
Cuando se dieron cuenta de que solo podían huir o darnos caza a pie, habíamos acabado con más de la mitad de la banda, líderes incluidos. Mi compañero y amigo se quedó en su puesto y yo me dirigí a la parte alta, desde donde esparcí los sesos del primero que tocó la puerta de nuestro edificio. Al segundo que se acercó le di en una pierna y le regalé otra bala, en el hombro. Por el otro lado, alguien trataba de incendiar el pajar, pero logré dar en la botella con combustible que se disponía a lanzarnos, haciendo que el líquido en llamas se derramase sobre el incauto, que huyó entre terribles gritos de agonía.
Mi compañero me alertó de que lo que quedaba de banda estaba huyendo, y ambos nos encontramos en la parte trasera, donde nos subimos a nuestros caballos y galopamos tras Walter y los suyos. El disparo que le propiné en el corazón debía haberse desviado, pues no estaba muerto. Salimos del pueblo y el tiroteo continuó a caballo. Ellos llevaban una gran ventaja y se dispersaron entre las laderas de las montañas. Ambos seguimos a Walter.
En un momento dado, alguien al que no vimos nos disparó, mi caballo cayó y ambos rodamos por el suelo. Quedé maltrecho y desorientado, mientras mi caballo relinchaba de dolor tratando de ponerse en pie. Mi compañero se acercó y terminó con su agonía de un tiro en la sien.
—Ellos ser más listos. ¿Tú estar bien?
—Sí, la sed de venganza nos ha cegado. Al menos hemos frustrado los planes de Walter. Algo es algo.







Neus Sintes
De copas en el bar

Dani, un joven de veinte años, decidió emprender el camino hacía el bar más cercano. Entró arrastrando los pies y con la cabeza gacha, cansado de la vida. Cansado de vivir en un bucle que no parecía tener salida. Llevaba una de esas malas rachas, que parece que nunca se terminan.

-Una copa – le pidió al camarero, mientras se sentaba en la barra del bar.

-Aquí tienes – le ofreció el camarero de detrás de la barra

-Gracias – respondió Dani.

Después de pedir un par de copas más, su mente empezó a divagar y a pensar en qué dura era la vida, injusta, tal vez.

-Otra – sugirió, mirando al camarero de reojo.

-No, no… – le respondió. No quiero borrachos en mi bar. No me gustaría echarte a patadas del local, en tu estado.

-¡Qué dura es la vida! – empezó a gritar el joven

Entonces el camarero salió de detrás de la barra. Todos los demás clientes ya se habían ido. A esas horas no creía que entrara nadie más. Decidió sentarse a su lado.

-Escucha, joven. Ahogar las penas con la botella, no sirve de nada. No cambia nada. Sí, la vida es dura y muy dura. Si quieres desahogar tus penas, cuéntame qué te sucede, si quieres.

-Estoy cansado, frustrado, molesto y podría seguir. ¿Quieres saber lo que me pasa? – Llevo una vida miserable. Después de matarme estudiando, no encuentro trabajo. He regresado a vivir con mi madre, desde que mi novia cortó conmigo, para irse con un «musculitos». La vida me da bofetadas una detrás de otra.

-La vida no es fácil, chaval. Lo sé. Yo he pasado por lo mismo. Te doblo la edad. A mis cuarenta años, me he tenido que ganar la vida duramente. Nadie dijo que la vida fuera fácil. Mi novia de toda vida, se convirtió en mi mujer. Hasta que un día me dijo que se encontraba en cinta y que deseaba tener a su hijo sola.

Llevo una carga muy grande a mis espaldas, en poder encontrar algún día, si Dios quiere, a la mujer que se llevo de mi lado al que era y es también mi hijo. - Suspiró. -

Para más inri, terminar en este bar, sirviendo copas y echando a patadas a algunos desconsiderados, que se pelean con frecuencia. - dijo mirando a su alrededor.

Dani se quedó pensativo. El hombre que tenía enfrente podría ser su padre. Y el ser adulto, no significaba que mejoraran las cosas.

-Te voy a dar un consejo. - Si me lo permites. - le dijo mirando a Dani fijamente a los ojos - Vivimos en un mundo, en que cada día es una batalla. Hemos de afrontarla, se presente como se presente. Aprovecha cada momento, no lo malgastes en desahogar las penas con las copas. Ellas no cambiaran el mundo. Ellas no te van a ayudar. Solo tú eres dueño de tu destino. 







María Elena Rangel
Todo por Guinevere

Frustrado después de tanto quitar tierra en la excavación arqueológica a mi cargo, me tumbé a la sombra de un árbol.
Recorrí con la mirada la vasta zona cuando, de pronto, mis ojos vislumbraron un leve resplandor cerca de unas rocas; me acerque a ellas y noté que a sus pies sobresalía parte de algo metálico. En seguida busqué mi espátula y, con sumo cuidado, raspé alrededor del objeto hasta que conseguí desenterrarlo.
Fascinado comprobé que se trataba de una hermosa copa antigua. Databa, por sus grabados, del siglo XVI.
Cuando terminé de excavar, y por fin la tuve en mis manos, comencé a sentirme raro, y me desvanecí.
Al despertar, me di cuenta de que el paisaje a mi alrededor había cambiado, me encontraba en un bosque, a mi lado estaba un personaje vestido de manera extraña; llevaba una túnica y un largo bastón. Su cabello largo, bigotes y poblada barba eran por completo de color blanco. Me miraba con mucha atención.
-¿Quién eres y dónde estoy? -pregunté desconcertado.
-Me llaman Merlín y estáis en Britania, en los dominios del Rey Arturo.
-Pero... ¿Qué hago aquí? No pertenezco a esta época, ni a este lugar.
-Es sencillo, habéis encontrado el Santo Grial, y ella os trajo hasta aquí, como predije.
-No comprendo...
-Sustituiréis a Sir Lancelot para que el destino se cumpla. Veréis, él, aunque ama a Lady Guinevere, se rehúsa a traicionar a Arturo.  Por tanto, tomaréis su lugar.
-¡No! No puedo hacer eso. ¿Cómo piensas que pueda suceder?
-¿Olvidáis que soy el mago más grande que existe? Yo me encargaréEn eso, a lo lejos, observé a la hermosa y dulce Guinevere de quién siempre estuve enamorado a través de su leyenda; entonces tomé la decisión.
-De acuerdo... ¡Lo haré! Yo no temo traicionar a Arturo si ello me permite tener a Lady Guinevere en mis brazos, aunque sea por un minuto.
Y fue así como sellé mi destino y logré mi inmortalidad.







Kelly Belher
«—Princesa Ayelez —Nerumi y su hermana, Elizabeth, se unieron a la mesa en la que ella estaba sentada. A su costado estaba un joven que las hermanas no conocían.

Por la mirada que él les dedicó, Elizabeth pudo determinar que parecía un poco frustrado. Molesto, incluso. Seguramente no estaba de acuerdo con lo que la princesa planeaba hacer.

—Gracias por recibirnos. Este es el ministro Jaehyo, es mi tutor. Jaehyo, ellas son Nerumi y Elizabeth Kostova.

El aludido asintió. Con una sonrisa cordial, Nerumi depositó sobre la mesa el folder con la información que había preparado para la reunión.

Ayelez lo miró con ansiedad.

—¿La encontraron?

La joven Kostova abrió el expediente y le mostró las fotografías en su interior, asintiendo.

—Su nombre es Isabelle Roshwood, 21 años. Tiene una hermana menor, de 19, Kady. Ambas jóvenes viven en el ducado de Steeves.

—¿Está segura de esto, Su Alteza? —Jeahyo cuestionó.

La princesa fijó la mirada en una de las copas que descansaban sobre la mesa, junto con una botella de vino, y suspiró.

—Si no lo hago me arrepentiré toda mi vida. Puede que salga todo mal, pero al menos podré vivir con eso —alzó la vista y la clavó en sus anfitrionas—. Si conocen la manera de hacer pasar a esta joven, por mí durante una temporada, estoy dentro.

Nerumi esbozó su sonrisa ladina más orgullosa y encogió un hombro.

—Tenemos la manera perfecta de hacerlo, princesa Ayelez. Tenemos magia.»







Eelynn Cuellar
Inspiración

Frustrado, lanzo lo más lejos posible la hoja de papel que acabo de arrugar. El tiempo corre en mi contra, mi editor me puso un ultimátum para entregarle esta tarde un avance de mi nueva novela. Y no tengo nada decente que presentarle

Me sirvo otra copa de vino y me dirijo a la ventana para cerrarla junto a las cortinas, el ruido y luz que me molestan, me distrae. Tropiezo y fragmentos de cristal se riegan por el duelo al igual que el líquido valioso.

Esa es otra cosa que debo solucionar antes de que llegue, además el cuerpo después de dos días comienza  a apestar.

No puedo evitar sonreír. ¡Qué idiota he sido! Estos dos días, frente a mi tengo la historia perfecta.

Doy un salto para brincar el cuerpo de mi sirvienta que yace en el suelo, me siento frente a la máquina de escribir, colocó un nuevo folio y mis dedos parecen cobrar vida propia por la velocidad en la que se mueven..







Katty Montenegro

Ellery se paseaba frustrado por la habitación.
—Vas a hacer un agujero en el suelo si sigues así, détente —le habló cariñosa su madre.
—Llevan demasiado tiempo ahí dentro. ¿Y si algo salió mal?
—¿Qué podría haber salido mal? No seas exagerado, estas cosas tardan algunas veces.
—Ya se tranquilizará—habló el padre de Ellery entrando a la habilitación—. Yo estaba igual, ¿no lo recuerdas Leonor?
—Sí, supongo que tienes razón. 
En ese momento llegó una de las empleadas a dejar una bandeja con copas de champagne y jugo.
—Muchas gracias, querida, puedes retirarte —tras decir eso, Leonor se levantó a entregar una copa a cada hombre—. Respira, hijo, todo está bien.
Ellery se llevó la copa a la boca justo en el momento en que se escuchó el llanto del bebé.
—¡Nació! —gritó de emoción.
—Te dije que todo estaría bien…
El padre de Ellery, Bernard, lo abrazó con fuerza. 
—¿Eso es otro llanto? —preguntó sorprendida Leonor.
Ellery se impacientó, por lo que en cuanto se le permitió entró casi corriendo.
—Son hermosos, ¿no crees? —Rosemary sostenía a uno de los bebés y la partera a la otra pequeña.
—Tenga, esta es su hija. Ambos están sanitos. Los dejo para que conversen.
Ellery esperó a quedar solos para besar a su esposa. 
—Que bueno que pensamos nombres para niño y niña —comentó sonriendo Rosemary.
—Tienes razón, mi amor. Bienvenidos a la familia Allen y Caroline.














Neus Sintes
----(2ª parte)

De camino a casa, empezaba su cabeza a darle vueltas, tanto por las copas de más como por la conversación con aquel camarero. La frase que le había dicho al final de su conversación navegaba en su mente, como un navío, luchando contra el oleaje. “Solo tú eres dueño de tu destino”. Encajó la llave en la cerradura de la puerta, siendo lo más sigiloso que pudo. A continuación, subió de puntillas, intentando hacer el menor de los ruidos, para intentar no despertar a su madre, que descansaba en la habitación, del lado opuesto a la suya.
Era muy tarde y el cansancio más el efecto del alcohol, empezaban a surgir efecto. Se echó encima de la cama, mientras miraba el techo, no podía dejar de pensar en ese hombre. Había algo en él, que cuando le hablaba, le resultaba cercano, aunque no tenía respuestas para ello. 
Al igual que tampoco tenía respuestas ni las hallaría en su madre, acerca del paradero de su padre. Lentamente, sus párpados se fueron cerrando, hasta quedar completamente dormido.
Los rayos de sol que se filtraban por la ventana de su habitación, le daban la bienvenida a un nuevo día. 
—¡Buenos días, dormilón! —va siendo hora de despertarse le dijo su madre —mientras abría las ventana.
—Pero.. — ¿Qué hora es? —preguntó medio dormido
—Hora de levantarse. Son las dos del mediodía. 
—Estoy de vacaciones esta semana —insistió. 
—Y yo he terminado por hoy mi turno. —dedicándole una sonrisa maternal.
Después de comer, se dispuso a salir cuando algo lo retuvo. En el escritorio de su habitación, asomaba un cuaderno con hojas en blanco. Por primera vez en mucho tiempo, se dejó guiar por sus sentimientos y empezó a escribir sobre aquello que siempre había deseado preguntar a su madre, pero que no podía y tampoco se atrevía a hacer, porque sus labios estaban sellados, cuando siempre preguntaba por su padre, a quien no tuvo ocasión de conocer. 
Se cerró en su soledad, guiado por esas preguntas sin respuesta. A su mente regresaron aquellas palabras de la noche anterior, “Sólo tú eres dueño de tú destino”. 
Levantó la vista del cuaderno y sin saber porqué sabía que necesitaba volver esa noche a ese mismo bar. Un instinto en su interior, estaba empezando a despertar.
Cerró rápidamente el cuaderno y de él sobresalió una fotografía, que antes no se había percatado de ella. Con temor, e inseguridad en sí mismo, su mente divaga en sí abrir el cuaderno o dejarlo como estaba. Pero la curiosidad venció a sus miedos y lo que vieron sus ojos, perdurará para toda la eternidad. 
—¿Qué hacía el hombre del bar junto a su madre? —se preguntó Dani. La imagen era de unos diez años atrás o más. Se notaba en la calidad que no era actual, tanto por la calidad de la imagen como por cómo eran ambos de jóvenes.
Dani empezó a deambular como un poseso, enloquecido por sus preguntas sin respuesta, que ahora iban cobrando vida y sentido. ¿Sería su padre, el hombre con el que casualmente ayer noche estuvo hablando, sin él saberlo?. Las piezas empezaban a cobrar sentido al puzzle que en su mente se estaba formando. La vida le estaba ofreciendo una segunda oportunidad de conocer la verdad. Y si no se equivocaba, también debería hacer que su madre hablara, de una vez por todas.
El también tenía derechos y sus derechos era saber la verdad de una vez por todas. Ya estaba cansado de tantas mentiras en su vida, de tantos secretos ocultos. La verdad saldría a la luz, porque en su mente enloquecida, estaba tramando un plan, que iba a llevar a cabo.







María Elena Rangel
Nunca Confíes en Nadie

Mi soledad, como la de la luna, pesa en este anochecer. Como comprenderán no pude evitarlo, necesitaba inspiración, y la busqué.
Es imposible no recordar esos hermosos ojos que siempre me miraron con admiración; esos labios que siempre me sonreían cuando nos entregábamos a la pasión... Esa confianza, eso es lo peor, la confianza que nunca debiste tener para conmigo.
No lo puedo negar, siento algo de nostalgia, pero la ahogo dentro de mí. No puedo permitirme ninguna emoción.
Salgo de mi trance, busco mi cuaderno para plasmar con lujo de detalles mi próximo Best Seller: Anatomía de un Asesinato.







Freya Asgard

Soledad escribía en su cuaderno, estaba muy concentrada, necesitaba terminar esa tarea lo antes posible, sus notas en matemáticas financieras no eran de lo mejor y debía recuperarlas a como diera lugar. 
―Señorita Velázquez, se acabó el tiempo. 
―Solo esto, me falta un solo número, por favor ―rogó mientras terminaba de escribir. 
El profesor resopló y esperó los segundos que tardó, pues en realidad solo le faltaban un par de números y esa chica se esforzaba bastante en su ramo, solo que no le entraba la materia. 
Cuando Soledad levantó la cabeza, se dio cuenta de que estaban solos con el profesor. Todos los demás ya habían dejado el salón. 
―Lo siento, profesor, no me di cuenta ―se disculpó con lágrimas en los ojos. 
―No se apene, está bien. ¿Quiere que le revise su tarea ahora mismo para que se quite la angustia de si le fue bien esta vez o no?
―¿Haría eso? 
―Claro, venga. 
Se sentó en una silla frente a él en el escritorio mientras él comenzaba la revisión. Su sonrisa en el primer ejercicio la relajó, pero luego se puso serio. 
―El primero estaba bien, este segundo…  dio vuelta uno de los primeros números. Siempre le pasa eso, ¿no se ha visto con un especialista? 
―¿Especialista? 
―Sí, me da la impresión de que usted tiene dislexia matemática. ¿Preferiría dar los exámenes en forma oral? 
Bajó la cabeza, avergonzada. 
―Quizás así le vaya mejor. 
―Podría ser… 
Hagamos una prueba. 
―Responda este. ―Hizo un ejercicio en una hoja.  
Ella fue contestando las preguntas muy bien y el profesor sonrió. 
―¿Lo ve? El problema no es que sepa, es que tiene problemas para escribir los ejercicios, de hecho, en este… ―Le enseñó uno de los ejercicios―. Este está mal copiado, los números están dados vuelta. Por eso le va mal.
―Lo siento… 
―No tiene que disculparse, no es su culpa.
Desde ese momento en adelante, él la ayudó a superar sus problemas, al menos, a controlarlos. Pasaron mucho tiempo juntos.
A fin de año, Soledad salió con honores, lo cual se lo debía a su profesor, por lo mismo, sabía que debía desenamorarse de él, ya no lo vería más y él pensaría que solo era agradecimiento. Jamás él se le insinuó, ni siquiera un leve acercamiento, siempre mantuvo su postura de profesor ayudando a una alumna. Y ella se había enamorado. 
Se fue a una banca, estaba triste, el profesor no había asistido a la graduación, ya ni siquiera se podría despedir de él.  
―Muchas felicidades, señorita Velázquez ―la saludó él, de pie a su lado, y le entregó un ramo de rosas.
―Gracias, profesor. ―Se levantó presta―. No lo hubiera logrado sin usted. 
―Yo solo hice lo que hubiera hecho cualquier profesor. 
―Ninguno antes lo hizo.
Él sonrió. 
―Pensé que no vendría ―le dijo ella. 
―Jamás me habría perdido tu graduación ―respondió él con un tono extraño. 
Fue ella la que sonrió entonces.
Se miraron por un buen rato. 
―No puedo esperar ―dijo él de pronto, ella lo miró confundida―. Me costó mucho controlarme todo este tiempo, espero no haberme equivocado en tus señales. 
Soledad no comprendió si no hasta cuando él se acercó y la besó. Beso que fue muy bien correspondido.
Se sentó con ella y le tomó la cara entre las manos. 
―Te amo, Soledad, y tuve que tragarme este amor todo este tiempo. ¿Tú sientes lo mismo por mí?
―Sí, aunque yo no puedo decir que lo controlé tan bien. 
Él sonrió. 
―Sí, me ponías las cosas muy difíciles cuando te quedabas pegada mirándome o cuando rozabas nuestras manos; pero ya no debemos escondernos. 
Puso su rodilla en el suelo y sacó una cajita de terciopelo. 
―Soledad Velázquez, ¿quieres casarte conmigo? 
Ella se puso las manos en la boca y derramó lágrimas de felicidad. 
―Sí… Sí… 
Él la besó y escucharon los aplausos de los asistentes, que habían visto y oído toda la conversación.







Eelynn Cuellar
Limpieza

Siempre he sido muy recelosa de mi soledad, de mi espacio. Mi padre siempre me reta por ese motivo, mi madre es más condescendiente y es más permisiva, con la única condición de que mantenga en orden mi habitación.

¡Qué ilusa!

Esto parece más un refugio de un sintecho que la habitación de una chica.

Me dirijo a buscar en mi escritorio ese cuaderno que utilizo como diario, donde escribo algunas cosas y dibujo un poco como me siento.

¡Mierda!

Estaba segura que aquí lo había dejado y comienzo a revolver aún más mis pertenencias buscándolo y no lo encuentro. Rebusco por todavía habitación y no aparece. Meto mi mano debajo de la cama, siento algo caliente y peludo... No puedo evitarlo y suelto un alarido al tiempo que salgo corriendo del cuarto.

—¡Una rata! —gritó una y otra vez.

Tropiezo con mi padre, y su mirada lo dice todo.

—Ookay —digo con resignación—limpiaré un poco.

—¡Miua!

Joder, ¿Cómo demonios entro ese gato endemoniado a mi habitación?

—¡Mamá, Blakie de nuevo entro en mi habitación, ruega que no haya... —me llega un olor—, ¡mamá, voy a matarlo!







Salvador Alba
El primer paciente del doctor Luís

Por recomendación de mi doctor escribo estas líneas en un cuaderno, el cuál leerá para averiguar el motivo de mi pesadumbre, ya que estoy pasando por un mal momento anímico y no damos con la causa a pesar de llevar con él treinta y dos sesiones. Dijo que escribiera lo que quisiera y se me ha ocurrido algo que no sé si le servirá:
Escribo estas palabras en completa soledad, maravillosa soledad, silenciosa soledad, aburrida soledad. ¡Me cago en la soledad y en los muertos de quien la inventó! ¿Qué he hecho yo para estar tan solo? ¡Ay, qué solo estoy!







Katty Montenegro

Felicidad interrumpida

Mientras los cuatro disfrutaban de esa sensación de no necesitar nada más que a ellos mismos; los padres de Rosemary se unían a la celebración de sus consuegros.
—Los hermanos de Ellery están aquí—informó el ama de llaves.
Los gemelos Rick y Cedrik entraron justo después del anuncio.
—He aquí tu hijo mayor, madre—habló Cedrik haciendo una reverencia.
—Todos saben que tuve que ayudarte a salir por débil—dijo entre risas Rick y se acercó a abrazar a Leonor.
Cedrik se quedó mirándolo con fingida ira por ganarle en el saludo.
—Ya, mis payasos, déjense de juegos… Ahora son tíos de dos hermosos bebés.
—¿Dos? —preguntaron al unísono.
—Sí, dos, una niña y un niño —contestó con orgullo Charlotte, la madre de Rosemary.
Todos estaban felices por la llegada de los nuevos miembros a la familia.
Rosemary y Ellery disfrutaban a sus pequeños cuando un golpe en la puerta los hizo salir de la burbuja en que estaban.
—Ya queremos conocer a los niños —asomó su cabeza Leonor.
—Perdón, claro, adelante —contestó la nueva madre.
En medio de la alegría que la familia compartía, una mujer irrumpió en la habitación.
—Perdón, intenté hacerla esperar —se disculpó el ama de llaves.
—¿Elizabeth? No te veía desde la boda… —habló Rosemary.
—Después de meses de soledad, sólo quería confirmar los rumores… y veo que llegué en el momento justo —espetó con voz de odio.
—¿Qué? No entiendo.
—Veo que el cuaderno que le entregué a don Gaspar hace casi seis meses no fue tan relevante para la familia, pero no se va a quedar así… ustedes me la van a pagar.







Kelly Belher

«La fiesta era justamente después del partido del fin de semana. Siempre había fiestas después de los partidos ¿Es que simplemente no podía haber un partido y ya?

—¿Irás? —Una voz masculina me sacó de mis cavilaciones.

Alcé la vista a Caleb, que estaba parado junto a mí, esperando mi respuesta.

—Espera un segundo… —lo miré, luego a la hoja, y de nuevo a él—. ¿Tú pusiste esto en mi casillero?

Se encogió de hombros.

—Tal vez. ¿Irás?

Me encogí de hombros.

—Tal vez —repetí.

—¿En serio estás considerando asistir? Sabes que la soledad nunca es buena compañía, yo podría acompañar…

—No. —Lo interrumpí antes de que pudiera decir las palabras. Deliberadamente, estrujé la hoja y la lancé dentro de mi casillero—. Pero me gusta dar esperanzas para luego arrebatarlas cruelmente —puse una carita inocente—. ¿Funcionó?

No me detuve a observar su reacción ante eso, sino que me volví a mi casillero y acomodé algunos cuadernos en acuerdo al horario de clases que tenía pegado en la parte interna de la puerta del casillero. Increíblemente, hoy tendría cuatro clases con Caleb después del almuerzo.

—No entiendo, ¿Por qué te interesa tanto que Laila te deje de odiar?—pregunté antes de considerarlo.

—¿Qué te hace pensar que es por eso?

—Bueno, lo es ¿no?

—Definitivamente—se recostó de costado en el casillero de al lado, el de mi izquierda, tapando completamente mi vista de mi alrededor—. Además, Susanne me pidió que tuviera una buena relación con ustedes porque, y cito, ‘’no quiero que existan más razones por las que ellas decidan renunciar al equipo’’—dijo imitando la perfecta voz aguda de Susanne.»








Y bueno, estos son los relatos que se presentaron las dos primeras semanas, impresionantes no???

Nos vemos más o menos en dos semanas con la siguiente recopilación y entre esos días también deberá salir la mensual, que sería la de enero.

Besitos y gracias por leernos!!!





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