domingo, 28 de agosto de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias - Semana 29 y 30 by Varios Autores

 
Yo Escribo 52 Historias 2022


Semana 29 - Tinieblas / Miel
Semana 30 - Muerte / Chocolate



Varios Autores



Neus Sintes, María Elena Rangel, Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia), Salvador Alba, Eelynn Cuellar, Katty Montenegro, Freya Asgard

Hola, hola!!!

Una quincena más, y aquí esta su recopilación. Ahora toca la semana 29 y 30, y las palabras que se utilizaron fueron Tinieblas/Miel y Muerte/Chocolate.

Qué historias habrán surgido con estas palabras???














Neus Sintes

La dama de las tinieblas

Samanta se convirtió en una dama de las tinieblas. Su mundo es el de la oscuridad. Guiada siempre por su fiel amigo, de mirada intensa y alas negras llamado el cuervo.
Samanta reside en la oscuridad desde la noche en que se le concedida la verdad. No hay cabida en otro mundo que no sea entre tumbas y lugares siniestros, sepultados por la húmeda tierra que va arrastrando tras su caminar. Su mirada color miel, brilla en la penumbra. Poderosa y atractiva, seduce a cuanto se interpone en su camino, hechizándolo, para luego alimentarse de él.
Siempre supo desde su existencia en este mundo, que su mundo no era el que habitaba. Algo en su interior siempre le arrastraba hacia la oscuridad, hacia la noche en penumbras. Una noche, caminando como de costumbre entre la multitud, encontró el hombre de las tinieblas. El primer mordisco le devolvió los poderes que le fueron arrebatados al nacer. El segundo; entró en su mente, ofreciéndole la verdad de quien era en realidad. El tercero y definitivo; le dio la inmortalidad.
Después de aquél mordisco, Samanta se convirtió en lo que siempre había sido. Era la hija perdida de la dama de las tiniebla. Su misión; encontrar a su madre en el caminar de la oscuridad. Tenía sus poderes, de nuevo. Arrebatados al nacer por la furia de otros a los que por el camino pensaba derrotar. Tenía un gran camino que recorrer, después de que su padre le confiara la verdad a través de su mente.









María Elena Rangel

El Ingrediente que Faltaba

La noche estaba oscura, las tinieblas rodeaban la casa; armada de una linterna me aventuré a salir al jardín, tenía que llegar a la caseta que estaba unos cien metros bordeando la casa. Con el corazón palpitante caminé con pasos vacilantes, solo se escuchaba el sonido de mis pasos sobre la hojarasca seca. Apreté el ritmo, a lo lejos se escuchó el ulular de un búho.
La luz de un relámpago iluminó el jardín, las sombras de los arbustos dibujaban figuras siniestras. Enfrente vislumbré la silueta de la casucha en la oscuridad, casi corrí hasta ella. Al llegar deslicé el cerrojo y entré con premura. Allí, sobre el estante, descansaba el último tarro de miel que quedaba. Suspiré de alivio, mi ritual no estaría completo sin ese ingrediente.
De prisa deshice el camino hacia mi hogar. Entré en la cocina y me dispuse a preparar las ricas galletas de miel, que tanto le gustaban al amor de mi vida.









Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)


Esa noche desperté con fiebre y dolor de garganta. Eran las tres de la madrugada. No quería moverme, pero me sentía tan mal que necesitaba tomar algo. 
Recordé que hacía unas semanas le había comprado miel a mi amiga, así es que como pude salí de mi habitación y bajé las escaleras. Al llegar a la sala ¡oh no! Se fue la electricidad y ¿dónde estaba la linterna? quien sabe, tampoco había bajado mi celular, ya que solo iba a hacerme una limonada con miel.
Como pude,  a tientas entre las tinieblas, logré llegar al refrigerador, saqué los limones y con la misma luz que proyectaba este, encontré la miel. Puse la tetera en la cocina, ya que por la falta de luz no podía encender el hervidor y cuando estuvo lista preparé mi limonada con miel y jengibre.
En ese momento volvió la luz y pude encontrar paracetamol y subí a mi cuarto con mi remedio casero. Al día siguiente debía trabajar.









Salvador Alba

«Una serie de sucesos repugnantes y paranormales»

Todo estaba oscuro, me acababa de despertar en medio del bosque con mucho frío. Notaba el petricor, suspiré y se me metió una hoja seca en la boca, pero no me levanté hasta que oí una bocina y me incorporé ipso facto, luego la escupí. Comencé a caminar a la luz de la luna, arañándome con las ramas de los árboles, la mayoría estaban secos y retorcidos. Volví a oír la bocina, orientándome. Al girar la cabeza lo vi: un payaso. Siempre me han asustado, pero sentía la necesidad de acercarme a él y preguntarle dónde me encontraba. Así que me puse a correr. Él quiso huir, aunque le alcancé casi de inmediato. Al volver la cabeza hacia mí, se convirtió en una cucaracha gigante bien educada y con un elegante traje gris.
—Buenas noches, soy su inspector de Hacienda.
No oí nada más, eché a correr como un poseso, con tan mala fortuna que me destrocé el dedo chico del pie contra una piedra y caí al suelo retorciéndome de dolor. Al tranquilizarme me di cuenta de que hacía un calor insoportable y volví la cabeza hasta la fuente de calor. Sin poder evitarlo, entré en pánico y volví a huir a toda prisa. Las decenas de ovejas de fuego que venían a por mí me daban mucho miedo. Por mucho que avanzaba no lograba sacar ventaja, pero poco a poco se fueron cayendo muertas. Entonces me di cuenta de que no eran de fuego, si no que estaban ardiendo. Me hizo gracia a la vez que me dio mucha pena.
En ese debate moral volvió a aparecer el payaso que se convirtió en cucaracha. Pensé que había vuelto a su forma original y buscaba paz. Pero al acercarse a mí se transformó en un vampiro deforme y trató de hincarme el diente. Le di un empujón, que lo hizo caer de espaldas y, de forma instantánea aparecieron tinieblas que lo cubrieron todo y oí un grito desgarrador. Casi desfallezco del susto, pero aguanté inmóvil. Cuando las tinieblas se fueron disipando pude ver al vampiro echo cenizas y una estaca donde antes tenía el corazón. Justo a su lado estaba Winnie the Pooh deleitándose con un tarro de miel y una sonrisa siniestramente alegre.
—Hola, Winnie —saludé—. ¿Qué haces ahí?
—Pues salvarte la vida, inútil.
Entonces, el osito me lanzó el tarro y me dio en la cabeza sin poder hacer nada por evitarlo.
Y esta es la mierda de sueño con la que me he levantado hoy. Voy a tener que dejar la dieta Dukan.









Eelynn Cuellar

Sin Recuerdos

Me siento confundida, mi cabeza está en tinieblas y no recuerdo qué sucedió anoche, no sé qué pasó conmigo en las últimas horas y algo me dice, quizá sea mi sexto sentido, no lo sé, pero siento que es mejor no recordarlo.

Con un fuerte dolor de cabeza me levanto de la cama y me dirijo a prepararme una infusión de manzanilla con miel, algo que siempre me ha ayudado a tranquilizarme. Y efectivamente, a los pocos minutos vienen imágenes difusas que no tienen sentido.

Un bar, un chico, una botella de vino, un perro, un auto negro, unos lentes, una pluma, una nave extraterrestre... 

Ahora lo recuerdo todo.

En la tarde después del trabajo, renuente, acudí a la cita que no deseaba ir, pero insistió tanto que acepté y el muy idiota me dejó plantada, creí que deseaba volver conmigo pero una vez más se burló de mí, así qué mientras venía a casa me detuve a comer tacos en la calle y probablemente estaba mala la carne, algo que el baño es fiel testigo de eso y como no pude dormir hasta altas horas de la noche, me puse a ver Hombres de Negro... Ahora todo tiene sentido, una gastroenteritis es la respuesta.









Katty Montenegro

Recordemos que Harmonie llevó a un brujo para que viera el pasado, a ver si así podían tener más información.
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¿Qué?

La casa se volvió todo tinieblas. Casi no se podía ver nada. Harmonie me había pedido guardar silencio y tratar de retener en mi cabeza el primer recuerdo que tenía de mi llegada aquí. 
Al principio no me costó tanto, pero poco a poco mi ser cedió a un cansancio excesivo y caí al suelo.
―Hola, por fin despiertas... ―habló Harmonie en voz baja―. ¿Cómo te sientes?
―Bien. ¿Qué pasó? ―pregunté desorientado.
―Te desmayaste. 
―¿Eso es posible en un vampiro?
―Es que por un momento dejaste de serlo, volviste a ser tu. Bueno, más o menos.
―¿Cómo?
―El brujo intentó comunicarse con Darwin y lo trajo de vuelta por un momento, como el tiene tu cuerpo, volviste a ser tu entre comillas, pero en realidad era Darwin. Necesitábamos que nos explicara lo que hizo, el pasado de esta casa estaba bloqueado.
―¿Qué pasó después? ¿Averiguaron algo?
―Sí. 
La miré interrogante. Quería que me dijera pronto, me angustiaba no saber lo que estaba pasando con mi vida.
―En realidad fue más corroborar que tener cosas nuevas. Sabemos que ingredientes usó, sabemos cómo lo hizo... Y sabemos...
―¿Qué?
―Que tenemos que traerlo a la fuerza.
―Sí, pero eso ya estaba claro.
―Es que ya no hay ninguna posibilidad de convencerlo. No podemos hacerlo cambiar de opinión. Darwin murió ―soltó con pesar.
Yo no pude evitar sentirlo, no por él, por mí. ¿Y si ya no podía volver?









Freya Asgard

 Seguimos con la pareja que había tenido un encuentro nada agradable con la hermana de él.
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Desperté entre tinieblas, ¿qué estaba pasando? Quise gritar para llamar a mi fantasma, sin embargo, mi garganta estaba cerrada. Me empecé a desesperar. Quería moverme, gritar, salir de esa especie de cárcel en la que me encontraba. Era como si estuviera despierta, pero sin despertar. Parecía que mi cuerpo y mi mente estuvieran separados.
―No te muevas ―me ordenó mi fantasma y lo escuché como si estuviera a kilómetros de distancia.
¿Cómo me pedía eso si ni siquiera podía hablar?
―No pienses, no te resistas ―volvió a ordenar.
Ah, no, eso sí que no, ¿se puede no pensar? Eso era algo imposible para mí, mi mente no se queda quieta ni en meditación, por eso no puedo hacer yoga, una vez yo…
Ah, no, no, a lo importante, me tenía que concentrar. ¿En qué estaba? Ah, claro, no podía moverme, no tenía que pensar, ni me debía resistir. Lo primero y lo último sí era fácil.
Me quedé quieta y, en vez de pensar en cómo salir de allí, me puse a imaginar mi próxima novela mientras intentaba respirar como me enseñaron en la única clase de yoga a la que asistí, porque después me echaron por hablar mucho.
―Abre los ojos ―me dijo mi fantasma, parecía que estaba mucho más cerca que antes.
No sabía si hacer caso o no, pero lo hice y verlo allí, a mi lado, fue como encontrar los regalos debajo del árbol de Navidad.
Quise sentarme para abrazarlo, pero me retuvo pegada a la cama.
―¿Qué pasa? ―le pregunté, pero no me contestó, solo me miró culpable―. Tu hermana. ―Estaba segura de que me había hecho algo, él asintió con un gesto con sus ojos―. Pero ¿cómo? Si ella es todo miel ―ironicé enojada.
―Quiso matarte ―dijo en voz baja.
―Abrázame ―le rogué asustada.
―No dejaré que te vuelva a lastimar ―aseguró y yo quise creerle. 
















Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)

Casi casi

La caja de chocolates llegó esa mañana por delivery como regalo de cumpleaños. Llevaba un globo gigante que decía “Feliz cumpleaños”. Era de mi amiga Samanta. La abrí gustosa y feliz y probé uno. Estaban deliciosos. Iba a guardar la caja en mi bolso para llevarlos conmigo al trabajo y compartirlos con mis compañeros, pero luego desistí y los dejé en casa. Luego de tomar un desayuno ligero me fui a la oficina. Allá me tenían preparado un desayuno sorpresa para celebrar mi día. Estaba feliz, fueron todos muy cariñosos y me arrepentí de no haber llevado mis chocolates y compartirlos con ellos, pero no, no habrían alcanzado.
Terminado el desayuno nos fuimos cada uno a nuestras labores y al final del día me fui feliz a mi casa pensando en los chocolates y en que iría mi novio a verme.
La celebración la haríamos el viernes en la noche y estábamos a miércoles.
Llegando a mi casa, Francisco, mi novio, me llamó pata decirme que se sentía indispuesto y que no podría ir a verme sino hasta el día siguiente dependiendo de cómo se sintiera.
Sin nada más que hacer, me senté a ver una película y a comer chocolates. 
Cuando me fui a la cama sentí un fuerte dolor de estómago, me levanté y tomé unas gotitas para el dolor, pero no pasó. Cerca de la madrugada los dolores eran insoportables. Llamé a la ambulancia y me llevaron a urgencias.
Una vez allí y después de hacer unos análisis me hicieron un lavado de estómago.
Los chocolates tenían una sustancia que, al no ser tratada con tiempo, producían la muerte.
En la mañana muy temprano llegó Francisco a verme. Él no entendí lo que pasaba. Luego al decirle que los chocolates me los había regalado Samanta me dijo:
―Amor, yo no quería contarte esto, pero Samanta hace un tiempo que me está diciendo que está enamorada de mí, que te deje y nos vayamos juntos, no quería decírtelo por que ella es tu amiga, pero ahora al saber lo que te pasó por comer los chocolates, creo que fue intencional.
Quedé en schok. Mi amiga Samanta interesada en mi novio. ¿Cómo podía ser si era mi amiga?
Bueno, el desenlace de todo esto es que a Samanta se la tragó la tierra, nadie ha podido ubicarla pero la buena noticia es que en tres meses más me caso con Francisco.









Salvador Alba

«Con la muerte en los talones»

El pequeño Billy corría con el rostro desencajado, veía la muerte encarnada en el perro que le pisaba los talones. No paraba de ladrar. La gente reía al ver la escena, pero cambiaban de parecer al ver el semblante del niño. Billy no dejaba de correr y aunque no ganaba ventaja tampoco la perdía, las patas del can eran muy cortas. Entonces tropezó y calló rodando como una croqueta y el perro le dio alcance. En lugar de morder al niño, se puso frente a él y comenzó a ladrar compulsivamente y le enseñaba los dientes, amenazante. Billy se quedó inmóvil y comenzó a llorar hasta que apareció su madre.
—¡Billy!, ¿cuántas veces te he dicho que no le quites la tableta de chocolate a Duggee? ¿No sabes ya que sabe a carne, que no es chocolate? ¡Venga, dale la tableta! Mira, ni por caerte rodando la has soltado.









María Elena Rangel

Como el Chocolate

¡De muerte lenta! Esa era la expresión correcta. Así estaba ese apetecible chocolate de cabello negro y ojos de gato. ¡Para comérselo enterito! No importa que del atracón te indigestaras, siempre quedaba la satisfacción.
Me acerqué seductora, pasé mis dedos por su hombro, luego por su pecho mientras entornaba mis ojos; humedecí mis labios con la punta de mi lengua tratando de provocarlo. Lo sentí estremecerse bajo mi caricia. Saqué un cigarrillo de mi escote, llevándolo a mis labios le pregunté con voz enronquecida:
―¿Me das fuego?
Él me miró con intensidad.
―Cariño… ¿Cuántas veces te tengo que decir que fumar hace daño?
Hasta ahí, amigos, llegó mi juego de seducción.









Eelynn Cuellar

Tristeza

Su muerte me devastó, tengo días llorando desconsoladamente y nadie me quiere comprender, no entienden el dolor que tengo y lo único que me consuela es asaltar la alacena y robarme un chocolate de mi reserva, lo que me recuerda que tengo que ir a comprar más, pero con la facha que tengo, junto con la tristeza, lo menos que deseo es ver gente y seguir llorando.

No lo puedo evitar, no entiendo el por qué tuvo que morir... Si Rose no hubiera sido tan egoísta, Jack también pudo subirse a la tabla y no hubiera muerto congelado al caer el Titanic.









Neus Sintes


Carla se encontraba tomando una taza de chocolate en el pub donde trabajaba su actual pareja; Sergio. Sus relaciones nunca habían llegado a buen puerto, eran de las que nunca había conseguido poder mantener una relación estable. El por qué, ni ella lo sabía. 
Conocer a Sergio fue una de las cosas que más agradecía a la vida. Era un chico atento, servidor, amable, cariñoso y todo lo que una mujer espera encontrar en un hombre y que es casi imposible. Los príncipes azules solo existían en los cuentos. Sergio era una excepción. Carla sostenía la taza caliente, mientras observaba cómo se acercaba Sergio. 
__Hola preciosa __le saludó cariñosamente, mientras se sentaba a su lado, dando por terminada su jornada laboral. 
Mientras Carla le ofrecía un beso en los labios, ambos fueron interrumpidos por el tintineo de la puerta al abrirse, haciendo caso omiso del cartel "cerrado". 
Una mujer alta de cabellos ondulados y esbelta figura, entreabrió la puerta mirando fijamente a Sergio con sus ojos pardos. 
__¿Caroline? __preguntó confuso al ver a la mujer. 
__Siento interrumpir tu velada, Sergio. Tu y yo __prosiguió __tenemos algunas temas pendientes de los que hablar.
__¿Como me has encontrado? __preguntó sin salir de su asombro. Y respondiendo a tu respuesta. No. No tenemos nada de que hablar tu y yo. 
__Sergio ¿Quién es esta mujer? y ¿de qué te conoce? __empezó a preguntar Carlota con el ceño fruncido. 
En el pub la tensión empezó a aumentar, mientras afuera el sonar de un trueno, anunciaba que se acercaba una tormenta. Carlota se quedó mirando a ambos y sus pensamientos divagaron en una posible exnovia de Sergio. Aunque, había un parecido en ellos un tanto peculiar. 
__Hermanito__ no nos  has presentado, le dijo a Sergio, mientras Carlota terminaba de sorber de su taza.
__Ni falta que hace, Caroline. 
__Mi nombre es Carlota. Lo que tengas que decir a Sergio, lo puedes decir delante mío. Entre nosotros no hay secretos
__Sergio...titubeó Carlota.
__Hermanito__ allí afuera hay una batalla que librar. Tal vez la muerte esté esperando a la vuelta de la esquina. O tal vez, la venzamos, como otras tantas veces. Vengo a prevenirte. Nuestros enemigos se hacen llamar los Dragons y nosotros como guerreros que somos, hemos de ponernos en marcha. 
Carlota al saber la verdad, entrenada junto a Sergio y su hermana Caroline.  Una nueva vida había empezado para ella.









Katty Montenegro

Recordemos que luego de que nuestro amigo despertara, Harmonie le contó que Darwin había muerto.
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Muerto

Muerte… esa palabra resonaba en mi cabeza una y otra vez. ¿Había muerto él, o había muerto yo? No entendía nada. ¿Cómo funcionaba eso? Las preguntas me atormentaban día y noche.
Dos días pasaron en que no era capaz de nada. Harmonie trabajaba junto a Ezequiel, el brujo vampiro para devolverme a mi mundo. En ese tiempo descubrí que ella y Darwin eran más que amigos y un temor empezó a crecer dentro de mí. ¿Qué tal si ya no quería ayudarme sabiendo que Darwin volvería muerto? 
No sé si fue el mucho pensar o qué pasó. Pero una noche dormí. Dormí como cuando era humano. Soñé con mi vida, soñé con mi novia y con mis padres, estábamos bebiendo chocolate caliente en un día de invierno. De pronto, caí a la nada y todo se volvió oscuro. Un desierto apareció ante mí, y junto con él, Darwin.
―Necesito ayuda ―dijo―. Quiero volver a mi cuerpo.
―¿Qué? Tú estás muerto.
―No… solo me perdí en el camino. Pero si no lo encuentro pronto moriré... y tu conmigo.









Freya Asgard

Parece que las cosas no van mejor para la pecosa... 🙁 
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―Te traje un chocolate caliente ―me dijo mi fantasma.
Yo estaba en mi cama, con un pijama de polar y un frío que me calaba los huesos. Recibí la taza y probé la exquisita bebida.
―Gracias ―le dije con sinceridad.
―De nada, sabes que me gusta alimentarte ―bromeó con tristeza.
―No lo digo por el chocolate. Alimentarme es tu obligación ―intenté contestar de igual modo, pero los ánimos no estaban para bromear.
―Lo siento tanto.
―No es tu culpa.
―Debí saberlo…
―¿Sabías que ella estaba enamorada de ti?
―¡No! Yo no sé. No creo que sea eso.
―¿No? Es notorio, que tú no lo veas es otra cosa ―repliqué molesta.
―Pero no te enojes.
―No, si no me enojo, solo me da rabia.
Sonrió, se sentó en la cama y me hizo apoyar mi espalda en su pecho.
―Te quiero, pecosa, lo sabes, ¿cierto?
―¿Más que a ella?
―Ella es mi hermana, es distinto.
―Ella no te ve como a un hermano.
―Yo la crie después de que papá murió.
―Tendrá complejo de Edipo entonces ―ironicé.
―En ese caso, sería de Electra ―repuso.
―Edipo, Electra, Estocolmo y todo eso es la misma cuestión. ―Me enderecé para salir de su abrazo, él me volvió a apegar a su pecho.
―Yo te amo, mi pecosa, y ni ella ni nadie nos va a separar.
―¿Ni la muerte?
―Mucho menos la muerte ―respondió divertido.
De pronto, me sentí muy cansada. Él me quitó la taza de las manos y la dejó sobre la mesita de noche. Me apartó un poco y me acostó en la cama.
―¿Qué me hiciste? ―pregunté.
―Tienes que dormir ―respondió sin más.
Los ojos se me cerraban solos.
―Duerme de una vez, pecosa maldita ―me dijo la tontona, intenté no quedarme dormida, pero no podía mantener los ojos abiertos y todo lo veía entre doble y borroso.
Miré a mis fantasmas que no se quedaban quietos, igual pude ver sus caras de culpa.
―Todo estará bien, mi pecosa. ―Fueron las últimas palabras que escuché antes de irme a negro.








Y estos fueron los 14 relatos de esta quincena, como pueden ver, hay de distintos géneros y creo que ya es muy marcado el estilo de cada autor.

Cuál es su favorito???

Pronto una nueva recopilación que supongo que será la mensual.

Gracias por leernos y besitos!!!
 






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