Yo Escribo Julio
Morado / Despacho / Nostalgia / Albóndiga / Grande
María Elena Rangel, Freya Asgard, Salvador Alba, Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia), Neus Sintes, Mercè Gil, Katty Montenegro, Eelynn Cuellar
Hello, Hello!!
Y aquí los relatos que en el mes de julio se acumularon, tanto los míos como todos los demás autores que me están acompañando en el reto... las palabras que se utilizaron esta ocasión fueron : Morado, Despacho, Nostalgia, Albóndiga y Grande.
Como saben, se pueden utilizar las 5 palabras o solo una, es al gusto del autor, y el orden de aparición, fue conforme se fueron publicando.
Así que a leer se ha dicho!!!
María Elena Rangel
Recordemos que nuestra chica descubre en sueños recurrentes que en una de sus vidas pasadas fue la bruja más poderosa del mundo. Despojada por el Príncipe de las Tinieblas de sus poderes al no querer servirle, espera vida tras vida que el diablo reclame su alma. Dispuesta a recuperar sus poderes y hacerle frente va a parar, instigada en sueños por su guardián, a Escocia. Allí se encuentra con él si saber quien es, hasta que él le explica a medias su identidad y la lleva de vuelta a esa, su primera existencia.
********
Reencontrando mi Primera Existencia
La nostalgia se apoderó de mí. Recordé mis vidas pasadas hasta llegar a esta, mi primera existencia. Sentí mi poder regresar a mí, más grande de lo que recordaba; entendí entonces por qué me llamaban la bruja suprema, me estremecí abrumada por el impacto de esta certeza. Enseguida miré a mi alrededor, todas mis hermanas me miraban con reverencia, al igual que a Morgan, quien por cierto había recuperado sus poderes también; comprendí lo que el escocés quiso decir: las dos éramos una misma alma que vivíamos en diferentes épocas, pero al fin y al cabo éramos la misma persona. Nuestro inmenso poder era el mismo, duplicado; esta convicción fluyó en mí con toda claridad. Morgan se acercó a mí.
―Siento mucho haberte alejado de tu época, pero es momento de mandar a ese engendro malévolo a sus dominios, de donde no debió salir nunca.
―No lo sientas, me alegra mucho estar aquí y poder descifrar por fin quien soy.
El escocés se acercó a nosotras.
―No quiero interrumpir, pero tenemos que irnos, es peligroso que estemos aquí. Tienen que practicar las dos juntas para sincronizar su fuerza.
Él se volvió hacia mí y me entregó una capa con capucha de color morado.
―¡Ten! ―me dijo ― Es mejor que no te vean, menos vestida así.
―Sí, Calem tiene razón, debemos ser muy cautelosos hasta que puedas regresar a tu época.
Nos dirigimos a un gran castillo en las tierras altas. Calem no era otro que el Laird del clan MacEwen. Al llegar nos condujo a su despacho, en un rincón de este se encontraba escondido un hermoso gato negro, muy parecido al que tengo en casa, engullendo una gran albóndiga.
―¡Santo Dios, Morgan! Tu gato le tiene los nervios de punta a la señora Cameron, cada vez que se descuida le roba la comida.
―No es mi culpa MacEwen, si no lo alimentas él busca su propia comida ―respondió Morgan riendo.
―Bueno chicas, a trabajar, tenemos mucho por hacer.
Freya Asgard
Recordemos que nuestra protagonista viajó a un lejano castillo de paseo con sus amigos. Después de que una de ellas fue herida en el bosque, regresaron al castillo y allí un hombre toro se comió a sus amigos. A ella la encerró en su habitación. Al día siguiente, la llevó a la biblioteca, donde ella descubrió la historia del minotauro, pero él le dijo que era UN minotauro, ella no entiende nada, menos cuando él se fue y la dejó sola en la biblioteca con todas sus dudas.
*****************************
Me fui a su despacho, él miraba con nostalgia hacia afuera por el enorme ventanal.
―¿Quién eres? – le pregunté.
―Soy un monstruo para ti.
―¿Por qué no me has matado?
―Porque no lo mereces.
―¿Y mis amigos y mi novio sí?
―Tu novio sí ―respondió algo divertido.
―Por favor, esto no es divertido. ¿Te das cuenta de que llegamos aquí con mis amigos y “mi novio” de paseo y ahora ellos están muertos? En un par de días llegarán a buscarnos, nuestras familias sabían que vendríamos aquí, al no volver, se preocuparán.
―Y no darán con este castillo.
―¿Qué?
―Tú también fuiste “comida” por mí, solo que no te diste cuenta, tus amigos tampoco. Ellos volvieron a su morada. Te olvidaron.
―¿Qué? ¿Cómo? Ellos jamás me olvidarían.
―Lo hicieron. Nadie se acuerda de ti.
―Mis padres no podrían olvidarme.
―Tus padres jamás te tuvieron. No existes en tu mundo.
―¿Por qué?
―Porque tú eres la princesa de este castillo.
―¿Princesa yo? Por favor, yo no soy princesa de nada.
―Lo eres, aunque nunca has querido reconocerlo.
―¿Nunca?
―Nunca ―sentenció y salió del despacho.
No lo seguí, miré el lugar, era grande, hermoso, pero yo no pertenecía allí, no podía pertenecer a ese lugar.
Aquella noche, no fui al comedor, me llevaron un plato de espagueti con albóndigas, los que me comí a la mitad, no tenía mucha hambre.
Los siguientes días, fui a la biblioteca, necesitaba respuestas claras, no esas palabras a media que me daba él.
―¿Descubriste algo?
―Nada.
―¿Qué quieres saber?
―Quién soy yo, qué hago aquí y quién eres tú.
―Tú eres la princesa del castillo, estás aquí para ocupar tu lugar y yo soy tu príncipe.
―¡Eso no me basta! ―grité―. ¿Qué esperas? No puedo creer que yo sea una princesa, no lo soy, ni tengo ningún lugar que ocupar, mucho menos esperarás que crea que tú eres mi príncipe, mírate, eres un…
―Monstruo, ya lo sé ―terminó mi oración con tristeza.
―No iba a decir eso…
―¿Ah, no? ¿Qué ibas a decir, princesa?
―Iba a decir que tú eres un mentiroso, me dijiste que me podía ir.
―El primer día. Ya no. Tú decidiste quedarte.
―Porque no podía irme. Tú mismo me lo dijiste, habría muerto afuera.
―Si quieres volver con el idiota de tu novio, puedes hacerlo.
―Sí quiero.
Abrió su boca, pensé que me iba a comer, pero aparecí en el castillo, mi novio le hacía una curación a mi amiga. No entendía nada.
―¿Y tú? ¿Dónde te habías metido? ―me preguntó mi novio.
―Eh… No sé.
―Nos vamos. Anda por tus cosas ―me ordenó de mal modo.
―¿Ahora?
―Ahora, ¿qué crees? ¿Piensas quedarte aquí sola? Porque yo me voy a ir contigo o sin ti.
―Voy por mi bolso.
―Y apúrate.
Mis amigos llegaron a la sala para sacar sus cosas.
―Apúrate, estúpida, ¿hasta qué hora te esperamos? ―me gritó mi novio.
Sí, siempre me trataba así, solo que antes no podía verlo, el amor me cegaba. Pensé que me había quedado dormida y que todo había sido un sueño. Entré a la habitación y saqué mi bolso, por suerte, no lo había desarmado. Vi las pantuflas al lado de la cama, eso no había sido un sueño.
Bajé y cuando estaba llegando escuché a mi novio decirle que pronto terminaría conmigo, que no se preocupara, llegando a la ciudad, lo nuestro se acabaría. Entré justo cuando se daban un beso. No dije nada, carraspeé.
―Yo me quedo ―dije―. No me voy a ir.
―Estúpida, ¿qué te crees? Si quieres quedarte, allá tú, no te voy a rogar.
―Si eso lo tengo claro, no te preocupes, vete con tu nueva novia.
No me contestó, la tomó en sus brazos y la sacó para subirla al vehículo. Mis amigos insistieron en que me fuera con ellos. Yo me negué y les dije que no se preocuparan, que estaría bien.
Se fueron y yo me entré. Me di la vuelta y ahí estaba el hombre toro, o minotauro, me miraba expectante.
―Me quedaré, no tengo nada afuera. Siento mucho haber renegado de lo que soy.
Se convirtió en un atractivo príncipe. Yo me sorprendí.
―¿Qué? Pero…
―Tú me ves como quieres verme, si quieres ver un monstruo, me verás como un monstruo. Si quieres verme como un príncipe, así será.
―Entonces, no me hagas enojar nunca ―le dije divertida―, porque te prefiero como un príncipe y no como un sapo.
Sonrió, se acercó a mí y me besó.
Por fin había encontrado mi hogar.
Salvador Alba
«El caramelo del éxito»
Sentada en su despacho morado, su favorito, degustaba una albóndiga grande, tan grande que en el bar donde las hacían las llamaban «Balones de reglamento», eran a escala 1:1. La nostalgia le invadió después de atragantarse y toser de forma compulsiva e inevitable. Cuando pudo respirar, recordó cómo casi pierde la vida hacía diez años, matando a la vez a su jefe, lo que la impulsó hasta el puesto que ocupaba ese día.
Ella era el penúltimo mono de la empresa, estaba sola en un despacho minúsculo, saboreaba un caramelo de miel para suavizar la garganta y se le atravesó en la faringe. De manera automática fue consciente de que iba a morir, no podía tomar ni expulsar aire. Tras intentar toser sin lograrlo, se levantó, agarró el cojín que aliviaba su espalda y lo colocó en una esquina de la mesa, apoyó el estómago en él y se dejó caer contra la esquina mullida. A la vez que el caramelo salió disparado, su jefe entró sin avisar y, al nombrarla, el caramelo fue directo a su tráquea, ahí dónde se quedó para siempre.
No fue despedida ni encarcelada. La escueta investigación policial y la autopsia le quitaban toda la responsabilidad, fue un accidente fortuito. Aunque todos los que odiaban al difunto se lo agradecieron de por vida. En especial el que ocupó su lugar y propició los ascensos merecidos para acabar cediéndole el puesto al jubilarse.
Aunque ella le realizó la maniobra de Heimlich al jefe, resultó ser alérgico a la miel y se le inflamó la garganta evitando la expulsión del caramelo, por ello tenía la conciencia muy tranquila.
Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)
Mal día
Estaba en mi despacho terminando un artículo para luego ir a mi hora de colación. Cuando lo tuve listo, salí y me encontré con la desagradable sorpresa de que el ascensor estaba averiado. Me armé de paciencia y bajé los cinco pisos por las escaleras, pero al llegar al último peldaño, me tropecé no sé con qué y caí de bruces al suelo. Ahí quedé sin poder levantarme y con un agudo dolor en la rodilla derecha.
Unas personas que pasaban por ahí me ayudaron a levantarme y dos de ellas me llevaron a urgencias.
Me dieron un mes de licencia.
Al llegar a mi casa, me senté en el sillón y descansé un rato. Luego, como pude fui a la cocina a ver qué había en el refrigerador para comer. Solo encontré una albóndiga grande y ensalada de apio a la que agregué palta.
Ya llevo dos semanas en casa con un aburrimiento que se los encargo, la rodilla morada y una gran nostalgia por volver a trabajar.
Neus Sintes
Dereck llamó al despacho de su superior, con la intención de que le pudiera conceder unos días libres, por motivos personales. Cruzaba los dedos para que se los concediera. Era uno de los nuevos empleados y no estaba muy convencido de que le concediera su petición.
—¿Interrumpo? —preguntó Dereck con el pulso acelerado.
—No te quedes en la puerta. ¿sucede algo? —preguntó, frunciendo el ceño al ver a Dereck.
—Sé que soy nuevo en el trabajo, y que tal vez no pueda concederme lo que le voy a preguntar. —empezó a decir, nervioso.
—Dereck… —Si se trata de un aumento de sueldo, todavía no puedo concederte, por el mero hecho de que no hace ni un año que estás trabajando. —le dijo tajante, creyendo que era esa su petición.
—¡Oh, no! —no sé trata de eso.
—¿Entonces? —preguntó su superior, mientras se tocaba la barbilla, pensativo
—Le explico. Tengo unos asuntos personales que resolver. Necesitaria unos días de vacaciones y al no hacer un año que trabajo en esta empresa, no estoy seguro de que se me puedan conceder…El caso—prosiguió —es que es de vital importancia si pudiera concederme algunos días. Me ha surgido un asunto personal que debería resolver, lo antes posible.
—En tal caso…—se inclinó en su sillón mientras jugueteaba con un lápiz en la mano, mientras pensaba, mirando el rostro de preocupación que se podía reflejar en Dereck.
—Te concedo cinco días. —dijo finalmente. Se te descontaran de tus días vacacionales. ¿de acuerdo?
—Muchas gracias, señor.
Dunia había quedado en casa, recogiendo las últimas pertenencias, recordando con nostalgia, cada momento vivido, desde el día en que ella y su padre habían llegado hasta este destino. Recogió sus pertenencias más preciadas, sin olvidarse de las cartas que su padre le había escrito. Rescató del desván una caja amarillenta, roída y polvorienta por el tiempo, donde Dunia guardaba celosamente unos objetos que pronto tendría que utilizar.
—¡Ya he llegado! —anunció Dereck, con una sonrisa en los labios. —desviando a Dunia de sus pensamientos.
—¡Ya llegaste! — exclamó, mientras subía rápidamente las escaleras mientras llevaba consigo la caja amarillenta y la guardaba junto con las demás.
—¿Cómo te ha ido con el superior? —preguntó, mientras suspiraba, frotando la frente del cansancio
—¡Adivina! —me han concedido cinco días. Cinco días en los que podemos ir visitando nuevas viviendas y tener tiempo para organizarnos.
—¡Eso es magnífico! —exclamó Dunia, mientras besaba a Dereck.
Al día siguiente empezaron a llamar a inmobiliarias y a buscar viviendas que estuvieran en alquiler o en venta. Aunque, sus preferencias estaban en alquilar.
—Buenos días —dijeron al unísono, al entrar en una inmobiliaria.
—Buenos días— les saludó una discreta mujer de rasgos orientales ¿en qué puedo ayudarles? —les preguntó muy amablemente.
—Queremos hablar con el comercial, que pudiera ofrecernos ver el listado de catálogos de viviendas que tengáis en alquiler —respondió Dereck.
—Por supuesto —respondió, mientras les acompañaba por un pasillo que daba acceso al despacho del Director de Ventas.
Entraron al despacho del Director de Ventas, cuyo mobiliario morado resaltaba entre todas las demás tonalidades.
—Buenos días.—saludó un hombre de negocios, bien vestido, mientras les daba un apretón de manos a modo de saludo. Siéntense —les ordenó, mientras cruzaba las manos.
—Estamos interesados en el alquiler de una vivienda —se adelantó Dereck.
—Muy bien. Entonces les enseñaré nuestro catálogo de viviendas en alquiler que tenemos disponibles en estos momentos.
Les ofreció un libro en el que aparecían las viviendas y el coste de ellas.
Permanecieron un rato ojeando páginas, a medida que se centraban más en la que fuera más asequible a su bolsillo y práctica para ambos.
—Si puedo sugerirle alguna opción a tener en cuenta —les respondió el comercial —al ver cómo estudiaban las opciones…
—Hay unas viviendas que están en el centro y se encuentran muy bien de precio, también están cerca de parques y colegios y boutiques.
—Se nos sale de nuestro presupuesto —respondió Dereck.
—Además, ¿Qué le hace pensar que tengamos hijos? —preguntó Dunia. Al ver cómo resaltaba la importancia de tener colegios y centros educativos cerca.
—Perdón, no era mi intención. —se disculpó el agente.
—Disculpe señor, pero es que mi novia y yo tenemos unos asuntos que resolver y una vivienda en la que residir —se apresuró a responder Dereck, con una sonrisa un tanto forzada.
—¿Y estas de aquí? —preguntó Dunia, señalando unas viviendas más bien pequeñas que se encontraban al final del catálogo.
—Estas casas son muy pequeñas, algunas incluso de una habitación. Ideales para jóvenes sin hijos a su cargo y muchos otros que empiezan a independizarse. —También hay que decir que, se encuentran a las afueras del centro y no hay por el momento muchas de líneas de transporte, aunque tal vez sea una de las sugerencias que pronto llegue a cumplirse, ya que los vecinos, que son pocos, lo han pedido al Ayuntamiento. La ventaja es que están listas estas viviendas para poder entrar a vivir inmediatamente.
—Nosotros tenemos vehículo propio. Para ello no sería una desventaja. —afirmó Dereck y encaja a nuestro presupuesto. La distancia y el que esté alejado del centro no nos supone ningún problema. ¿Tu que encuentras, Dunia? —ésta asintió con la cabeza. Dando por zanjado el asunto, con tal de poder ir a vivir lo antes posible.
Estuvieron todo el fin de semana, limpiando y desempaquetando lo que se habían traído. Yendo y viniendo de arriba hacia abajo con el coche. Cuando hubieron terminado con todo, Dunia se encontraba tan cansada que ni apetito tenía. Había preparado la cena y las albóndigas que había preparado, se las tuvo que terminar Dereck. A ella se le había cortado el apetito.
Mercè Gil
No Te Fíes
—¿Ni de Elena?— replicó Alberto sin pensarlo.
—De ella menos que nadie— susurró apremiante López.
Alberto había empezado a trabajar en el despacho de Friis&Company hacía poco. Era su primer trabajo tras acabar los estudios de Gestión Administrativa y estaba intentando adaptarse al entorno laboral. Sus compañeros eran mayores y con más experiencia, y debían enseñarle los procedimientos y programas informáticos específicos para desarrollar su trabajo. Elena, la secretaria del jefe, era una mujer de mediana edad que lo trató con mucha amabilidad desde el primer momento, proporcionándole el material de oficina necesario y presentándole a los compañeros con quienes trabajaría.
Los primeros días, como era septiembre y hacía buen tiempo, Alberto almorzó en un banco del parque cercano, escuchando música en sus auriculares mientras comía lo que su madre le había preparado en una fiambrera, pero pronto López, el compañero de oficina que parecía querer apadrinarlo, lo convenció para que almorzara con él en el modesto restaurante cercano a la oficina. López llevaba diez años en la empresa. Se ponía morado con el copioso menú que servían en Casa Jaime. Degustaba cada albóndiga, la especialidad de la casa, como si fuera la última. Alberto, en cambio, no era ni mucho menos tan voraz y consumía lo justo mientras su compañero hablaba, sobre todo de temas relacionados con la gente de la oficina.
López continuó poniéndolo en alerta respecto a Elena, la secretaria del jefe.
—No es lo que parece. En realidad le canta al jefe todo lo que pasa en la oficina, lo que se dice, quién se junta con quién, quién trabaja duro y quién se distrae. Todo. Sé prudente, no te fíes.
Alberto lo escuchaba e inevitablemente se mantuvo alerta. Observaba a Elena disimuladamente desde su mesa. La sala común era grande y espaciosa. En ella se ubicaban dieciséis trabajadores en sus respectivas mesas de despacho, organizadas en grupos de cuatro. La mesa de Elena se situaba ante la puerta del despacho del jefe, al fondo, mirando directamente hacia los otros. La ubicación de Alberto le permitía ver la mesa de Elena y la puerta del despacho del jefe, pero quedaba de espaldas a la puerta de entrada de la oficina, con lo cual no podía controlar quién accedía al despacho por detrás suyo. Esto le incomodaba, pero confió en acostumbrarse con el tiempo.
Elena siempre le sonreía cuando pasaba junto a él para salir del despacho y él le devolvía una sonrisa tímida.
Una tarde, Alberto demoró algo más de tiempo en la oficina para terminar una tarea urgente. Todos se fueron, excepto Elena y el jefe, que estaba en su propio despacho. Elena se acercó a él con un café en la mano. Se lo ofreció. Alberto le aceptó la amabilidad. Entonces Elena, sin perder la compostura, le susurró:
—Sé que López te ha dicho que no soy de fiar. López es mi ex. No te lo ha dicho, ¿verdad? Decide tu, de quién te debes fiar.
Katty Montenegro
Para siempre
Entré en su despacho con los ojos aguados, el llanto amenazaba con salir. Y es que la nostalgia se podía sentir en cada rincón. Sin duda lo iba a extrañar mucho, sobre todo, cuando por motivos empresariales, entrara al despacho, pues esta era su morada, se la pasaba casi todo el día aquí arreglando las finanzas de la empresa que montamos juntos. Él se encargaba del papeleo y yo del terreno, hacíamos buen equipo. En el respaldar de la silla estaba su chaqueta, esa que no se sacaba ni por orden del papa. La tomé y me la puse, me quedaba grande, pero no me importó, se sentía aún más a gusto así.
―Señora, ya hice las albóndigas que me pidió ―informó mi doméstica.
―Gracias, en seguida voy.
Aquel era el tercer día sin él después de sesenta años. Sabía que él partiría primero, el era mayor, y siempre me pedía que buscara a alguien más. Pero incluso sin él en esta vida, mi corazón seguía le perteneciendo. Yo sería suya para siempre.
Eelynn Cuellar
Morado / Despacho / Nostalgia / Albóndiga / Grande
Una Noche Especial
Hoy es mi gran noche, llevo meses preparando está velada si es que se puede llamar así, no puedo errar en ningún detalle, fui muy minucioso y debe salir a la perfección.
Le hablé hace unos minutos solo para comprobar que sigue en su despacho, así que todo va saliendo según lo planeado.
Trato de controlarme, no debo permitir que la nostalgia me gane, no hoy, ni nunca, aunque eso no evita que mis pensamientos hagan un viaje al pasado y la piense, pero ella ya no está aquí y nadie podrá sustituirla, por lo que me concentro a seguir mi plan para sorprenderla.
Por la tarde fui a la florería y busqué flores de color morado, blanco y rosa que son sus favoritas y pedí un ramo grande... Colosal para adornar la mesa como se lo merece.
Reviso las albóndigas y la pasta, creo que para la ocasión el menú es muy sencillo, sin embargo sé que es uno de sus platillos predilectos, reviso que el vino esté a buena temperatura y termino de poner la mesa.
Veo la hora y debe estar por llegar, enciendo las velas y apago la luz. Me tiemblan las piernas cuando escucho como la chapa se abre.
—¡Oh por Dios! —dice sorprendida.
Sonrió satisfecho.
—¡Hey tú! —truena los dedos para llamar mi atención— sirve el vino y en diez puedes servir la cena.
Suspiro una última vez, no sé qué le ve, ella es perfecta y él un patán. Lo que daría por estar en su lugar y no solo siendo uno de sus cocineros del restaurante, un fiel trabajador que por meses se ha enamorado de la novia del jefe.
Morado
Combinando
El color morado es su favorito, y nunca tuvo que decírmelo, era obvio. Su vestimenta, su casa... Todo era de este color. Así que no me extrañó que gran parte de los adornos y accesorios para nuestra boda, predominara este color, es más debo reconocer que se veía linda la combinación de blanco con esta paleta de colores. Creo que el único problema que tuve con ella al respecto a esto, fue que me hiciera usar morado en el smoking, aunque al final acepté, ahora el único problema que tengo, es como le hago entender que mi ojo, sí aquel que ayer por borracho conseguí en mi despedida de soltero también combina con nuestros colores, yo use todo el maquillaje admisible y no hay forma de ocultar el golpe.
Despacho
Un Pequeño Favor
Debí sospechar algo. Se supone que los que estamos en esto debemos somos perspicaces, debemos contar con un sexto sentido e incluso poder detectar una mentira a kilómetros.
En realidad si sospeché algo, creí que me había citado a su despacho para que tuviera relaciones con él y ayudarme a subir mi calificación. Pero qué errada estaba, si me necesitaba aunque no para lo que yo creía.
Necesitaba a alguien para que fuera culpable de la muerte de su esposa que él cometió y yo como novata caí en su trampa, en cuanto llegué a su oficina como vil principiante corría a socorrerla, y dejé mis huellas por todo el lugar, ni el mejor abogado me podrá sacar de está.
Nostalgia
Nostalgia
Cada vez que lo recuerdo, es imposible no sentir nostalgia, la verdad es que lo extraño y me hace falta.
¿Para qué o por qué? La verdad es que no estoy muy segura, no era buen amante, buena compañía ni buen conversador, en realidad era más bien como un adorno mal hecho, un bulto inservible que parecía solo estaba ahí para fastidiarme todos los días y él me acorraló para hacerlo por fin.
Si deseaba un poco de paz y felicidad, él tenía que desaparecer de mi radar. Un día decidida lo hice, hasta estaba sorprendida, lo que no me esperaba es que el hdp tenía una amante con la que se fue a vivir y para terminar de fastidiarme se llevó a mi bebé, al único ser que lo era todo para mí, mi pequeño Puchi, y el desgraciado lo hizo legalmente comprobando que él lo compró y le pertenecía. Y no, a él no lo extraño realmente, pero de haber sabido que seguirlo soportando era la única manera de que no me separaran de mi chiquito, jamás lo hubiera corrido de la casa... ¡Ah como los extraño!
Albóndiga
Buen Provecho
Puedo lavar, planchar, trapear... Incluso lavar los platos sin chistar ni una sola vez, pero odio, sí odio tener que cocinar. Esa es la tarea que más detesto en la vida y para el colmo tuve la mala suerte de casarme con un tipo que nunca de los nunca da las gracias, todo lo que preparo lo crítica y lo compara con la comida de su mamá.
Si me esmero lo crítica que le falta sal, que está grasoso, que está crudo o quemado y si por el contrario elaboro algo sencillo de floja (que no puedo decir las otras palabras que alguien me censura, pero ya se las pueden imaginar). Así que jamás, nunca lo tengo satisfecho ni en la cama ni en la panza.
Ya estoy harta y para el colmo invitó a mi queridísima suegra a comer, y como es una de sus comidas favoritas de ella las albóndigas rellenas de queso en salsa de tomate, me pidió... No. Me ordenó que preparara eso para comer.
Y como buena esposa abnegada que soy, aquí estoy preparándolas con una carne que se supone es fresca, pero creo que la vieja, su vieja en realidad, pues ya no se cuece al primer hervor, y tendrá dos grandes decepciones, una al sentir la carne dura y la segunda porque no llegará su mami a comer.
Grande
El Tamaño
El tamaño sí importa, entre más grande mejor, eso dirá la mayoría. Quizá soy una rarita, una entre mil tal vez y prefiera algo más pequeño y compacto, no un monstruo con el que no pueda. Y no es que desee llevarle la contra a nadie, sino que lo he comprobado y sé de lo que hablo.
Imagínate tener que cargar, cavar una fosa o descuartizar un cuerpo de tamaño grande, entre más pequeño sea el cuerpo que hay que desaparecer es más fácil y... Espera, ¿Tú de qué estás hablando?
Y que les han parecido???
Como ven, son muy variados de estilos y géneros muy distintos... alguno que les haya gustado más???
Y bueno, pronto con una nueva recopilación quincenal y más o menos en un mes la mensual.
Gracias por leernos y besitos!!!!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario