domingo, 15 de mayo de 2022

(Recopilación) Yo Escribo Abril by Varios Autores

  
Yo Escribo Abril 2022


Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado


Varios Autores


María Elena Rangel, Neus Sintes, Taygeta Maia (Jacqueline Estay), Freya Asgard, Salvador Alba, Katty Montenegro, Eelynn Cuellar



Hello, Hello!!!!


Y bueno, aquí están los relatos que el mes de abril trajo, donde se reincorpora una autora que el año pasado nos acompañó pero estuvo fuera enfocándose en su nueva novela, así que seguimos siendo pocos, pero tenemos una más en el reto.

Como verán son muy variados cuando los lean, ya tienen un autor consentido???

Y bueno, fuera de los míos que los comparto durante todos el mes, el resto de los relatos están publicados aquí conforme fueron los escritores haciéndolos en sus redes.

Que los disfruten!!!










María Elena Rangel

Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado
Proposición Inesperada

El parque de feria, donde estaba la impresionante montaña rusa de brillantes asientos de color verde, se encontraba cerrado ese día. No contaba con eso. Había planeado la velada para lograr el perdón de mi hermosa novia; los últimos días estuve muy ocupado con mucho trabajo, lo menos que deseaba era que se sintiera abandonada.

Sin perder tiempo recurrí al plan B, no era que tuviera uno pero me las ingenié. Pedí una rica cena, compré vino y sus flores favoritas, alquilé una película romántica de las que la hacían suspirar y, por supuesto, metí unas palomitas al microondas.

Cuando llegó, su sonrisa fue mi recompensa. Cenamos a la luz de las velas charlando y riendo como hacía días no lo hacíamos. Al terminar de ver la película la llevé a la terraza desde donde se veía el cielo cubierto de estrellas. Ante sus sorprendidos ojos puse una rodilla en tierra, tal cual como lo hacían en esas películas que le gustaban tanto, saqué la cajita de terciopelo negro del bolsillo de mi pantalón y la abrí.

─Amor de mi vida, ¿me concederías el honor de ser mi esposa?

No le salían las palabras de la emoción, con los ojos inundados por las lágrimas por fin encontró su voz.

─Sí, sí, y mil veces sí.

Nos besamos, nos abrazamos fuerte, sintiendo la bendición del universo a nuestro alrededor.









Neus Sintes

Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado
Capítulo 4: Un amor sin límites

Secretos

Lo que en principio empezó como una relación de amistad, en ella surgió algo más profundo, más intenso. Sentimientos enterrados surgieron a la superficie convirtiendo la relación en algo más que una simple amistad. El amor flotaba en el aire, en el ambiente que respiraban. Desde el día en que sus corazones se encontraron, no hubo secretos, no hubo más soledad que los rodeara. Por ese motivo, Dunia ofreció a su corazón que Dereck y ella se dieran la oportunidad de convivir juntos. Un paso más en su relación. 
El fin de semana había llegado y querían aprovecharlo al máximo. El día amaneció espléndido y decidieron ir de excursión a alguna montaña, cuyos paisajes del color verde ofrecían el color de la esperanza. 
— ¡Qué buena idea has tenido! — exclamó Dunia mirando con ojos de enamorada a Dereck
—Por ti, hasta la estrella más alta sería capaz de alcanzar— respondió Dereck, sellando los labios de su amada con un beso. 
Pasaron todo el día gozando de la naturaleza. Observando con otros ojos los impresionantes miradores que a cada punto solían encontrar. No dejaron de hacerse fotos el uno al otro y de sentir cómo la felicidad les rodeaba. Todo estaba perfecto. Hasta que el sol se fue escondiendo y decidieron emprender el camino a casa. 
Dereck percibió que aunque la relación iba bien, había algo que su novia le escondía. Uno de los cuartos siempre permanecía cerrado. Pensaba en ello mientras terminaban de colocar y organizar las cosas que habían utilizado para hacer pic-nic, cuando la mirada de Dereck se cruzó con la puerta que sellada bajo llave permanecía.
No se había atrevido a preguntar a Dunia, para que no se disgustará. Pero, ahora era él, el que empezaba a estar dudando de si realmente le era fiel a su relación. De si en verdad, no le escondía nada, o por el contrario, le ocultaba algo que por motivos desconocidos, no quería que él supiera.
—Dereck ¿te encuentras bien? —le preguntó Dunia, al verlo tan pensativo.
—Lo estaría.—respondió secamente mirándola a los ojos. —¿Hay alguna cosa que me estés ocultando? —redirigiendo la mirada hacía la puerta cerrada.
—Sabía que este momento, tarde o temprano llegaría —respondió con un hilo de voz.
Pesadamente se sentó en el sofá y sus labios empezaron a relatarle lo que en realidad le ocultaba. Dereck, se sentó a su lado y la escuchó, sin interrumpirla. 
—Desde que mi padre no está. No dudé en guardar todos sus pertenencias. Las pocas que conservaba. No sé cuándo regresará de la cárcel, así que..— suspiro— Decidí guardar toda sus cosas para cuando estuviera de vuelta. No te lo tomes a mal. A fin de cuentas, esta sigue siendo también su hogar. Debí contártelo, lo siento. Lo único que no quiero es que tengas dudas acerca de nuestra relación.
—El que lo siente soy yo —No debí dudar. Y menos de ti, cariño.— le respondió Dereck.
—Dereck, no habrá más secretos que ocultar entre nosotros. — le susurró Dunia, mientras se abalanzaba a sus brazos.
Había sido un día largo y ambos estaban cansados. Demasiadas emociones habían sucedido a lo largo del fin de semana. Lo finalizaron tranquilos. echados en el sofá, mientras en el calor del hogar, veían tranquilamente una película, acompañados de palomitas.









Jacqueline Estay Guerra

Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado
De Tu Propia Medicina

Allison y Cristián salieron al amanecer, pues el trayecto era largo. En el camino pasaron a buscar a Marisela, amiga de ambos, quien los acompañaría; Javier, novio de la chica, no podría ir por asuntos de trabajo. Pasarían un maravilloso fin de semana en la montaña entre bosques, ríos y acantilados.
―¿Quieres un café? ―ofreció Allison a Cristián.
―Ya, por favor, necesito uno.
―Marisela, ¿quieres uno?
―Yo paso por ahora, Allison, gracias.
La joven sacó el termo que llevaba en el auto y sirvió el café. Cristián lo bebió con ansias.
―¿Tienes algo de comer? Tengo hambre, por favor.
―Hay sándwich, galletas y queque, ah y también traje palomitas de maíz.
―Prefiero un sándwich, tengo hambre de algo salado.
―Toma –dijo Allison entregándole un pan de molde con jamón y queso.
―Gracias, preciosa ―agradeció él―, no sé qué haría sin ti.
―No me hagas la pata ―sonrió Allison―, y al comer no descuides el camino.
―Sabes que no lo hago, amor.
―Lo sé, pero te lo digo igual.
―Lo pasaremos genial, chicas.
―Claro que sí, el año pasado fue maravilloso.
―Marisela, te gustará el lugar, acamparemos en medio de un bosque verde y hermoso, solo se siente el ruido de los pájaros y el correr del agua del río ―informó Cristián.
―Ya quiero llegar para conocer, ustedes me han hablado mucho de ese lugar.
―No te impacientes, igual el camino es un poco largo.
―No lo haré, Allison, solo pensaré en lo bien que lo pasaremos.
―Así se habla amiga.
Cuando llegaron al lugar, armaron las carpas, prepararon café y se sentaron a tomarlo mientras contemplaban el paisaje.
―Vamos a recorrer, quiero conocer, este lugar es maravilloso ―pidió Marisela.
―Por supuesto ―aceptó Cristián―, vamos, te mostraremos el acantilado y verás qué hermoso se ve el río desde arriba.
Caminaron por entre los árboles y llegaron a un lugar más hermoso aún; desde ahí arriba se veía el río en todo su esplendor y al otro lado de este, seguía el bosque frondoso.
―Es maravilloso, ese río lleva mucha agua y mucha corriente también.
―Así es, en la época de vacaciones, hacen rápidos en este río ―explicó Cristián.
―Yo no lo haría ni, aunque me pagaran ―confesó la chica.
¬―Nosotros lo hemos hecho y es una sensación fascinante ―contó Allison.
―¿Y te dio miedo?
―En un principio sí, pero la adrenalina que sientes, no la cambias por nada.
―Yo no quiero saber de adrenalina ni nada de eso, solo quiero estar en este lugar que es tranquilo y seguro ¬―exclamó Marisela.
Todos soltaron una carcajada.
―Vamos a preparar algo de comer ¬―propuso Allison.
Los tres caminaron hacia donde estaban las carpas y se dispusieron a preparar la comida, para luego sentarse a disfrutarla.
¬En la tarde fueron a recorrer el bosque y otros lugares cercanos a la carpa.
Al día siguiente, Allison le dijo a Cristián que llevara a Marisela a recorrer un poco más, mientras ella preparaba la comida.
―¿Estás segura de que te quieres quedar, Allison?
―Sí, Marisela, yo ya conozco el lugar, tú no, ve tranquila.
Cristián la llevó a través del bosque para llegar una vez más a los acantilados.
―Me gusta este lugar ―dijo él¬―, me produce paz.
―Es muy bonito, tienes razón.
¬―Te gustará la sensación del río, cuando te atrevas a hacer un rápido.
―No, no lo haré, de eso estoy segura.
―Algún día lo harás.
Volvieron.
Esa tarde, fueron los tres a caminar.
―Todos los caminos traen a este acantilado ―comentó Marisela.
―Hacia el otro lado, solo hay bosque ―explicó Cristián.
―Sí, claro ―dijo la chica.
En un momento en que Allison estaba mirando un ido en un árbol, Cristián tocó la espalda de Marisela, empujándola hacia el acantilado, mientras pensaba:
―No quería hacer esto, Marisela, pero tú querías contarle lo nuestro a mi esposa y eso no lo iba a permitir.
―¡Allison! ―La chica se volvió al escuchar el grito de su amiga al caer y la llamada de su esposo al mismo tiempo.
―¡Allison! ¡Marisela se cayó al acantilado! ¡Allison!
― ¡No! ¡No puede ser! ¡Marisela! ―gritó la chica con desesperación.
Cristián se tomaba la cabeza con ambas manos.
―Pero… ¿cómo pasó?
―No lo sé, se resbaló, no alcancé a hacer nada.
¬―Debemos llamar a la policía.
―Sí, tienes razón, llamaré.
Luego de un día arduo de búsqueda por parte de la policía, bomberos y equipo médico, lograron dar con el cuerpo de la chica, varios kilómetros río abajo, había sido un accidente, el expediente decía: CERRADO.
Una semana después, Allison estaba con su esposo en su casa.
―Cristián, tengo que decirte algo.
¬―Dime, amor.
―Sé lo que había entre tú y Marisela, siempre lo supe, además, en mi vida hay otra persona, perdón, pero quiero que nos separemos.









Freya Asgard

Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado
Vacaciones

El verde de aquella montaña, donde no había más que vegetación, era el lugar perfecto. Una casa en medio de aquella inmensidad sería nuestro próximo destino de vacaciones. Iríamos cuatro parejas; la despedida de la universidad. Luego vendrían los trabajos, los traslados y ya nada sería igual. Por alguna extraña razón, los tres amigos de mi novio se habían hecho novios de mis tres mejores amigas. Éramos un grupo excepcional.
Dos semanas nos faltaban para nuestras ansiadas vacaciones. Preparábamos todo con meticulosidad, allí no tendríamos acceso a internet, no había teléfonos, nada nos comunicaría con el exterior. Era perfecto para aislarnos y disfrutar de nuestra compañía.
Llegamos sin novedad, no nos costó llegar, no nos perdimos. Todo un mar en calma. Estábamos felices, sabíamos que ese era un buen augurio.
Llegamos a mediodía. El lugar se veía esplendoroso, mucho mejor que en las fotografías del catálogo.
Almorzamos, ordenamos nuestros respectivos cuartos y, después de dejar todo cerrado, nos fuimos un rato al lago. Llevamos unas papas fritas y unas palomitas para comer. Estaba oscureciendo cuando decidimos volver. A mitad de camino, Hayleen gritó. Volteé a mirar, colgaba de un árbol en una trampa para algún animal o algo así. Quisimos sacarla. Su novio, Ian, sacó una cuchilla. Bart, mi novio, y Luca, el novio de Aisha, le ayudaron a subir para cortar el cordel, pero al hacerlo, Hayleen cayó y abajo, no nos habíamos dado cuenta, había una trampa de oso y su pie quedó aprisionado en ella. Los alaridos de dolor no nos dejaban pensar bien. Los chicos intentaron sacar esa cosa de la pierna de Hayleen, pero no podían, se estaba haciendo de noche. Nadie llevaba su teléfono ni linternas, se suponía que volveríamos antes de oscurecer.
―Yo voy a buscar una linterna y algo para quitar eso ―ofreció Bart.
―Sí, por favor ―dijo Ian.
―Te acompañó ―indiqué, no podíamos andar solos por esos lugares, ya sabíamos que no eran seguros. Nada de eso salía en el folleto.
Volvimos con unas tijeras de metal y unas palancas, además de luz, por supuesto. Logramos sacarla con mucho esfuerzo de parte de todos. Ian la tomó en brazos y la cargó hasta la casa que no estaba muy lejos de allí.
―¿Y la llave? ―pregunté.
―No sé ―respondió Bart―, no la ocupamos cuando vinimos, nos fuimos al cobertizo a buscar herramientas.
―¿Quién se quedó con la llave? ―insistí.
―Tú, tú fuiste quien cerró.
Me las busqué por todas partes, pero no estaba.
―A lo mejor se te cayeron donde estaba Hayleen.
―Puede ser. Perdón.
En eso, la puerta de entrada se abrió. Sola. Nos miramos, ya no sabíamos si era más seguro adentro que afuera. El ruido de un animal salvaje, no estaba segura de lo que era, nos alertó y decidimos entrar, supusimos que sería más fácil lidiar con fantasmas que con un oso o un lobo o lo que fuera que estaba en el bosque.
Entramos y la puerta se cerró… otra vez sola. Las velas se encendieron y una mujer de aspecto muy tétrico estaba al pie de la escalera.
―Debieron dejarla allí, él se habría calmado. Ahora está muy enojado porque le quitaron su presa ―nos sentenció.
No entendimos en ese momento. Fue después, cuando apareció un toro con cuerpo casi humano. Se lanzó hacia mi amiga Hayleen y en menos de dos minutos la devoró por completo. Ese era nuestro final. Los gritos no se hicieron esperar, como tampoco las carreras. Yo me quedé inmóvil. Mis amigos no tardaron en morir. Al finalizar, me miró sorprendido al ver mi calma. En realidad, lo que menos sentía era eso, estaba aterrada por dentro y quería correr, pero no era capaz.
―¿Por qué no escapas? ―me preguntó con voz de ultratumba.
Negué con la cabeza.
―¿No me temes?
Asentí de igual forma.
Se acercó a mí, mucho. Yo sostuve su mirada.
―¿Eres valiente o desafiante? ―Puso una mano sobre mi hombro.
―No ―respondí apenas con los ojos cerrados―. Ni lo uno ni lo otro. Estoy aterrada.
―Ven conmigo.
Me llevó a una habitación muy hermosa.
―Te quedarás aquí. Este será tu hogar de aquí en adelante.
Me empujó adentro y cerró la puerta. Me puse a llorar. ¿Qué sería de mí?









Salvador Alba

Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado
Un Comienzo Peculiar

Vas por la calle tranquilamente y un joven obeso y vestido como un rapero pasa delante de ti propinándote un pisotón que deja a tu dedo meñique palpitando de dolor y a él le hace trastabillar
—Por lo menos podrías pedir perdón.
—¿Perdón? Perdón tú, que eres el que me has pisado.
—Te vas a enterar.
El rapero trata de darte un revés con el puño cerrado, pero lo esquivas y aprovechas su inercia para darle un empujón que lo desequilibra, pero logra mantenerse en pie con una ridícula y graciosa carrerita. Mientras vuelve aprovechas para ponerle verde a improperios, pero llega asfixiado y tratas de dialogar.
—¿Por qué no lo dejamos aquí ahora que aún no hay ningún herido?
—Pues tienes toda la razón del mundo. Venga, te invito al cine para hacer las paces. Me ha hecho mucha gracia que me llamaras Gordolini Cebati, como si eso fuese un nombre ja, ja, ja.
De esa forma acabáis el rapero y tú compartiendo una montaña de palomitas ante una película que terminaréis viendo veinte años después en su reestreno en realidad virtual para celebrar vuestra duradera y verdadera amistad.









Katty Montenegro

Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado
Más Vale Infierno Conocido...

Ver una montaña plagada de verde sin duda era maravilloso, en realidad se veían muy lindas. Pero vivir cerca de ellas era otro cuento, pues eran el hogar de miles de insectos. Cuando nos mudamos, estaba feliz porque me liberaría de las palomitas, esas que rondaban la luz, y al final fue mucho peor. Me arrepentía de haber seguido a mi esposo hasta ahí, cada vez que un bicho intentaba atacarme lo odiaba por dentro, por suerte pronto regresaría a mi ciudad, a mi desierto.
Seguí fregando el piso, tenía que limpiar la horrible mancha de sangre que había quedado. Tenía el estómago revuelto, ganas de vomitar, lástima, de todo un poco.
Un golpe en la puerta me sobresaltó.
—¿Diga? —pregunté desde la puerta, sin acercarme a la reja.
—Policía... Necesitamos hablar con usted —dijo un hombre con voz seria.
—Voy... —me acerqué a la reja con cautela—. ¿Puede mostrarme su placa o algo?
El me enseñó su placa y credencial. Era policía de verdad. Suspiré y abrí.
—¿Con quién vive? —preguntó al tiempo que hacía un gesto a los otros dos para que entraran.
—Con mi esposo, pero el no está. ¿Van a entrar a la casa? —pregunté sorprendida.
—¿Y dónde está?
—¿El qué?
—Su marido, señora.
—Trabajando.
—Se ve nerviosa. 
—Soy nueva en la zona y no entiendo lo que está pasando, ¿cómo quiere que esté?
El policía asintió con lentitud.
—¡Jefe, venga! —se escuchó de dentro.
—Acompáñeme.
Lo seguí adentro. Uno de los que había entrado estaba frente a la mancha de sangre, el otro intentaba abrir una habitación.
—¿Que hay aquí? —preguntó sin poder abrir la puerta.
—Nos dijeron que es el sótano, pero nos lo entregaron cerrado, no sé que hay. ¿Puedo saber que está pasando?
—Recibimos una alerta por posible asesinato.
—¿Qué?
—Los vecinos dicen que llegaron hace unos días y que desde entonces la escuchan gritar que lo matará, que no puede esconderse, que no se saldrá con la suya. 
—Sí, yo le he dicho eso al raton gigante que vivía aquí y que ha intentado morderme desde el primer día.
—¿Dónde está su esposo?
—Ya se lo dije...
—Buenas tardes —saludó mi esposo que venía llegando—. ¿Qué pasó, cariño?
—Por favor, diles que no estás muerto.
—Jefe, aquí está el guarén del que habla la señora.
—Perdón, lamento mucho el malentendido.
Puse los ojos en blanco. Ese era el último día de reuniones de mi marido, si todo salía bien, nos iríamos al otro dia de vuelta al norte.









Eelynn Cuellar

Verde / Montaña / Perdón / Palomitas / Cerrado
Tiempo Perdido

Hace demasiado que no venía a este lugar. La última vez que vi estas montañas eran blancas y ahora tienen un verde deslumbrante y mucho colorido.

Si tan solo el motivo por el que encuentro aquí fuera diferente. No tuve la oportunidad de pedirle perdón a mi abuelo, hace casi quince años me fui de aquí maldiciendo, repudiando ser su descendiente. Y estoy aquí para despedirme por última vez.

Aún recuerdo que cuando era niño, me preparaba mis palomitas de maíz acarameladas una vez que terminaba la tarea mientras esperábamos que mamá regresará del trabajo. Nunca creí que mi abuelo fuera tan cerrado en ese aspecto, tampoco era mi intención que se enterara de esa manera que era gay. Recuerdo que me gritó que era un adefesio, un anormal y que se avergonzada de mi, cuando me soltó una bofetada, fue cuando le grite que lo odiaba, que renegaba ser de su familia y me marché lejos.

Me sorprendió que un primo me hablara para decirme que viniera, que estaba mal. Creí que tendría tiempo de disculparme y agradecerle por todo lo que hizo por mí cuando era niño, en realidad nunca lo culpé por su forma de pensar y actuar, pero sin duda verme desnudo con un amigo en el sofá no debió ser muy agradable, muchas veces quise regresar y pedirle disculpas, y más aún cuando él intentó contactarme y mi estúpido orgullo fue superior en ese momento. Pero llegué demasiado tarde, ya no tuve tiempo…









Verde
Vida Sana

«Dieta verde».

Cuando escuché a mi doctora decir estas palabras, me quería morir.

Vaya, ni que fuera conejo para comer puras cosas verdes y crudas. Aparte cuando comenzó a decir que el colesterol, ácido úrico, triglicéridos y la manga del chaleco, es que no entendía una mierda de lo que me estaba diciendo. Solo que debía mejorar mi alimentación y hacer ejercicio.

¡¿Cómo se atreve a insinuar que no estoy sano?!  Si tengo veinticinco años. Ni que fuera un anciano.

¡Agh!

Nopal, perejil, apio, espinaca... No termino de escuchar los ingredientes y salgo corriendo del consultorio.

¿Quieren que coma cosas verdes?

El cilantro de los tacos debe valer como alimento sano, ¿No?

Así que por ahí comenzaré mi vida sana.









Montaña
Volver A Casa

Nunca he sido de montaña, ni de playa, campo o ciudad... En realidad no pertenezco a ninguna parte. Me siento perdido y solo en este mundo, no sé a qué vine aquí…

Nunca debí dejar mi casa y probar nuevos aires.

Tantos hubiera que ya no tiene caso lamentarme. No hay marcha atrás.

Así como E.T. solo quiero regresar a casa, regresar a mi planeta que está muy lejos de aquí y no tengo la menor idea de como conseguirlo, aparte que es agotador tenerme que esconder de los humanos.









Perdón
¡Sorpresas!


No sé cómo pedirle perdón. Fui un idiota, un estúpido. No creí que tan pronto me descubriría. Se supone que tendría más tiempo, y ahora no sé qué hacer.

¿Cómo arreglar algo cuando se ha perdido la confianza?

Debí confiar, debí ser más discreto. Debí haber hecho las cosas de otra manera. La he perdido.

Yo que quise sorprenderla para entregarle el anillo y por eso le pedí ayuda a una amiga para escoger la joya y preparar todo el escenario, tenía que lucirme pero para ello ocupé mucho tiempo en el cuál le puse muchas excusas tontas por mucho tiempo, no sé si creyó otra cosa o simplemente buscaba el pretexto y ella se ha marcado para siempre con mi mejor amigo, el cuál me traicionó también.









Palomitas
Los Fantasmas Si Existen

No sé cómo es que acepté. A nadie le tenía que demostrar absolutamente nada. Y aún así, me deje convencer.

Estaba abandonada, ¿Qué podía pasar?

Nunca he creído en fantasmas y todas esas cosas paranormales. ¡Chorradas! Deberíamos tener miedo a los vivos y no a los que ya no están.

«Cuentos baratos» me repetía una y otra vez mientras me adentraba en la oscuridad de aquella casona abandonada.

«Los fantasmas no existen».

«Los fantasmas no...» 

Un fuerte ruido hace que me exalte. Escucho más ruidos a mi alrededor, una risa, vidas moviéndose...

A punto de salir corriendo de aquel lugar, una vela se enciende frente a mí, y luego otra... Así sucesivamente hasta tener una docena.

Marcos se hinca frente a mi con un anillo en su mano.

El muy idiota quiso ser original y esto no era una prueba de si existen o no los fantasmas, simplemente una cena romántica para entregarme el anillo, una vez iluminado el lugar me sorprendí ver que había infinidad de guirnaldas de palomitas, odio las flores y las sustituyó de esta manera haciendo aun más único este día, yo pensé que el miedo me estaba produciendo algo y ese olor dulce me lo estaba imaginando, pero ahí estaban adornando uno de mis mejores recuerdos.









Cerrado
Cena Pospuesta

Hay un maldito letrero de «cerrado».

Esa simple palabra cambió todos mis planes.

¿Ahora que iba a hacer? ¿Dónde lo conseguiría ahora?

Eso me pasa por dejar todo al final, hoy era el día para sorprenderlo. Lo tenía todo calculado y ya no valía la pena esmerarme con la cena.

Sin el veneno para ratas, no lo haría. Hoy pensaba deshacerme de él, se lo prometí a mi familia.

El maldito roedor vivirá un día más.










Y bueno, estos fueron los relatos, que les parecieron??? muy oscuros nuestros escritores???

Y ya saben, pronto se viene otra recopilación, que en este caso será la quincenal y más o menos un mes para la siguiente mensual.

Gracias por leernos y besitos!!!





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