domingo, 12 de junio de 2022

(Recopilación) Yo Escribo Mayo by Varios Autores

 
Yo Escribo Mayo

Violeta / Desierto / Ternura / Pantufla / Chicle


Varios Autores



María Elena Rangel, Neus Sintes, Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia), Freya Asgard, Salvador Alba, Katty Montenegro, Eelynn Cuellar


Hello, Hello!!!

Y un mes ha llegado y aquí están los siete relatos que se juntaron este mes, donde las palabras a utilizar son: Violeta, Desierto, Ternura, Pantufla y Chicle.

Qué historias se habrán creado con estas palabras???

Que las disfruten!!!















María Elena Rangel

Violeta / Desierto / Ternura / Chicle / Pantufla
Adorable Escena

La brisa del desierto me acompañó todo el camino a casa. Al llegar solo quería darme una ducha, calzarme mis pantuflas color violeta y tirarme a la cama a ver algo en la TV; era tal el cansancio que no quería preparar algo para cenar, debí comprarla camino a casa. Al buscar las pantuflas me di cuenta que faltaba una, vaya momento para que desapareciera.

Miré bajo la cama, solo encontré un chicle que quién sabe cuánto tiempo llevaba ahí. Busqué en la sala, en el comedor, en fin en toda la casa y nada. Ni rastros de ellas. Entonces, al pasar por la terraza la ternura se apoderó de mí; allí abrazado a la pantufla estaba mi precioso cachorro dormido. Mi olor seguro lo había calmado y lo hacía sentirse acompañado. Decidí que de ahora en adelante se la dejaría para que no me extrañara mucho. Solo espero que no decida hincarle el diente a mi zapatilla preferida. 









Neus Sintes

Violeta / Desierto / Ternura / Chicle / Pantufla

Octubre había llegado y con él un cambio de aires en el ambiente empezaba a surgir. Los días de calor pasaron deprisa, dando lugar a la brisa nocturna, en la que una chaqueta por encima, no molestaba. Se aproximaban tiempos complicados. La temporada alta de verano había finalizado y muchos hoteles despedían cordialmente a sus clientes, los turistas, hasta la próxima temporada.

Eso significaba que los contratos de verano también se terminaban, avisando a los empleados, que no podían disponer más de ellos. Dereck sabía que llegaría este día. Así se lo hicieron saber en el bar donde trabajaba temporalmente de camarero.

—Dereck, ¿puedes venir un momento a mi despacho? —le preguntó con voz ronca su superior.
—Voy a atender a los clientes de la mesa 43 e inmediatamente vengo —le hizo saber.
—Por tu expresión, imagino que sabes porque te he hecho llamar —le dijo su superior, apagando su cigarrillo.
—Me imagino que se debe a mi contrato…
—En efecto. Tienes buena intuición. Eres un buen empleado, no me cabe duda. Pero tu contrato finaliza en estos días y debes comprender que la temporada alta se está terminando.
—Lo sé. ¿cabe alguna posibilidad de que me contraten para más tiempo? —quiso saber Dereck.
—Ahora mismo, no. Lo siento. Pero ten presente que el año que viene te llamaremos de nuevo. Eres un buen empleado. De todas formas, en un futuro puede que hubiera la posibilidad de un posible contrato fijo…—dijo su superior mientras se tocaba su barbilla, pensativo.
—Muchas gracias, de todas formas.— respondió Dereck.

Dereck, pensativo, había hablado la noche anterior con Dunia de que tendría que salir a la ciudad por la mañana temprano en busca de trabajo. Su contrato como camarero había finalizado y tenía que ir en búsqueda de uno.

—Tranquilo, seguro que encuentras alguna oferta de trabajo—le tranquilizó Dunia.
—Eso espero, cariño.

A la mañana siguiente, Dereck besó con ternura a Dunia, aún dormida. Deambulo por todos lados, ofreciendo sus servicios y no encontró nada. No tuvo suerte. Siempre recibía la misma respuesta. La falta de trabajos era un mar de desierto en el que se encontraba él y muchos otros ciudadanos. Cansado, empezó a masticar un chicle de menta. Aunque pudiera parecer una tontería, a él siempre le consolaba. Sentía el estrés que le producía la situación laboral, mientras caminaba por la acera de un lunes ajetreado. Típico de la ciudad. Había perdido la cuenta de los currículums que había echado u ofrecido a cuántos establecimientos encontraba a su paso.

Al llegar a casa, aprovechó que Dunia aún no había llegado, para darse una ducha y relajar sus tensos músculos. Al salir a la habitación se secó con una toalla y se puso las pantuflas. Tenía los pies cansados de tanto caminar.

Cuando Dunia apareció por la puerta, pudo ver el cansancio y la frustración en sus ojos. Así que prefirió no preguntar por cómo le había ido en la ciudad.
Cenaron en silencio y en armonía. Lo que no imaginaba Dereck era la sorpresa que le tenía preparada Dunia.

Dunia aprovechó para cambiarse y en el dormitorio, lo recibió con su blusón violeta, que le hizo enloquecer de pasión.

—Amor mío, tengo un trabajito para ti. —le dijo con una sonrisa pícara.

Pasaron la noche entre gemidos de pasión. Olvidando los problemas del día. Sus pensamientos estaban en otra parte, enredados entre las mantas, siguiendo el recorrido de cada poro de sus cuerpos. Dereck se sumergió en las profundidades de Dunia. La mujer que siempre tenía esa faceta que le hacía enloquecer de pasión.









Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)

Violeta / Desierto / Ternura / Chicle / Pantufla
Desconcierto

¡Qué ternura de gorro me había quedado! Los días empezaban a estar más fríos y no se me ocurrió nada mejor que tejerle un gorro a mi hija, para que no pasara frío al ir al colegio por las mañanas.
Al terminar, me faltaba algo, un pompón y no sabía hacerlos. Salí a la tienda a comprar uno que combinara con el color del gorro, y para mi desgracia estaba cerrada. Recorrí varias cuadras buscando algo abierto, pero nada, el lugar parecía desierto, hasta que al fin encontré algo abierto; entré a preguntar por los pompones y solo habían de color violeta.
Volví a mi casa derrotada sin saber qué hacer, cuando de pronto se me ocurrió una genial idea. Subí a su acuarto y busqué debajo de su cama; ahí encontré la solución.
Cuando ella llegó a la casa, subió a ponerse cómoda.
―Mamá, ¿qué pasó aquí? ―preguntó con desconcierto, mientras masticaba un chicle.
Le mostré el gorro terminado.
―Pero ¿cómo hiciste eso? Sacaste un pompón de mi pantufla.
―Fue lo único que encontré ―le expliqué.
Había quedado una pantufla sin pompón, pero a cambio tenía un hermoso gorro.









Freya Asgard

Violeta / Desierto / Ternura / Chicle / Pantufla

En el mes anterior, nuestra protagonista se había ido de viaje con sus amigos, pero una de ellas sufrió un accidente y, al volver al castillo, un hombre toro se comió a todos sus amigos. Solo ella quedó viva y la encerró en una habitación... Aquí continúa la historia 

****************************

Me asomé por la ventana, el cielo tenía un lindo color violeta. Si no hubiera sido que estaba secuestrada por ese ser mágico y terrorífico, lo podría haber disfrutado, pero había quedado sola, mis amigos estaban muertos, habían sido comidos por ese ser despreciable. Me tiré a la cama, mis pies estaban cansados, adoloridos con la corrida, así es que me quité los zapatos y los lancé lejos. Luego me arrepentí, pues seguro que los necesitaría en caso de poder escapar de ese lugar. Me bajé de la cama, pero no estaban en ninguna parte. Había una pantufla al lado de la cama, me agaché para buscar la otra, la encontré abajo del velador. De mis zapatillas, ni luces. 
Mucho rato después, podrían haber sido horas, o quizá solo minutos, sentí hambre. Me metí la mano al bolsillo y saqué un chicle, me lo eché a la boca, pero al rato me dio más hambre, así es que lo boté. 
No sabía lo que pretendía ese ser conmigo, ¿por qué no me mató como a mis amigos? Debió haberlo hecho, así no estaría sufriendo la incertidumbre de en qué momento me tocaría a mí. 
De pronto, sentí pasos que se acercaron a mi puerta. Me puse las pantuflas, no eran como un zapato, pero al menos me cubrirían los pies y me dispuse a correr. Sin embargo, cuando la puerta se abrió, fui incapaz de hacer movimiento alguno. 
―Son mágicas ―me dijo el hombre toro―, no se moverán si yo no las autorizo, además, tampoco quieres hacerlo, el miedo te paraliza ―se burló, era cierto, el miedo siempre me paralizaba―. ¿Tienes hambre? 
―Sí, mucha ―respondí con un tono de voz que me avergonzó. 
Él sonrió con ternura. 
―Claro, perdón, estaba arreglando unos asuntos. Ven. Vamos. 
Las pantuflas que tenía puestas me hicieron caminar hasta llegar justo al frente de ese tipo y yo cerré los ojos. 
―No me temas, no te lastimaré. 
―Usted se comió a mis amigos ―le dije abriendo los ojos. 
Volvió a sonreír con la misma ternura de antes, podría pensarse que eso es imposible, pero no. Estoy segura de que eso le provocaba, yo era como su mascota. 
―No me los comí, solo los mandé a otro lugar, uno mucho mejor que este. 
―¿Y por qué a mí no? 
―Porque tú no perteneces allí. 
―¿No? ¿Y dónde pertenezco según usted? 
―Tú perteneces a este lugar. Perteneces a este castillo. 
―¿Qué? ¿Me va a dejar encerrada aquí por siempre? 
―No. Después de comer, puedes irte, si quieres. 
―¿Y cómo? Yo no sé manejar y estamos muy lejos de la civilización, por eso escogimos este lugar, se supone que sería un tiempo para estar juntos sin las interrupciones de los celulares y esas cosas. 
―Claro, claro. Bueno, querida, entonces, tendrás que quedarte aquí ―me dijo con una sonrisa que enseñó todos sus dientes. 
Bajé la cabeza. 
―Oye, no será tan malo, eso te lo puedo jurar. 
―¿Y si decido irme? 
―No contarás con mi protección. 
―¿Eso qué significa? 
―Significa que tendrás que cruzar el bosque, un desierto de arena y un río muy torrentoso, antes de poder salir de mis terrenos. Sin contar con los chacales, lobos y otros animales salvajes que andan por ahí. Y, por supuesto, la bestia salvaje que los acechó en el bosque. 
Decir que me asusté es un eufemismo. 
―¿Qué decides? ―me preguntó. 
―Lo pensaré, después de comer decidiré qué hacer. 
―Bien. Pero recuerda, solo tendrás una oportunidad. Si te quedas, será para siempre. Si te vas, no podrás volver, aunque esa cosa que está afuera te esté atacando. 
Lo miré, pese a su cara de toro, podía ver sus expresiones sin problema y supe que no me estaba mintiendo. ¿Qué decisión debía tomar? ¿Quedarme con él y rogar porque no quisiera matarme o irme a una muerte segura con quizá qué tipo de animal? 

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¿Qué decisión debería tomar? ¿Escapar o quedarse? 
No se pierdan el próximo mes, un nuevo capítulo de esta historia










Salvador Alba

Violeta / Desierto / Ternura / Chicle / Pantufla
Caída En Palrus

Los propulsores y estabilizadores han quedado inutilizados por el ataque de la Veltrade, aunque la inercia me lleva a un planeta seguro, pues lo conozco bien. La nave acaba de entrar en la atmósfera de Palrus, provocando un fallo en el sistema de camuflaje. ¡Maldito crágul! ha debido estafarme en la reparación. La nave baja en picado hacia un desierto, cada vez con más velocidad, la nave no responde al tratar de planear, el sistema eléctrico se ha averiado y nada funciona. El sistema secundario también debería haberlo arreglado el crágul, pero no se ha activado, así que tomo el control analógico, tras pulsar la señal de emergencia codificada, y tiro de las palancas para evitar una muerte segura. ¡El choque es inminente, pero planeo in extrem…!
Acabo de despertar. Estoy molida, además, me duele mucho la cabeza y el pecho, allí donde el cinturón de seguridad ha hecho su trabajo. El morro de la nave se ha debido incrustar en una duna, las luces de emergencia me permiten ver el panel de control y lo manipulo para dar luz. Estoy en lo cierto, la cristalera delantera está cubierta de arena. Trataré de salir por la puerta de carga, espero que esté libre. Pero antes de eso me visto con ropa de camuflaje beige que cubre todo mi cuerpo y recojo mi cabello en un moño que oculto en una gorra también beige. El violeta de mi pelo llamaría demasiado la atención en este lugar. Me equipo con comida, agua y armamento, además de lo que trato de proteger. Todo lo introduzco en un cofre Argus2000 y activo la contraseña óptica; quien quiera abrirlo tendrá que sacarme los ojos primero.
Abro la puerta de carga y salgo colocándome las gafas de sol que me regaló Lana; espero volver a verla y sentir sus labios otra vez. Escaneo la zona con mi Brazaltec, me indica el punto en el que me encuentro e introduzco las coordenadas que me llevarán a la base de mi buen amigo Mástar, aunque con un poco de suerte él me encontrará primero. Rezando porque mis perseguidores tarden en llegar hasta la nave, me pongo en marcha y el Argus2000 me sigue al mismo ritmo.
Voy a paso rápido, necesito un ritmo que me permita llegar con seguridad sin sucumbir al calor del desierto. Tras beber casi medio litro de agua soy consciente que podría quedarme sin ella, por eso saco un chicle y lo mastico para mantener la humedad en mi boca. Me veo tentada de subirme en el Argus2000 y que me lleve, pero no me puedo permitir que se quede sin energía.
Al llegar a lo alto de la duna número trece me detengo y me tiro al suelo. He visto a un lóvax. Esos rastreros solo buscan una presa para venderla como esclava o entregarla a quien la busque. Ese es mi caso: mi mujer y yo estamos perseguidas por dos motivos diferentes, aunque el origen es desafiar las leyes de la naturaleza.
Abro el Argus2000, mirando al sensor de cerca con mi ojo derecho, y me pongo el traje coraza con el casco y me armo con una pistola Rochter y un rifle francotirador de gulvó concentrado. Elijo el color del terreno para el traje y este se mimetiza con el entorno, cargo el rifle y me aposto en lo alto de la duna. Disparo sin pestañear dando de lleno en la cabeza del lóvax y cae a plomo sin vida, el casco que lleva ha sido atravesado como si de mantequilla se tratase y sin emitir sonido alguno. Es la ventaja del gulvó concentrado.
Me dispongo a escanear la zona con mi Brazaltec, pero aparecen más lóvax antes de que pueda abrir el sistema. Uno de ellos se acerca corriendo a socorrer al que he eliminado y otros cuatro, listos para accionar sus fusiles de energía barpa, buscan a un posible atacante. Me agacho para evitar los visores térmicos que sé que están integrados en sus cascos. Lo tengo muy jodido, pero no me queda otra, es cuestión de minutos que me escaneen, así que me aferro a mi rifle, me asomo y agujereo tres cabezas. Me vuelvo a agachar. Me quedan dos y saben dónde estoy. Antes de que pueda reaccionar me llueven disparos, noto uno en la rodilla y otro en el tórax, pero me muevo deprisa y me coloco tras el Argus2000, su blindaje me brindará un buen parapeto. Desenfundo mi pistola Rochter y espero agazapada.
Al primero que aparece le vuelo la cabeza, que estalla en mil pedazos. El segundo me sorprende desde muy a la derecha y me acierta otro disparo en un costado, esta vez sé que me ha hecho daño. Cambio de posición para que el Argus2000 me proteja y disparo varias veces sin conseguir nada. El lóvax se acerca y tiro una granada expansiva hacia la derecha mientras me lanzo rodando hacia la izquierda. Le disparo, pero logra desviar los proyectiles con lo que parece telequinesis, pero la granada explota, sale despedido varios metros y vuelvo a disparar para hacerlo añicos.
Escaneo con mi Brazaltec la zona y no hay nadie. Me tumbo boca arriba para tomar aire y sé que estoy bien jodida. Respiro hondo y voy notando que debo tener algunas costillas rotas. Me incorporo con mucho dolor y me quito el traje coraza. El costado me sangra en abundancia y la herida tiene mala pinta. Saco del Argus2000 el botiquín de primeros auxilios y me coloco un parche de morfina con eliolos antibacterianos y potenciadores de regeneración activa. Lo que logra quitarme el dolor. Prosigo mi viaje con la coraza de camuflaje.
Han pasado horas y he avistado a varios grupos, por la lejanía y mi camuflaje no me han visto. El calor sigue siendo agobiante, casi he acabado con el agua, y me siento muy mareada. Tengo la suerte de no haberme topado con nadie más, cosa extraña, ya que estoy segura de que me están buscando. Me dispongo a subir una de las tantas dunas que he atravesado. Justo arriba, una pierna me falla y caigo rodando. El Argus2000 me sigue al mismo ritmo y distancia. Noto como se me cierran los oj…
La ternura me embriaga, estoy junto a Lana, abrazadas a nuestro bebé de semanas. Es la primera niña nacida de dos mujeres, unos quieren hacerse con el método para lucrarse y otros quieren impedir que vuelva a suceder. De una forma u otra nos quieren muertas. Nuestra única salvación es llegar hasta RZ47 y poner en conocimiento de las autoridades nuestro logro. Siento un suave beso de Lana y la manita de Ilia agarrarse a mi dedo. En ese momento noto algo raro en la cara, es como si un fantasma me diera bofetadas en la cara y me llamara por mi nombre repetidas veces…
—¡Alira, despierta!
Abro los ojos y me doy cuenta de que me he desmayado, Mástar me habla, pero sigo con la mente nublada, lo que sé es que estoy en un lugar fresco y sombrío.
—Alira, al fin logro despertarte. Suerte que tu localizador sigue funcionando y que recibí tu señal antes de estrellarte. Si tardo unos minutos más en encontrarte, hubieses muerto.
—¿Dónde estoy…? ¡El Argus! ¿Dónde está el Argus?
—Tranquila, lo tengo ahí mismo. Y estamos en casa, mis médicos te han operado, en unas horas estarás como nueva. Dime, ¿qué sucede? ¿Por qué te anda buscando media galaxia?
—Dame mi Brazaltec.
—Ten.
Tras colocármelo lo activo y le muestro un holograma con una fotografía mía junto a Lana e Ilia, justo después del parto.
—No puede ser… ¡Lo habéis conseguido! Esto cambiará el curso de la historia. Debemos contactar con RZ47, ahí estaréis a salvo. Ahora lo entiendo todo. ¿Dónde están Lana y el bebé?
—De camino a RZ47, mi suegro se ha hecho cargo de ellas. Nos ha perdonado —comenté, mientras apagaba mi Brazaltec—. ¿Tú también has recibido el aviso de mi recompensa?
—Sí. Además, te has hecho muy famosa por tu huida, te has llevado por delante a varios mercenarios de Góndar.
—Sí, los últimos casi logran destruirme, si no hubiese sido por ellos, habría llegado hasta aquí en mi nave.
—Bueno, ya no tienes de qué preocuparte, los míos te protegerán como si fueras yo mismo. Venga, ponte las pantuflas, tenemos que prepararnos para el viaje. En una hora partiremos hacia RZ47. Avisaré a mis contactos de allí para que nos escolten.

***

Lo que vendrá después no resultará fácil, pero conseguirán reunirse con Lana e Ilia en RZ47, aunque eso os lo contará Alira, y puede que alguien más, en otro momento…










Katty Montenegro

Violeta / Desierto / Ternura / Chicle / Pantufla
Fotógrafa

Desde siempre amé la fotografía, soñaba con exponer en una galería mis mejores obras y que todos me admiraran. Cuando lo comentaba, todos decían: "que ternura". No me tomaban muy en serio. Pero yo de verdad quería que los aficionados me tomaran como un ejemplo a seguir, y trás años de trabajo, lo logré.
Ya había estado casi en todo el mundo sacando las mejores capturas, pero seguía sintiendo que me faltaba algo. Dentro de dos meses iba a exponer en una reconocida galería y la temática era desierto. Tenía todas las imágenes listas.
Aquella noche me dormí pensando en eso y soñé con un cielo maravilloso, color violeta, en pleno desierto. Desperté, me puse las pantuflas y bajé corriendo las escaleras para buscar información en mi computadora. En el apuro, una pantufla salió volando.
Mientras buscaba información sobre los amaneceres violeta del desierto, mi estómago crujió, pero no iba a parar para desayunar, me comí un chicle que tenía y seguí buscando. A media mañana ya tenía la información que necesitaba y por la tarde ya tenía todo listo para viajar a aquel desierto. Tenía que apurarme, solo ocurría en cierta epoca del año.
Cuando llegué allá, tres días después, el lugar era muy similar a mi sueño, lo había visto. Esperé toda la noche, tomando café y energéticas para mantenerme despierta, no quería perdermelo.
La espera valió la pena. En la madrugada, empecé a hacer disparos. Conseguí varías fotografías, pero la captura que más me gustó era una que parecía estar dibujada, el evento era hermoso.
Dos meses después, esa fue la que más llamó la atención en mi exposición.









Eelynn Cuellar

Violeta / Desierto / Ternura / Chicle / Pantufla
Destrucción

No sé cómo es que sucedió... En qué momento perdimos el camino y llegamos a esto.

Mi casa hermosa y perfecta, pintada de color violeta, está destruida completamente, parece una zona de guerra, un desierto donde la vida ha terminado.

Me levanto de la cama y solo me pongo la única pantufla que encuentro junto a mi cama, la verdad es que tampoco busco demasiado, no vale la pena ese esfuerzo.

El silencio que reina a mi alrededor no me tranquiliza, me eriza los vellos de la nunca, me siento observada, acechada, como si en cualquier momento me fuera a convertir en su presa de nuevo.

Bajo con cautela los escalones y con mi pie descalzo piso un chicle masticado que dejó a media escalera. Con asco lo retiro y lo dejo caer de nuevo en el suelo.

Sigo caminando en el caos y es cuando lo escucho, viene por mí. Estoy perdida, lo sé.

Antes era pura ternura y lo amaba, ok, este sentimiento lo sigo teniendo y lo sigo amando como el primer día aunque me lastime.

«Guau, guau, guau».

—Rufino —digo en el momento en el que mi gran danés me tira al suelo— ¿Cuántas veces te he pedido que no te me avientes así? —estamos nariz con nariz y si baba cae en todo mi rostro—. Antonio, no te quedes ahí nada más viendo, y quítame a este monstruo de encima —digo tratando de esquivar su lengua.









Violeta
Amor, Amor, Amor

Violeta... Cuando escuché su nombre quedé totalmente enamorado de ella, incluso como parte de mi obsesión, llené la casa de mi madre con violetas y hasta le compré un perfume de esta flor.

Por mucho tiempo me conformaba con verla de lejos, admirarla en secreto y un día, cuando me di cuenta que alguien más me la podría robar, fue que supe que debía acercarme a ella y declararle mi amor 

—¡Oh hermosa damisela! —me arrodillé frente a ella con un enorme ramo de violetas africanas— me pongo a tus pies con la esperanza que aceptes salir conmigo y me conozcas 

—Muñeco, la hora la cobro en mil pesos y tú pagas el hotel —me respondió con una voz grave, más gruesa que la mía.

Claro, al escuchar su voz, me puse de pie y salí pitando de ahí. Joder, que me ha dado un susto y me di cuenta que viéndola... Viéndolo bien, es que no es tan bonita como creí. 

Nota mental para mí:

Cuando salga en la noche, debo ponerme mis anteojos siempre.









Desierto
Quejas

Árido, seco, sin vida —o casi sin ella—, y un calor infernal o un frío congelante... esa es la definición o mejor dicho así creo que es un desierto.

¿Lo conozco?

Por supuesto que sí. Yo vivo en uno de ellos. Uno muy chiquito en realidad.

¿Creen que estoy mintiendo?

Pues vengan a mi casa, verán ese condenado jardín más muerto y triste que la sonrisa de la Mona Lisa y el interior de la casa en las mismas condiciones, si están en verano se derriten o si es invierno se congelan, soy tan pobre y la electricidad es tan costosa que no me puedo dar el lujo de tener calefacción en mi casa.

Ahora, ¿nieguen que no vivo en un desierto?










Ternura
Hijos...

Siempre había escuchado que no existía nada más tierno que ver a un recién nacido... ¿En verdad creen eso?

Ja ja ja pobres incautos que caen en esta trampa. Esas criaturas lo que menos provocan es ternura, son... Son unos seres fríos y calculadores, son seres endemoniados que solo esperan que cierres los ojos para intentar dormir cinco minutos para comenzar a llorar, ya sea porque tienen hambre, calor, frío, ya se mojaron o simplemente tienen ganas de verte, pero claro, si maldad no se detiene ahí, lo mismo sucede cuando te quieres bañar, comer, ver la televisión o leer.

Su único propósito en esta vida es desgastarte hasta que ya no puedas más... Creí que conforme crecieran se harían independientes. Tres años... Nada. Diez, tampoco, quince, veinte, treinta, cuarenta... Y los muy condenados siguen buscando el apoyo de su madre.

Claro... Por supuesto, quién dijo que eran tiernos y la cosa más hermosa, fue la tía, la abuela, la amiga, la vecina... Cómo ellas no deben cuidarlos, alimentarlos, vestirlos por  los siguientes cincuenta o sesenta años, pues no saben de lo que hablan.

Atte.
Una madre desesperada y cansada con su ternurita de cuarenta años que todavía quiere sus hotcakes en forma de dinosaurio todas las mañanas.









Chicle
Manías

Siempre he sido de mascar chicle, a todas horas, en todos los lugares. Recibí muchas críticas y regaños por eso mismo, pero nunca pude quitarme esa costumbre. Amaba hacer pompas mientras mascaba y entre más grandes salieran más satisfecha me salía.

Un día me metí a la boca varias pastillas y con gran trabajo, que ya me dolía hasta la mandíbula, pero inflé, inflé, inflé lo más que pude hasta que reventó y explotó en mi rostro.

Me sentía orgullosa, hasta que comprendí que el chicle no saldría tan fácilmente de mis cejas, pestañas y cabello.

Después de eso, odio mascar chicle y como tengo la costumbre de tener algo en la boca, pues ahora me muerdo las uñas o el cabello.











Pantufla
Recuerdos

Aún recuerdo cuando mi abuela cuando algo no le parecía, nos lanzaba su pantufla directo a la cabeza, y condenada viejita tenía un tino, que decía que donde ponía el ojo ponía la bala. No había perdido su tino, ella fue maestra de primaria por demasiados años y en aquel entonces lanzaba el borrador... Que bueno que nunca fui su alumno.

Se fue hace tan solo un mes y hoy hemos venido a escoger y guardar sus cosas, y al ver su zapatilla es imposible contener las lágrimas. La extraño mucho y me hace mucha falta.









Y bueno, estos fueron las historias que se juntaron este mes.

Que les parecieron???

Y ya saben durante todo el mes, aparte de mi recopilación con mis relatos, están las quincenales y por supuesto más o menos dentro de un mes otra mensual, así que por leer pequeñas historias no se pueden quejar.

Gracias por leernos y nos leemos pronto.

Besitos!!!





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