Yo Escribo Marzo
Lavanda / Cárcel / Limón / Amor / Calefacción
Varios Autores
María Elena Rangel, Neus Sintes, Freya Asgard, Salvador Alba, Katty Montenegro, Jelly A. Reynoso, Eelynn Cuellar
Hello!!!
Y llega una recopilación mensual, y en esta ocasión es la de marzo, no alargo más y veremos que tan variadas historias se han creado tomando en cuenta las palabras de este mes.
Ya me dirán que les han parecido.
María Elena Rangel
Lavanda / Cárcel / Amor / Limón / Calefacción
Tomados por Sorpresa
Juancho llevó a su novia al mirador en lo alto de la montaña para pasar una velada romántica mirando las luces de la ciudad, y las estrellas.Entre beso y beso, y el olor a lavanda en el ambiente, la pasión se fue encendiendo mientras la ropa desaparecía; en pleno apogeo del amor sintieron unos golpes en la ventanilla del auto. Como pudieron taparon sus cuerpos antes de bajar el vidrio.
-¡Buenas noches! -saludó el agente con voz de autoridad.
-Bue... Buenas noches -respondieron los jóvenes.
-Me imagino que ustedes saben que este tipo de manifestaciones digamos, pasionales, están prohibidas en espacios públicos, ¿verdad?
-Disculpe, agente, nos dejamos llevar por el romance de la noche... Los besos... Le aseguro que no volverá a suceder -aseguró Juancho.
-Lo comprendo, joven, de veras. Pero no tengo otra opción que llevarlos a la comisaría, donde pasarán el resto de la noche.
-¿A la cárcel? -casi gritó la novia de Juancho.
-En efecto. A la cárcel.
-¡No es justo! ¿Nos detendrán por amarnos? -inquirió Juancho.
-No. Los detendré por escándalo público.
-Pero... -trató de hablar el chico.
-Pero nada. ¡Andando! -Ordenó el policía -Les daré espacio para que se vistan.
Una vez en la comisaría los encerraron en una de las celdas. La noche se presentaba fría, el agente encendió la calefacción; el agradable calor que esta desprendía difuminó el aroma a fresco limón del desodorante ambiental que tanto le gustaba al agente.
-¡Vamos, papá! Ya te divertiste lo suficiente. ¿No pensarás dejarnos aquí toda la noche? -espetó Juancho.
-Exactamente eso es lo que pienso hacer, hijo. La próxima vez que deseen dar rienda suelta a sus hormonas, recuerden que para eso existen los hoteles y afines, no los espacios públicos donde van las familias. Espero hayan aprendido la lección.
-Sí, papá, se nos salió de las manos. No volverá a suceder -afirmó el chico avergonzado.
-Estoy seguro, hijo. Como tu padre me duele mucho tener que detenerlos; pero como policía, es mi deber
Neus Sintes
Lavanda / Cárcel / Amor / Limón / Calefacción
Un amor sin límites (episodio 3)
Cuando la tormenta cesó, muchos de los que se habían refugiado en el local, empezaron a salir a la calle, para irse a sus respectivos hogares. Dereck se ofreció a acompañar a Dunia a su casa. Aunque ésta vaciló unos segundos, terminó por aceptar.
Afuera aún se percibían pequeñas gotas de lluvia, que terminaban de caer. Por suerte la tormenta no provocó daño alguno. Tan solo grandes charcos podían apreciarse en las aceras y el ambiente tan caluroso del agosto, había dado lugar a un cambio en la atmósfera.
—Menos mal que ha parado de llover—mencionó Dunia, pensativa.
—¡Ahí está! —exclamó Dereck —al ver su coche intacto. Ha habido suerte y no ha sufrido ningún daño. Las ruedas se encuentran en buen estado —dijo mientras observaba que no estuvieran hundidas ni pinchadas.
—Le tienes mucho cariño, ¿verdad? —le preguntó Dunia, mientras no dejaba de observar a Dereck, como se preocupaba por su coche.
—Bueno, ya sé que parecerá ridículo…Pero hemos pasado muchos momentos juntos, por así decirlo. Es el único transporte con el que me muevo de lado a lado. Uno llega a acostumbrarse. —respondió con una leve sonrisa.
—Entiendo. Supongo que a mi me sucedería algo parecido de tener vehículo, sin tener que depender del transporte público. —devolviendo una cautivadora sonrisa.
Una vez dentro del coche, Dereck sintió la necesidad de encender un poco la calefacción. La tormenta había hecho que el tiempo cambiará de aires, dando lugar a una brisa que se percibía en el ambiente.
—¿Por dónde vives? —le pregunto Dereck, percibiendo lo cerca que estaban el uno del otro.
—Yo te guiaré —Mi casa se encuentra a las afueras. Se encuentra aislada del centro. Dirígete a donde se encuentran las casas de madera, las que se encuentran en el bosque.
—De acuerdo —afirmó Dereck. Mientras percibía como se ruborizaba.
Dereck consiguió salir del atasco que se había formado, mientras de fondo la música se oía en el interior del vehículo. Percibió que Dunia se había sumido en un silencio poco habitual, por lo poco que la conocía, era como si estuviera preocupada por algo. De vez en cuando la miraba de reojo, teniendo curiosidad por saber en qué pensaba su mente. Le importaba demasiado Dunia. Por primera vez había encontrado a una mujer, con la que podía hablar tranquilamente, sin la necesidad de empezar a tartamudear.
Poco a poco se fueron adentrando en la espesura del bosque, dejando atrás los edificios para dar lugar a la naturaleza. Se podían apreciar unas casas de madera, rústicas. El piar de los pájaros era el único sonido que se percibía en el ambiente.
—Ya hemos llegado —respondió Dunia. Puedes aparcar al lado de ese árbol.
—¿Te apetece entrar a tomar un café? —Es lo mínimo que puedo ofrecerte, por haberme traído hasta aquí.
Al entrar, Dereck percibió el olor a lavanda. Se notaba que en ella vivía una mujer. La cabaña era una casita pequeña de las que se hacían de madera. Era muy acogedora y estaba decorada con pocos muebles. Los necesarios para poder vivir.
—Estás en tu casa —le dijo Dunia.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó Dereck
—No es necesario. El café casi está listo. —Aunque ¿ves los limones que tienes a tu lado? —Pásame uno, por favor.
Dereck se levantó a coger uno, cuando se percató de una fotografía de Dunia, junto a un hombre; supuestamente su padre.
—Gracias —le respondió. Me estoy haciendo una limonada.
Al sentarse junto a Dereck, se dio cuenta de que había visto la fotografía. Su mirada volvió a ausentarse por unos segundos. —Disculpa. Los recuerdos a veces juegan malas pasadas.
—¿Es tu padre? —preguntó Dereck, queriendo preguntar y no a la vez, para no herir sus sentimientos.
Dunia dejó la limonada a un lado y empezó a hablar —Sí, lo és. Te preguntarás dónde está, el motivo de cómo fui separada de mi padre. El ahora se encuentra en la cárcel por robo. Como te he dicho antes, soy de Puerto Rico. La única familia que tengo es mi padre y el destino me lo arrebató. No te voy a mentir, venimos de un ambiente en que hemos pasado hambre y penurias. En ocasiones mi padre robaba alguna manzana o algún trozo de pan, para que pudiéramos tener para la cena. Pero un día, ese atroz día, todo se fue por la borda. — suspiró—
Venimos a Suecia sin papeles, y por ello nadie quería ofrecer a mi padre trabajo. Pero nunca imaginé ver como esa noche de invierno —lo recuerdo como si fuera ayer— ver con mis propios a mi padre, como dos policías se lo llevaban esposado. Yo me encontraba escondida. Mientras una lágrima resbalaba de sus ojos.
Dereck sintió la necesidad de abrazarla. Y sin pensarlo lo hizo. Dunia dejó escapar sus lágrimas, que escondidas bajo una coraza habían permanecido durante estos años. Hacía mucho tiempo que su corazón había permanecido helado y no había encontrado el calor en nadie. No confiaba en nadie.
Sobraron las palabras, cuando al separarse, se miraron a los ojos, empezaron a surgir nuevos sentimientos. Un amor empezaba a brillar en sus corazones.
—No volverás a estar más sola. —Déjame entrar en tu vida. —pronunció Dereck —esperando una respuesta. Dunia le respondió con un beso en los labios.
Freya Asgard
Lavanda / Cárcel / Amor / Limón / Calefacción
La venganza se sirve en plato frío
Un olor a lavanda y limón inundó la celda. Mario no supo de dónde venía ese aroma, pero era muy conocido para él.
Rosario había ido a la cárcel a ver a su ex, necesitaba hablar con él. Cuando lo llevaron al lugar de visitas, vio a su mujer con una expresión extraña.
―¿Qué haces aquí?
―Tengo que hablar contigo.
―¿Qué quieres?
―Quiero saber qué pasó con el dinero.
―¿Qué dinero?
―El que ganaste por el último trabajo.
El hombre miró hacia todos lados, nervioso.
―¿Cómo se te ocurre decir eso?
―He estado todos estos años contigo y nunca he visto nada de lo que tú ganas, es hora de que me toque algo.
―A ver, Rosario, te recuerdo que tú me abandonaste.
―Sí, por lo mismo, nadie sospechará de mí si me dices dónde lo escondiste.
―¿Lo hiciste por eso?
―¡Obvio! Dime dónde está.
―No puedo decírtelo aquí, es muy peligroso, además, tengo que esperar el veredicto del juez, si no salgo…
―Con ese dinero podemos pagarle a un buen abogado.
―¿Harías eso?
―Claro, sabes que no te voy a abandonar.
―Mira, aquí está… ―Anotó el lugar en su celular y se lo enseñó, no se lo mandaría por mensaje en caso de que se lo revisaran. Ella lo anotó en su propio teléfono y lo guardó.
―Bien, yo no volveré por aquí, para no levantar sospechas.
―Está bien, cuando salga, nos iremos juntos muy lejos de aquí. Solos tú y yo y empezaremos de nuevo.
Rosario salió de allí directo a la dirección que su esposo le había dado. Recuperó los cien millones y se fue rumbo al aeropuerto, sus maletas ya estaban en su automóvil. Dos horas más tarde tomó un avión al sur. Mario se ganó una cadena perpetua pues no tuvo abogado defensor, solo el del Estado que poco y nada hizo para liberarlo.
A los veinte años, por buena conducta, salió de la cárcel.
A su esposa la encontraron muerta dos meses después, un robo a su casa fue el informe oficial.
Mario vivía en una pensión de mala muerte donde casi nunca salía, incluso nadie lo veía por semanas. Pero ahí estaba, seguía en ese lugar, lamentando su suerte, por lo que jamás fue sospechoso.
Un día, pocos meses después, se levantó, fue a hablar con el dueño de la pensión y dejó el lugar, le dijo que ya había tocado fondo y que cambiaría su vida. De ahí en adelante, trabajó en diversos empleos hasta que logró montar su propia empresa. En menos de cinco años se convirtió en un exitoso empresario de artículos de calefacción.
Nadie sospechó que él había matado a su mujer y recuperado su dinero.
“La venganza se sirve en plato frío”, se decía siempre, la paciencia fue siempre su gran virtud.
Salvador Alba
Lavanda / Cárcel / Amor / Limón / Calefacción
La Joaquina
¡Ya sé qué le voy a regalar por nuestro aniversario! Bueno, primero os contaré un poco mi día a día, que no me conocéis de nada. ¡Ja, ja!
Vivo en un eterno pulso entre la vida laboral y mi pasión. El trabajo es mi cárcel, me limita y me obliga a realizar tareas que nada tienen que ver con mi deseo de contribuir a la humanidad con mis novelas románticas. Lo único que me alegra de pasar las mañanas en la lavandería es la cantidad de historias que se me ocurren y la vuelta a mi hogar, junto a mi marido, quien me espera con un refresco de limón y el agradable olor a lavanda que me llega del prado de la parte de atrás.
Ese apasionado beso de bienvenida que nos damos me hace vibrar, me eleva a las nubes hasta morir en brazos de mi amado, donde más de una vez hemos sucumbido a la lujuria más viciosa y pervertida.
Tras el almuerzo tenemos como hábito de salir a dar un paseo agarrados de la mano, bajo la mirada envidiosa de la gente. Notamos sus miradas, sus cuchicheos y habladurías, y nosotros continuamos orgullosos proclamando nuestro amor allá por donde pisamos.
Las tardes solemos pasarlas juntos, pero cada uno a lo nuestro: mientras yo plasmo mis historias chick lit de mujeres fuertes y sensibles, él se pone a roncar a todo trapo. Quizás sea por el amor, pero sus ronquidos me resultan agradables, es la mejor música para inspirarme.
Cuando despierta, le leo mis escritos y me comenta sus impresiones, que suelen ser muy diferentes a las mías, pues mi hombre es muy macho, y yo muy hembra.
Tras la cena nos metemos en la cama, oímos un poco la radio, leemos y a dormir, o lo que se tercie. ¡Ji, ji! Ya me entendéis.
Hoy es uno de esos días, he decidido darle a mi hombre un buen revolcón de los que se queda seco y duerme toda la noche del tirón. ¿Por qué? Pues porque es nuestro aniversario. No es que no lo hagamos más veces, es que estos revolcones grandiosos, en los que la calefacción no nos hace falta, los dejamos para los fines de semana y festivos y hoy es miércoles. Para añadirle más sorpresa al asunto nuestro aniversario es mañana, por lo que la sorpresa será mayor aún. ¡Ja, ja!
Ya son las diez de la noche y los funcionarios han apagado las luces. ¡¡Que vibre la celda!! Ahora, dejadnos solos. ¡Ja, ja!
Por cierto, me llamo Joaquín Alonso, la Joaquina.
Katty Montenegro
Lavanda / Cárcel / Amor / Limón / Calefacción
Despertar
Mi vida siempre fue una cárcel, una cárcel metafórica, pero al igual que ocurre con los delincuentes, estaba allí por decisión propia, yo había elegido ese camino. Claro, cuando era pequeña no tenía libertad por decisión de mis padres, pero al crecer, me fui ganando castigo tras castigo, luego me busqué relaciones tóxicas dónde el amor se basaba en controlar, como si esos hombres fueran mis padres. Cuando conocí por fin una persona que no quería controlar cada espacio de mi vida, no supe que hacer, discutíamos constantemente por mi actitud sumisa, e irónicamente, por mi constante miedo a ser controlada.
Hace ya un año que me liberé, y no hablo de libertinaje, sino de poder hacer lo que quiera sin pedir permiso, de manejar mi dinero a mi antojo, de disfrutar de pequeñas cosas, como encender la calefacción o encender un incienso de lavanda, sin sentir culpa. La culpa me dominaba la mayor parte del tiempo, y para mi sorpresa, cuando decidí dejarla, no perdí a nadie de mi alrededor, al contrario... Aunque si se iban, sería porque no me amaban.
―Ya llegué, traje pie de limón. ―Mi esposo llegó interrumpiendo mis pensamientos y mis escritos.
Como decía, entendí que yo misma me había encerrado en la cárcel. Y ahora es tu turno de evaluar tu realidad.
Jelly A. Reynoso
Eelynn Cuellar
Lavanda / Cárcel / Amor / Limón / Calefacción
Decisiones
Aquella noche me esmeré con la cena. No es que no cocinara con frecuencia, pero por cuestiones de tiempo y cansancio normalmente me voy más a lo básico, sin embargo está noche era especial.
La lavanda para mí tenía un significado especial, por ello hice una infusión que agregué en cada platillo, desde la entrada, sopa, plato principal central y hasta en el postre. Eran alimentos muy aromáticos y preparé un sorbete de limón para que se limpiará el paladar entre cada alimento.
Era una noche fría y aún así no quise encender la calefacción, supuse que el calor de las velas encendidas en la mesa serían suficientes.
Tenía que ser la noche perfecta, era especial. El amor de mi vida no tardaría en atravesar la puerta. Los nervios los tenía a flor de piel. Nunca me había sentido tan nerviosa como este día.
Si todo salía como lo planeado no tendría que pisar jamás la cárcel. Tenía una coartada perfecta, el veneno no actuaría de inmediato, así que tendría el tiempo suficiente para huir en la oscuridad.
Lo amaba, ya no como al principio como decía que más que a mi vida. Ya no estaba dispuesta a recibir un golpe más. Era él o yo. Y tomé la mejor decisión.
Lavanda
Recuerdos
La lavanda siempre remueve muchos sentimientos en mi. Cada vez que el aroma de esas flores llegaba a mi, no podía evitar recordarla.
Cada vez que movía su cabello, o pasaba por un lugar, una estela impregnaba el lugar con este dulce aroma. Hasta era su color favorito para usar.
Por eso cuando le arrebataron la vida de aquella manera, juré que no descansaría hasta hacerles pagar.
Yo era muy pequeña y después de años de terapia y convencerlos en todo momento que no recordaba nada de aquel día, me dejaron tranquila. Jamás olvidaré cada rostro, cada mirada, cada sonrisa...
Llevo años preparándome para mí venganza. Ellos también deben recordarla con la lavanda, y detestaran haberla dañado de esta manera.
La ley no respondió y los dejó libres por falta de pruebas, mi mamá no fue la primera ni la última, desgraciadamente muchas han pasado por sus asquerosas manos, pero siendo cirujana, les arrebataré de aquello que se siente. Tan orgullosos, y no, no estoy hablando de su vida, sino de otra cosa mucho más chiquita.
Cárcel
Cena Familiar
Todo acto tiene sus consecuencias. Marcos lo sabía y aún así hizo lo que tenía que hacer.
No tuvo alternativas, no se las dieron. Él solo siguió órdenes y ahora está ahí, en una prisión de la que nunca podría salir.
Con mano firme entró en la habitación de sus padres primero y después en las de sus tres hermanos.
Esa noche todos se sorprendieron que se ofreciera a prepararles la cena. Filete y pasta cremosa, es dónde pudo ocultar el sabor de los somníferos completamente.
Una masacre es como apareció la nota roja en los periódicos al día siguiente.
Marcos creyó que si los obedecía, esas voces lo dejarían por fin en paz. Ahora está en su cárcel personal, en su cabeza… esa es la única compañía que tendrá hasta el día de su muerte.
Amor
Amor Verdadero
Ana siempre vivía enamorada. Veía el amor en cada chico que conocía o se cruzaba en su camino. Sus relaciones nunca duraban más que algunas cuantas semanas y aún así no desistió en que algún día conocería al amor de su vida y tendría ese final feliz de cuento de hadas.
¿Era una ilusa?
En realidad en casa tenía el ejemplo claro de lo que era su sueño anhelado. Sus padres se casaron siendo unos niños y a pesar de las limitaciones económicas, pudieron sacar adelante a sus doce hijos, en casa solo queda a la que apodaron como el pilón que es Ana y están a punto de cumplir cuarenta y cinco años juntos.
Ana deseaba esto para ella y aun no lo encuentra, ella cree que el tren se le está yendo, una actitud un poco exagerada considerando que el próximo mes cumplirá apenas veinte años, pero sus papás a esa edad, ya estaban esperando al tercer hijo.
Cansada de su situación, después de meditarlo y analizado sus posibilidades, había decidido quién era el indicado. Con el que formaría una familia.
El problema ahora era hacerle entender que no estaba secuestrado, bueno, quizá un poco sí, pero ella lo preparó todo para pasar una semana juntos dónde conseguiría quedar embarazada del susodicho y de esta manera se deberían casar.
Entra con un babydoll blanco en la habitación, le sonríe y comienza a bailar lo más sexy que su inexperiencia se lo permite, mientras el afortunado se retuerce en la cama en la que está amarrado desnudo.
Limón
Limonada
Recuerdo que mi abuela decía, si la vida te da limones, haz una limonada. La verdad nunca comprendí ese refrán. Solo hasta que un día lo perdí todo o casi todo.
En el mismo mes, mi mujer me abandonó, perdí el trabajo, el banco me embargó... Muy mala racha y no sabía qué hacer. Por suerte unos amigos me recibieron en su casa y sabía que no podía quedarme mucho tiempo ahí con ellos y debía encontrar la manera de salir adelante.
Inmediatamente busqué trabajo y no encontraba nada, mi perfil o mejor dicho mi edad no encajaba en lo que estaban buscando.
Así que mientras aparecía algo, me convertí en amo de casa, era lo único que podía hacer en agradecimiento.
Y ahí fue donde vi el limón que la vida me estaba ofreciendo. Era bueno en la cocina y quizá había errado de profesión.
Comencé a preparar postres que fui ofreciendo en cafeterías cercanas y poco a poco ya no me daba abasto para cubrir la demanda de mis productos. Y tan solo un año después de que lo perdí todo, estoy inaugurando mi primera cafetería, porque voy por más.
Pasé de ser abogado a ser un pastelero y muy bueno, ya hasta conocí a una mujer que valora lo que soy y lo que hago.
Calefacción
Frío
«¿Qué no se supone que en marzo entra la primavera?»
Voy maldiciendo mentalmente mientras nos dirigimos del aeropuerto al hotel. Cuando mi queridísima amiga me dijo: «vente a Canadá unos días».
Acababa de tener a su tercer hijo y desde que se casó y se mudó, no nos habíamos visto, ha pasado mucho tiempo y yo que soy alérgica al frío —no literal—, pero lo detesto, es que fue así que cuando me dieron vacaciones en la oficina realicé aquel viaje. Así que cuando vi la tormenta de nieve que me estaba recibiendo me quería morir. Para empezar no traía la ropa adecuada para este clima y no sabía que haría para sobrevivir.
Para no causar molestias, pues una mujer que acaba de dar a luz lo que más necesita es paz y tranquilidad, decidí ir directo a un hotel.
Para mí mala suerte, en cuanto puse un pie fuera de la camioneta, mi trasero besó el suelo. Alguien me ayudó a ponerme en pie y yo tan avergonzada que me sentía ni las gracias di y entré corriendo lo más rápido que pude al lobby para llegar a mi habitación y gritar mi mala fortuna.
Al día siguiente, cuando bajé al restaurante, tenía tanto frío que poco faltó que bajara con el cobertor encima. Moría de frío y deseaba que estos días pasarán volando.
—Lo que a ti te falta es un cobertor humano, una calefacción natural y ecológica para quitarte ese frío.
Tardé en reaccionar, pero en cuanto tomó asiento frente a mí, supe inmediatamente que su propuesta me estaba tentando. Y cuando me retiré le dejé en un papelito el número de mi habitación. Subí para prepararme para ir con mi amiga, cuando el timbre sonó.
No salí... Salimos de mi habitación en los siguientes días. Por lo mismo no conocí nada de este país y por si se lo preguntan, un día antes de regresar a casa conocí a los niños de mi amiga. Pero sin duda lo mejor de este viaje fue ese calorcito que mi calefacción humana me dio todos estos días.
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