Yo Escribo 52 Historias
Semana 17 - Distancia / Helado
Semana 18 - Navaja / Enigma
Varios Autores
Eelynn Cuellar, Salvador Alba, Neus Sintes, María Elena Rangel, Katty Montenegro, Freya Asgard, Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)
Hello, hello!!!
Y aquí una nueva recopilación quincenal con las semanas 17 y 18, donde las palabras a utilizar fueron Distancia/Helado y Navaja/Enigma que historias nos habrán traído estas palabras???
Y una de las autoras que se reincorporó al reto mensual se une también en el semanal, por lo que ahora somos 7 autores con 13 historias.
Que las disfruten!!!
*Les recuerdo que el orden en que aparecen fue conforme se fueron publicando en redes cada semana*
Eelynn Cuellar
Una Excelente Oportunidad
Carlos no sabía cómo anunciarle a María, su novia, que se había ganado la beca en la universidad. Hace apenas un par de meses habían comenzado su relación y sabía que al tener que irse lejos y poner distancia entre ellos, haría su su relación se enfriara. Y era lo menos que deseaba.
Ella siempre le había gustado, y por lo mismo le daba miedo acercarse y que lo rechazara. Hasta que un día mientras estaba en la heladería en compañía de unos amigos, y que estos sabían de su enamoramiento lo retaron a qué se acercara de una vez por todas y le hablara. Así que con pena se adelantó a la fila hasta quedar muy cerquita de ella para escuchar qué era lo que iba a pedir.
«Helado de chocolate con menta», es lo que había dicho. Y con decisión se fue hasta el mostrador y pidió el helado de ese sabor. Ya con él en la mano se acercó y se lo dio.
«¡Oh, te lo agradezco!» con una sonrisa le contestó «te lo agradezco, pero soy alérgica al chocolate».
Derrotado y más bien apenado, sin decir nada se dio media vuelta para irse de ahí.
«Que es broma Carlos, es mi sabor favorito, solo quería que hablaras más».
Esa tarde fue su primera cita, mientras caminaban, Carlos notó que no probaba el helado y este comenzaba a escurrirse, le ofreció ir por otro y le dijo que no era necesario, que era lo que menos le importaba, solo quería pasar un rato agradable con él.
Había sido una manera rara para que comenzaran a salir y una semana más tarde yo eran pareja.
No quería terminar con ella, pero tampoco deseaba perder la oportunidad de estudiar en el extranjero. Iba ideando cómo decirle para que ambos encontraran una solución, y le llamó la atención que en la avenida había mucha gente reunida, acababa de suceder un accidente, «pobre chica», era lo que todos murmuraban. Carlos curioso se acercó al lugar, y en ese momento su mundo se derrumbó. Ya no tenía que darle la noticia y eso le partió el alma.
Salvador Alba
EL Tío Del Helado
En la distancia que acabo de recorrer se me ha derretido el helado. Hace un calor de mil demonios, pero voy a volver a la heladería a reclamar su devolución: no me han dicho que tenía que comérmelo rápido. Allí que voy.
Camino indignado a paso rápido, la gente se me queda mirando, supongo que es por llevar el cucurucho de limón chorreando y no lamer ni un poquito para no desperdiciarlo. Claro que no lo chupo, si me lo como no me lo devuelven, no quiero estafar a nadie.
Llego a la heladería y, por suerte, solo hay un señor mayor que está siendo atendido por una de las dos tenderas, así que me dirijo a la otra.
—Buenas, soy el que ha venido hace una hora y veinte minutos.
—¡Ah! Sí, ¿quiere otro cucurucho de limón?
—Sí, por favor. Tenga, cámbiemelo por este, que se ha derretido.
—No, los helados no se pueden descambiar. Una vez se los sirvo, ya no hay vuelta atrás.
—De eso nada, ahí no hay ningún cartel que lo ponga. Además, no me han dicho que tenía que comérmelo rápido y tampoco veo ningún cartelito que lo indique.
—¿De verdad me está diciendo lo que acaba de decir?
—Claro, sino no se lo hubiese dicho.
—Mire, déjese de bromas, que no tengo el día para cachondeíto.
—De cachondeíto nada, señorita, que aquí le traigo el cucurucho blandurro y con el helado hecho sopa, mire la mano, chorreando.
—Pues bébaselo y cómase el cucurucho, que no se lo pienso descambiar.
—De eso, nada, si me lo bebo o me lo como, no me lo devuelven.
—Pues no se lo pienso descambiar, eso no tiene ni pies ni cabeza.
—Claro que no lo tiene, si es un cucurucho derretido.
—Ande, señorita, dele el helado de limón, yo se lo pago.
—No, amable señor, tengo dinero para comprar otro, lo que quiero es que me lo descambien.
—Pues no se lo pienso descambiar.
—Pues aquí me quedo toda la tarde.
—Venga, Pilar, descámbiaselo, por un helado no nos van a despedir. Acuérdate de cuando se te cayó la baba en la cubeta de los tres chocolates, hubo que tirarla entera y no te dijo nada la jefa.
—¡Que no! que mañana se presentan tres tíos más con estupideces.
—Señorita, no es una estupidez, es descambiar una cosa estropeada por otra. ¿O es que el helado no tiene garantía?
—¡Pues no la tiene!
—¡¿Y eso dónde lo pone?!
—¡Mira que salgo para afue…!
—Tranquila, Pilar. Venga, yo le daré su helado al señor. Ahí tiene, un cucurucho de limón con dos bolas, ¿cierto?
—Eso es, tenga el defectuoso.
—Estupendo, y recuerde comérselo rápido, antes de que se derrita, que no tiene garantía. Debe comérselo de arriba hacia abajo, no vaya a ser que empiece por el cucurucho y se le caiga la bola o se escurra el helado por el fondo al faltar el pico.
—Muy bien, así sí, con todas las instrucciones, como debe ser. Un placer, señoritas. Hasta otro día, señor.
—Vaya usted con Dios.
¡Qué bien! Me han dado un helado por toda la jeta, si es que todo es ponerse. Verás qué risa cuando vuelva mañana y esté todo lleno de carteles.
Neus Sintes
La Distancia Congeló Sus Corazones
La distancia que había entre Iván y Tanya, había helado sus corazones. Por motivos laborales habían tenido que distanciarse. Ella lo amaba, pero no podía dejar su trabajo actual, ni dejar atrás a su familia ni amigos. En cambio el tuvo que mudarse de ciudad, dejando atrás todo aquello que le importaba, incluyendo a Tanya, quien se negó a ir con el.
Su trabajo siempre le hacía estar en movimiento, aunque nunca tuvo ocasión de desplazarse durante tanto tiempo como sus superiores le confirmaron. Tal vez, incluso, cabía la posibilidad de quedarse en esa ciudad, temporalmente durante una larga temporada. Aunque no se sabía cuánto tiempo. Por ello le instó a Tanya que fuera con el. Ambos se amaban y deseaban estar juntos. Pero la negación de Tanya de dejar su vida y empezar una nueva, en una ciudad distinta hizo que un miedo se apoderase de ella.
Cuando se despidieron en el aeropuerto, Iván la beso apasionadamente, mientras una lágrimas surcaba las mejillas de Tanya. Le vio alejarse con una sola maleta, mientras su corazón le gritaba por no abandonarlo, aunque su mente le decía que se quedara. Tanya en vez de hacer caso a su corazón, ésta lo evitó sin saber a que consecuencias tendría que enfrentarse.
El tiempo transcurría. De los mensajes de texto continuos y correos electrónicos, pasaron a las cartas por correspondencia mensuales. De sus escritos, contándose la vida, pasaron al silencio de no saber del otro. Ninguna llamada, ninguna vía de comunicación entre ellos. Sus corazones se congelaron por la distancia que los separaba.
María Elena Rangel
Amarga Decepción
Mientras recorría, la no tan corta distancia hasta la heladería, no dejaba de relamerme pensando en mi helado favorito: cereza marrasquino. Ya sentía mi lengua recorrer aquel cremoso manjar. No me importaba manejar aquel largo trecho con tal de darme ese sublime gusto.
Por fin estaba cerca. Al llegar, mi desconcierto fue grande, con decepción descubrí que el establecimiento estaba cerrado y rodeado de una cinta amarilla que decía “escena del crimen”. ¿Qué podía haber sucedido? Más tarde me enteré que hubo un robo y el dueño había sido asesinado. Yo solo podía pensar que ya no volvería a saborear mi helado preferido.
Katty Montenegro
Mi Ciudad
El día estaba frío, el viento helado traspasaba mi poleron. Llevaba bufanda, gorra de lana, un chaleco delgado de polar y calzas de jeans, aún así, me arrepentí de no haber llevado algo más abrigado. Tenía un abrigo para ocasiones especiales, digo especiales porque en mi ciudad es difícil encontrar días tan nublados, y ni hablar de lluvias.
La distancia que debía recorrer no era tan larga, pero con el frio que hacía, se me haría eterno. Además, iba en transporte público, pero de público nada, no había nadie más en el bus que pudiera generar algo de calor. A mitad de camino me encontré con lluvia. ¿Lluvia aquí? La quedé mirando, no había nada que me gustara más que la lluvia. Un par de cuadras más allá, la lluvia cesó, despejado total, algunos rayos de sol entraban por el (esa cosa cuando hay un hoyo en las nubes). Miré en todas direcciones. Nubes negras en un sector, despejado sobre mi, nubes blancas al otro lado, hacía el mar se veían nubes grises, y para los cerros... bueno, los cerros casi no se veían, sabía que ahí estaban, pues era mi ciudad natal, pero una densa neblina los cubría. Poco a poco, llegaron más pasajeros, y al parecer todos tenían frío.
Llegué a mi destino, y allí el cielo parecía a punto de largarse a llover, pero no llovió en todo el día. Sí, así era mi ciudad, impredecible... Y por eso me gustaba.
Freya Asgard
Sabes que la distancia es como el viento…
Esas palabras cantadas por mi cantante favorito resonaban en mis oídos. Fer se había ido por trabajo a la capital del país y yo, por mis estudios, no pude irme con él.
Lo extrañaba mucho. Lo dejarían volver una vez al mes por una semana, pero no sería lo mismo. No estaba segura si nuestro amor era un fuego pequeño o uno grande.
Un mes después, volvió, nos encontramos cada día de esa semana, salimos a pasear, a bailar, nos juntábamos en mi casa o en la suya. Intentamos pasar el mayor tiempo juntos.
Al principio, nos hablábamos a diario, pero luego, por mis estudios, las pruebas, comencé a trabajar, ya no nos pudimos conectar tanto.
Al tercer mes, yo estaba en período de exámenes, por lo que apenas pudimos vernos. Él me acompañó en mi casa a estudiar, pero no era lo mismo. Apenas sí estábamos juntos.
Al sexto mes, casi no hablábamos. Él con sus cosas y yo con las mías hacían casi imposible poder hablar y vernos.
Al octavo mes, pensé que ya todo se había terminado, sin embargo, yo lo seguía amando, solo que nuestros tiempos no congeniaban. El problema era que no sabía si él seguía sintiendo lo mismo por mí.
La distancia es como el tiempo. Apaga el fuego pequeño, pero enciende aquellos grandes.
Esa canción de Domenico Modugno me representaba. Podía decir que no había entendido nada de su amor, pues muchas veces era yo la que no podía verlo o hablar con él, tenía mi día lleno de actividades, esperaba que, al terminar el año, poder quedar más libre, era mi último año de Derecho y cada vez se me complicaba más poder tener tiempo para mis cosas.
Al finalizar el año, Fer me llamó por teléfono.
―Me ofrecieron quedarme con contrato fijo. Es una buena oportunidad. Intenté buscar trabajo en nuestra ciudad, pero no se ha presentado nada. Creo que me quedaré ―me dijo y un viento helado congeló cada fibra de mi ser.
¿Qué significaba eso? ¿Me estaba cortando definitivamente o querría que me fuera con él? Yo había terminado mis estudios y me faltaba solo la licenciatura.
―¿Quieres terminar conmigo? ―le pregunté sin rodeos.
―Quisiera que te vinieras conmigo, pero, como siempre, es tu decisión ―respondió con seguridad.
No lo pensé dos veces. Arreglé mis cosas y me fui con él. Mis padres se pusieron tristes con mi partida, pero al mismo tiempo, estaban felices, sabían que Fer y yo nos amábamos de verdad, de todos modos, estaban preocupados por mi situación laboral, aunque, en la capital, siempre había más oportunidades.
Jamás me arrepentí de esa decisión. Hoy, cuarenta años después, tres bellos hijos, siete hermosos nietos y una bisnieta, puedo decir que fue la mejor decisión. Y la distancia no apagó nuestro fuego, al contrario, lo encendió con una llama que no se apagó jamás.
Neus Sintes
Soy Tu Sombra
Desafortunadamente no puede haber ninguna duda de que el hombre es, en general, menos bueno de lo que se imagina a sí mismo o quiere ser. Todo el mundo tiene una sombra, y cuanto mas oculta está de la vida consciente del individuo, más negra y más densa es. Es uno de nuestros peores obstáculos, puesto que frustra nuestras intenciones mas bien intencionadas.
Maldita sombra la que me atormenta de día y de noche. Intento huir de tu oscura presencia pero siempre estás ahí. Cuando te escondes lo haces disimuladamente, para luego volver a atacar con tu contacto frío que ejerces sobre mí, dejándome paralizado.
Maldita sombra, aléjate. Déjame vivir, déjame respirar.
Sombra; una presencia conocida pero reprimida. Oculta en nuestro interior, pero que en alguna ocasión sale a la luz para atormentar a aquellos que se lo merecen; como castigo.
Eduardo vive atormentado, escondido de su propia sombra que le acecha a todas horas. Desde el día que asesino a sangre fría a su hermano gemelo, tras una calurosa discusión acerca de la herencia que se les dejó a ambos.
-¡Francisco! - ¿Cómo es que nuestros padres te han dejado más a ti que a mí? - Es injusto. - reclamó indignado Eduardo.
-Eduardo, ¡Cálmate, por Dios! -Nuestros padres, nos dejaron lo mismo. Lo que pasa es que yo he aprovechado más el dinero, ahorrando, no como tú que te los has gastado en joyas y abrigos exuberantes para tu amante. Y ahora te ves que te ha dejado sin blanca, con el que era tú dinero, hermano. El tuyo. El que nuestros padres nos dejaron. - ¡Y ahora vienes aquí montando un espectáculo!.
-¿Cómo te atreves, Francisco? - enseñando una navaja, que extrajo de su gabardina.
Francisco intentó mantener la calma y serenar a su hermano, pero tras unas forzosa pelea entre ambos. Eduardo consiguió agarrarlo del cuello y amenazándolo en la repisa de la ventana abierta.
-¿Y ahora qué?, - ¿Quién es el mas hombre? - sonriendo maliciosamente.
Eduardo, aunque me mates. No saldrás victorioso. Una sombra irá tras de ti y te hará la vida imposible. - le amenazó Francisco.
Eduardo se burló de sus creencias y de sus temas de filosofía y enigmas, de los que sabía que leía mucho. Sin pensar en las consecuencias, le hizo un corte con la navaja, arrojando a Francisco, a su hermano al vacío, llevando a Francisco a una muerte segura.
El caso se inspeccionó, pero se cerró rápidamente, dando por concluido que fue un suicidio. A raíz de entonces las últimas palabras de su hermano Francisco retumban sin cesar en la mente de Eduardo.
"Una sombra te perseguirá allá a donde vayas".
Maldita sombra la que me atormenta de día y de noche. Maldito sea el día en que la ceguera y lo locura hiciera que matase a mi hermano.
"Una sombra te perseguirá allá donde vayas" - ¡No! - me estoy volviendo loco. La noche me aterra, con su oscuridad y el viento que aúlla en mis oídos. Las ramas de los árboles me quieren atrapar, como si fueran brazos que quisieran ahogarme, asfixiarme por mi maldad.
"Eduardo - Soy tú sombra".
María Elena Rangel
Sospecha
─Ya tengo el lugar donde asesinaron a la señora Blanco, también el arma que utilizaron; solo me falta el culpable y lanzaré la acusación ─informé a mis compañeros.
─¡Vaya! ¡Qué adelantado estás! Podrías darnos una pista.
─Lo siento, eso deben averiguarlo por ustedes mismos.
La investigación siguió adelante, analicé con esmero a los sospechosos que tenía, uno por uno, hasta que por fin di con el asesino. Mis compañeros aún no tenían idea de la resolución del enigma.
─¡Ya tengo al culpable! ─grité con emoción ─. Lanzaré la acusación.
─¡Espera! Estás por completo seguro. Después que hagas la acusación no habrá vuelta atrás. Si no estás en lo cierto tendremos que sacarte del caso.
─Estoy más que seguro: Ya dije que tenía el lugar y el arma, ahora sé quién fue. Acuso al Coronel Mostaza, la mató en la sala con una navaja.
─¡Hey! No es una navaja, es un cuchillo ─protestó uno de mis compañeros.
─Tienes razón, siempre los confundo.
─Ya sabes que si no es así, sales de la partida.
Afirmé con la cabeza, tomé el sobre, saqué las cartas y ¡voilá! Estaba en lo correcto. Es que a mí nadie me gana jugando “Clue”.
Eelynn Cuellar
Cruel Destino
Freya, María, Neus y Katty, despertaron confusas. Las cuatro amigas solo recordaban que estaban en el pub celebrando que una de ellas había conseguido que una gran editorial firmara un contrato para la publicación de su trilogía que hace poco había comenzado a publicar en una página. Aunque algunos chicos les ofrecieron algunos tragos, no les interesaba ligar, solo deseaban divertirse entre ellas.
Continúo la noche sí, solo ella celebrando, pero entre tragos y brindis llegó el momento que perdieron la cuenta de cuánto habían bebido.
Al día siguiente, se despertaron confundidas en un lugar extraño, y aunque quisieron recordar que había sucedido, nada les pasaba por la cabeza, todas tenían la mente en blanco. Temerosas decidieron marcharse de aquel lugar, pero su sorpresa fue mayor cuando abrieron la puerta para marcharse de ahí.
Estaban rodeadas de agua y era una minúscula isla donde solo cabía aquella casucha. No estaban ni sus bolso ni ninguna llevaba su celular consigo.
Estaban atrapadas.
Con lo nerviosas que se encontraban, nadie se había dado cuenta que sobre la mesa, el único mueble que se encontraba en el lugar, había una hoja de papel y una navaja.
Una de ellas se acercó y tomó el papel entre sus manos y leyó en voz alta:
«Solo una. Si quiere salir de aquí con vida, deberá encontrar a ese animal que anda en cuatro patas por la mañana, en dos patas al mediodía y en tres durante la noche, y será la única que lo conseguirá, no podrán salir todas juntas y una decisión deben tomar».
Las cuatro chicas rieron nerviosas, ninguna era buena para los enigmas, pero si esto era en serio y no solo una broma, debían tomar una decisión. Esto no les podía estar pasando y aún así en ese momento se dieron cuenta que su amistad había terminado y todas al mismo tiempo quisieron hacer con la única arma que había en el lugar, mientras alguien detrás de la ventana las observaba Salvador y sonreía.
Salvador Alba
El Fin De Su Calvario
La suciedad de las paredes no dejaba adivinar el color con el que antaño alguien las pintó, al igual que el suelo, del que solo se sabía que era frío y duro. La habitación emanaba un hedor nauseabundo, una mezcla de sangre podrida y excrementos humanos. No llegaba a ser insoportable porque Djana llevaba días sufriéndolos, expulsándolos, pues eran suyos, y ahí seguía ella, muy consciente.
Dardan entró con un cuenco repleto de un puré grumoso de color incierto y un vaso de agua turbia.
—Ten, cariño, la cena.
Djana trató de abalanzarse contra Dardan sin pronunciar ni una palabra, pero la cadena de su pie la retuvo haciéndola caer con un tintineo, un estruendo seco de la piel contra el firme y un leve quejido de dolor. Notó cómo algunos cortes se habían vuelto a abrir. El viejo le acercó el cuenco y ella comenzó a comérselo con desesperación, llevándose la comida a la boca con sus sucias manos.
—¿Cómo se encuentra tu tobillo? Deberías recordar que estás encadenada, cada vez que vengo con la comida te caes. No seas tan ansiosa.
Djana trató de hablar, pero se atragantó.
—Ten, un poco de agua, le he puesto unas vitaminas naturales para que te mantengas sana.
Djana bebió todo el vaso de un trago en cuanto la tos se lo permitió. Tratando de recuperar la respiración normal, replicó.
—Si quieres que me mantenga sana deberías dejar que me vista, tengo frío.
Ante la impasible mirada del viejo se desesperó.
—¡¡¡Deja que me vaya, por favor!!!
—De eso nada.
Se mantuvieron en silencio unos largos segundos y Djana continuó con serenidad.
—Por lo menos deja de torturarme.
—No.
—Aunque sea tráeme comida decente de vez en cuando.
Dardan negó con la cabeza.
—Deja que me duche, te lo suplico.
—Ni en broma, me encanta tu olor.
Dardan continuó guardando silencio.
—Deja que me lave las manos, al menos.
—Tampoco.
Djana acabó de comer, se puso de rodillas y, mientras le ofrecía el cuenco vacío con las manos, suplicó.
—Por favor, acaba ya con esto, libérame, haré lo que tú quieras, pero déjame marchar.
—De eso nada.
—Pero ¿qué he hecho para estar aquí? ¡Dímelo de una vez!
Djana le golpeó en la cara con el cuenco en una clara posición de desventaja que, sumado a su debilidad física, fue su perdición. Dardan le devolvió los golpes multiplicados por diez. Cuando dejó de protestar con cada impacto, él cesó y le acarició su intimidad para después olerse los dedos.
—Esta noche tendrás una ración extra de comida, querida Djana.
Horas después, despertó dolorida. A través de los cristales, casi opacos por tanta suciedad, se intuía la luna y la observó con serenidad. En apenas unos minutos se abrió la ajada puerta y entró Dardan, sosteniendo una bandeja con un filete de ternera acompañado de patatas fritas, un cuenco de puré grumoso de verduras y un tetrabrik grande de zumo.
—No pongas esa cara, todo esto es para ti. Y ten cuidado con la cadena, no quiero que te caigas. Ten, come con tranquilidad.
Djana comenzó a comer con sus propias manos, como siempre. Desconfiaba, era la primera vez que le traía tal cantidad de comida y en tan buen estado. El zumo era lo primero dulce que había probado en las tres semanas de secuestro. Ella sabía lo que venía después de recibir una ración de comida extra, pero lo tenía asumido.
Dardan se sentó en el suelo, contra la puerta, y se deleitaba con la visión de la joven desnuda, que comía como un animal. Cuando acabó se sentó contra la pared sin decir nada. Frente a Dardan. Con las piernas abiertas. El viejo se levantó, recogió la bandeja y se fue nada contento. Cosa de la que se percató Djana.
Al rato volvió.
—He preparado un juego para ti, lo he llamado la navaja y el enigma.
»La navaja es esta. —La sacó de su bolsillo y se la mostró sin abrirla—. El enigma es el motivo de tu encierro. Tú tendrás que adivinarlo, por cada respuesta errónea te haré un ligero corte.
Una lágrima brotó del ojo derecho de la temblorosa Djana para dar paso a otra del izquierdo.
—¡Túmbate boca arriba!
La joven obedeció sin rechistar, era consciente de que llevarle la contraria supondría un castigo más duro.
El viejo se agachó a su lado y comenzó a deslizar la navaja cerrada por la mugrienta y castigada piel de Djana.
—Dime, ¿por qué te tengo aquí?
—Porque quieres mucho dinero y quieres que mis padres se desesperen.
—No.
—¡¡¡Aaahhh!!!
Dardan sacó el filo con habilidad y le realizó un corte en un muslo. Ella comenzó a llorar y a suplicar, pero el juego continuó. Ahora la navaja se deslizaba abierta, arañando la piel.
—Dime… ¿Por qué te tengo aquí?
—Porque quieres violarme y asustarme… sentirte superior…
—No.
—¡¡¡Aaaaahhhh!!!
Esta vez le pinchó en el antebrazo izquierdo y continuó el juego, Djana no paraba de llorar y suplicar.
—Esta es la última oportunidad. ¿Por qué te tengo aquí precisamente a ti y para qué?
—¡¡¡Porque eres un loco hijo de puta!!!
—Es posible, pero no.
Le rajó un pecho. Los alaridos de Djana se convirtieron en un llanto desconsolado. Mientras limpiaba la hoja de la navaja con la lengua, Dardan se quedó observándola. Al quedar completamente limpia, la cerró y se la introdujo en la vagina unos centímetros a la vez que se acercaba al oído de la joven.
—La próxima vez que trates de seducirme abriéndote de piernas, te la vuelvo a meter, pero abierta. Y créeme cuando te digo que no morirás.
El viejo sacó la navaja, la olió, la volvió a abrir y continuó arañando la piel de la joven sin mirar, volviendo a hablarle al oído.
—Estás aquí porque sí. Porque te vi y me gustaste. Porque eres mi animal. Y porque tu sangre me encanta. Puedes estar tranquila, vivirás mucho tiemp… ¡¡Aahhh!!
Djana, sin pensar en las consecuencias, había agarrado el brazo de Dardan para impulsarlo hacia su cuello arrugado de un golpe que le seccionó la yugular. El viejo soltó el arma para taponarse la herida.
La joven agarró la navaja con ambas manos y, gritando con rabia, se la clavó tantas veces como pudo en la espalda hasta que los estertores de Dardan cesaron. Djana rompió a llorar, se tumbó en el suelo y se quedó dormida.
Al despertar y ver el cadáver de su captor, se incorporó. Tras pensar un poco en su situación, buscó la llave del candado en la ropa del viejo sin dar con ella. Desesperada, trató de tranquilizarse y volvió a pensar en una salida.
Desde un principio Dardan le había dicho que gritase todo lo que quisiera, que allí nadie la encontraría ni la escucharía. Y, haciendo memoria, llegó a la conclusión de que era verdad, al no recordar ninguna señal humana. En su cautiverio solo había oído las inclemencias del tiempo y la sádica voz de Dardan. Entonces solo encontró dos opciones, y la segunda no le gustaba, así que esperó emitiendo ruido con la cadena que la retenía de la libertad. En un momento dado, trató de abrir el candado con la punta de la navaja sin resultado. Más tarde quiso desenroscar los cuatro gruesos tornillos de cabeza hexagonal que sujetaban el eslabón contra la pared, pero no consiguió más que dejarse los dedos en carne viva. Por eso pasó a tratar de escarbar con la navaja alrededor de los pernos para liberarlos.
Al día siguiente necesitaba comer y beber y el tiempo se le agotaba, así que fue alimentándose del muslo del viejo hasta que la carne estuvo podrida.
El muro de ladrillo macizo había dejado la punta de la navaja roma y apenas había descubierto un trocito de metal, por lo que tuvo que valorar la opción que descartó hacía dos días, ya que si la navaja dejaba de cortar no podría huir.
Había dejado de rasgar la pared, se limitaba a descansar y a tratar de evadirse del hambre y la sed, eso era lo peor, pues necesitaba hidratarse con urgencia, no era suficiente beber lo poco que recuperaba de su propia orina. Y antes de perder la consciencia y las pocas fuerzas que tenía comenzó su huida.
Cortó un trozo de camisa del viejo, la hizo un ovillo y la mordió, con el resto se hizo un torniquete a la altura del gemelo. Tras una pausa comenzó a cortarse el pie a la altura del tobillo, rabiando de dolor, sudando y realizando un esfuerzo extremo. Era una auténtica sangría a pesar del torniquete. Llegó a desmayarse, no supo si por el dolor o por la pérdida de sangre, pero despertó al poco tiempo y continuó hasta que el hueso quedó libre de carne. Entonces, comenzó a astillarlo con la navaja. En uno de los golpes se partió la hoja, saliendo despedida fuera de su alcance y provocando un llanto desconsolado que terminó con ella tumbada y sin lágrimas.
Dolorida y extenuada, esbozó una última sonrisa antes de morir, sabía que su calvario había terminado.
Katty Montenegro
Defensa
Llevaba un par de días pensando en el enigma que había dejado frente a todos mi querida amiga Evelyn.
El año anterior había visto una pequeña parte de lo que puedo llegar a hacer y aún así se atrevió a desafiarnos otra vez, pero algo había cambiado, la vez anterior había sido sin un blanco específico, y esta vez la amenaza era con nombre y apellido.
Y bueno, yo puedo ser muy romántica, muy dulce, pero cuando me buscan, me encuentran, si me desafían, lo lamentan.
No me dejó más opción que ir por mi navaja. Ya veríamos si sería necesario usarla o no, pero mientras tanto estaría lista para ello, lista para mi defensa.
Freya Asgard
Luis no aparecía por ninguna parte, nadie lo había visto en días, iban a su casa y no salía nadie, lo llamaban por teléfono y no contestaba. Diana fue a la policía por tercera vez, ya se habían cumplido las horas requeridas para comenzar a buscar. Por poco y no le hacen caso, pues no era familiar directo, tuvo que asegurar y jurar que él solo la tenía a ella, ambos se habían criado en un orfanato y después de que salieron, fueron los mejores amigos y solo hacía seis meses que se habían separado para vivir cada uno en su departamento, de lo cual la joven se arrepentía en ese momento.
Llegaron a la casa y no había nadie. La navaja suiza estaba encima de la mesa, él jamás se separaba de ella, pues se la regaló ella el primer aniversario de su salida del horrible lugar en el que se criaron. Algo muy malo debió pasarle para que la dejara abandonada. A ella le pareció un mensaje, un enigma difícil de descifrar. Se había ido, pero no por propia voluntad.
Lo buscó por más de diez años. Jamás lo encontró.
Un día, casi quince años después, lo vio en la calle, demacrado y sin rumbo.
―¿Luis?
Él la miró con sorpresa.
―¿Diana?
―Luis… Luis… Pero…
Él se acercó y la abrazó con fuerza. Lloró. Ella no entendía nada. Sin dejar de abrazarlo, lo apartó y se sentó con él en un banco lejos de todos los que pasaban.
―¿Qué te pasó? ¿Dónde has estado?
―Me llevaron, Diana, ellos me llevaron.
―¿Qué? ¿Quiénes?
―Ellos… ―Miró hacia arriba.
―¿Ellos? ―Ella también miró hacia arriba.
―Sí… Yo logré escapar. Están aquí. Vienen por los demás…
Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)
Osvaldo quedó de una pieza cuando al abrir la puerta de su departamento vio una caja de regalo negra con una cinta de color plateado. ¿Qué sería? se preguntó. Ese día era su cumpleaños, pero ¿quién dejaría una caja así, sin tarjeta fuera de su casa? Era un enigma.
Procedió a abrir el regalo y al encontrar una navaja de afeitar fue grande su asombro. Fue al baño con la navaja en la mano, y sí, tenía una barba tupida la cual comenzó a cortar. Al terminar se dio cuenta de que se veía mucho mejor sin barba. El que le haya hecho ese regalo le hizo un favor. Sonrió.
Trece historias muy diferentes, y muy marcada el estilo de cada autor... alguno es su favorito??? Qué historia les ha gustado más???
Y pronto otra recopilación, ya sea la mensual o la quincenal.
Gracias por leernos, Besitos!!!
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