Llegó a su fin el primer año (pero no el único, ya que se viene recargado la versión 2021) del #RetoDeEscrituraBFD que es el #YoEscribo, que fue un reto creo aquí en el blog y para darle las gracias a todas aquellas valientes escritoras y lectoras (que perdieron el miedo a escribir y compartir), que me acompañaron estos primeros doce meses, quiero conocerlas y que las conozcan un poco más, por eso decidí hacerles una pequeña entrevista para ver tanto su lado como escritoras y lectoras, aparte de tener todos los relatos con los que participaron juntos, y sus redes sociales (personales o de su grupo o fanpage) y puntos de venta de sus novelas, así como poder conocer sus nuevos proyectos o lanzamientos para el 2021.
Books FD: Hola, Freya, antes que nada, gracias por haberme acompañado en esta locura y antes que se me olvide, ojalá te animes a estar también en la segunda edición para este 2021, que viene recargada, pero a lo que nos atañe en estos momentos... ¿Recuerdas con cuántos relatos participaste en el reto?
Freya: Participé todos los meses, o sea, con doce relatos, uno cada mes, más uno extra de Halloween.
Books FD: ¿Cuál te costó más trabajo escribir?
Freya: No sabría decir cuál me costó más, aunque el que más me demoró (dos tardes), fue el de diciembre, pues no le encontraba el final.
Books FD: ¿El que te ha gustado más como quedó fue...?
Freya: El de enero, La mejor actuación, no sé por qué.
Books FD: ¿Te gustó escribir de esta manera?
Freya: Sí, lo encontré entretenido.
Books FD: ¿Volverías a participar?
Freya: Yo creo que sí, espero poder hacerlo, aunque espero que sigan siendo relatos cortitos, así podría seguir sin problema (aunque tampoco tan poquito por fa, que me cuesta mucho escribir en tan pocas palabras :D)
Books FD: ¿Por qué decidiste acompañarme en este reto de escritura?
Freya: Porque me pareció un reto entretenido, una nueva forma de inspirarse al escribir y aunque a veces no quería o se me olvidaba, no iba a dejarlo y muchas veces me animó en momentos en los que estaba con problemas. Además, tu motivación era tan grande que me contagiaste con tu entusiasmo.
Y bueno, como leyeron Freya fue una de esas dos autoras (aparte de mi) que participó con los 13 relatos, ya que uno de ellos fue extra para Halloween, y uno por mes.
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Los días habían pasado volando para Amanda, ya estaban a un día del gran estreno, primera vez que sería el personaje principal y nada menos que de la ópera Madame Butterfly.
―¿Nerviosa? ―le preguntó el director de la compañía.
―Mucho.
―Todo saldrá bien.
―Hemos trabajado mucho para eso.
―Y tú más que nadie.
Amanda lo miró sorprendida.
―Te he visto. Ensayabas sola después de que todos se iban.
Max le dio un beso en la cara, muy cerca de la boca y la retuvo más de lo necesario en su abrazo.
―Estoy muy orgulloso de ti, Amanda, no me defraudes.
Amanda intentó apartarse de él, sin éxito.
―Max, suéltame.
―Vamos, querida, no pensarás que tener el estelar es gratis.
―Eso, tener el estelar en mi compañía no es por amor al arte.
―Soy buena en lo que hago.
―Y nadie lo niega, pero quiero ver qué tan buena eres en otras cosas.
Aquella noche, previa al estreno, Amanda fue violada por su director, quien, al terminar, simplemente se vistió sin decir palabra. Ella llegó a su casa derrotada, asustada, sentía que no sería capaz de presentarse ante el público al día siguiente, mucho menos ante él.
Al despertar, se sintió otra. Se levantó, se arregló y llegó al teatro como una autómata, o mejor dicho, como una mujer sin sentimientos, porque, gracias a Max, ella se había convertido en mujer.
El director no hizo ni una sola mención a lo ocurrido la noche anterior, como si no hubiese pasado.
La obra fue un rotundo éxito, Amanda fue ovacionada por el público gracias a su excelsa actuación.
Al finalizar, el grupo se apresuró para irse a festejar. Menos Amanda, que no quería ir.
―¿No vendrás con nosotros, Amanda? ―Max entró al camerino, tal como la noche anterior.
―Estoy algo cansada.
―Pero fue tu éxito.
―Lo sé.
Amanda se levantó, caminó hasta la puerta donde seguía el hombre, se giró con él para hacer que quedara de frente a la salida y, sin que se le moviera un solo músculo de la cara, le pegó un disparo en el abdomen. Max cayó al suelo.
―¿Qué... hiciste?
―Es el estreno de mi mayor actuación. Ya lo verás.
Acto seguido, Amanda comenzó a gritar sobre el cuerpo de Max. Nada tardaron en llegar los guardias del lugar.
―No sé, íbamos saliendo para ir a la celebración, cuando pasó un hombre, le disparó y salió corriendo. En las cámaras de seguridad deben estar las imágenes.
―Lo siento, señorita, pero ayer fueron desactivadas por órdenes de don Max.
El director quiso replicar, pero Amanda le cerró la boca.
―Tranquilo, no hables.
Uno de los guardias salió a ver si había alguien en los alrededores y el otro comenzó a llamar a la policía.
―No hables, una palabra tuya y te hundo, Maximiliano Egaña, ya ves que no me tiembla la mano.
Para los demás, Amanda lloraba a mares por su jefe y nadie, al verla, pensaría que fue ella misma la que disparó. Max no pudo hablar, pues, antes de llegar al hospital dejó este mundo. El culpable nunca fue encontrado y Amanda se convirtió en la nueva directora de la compañía.
Contemplo mi habitación. Tu rostro aparece en cada pequeña mancha de las blancas paredes. Desde ahí me miras. Tus ojos me recuerdan que te amé como a nadie y sé que te amaré por el resto de la eternidad.
Cierro mis ojos, sé que tú no me amaste igual y eso me entristece. Quisiera huir de aquí, irme lejos, donde tu recuerdo no pueda alcanzarme, donde tu mal amor no me torture. Sé que es imposible, pues siempre estarás aquí, conmigo, nunca te irás de mi lado. Ya no. Mucho menos cuando sé que nos volveremos a reunir. Juré que me iría contigo, pero ellos llegaron antes de que pudiera seguirte y me trajeron aquí, dijeron que no podía ir contigo y me encerraron en este lugar. Pero ¿sabes qué? Hoy viene ella a verme, ella será mi pasaporte a la libertad para ir a tu encuentro...
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“Noticia de última hora: Mujer que asesinó a su esposo, falleció en clínica psiquiátrica luego de cortarse las venas usando los vidrios de un espejo que le robó a su madre en una de sus visitas”.
La semana Santa se acercaba a pasos agigantados, Lucas estaba cansado y esperaba con ansias el fin de semana largo, iría a su casa en la costa, la cual había sido fruto de su trabajo y constancia.
Una mujer se acercó al mesón de atención y Lucas se apresuró a atenderla.
―Hola, ¿puedo ayudarla?
―Sí, necesito un chocolate especial para mi pololo.
―¿Qué tan especial?
―No sé, algo grande, bonito y que demuestre el amor que siento por él.
El hombre abrió una carpeta para enseñarle los modelos de chocolate que podía ofrecerle.
―¡Este! ―exclamo emocionada.
―Perfecto. Desde mañana y hasta el jueves puede venir a retirarlo, se cancela la mitad y el resto al momento del retiro.
―¿No se deshace, cierto?
―No, no, pierda cuidado.
―Ya, lo voy a pasar a buscar el jueves después del trabajo.
―Atendemos hasta las seis ese día.
―Ya, no hay problema. Gracias.
Lucas le extendió la boleta para poder retirar el producto y la joven se fue.
―Dichoso tu pololo ―comentó para sí mismo, luego de que ella cruzara la puerta de calle.
El jueves, a las seis de la tarde, el dueño de la chocolatería se dispuso a cerrar la tienda, pero no se animaba del todo, pues la enorme coneja enamorada continuaba allí, quizás ella había tenido problemas para salir a tiempo del trabajo o estaba pegada en un taco. No sabía si llamarla o no. A las seis y cuarto se decidió a marcarle, le contestó una voz llorosa.
―Disculpe, soy Lucas, de la chocolatería.
―Oh, es cierto, debía ir por el chocolate ―dijo y lloró más.
―Sí tiene algún problema…
―No, no, voy altiro, ¿puede esperarme diez minutos?
―Claro, aquí la espero, cuando llegue me avisa, la tienda ya está cerrada.
―Gracias.
Lucas la vio llegar peor de lo que se imaginó, parecía novia abandonada en el altar. Abrió y la hizo pasar, le ofreció una taza de chocolate caliente y unas galletas.
―Soy la peor clienta ―lloró.
―No diga eso, todos tenemos nuestros días malos.
―Este no es un día malo.
―¿Puedo preguntar qué pasó?
―Terminé con mi pololo.
―¿El amor de su vida?
―Me engañaba.
―Déjeme adivinar, con su mejor amiga
―Con mi mamá
Lucas se quedó de piedra, eso no se lo esperaba.
―¿Qué vas a hacer?
―Sinceramente, quiero matarlos a los dos. Mi papá supo la mala nueva y le dio un infarto.
―¿Quedó muy mal?
―Sí, murió; al menos ya no sufre.
―Mátalos.
―¿Cómo? Tampoco quiero ir a la cárcel.
―Con veneno, uno que se vaya muy rápido del cuerpo.
―¿Y dónde consigo algo así?
―Yo tengo. Pero tienes que estar segura, después no hay marcha atrás.
Luego de asegurar la firmeza de su decisión, idearon el plan y pasaron a dejar a casa de la madre de ella la coneja de chocolate... Envenenada.
―Yo me voy a ir a una cabaña que tengo en la costa, ¿quieres ir conmigo? ―le preguntó Lucas.
―Pero no tengo nada de ropa ni de nada.
―No te preocupes, yo tengo todo y ropa es lo que menos necesitaremos este fin de semana... ― le aseguró luego de darle un fogoso beso.
Abril
Muñeca
Eliza miró la muñeca que la había acompañado tanto tiempo. No solo de niña, también en su adolescencia fue su paño de lágrimas y, en su adultez, se convirtió en la compañera de su soledad.
Había recibido a Rosalía cuando cumplió cinco años y fue su único juguete, pues, con tres hermanos menores y un papá viudo desde que ella tenía tres años, no abundaba el dinero. Su madre murió en el parto de sus dos hermanos menores.
―No quisiera dejarte sola ―le dijo a su muñeca.
―Por favor, hermana, es solo un juguete ―le reprochó Vicky, una de las gemelas.
―Para mí es mucho más que eso ―replicó Eliza con sumisión.
―Bueno, te dejamos entonces para que te despidas ―se burló Roberto, el otro gemelo.
Eliza dejó caer una lágrima. Por su condición de salud, sin esposo y sin hijos, sus hermanos, los gemelos, decidieron llevarla a un asilo, pero no podía llevar a su muñeca, era, según todos, un juguete innecesario.
―Vámonos juntas ―le habló Rosalía.
Eliza quedó sorprendida, pero no se asustó, siempre deseó que su muñeca hablara.
―¿Qué dices? ¿Cómo haríamos eso?
―Estamos al final de nuestras vidas, ¿qué más da?
La muñeca le indicó una tijera que había sobre el aparador. La mujer, sin dudarlo, se levantó y fue en su busca.
Cuando los hermanos volvieron a la habitación, encontraron a su hermana bañada en sangre, con Rosalía abrazada a su pecho; Eliza había cortado sus venas y a su muñeca le había hecho la misma marca en sus brazos.
―Funcionó ―dijo el hermano.
―Sí, se creyó el cuento de que su muñeca le habló. Aunque me dio la impresión de que se movió.
―¿Te vas a volver loca como ella? Hicimos todo esto para terminar con su vida, no para que te sicosearas.
―Ah, sí, estoy hablando tonteras. Bueno, funcionó muy bien, ahora podemos quedarnos con esta casa, su dinero y nos ahorraremos el asilo.
―Era gratis ―se mofó Roberto.
―Menos mal que nunca se casó y que esa muñeca se volviera su única compañía ―ironizó Vicky―, si no, ¿cómo se hubiera creído que un juguete le iba a hablar?
―Ella fue nuestra madre ―intervino Miguel, el otro hermano, al que no habían visto llegar―. Por eso nunca se casó ni formó su familia y quizá, este fue el mejor final que pudo tener, ese asilo era una cárcel. Si ella se hubiese querido ir conmigo… Pero no quería molestar. Todo se paga en esta vida, hermanos, todo y ustedes tendrán lo que se merecen, como ella también lo obtuvo. ¡Mírenla! Se ve tranquila y feliz. Perdieron, hermanos, la mataron, es cierto; se podrán quedar con sus cosas, es cierto; pero no pudieron arrebatarle lo que más amaba, para ustedes, un simple juguete, para ella, su compañera de vida.
El hombre se acercó a la cama y le dio un beso a esa mujer que fue más que una madre.
―Nadie las separará ahora, serán enterradas juntas y esto no se quedará así ―le prometió.
―Gracias ―respondió la muñeca ante el asombro de los tres hermanos, mientras afuera se escuchaban cada vez más cerca las sirenas de la policía.
Mayo
Regalo
Violeta esperaba ansiosa su cumpleaños, su esposo le había prometido un regalo muy especial. Hacía treinta años los había presentado un amigo en común en la fiesta de quince de ella. Tres años más tarde, cuando ella cumplió la mayoría de edad, se casaron en una íntima ceremonia.
Se arregló con su vestido más lindo y se maquilló con esmero. Cuando llegó él del trabajo, la contempló con ojos brillantes, enamorados.
―Te ves hermosa ―susurró.
―Gracias.
―No sabes lo afortunado que me he sentido todos estos años por tener a una mujer como tú a mi lado
―Y yo de tener un esposo como tú.
Se acercó, la abrazó y la besó, todo con mucho cuidado para no desarmar su atuendo, no quería provocar una hecatombe justo antes de la celebración.
―Vamos, porque si no, no me voy a querer mover de aquí.
El hombre llevó a su mujer de la mano y la condujo hasta el automóvil que los esperaba.
―¿A dónde me vas a llevar?
―Es sorpresa.
El restaurant al que llegaron era muy lujoso. Demasiado para el gusto de ella y así se lo hizo saber.
―Vamos, esto se celebra una vez en la vida. Treinta años juntos no se cumplen todos los días, más, tomando en consideración que te sigo amando como el primer día.
Ella solo sonrió.
―Además, nunca habíamos venido a un lugar así, una vez no nos hará daño.
―Sí, tienes razón.
El anfitrión los recibió con una agradable sonrisa.
―El señor y la señora Torres, ¿verdad?
―Sí, estamos aquí para celebrar su cumpleaños y nuestro trigésimo aniversario de conocernos ―explicó el esposo.
―Vaya, que sorpresa, llevan mucho tiempo juntos, muchas felicidades. Pasen por acá, por favor.
La mesa se encontraba en un privado, adornado con mucha elegancia, una botella de champaña, unas flores y unos globos dorados. La comida no quedó atrás.
―Estuvo maravilloso, gracias.
―Aún falta la parte más importante de tu cumpleaños: tu regalo.
―Creí que este era mi regalo.
―No, esta fue una cena especial por tu cumpleaños, pero no tu regalo.
El marido tomó la mano de su mujer y luego de darle un casto beso en el dorso, la guio hasta la salida donde ya los esperaba su automóvil.
―Te voy a cubrir los ojos, ahora no quiero que veas a dónde vamos.
El chofer condujo hasta el mirador de un cerro a las afueras de la ciudad.
―¿Qué pasa, Raúl? ¿Dónde estamos?
―Nada, amor, no te preocupes.
―¿Puedo ver?
―Todavía no.
La hizo bajar y caminó con ella hasta otro automóvil, la hizo subir al asiento del acompañante y le colocó el cinturón de seguridad.
―Ahora puedes sacarte la venda de los ojos.
La mujer obedeció y se vio dentro de un auto con Sergio, su instructor de yoga, al volante, que tenía una mordaza.
―¿Qué significa esto?
―Tu regalo, pensé que querrías pasar tu cumpleaños también con tu amante.
―¿Qué? Pero... Pero...
―¿Lo vas a negar?
―Perdóname, Raúl, yo no quería...
―¿No querías? Pues no se notaba cuando entrabas al motel “Ensueño” con él.
―¿Qué me vas a hacer?
―¿Yo? Nada. Te dejo libre, amor, vete con él. Ya no quiero volver a verte.
―¿Qué?
Raúl no contestó, simplemente volvió a su automóvil. Rato después, entró a su casa, se soltó la corbata, tomó una botella de vino y bebió un largo sorbo, a ese le siguió otro y otro y otro hasta terminarse la botella y dormirse en el piso.
Lo despertaron unos golpes en la puerta.
―¿Sí? ―preguntó a la pareja de policías que estaban ante él.
―¿Señor Raúl Torres? ―El hombre asintió―. Le tenemos malas noticias. Su esposa... Su esposa fue hallada muerta... Ella iba con un hombre en un vehículo que se desbarrancó, suponemos por el efecto de alcohol y drogas encontradas en el automóvil.
El hombre se deslizó hasta el suelo con su espalda apoyada en la puerta y lloró por su amor que había muerto el día en que descubrió que le era infiel.
Junio
Carla se sentó en la cama y miró a su esposo con enojo.
―¿Y ahora qué?
―Yo venía a despedirme, hay un incendio y debo ir.
―¿Para eso me despertaste?
―Es un incendio muy grande, llamaron a todas las compañías de la ciudad. Voy con la Sole.
―Ya, que les vaya bien.
Leonardo tragó saliva y salió del cuarto con tristeza y frustración. En el pasillo se encontró a su hija.
―Te dije que no la despertaras, que no valía la pena.
El padre no contestó, simplemente abrazó a su hija de los hombros y así caminó con ella hasta el garaje donde tenía el automóvil. Antes de echar a andar el vehículo, miró a su hija.
―¿Qué dirías si te digo que voy a dejar a tu mamá?
―Sería la hija más feliz de la tierra, papá, ella es mi madre y la amo por eso, pero no te ama. ¿Lo vas a hacer? ¿Te vas a separar de ella? Tú sigues enamorado de ella.
―Pero ella no de mí y no quiero que esté conmigo por obligación.
―¿Y te vas a separar?
―La voy a dejar. Sí. Vamos ―dijo al final, cuando su hija iba a replicar.
El incendio en la fábrica era de grandes proporciones. Leonardo era capitán de su compañía de bomberos, su hija recién se estaba iniciando.
―Escúchame bien, hija, tú todavía no estás preparada para esto, mantente alejada, cuida los implementos, atenta a los requerimientos de tus compañeros. Observa todo. Este trabajo es muy peligroso, por eso la vocación es muy importante. Uno puede perder amigos, colegas, otros tantos tienen graves accidentes. Incluso la vida de uno peligra, si eso te hace querer desistir, entonces esto no es para ti.
―Yo quiero ser como tú.
―No lo seas, hija, sé mejor, y nunca permitas que Emilio te pase por encima.
―Como mi mamá contigo.
Leonardo iba a contestar cuando Emilio tocó el vidrio del auto de su suegro.
―Leonardo, hay gente encerrada...
―Voy.
El hombre le dio un beso a su hija antes de bajar. Nada más abrir la puerta, sintió una oleada de calor, el aire acondicionado del vehículo había evitado que lo notaran.
―Esto es un infierno.
―Horrible.
―Dales las indicaciones a mi hija.
―Claro.
―Y Emilio... ―Lo tomó del brazo―. Cuídala.
―Siempre, señor.
―Eso espero, confío en ti. Apóyala siempre.
El bombero corrió hacia donde se encontraban sus compañeros quienes le explicaron la situación.
Sin pensarlo, entró en rescate de la gente que seguía dentro de la fábrica. Los sacó a todos y él volvió una vez más, pese a los gritos de todos para que no lo hiciera, ya estaban todos a salvo.
Soledad se dio cuenta de lo que su padre iba a hacer y quiso evitarlo. Emilio la sujetó con fuerza y también lo entendió. A pesar del calor reinante, Soledad sintió un frío de nieve recorrer todo su cuerpo.
―No se iba a separar... La iba a dejar... La iba a dejar.... ¿Cómo no lo vi antes? ―preguntó antes de caer desmayada en los brazos de su novio.
Julio
Primeras Vacaciones
Miró el reloj por enésima vez, parecía que su trabajo no terminaría jamás.
―¿Lista para tus vacaciones? ―le preguntó su jefe.
―Sí, ya estoy terminando de arreglar estos documentos, es lo único que me falta.
―Bien, que descanses.
El hombre se fue. Ella también quería irse, pero tenía que dejar eso listo para la reemplazante.
Cinco minutos antes de las ocho, estaba lista. Fue al baño a retocar su maquillaje, lavarse las manos y prepararse para irse. Tomó su cartera y salió de la solitaria oficina; le gustaba su trabajo, pero ya estaba cansada.
Al bajar del ascensor en el estacionamiento, le dio una sensación de que alguien la observaba. Caminó a paso rápido por el pasillo. Abrió su auto y, antes de poder entrar, una mano la detuvo del brazo. Pegó un grito, espantada.
―Hey, tranquila, soy yo ―le habló su jefe.
―¿Usted? ¿No se había ido?
―Sí, pero se me quedó la carpeta de Dionisio Álvarez, mañana tengo junta con él.
― Pero si le dejé la carpeta en su escritorio, mañana tienen el almuerzo en el Grand Hotel.
―Gracias por recordarme el lugar. ―Le sonrió culpable.
Ella negó con la cabeza, algo burlesca.
―De verdad, no sé qué voy a hacer sin ti todo este tiempo.
―Son tres semanas, no es taaaanto tiempo.
―Es cierto, pero se me hará una eternidad.
―Mentiroso.
―Solo digo la verdad, te lo he dicho muchas veces, tú eres mi ancla, sin ti, se me olvidaría hasta la cabeza.
―Bueno, tendrá que acostumbrarse.
―¿Puedo llamarte en tus vacaciones?
―No voy a trabajar en mis vacaciones.
Él la quedó mirando fijo por largo rato, ella no supo qué hacer, llevaba más de un año trabajando para él, desde que la secretaria de su padre se jubiló, pues ella siguió trabajando allí después del accidente donde murieron sus padres y él se tuvo que hacer cargo de todo.
―Además, dudo que esté disponible, me voy a ir a una cabaña muy lejos de la ciudad, donde no hay luz eléctrica, ni internet, ni ninguna de estas cosas que me tienen aburrida.
―¿Vas a ir sola?
―Obvio que sola. Quiero descansar.
―¿No te da miedo? ¿Acaso nunca has visto películas de terror?
―Claro que he visto, pero son solo eso: películas.
―¿Y si te pasa algo? ¿Si te caes o algo?
―Voy a estar bien.
―¿Cómo voy a saberlo?
―No lo voy a llamar reportándome a diario, ya le dije, no voy a trabajar.
―Supongo que tu familia sí sabe dónde estarás y se estarán comunicando.
Eva bajó la cara.
―¿Tampoco saben?
―Mi familia no está ni ahí conmigo, así que para qué voy a decirles, no les interesa.
―Dime a mí, estar sola y tan lejos, no es bueno.
―¿Está preocupado por mí?
―¡Por supuesto que estoy preocupado!
―Bueno, más tarde le mando la ubicación y le mandaré un mensaje diario o cada dos días, de acuerdo a cuándo vaya al pueblo.
―Muy bien. Espero tu mensaje.
Se despidieron y Eva le envió el mensaje a su jefe del lugar en el que estaría, cosa que él agradeció.
A las seis de la mañana, ella subió a su auto para dirigirse a sus ansiadas vacaciones. Pasó por el pueblo a comprar provisiones y le envió un mensaje a su jefe de que había llegado, pero su mensaje no le llegó, esperó un rato para ver si tenía respuesta, pero nada. Se fue a su cabaña. Al llegar, notó con extrañeza que un todoterreno negro estaba estacionado allí. Su corazón latió apresurado, si se trataba de un ladrón... Se burló de sí misma, ¿un ladrón en un auto cuya patente costaba la mitad de su sueldo?
Se bajó y miró, no se veía a nadie. En los árboles vio una sombra. Volvieron las taquicardias.
―¿Qui... Quién está ahí? ―preguntó con voz temblorosa.
Un hombre salió de entre el follaje con una enorme sonrisa y un tiesto con moras.
―¿Usted? ―interrogó, incrédula.
―No te iba a dejar venir sola a este lugar, es muy peligroso.
―Pero... Pero...
El hombre se acercó, acunó su rostro entre sus manos y la contempló con admiración.
―Yo sé que sientes lo mismo que yo, ¿puedo quedarme contigo?
―Pero... Su reunión.
―La cancelé. Quiero estar contigo, que estas sean nuestras primeras vacaciones juntos.
―Pero usted es mi jefe...
―Pero, pero, pero... Eres una mujer con muchos peros, Eva. Aquí somos solo tú y yo, un hombre y una mujer enamorados, lejos de todo y de todos. Olvídate que soy tu jefe, si quieres te despido y te hago mi socia, las clases sociales jamás me han importado, mucho menos ahora. ―Hizo una eterna pausa sin dejar de observarla―. ¿Puedo?
Se acercó muy lentamente como si tuviera miedo de encontrarse con un muro, cosa que no fue así, pues ella lo recibió con la misma pasión y amor que él, un amor que intentaron ocultar y reprimir por más de un año.
Agosto
Selena corrió bajo la lluvia para llegar a su reunión a tiempo. Justo antes de entrar al edificio, un hombre la tiró al suelo, le arrebató sus pertenencias, le pegó una patada en la cara y salió corriendo. Alguien la tomó en sus brazos, ella lo miró apenas, apoyó su cabeza en su hombro y se desmayó.
―¿Dónde estoy? ―preguntó al rato.
―No hables, tienes que quedarte tranquila hasta que llegue la ambulancia ―le respondió una mujer mayor.
―¡La campaña! ―Se quiso bajar de la camilla y el desconocido de antes la sostuvo.
―Hey, tranquila, no puedes moverte, no estás bien ―le habló con voz suave.
La joven cerró los ojos, no podía hacer más. Al rato, estaba camino al hospital. Fractura de mandíbula fue el diagnóstico.
―Hoy me encontré con Erasmo, nuestro excompañero, ¿te acuerdas? ―dijo el padre de Selena a su esposa.
―Claro que me acuerdo, protagonizó el escándalo, dejó a Isidora embarazada. Se fueron del país.
―Regresaron con su pecado capital. Es el joven que nos avisó de lo de Selena, el que atrapó al delincuente.
―¡No te creo!
―A su empresa iba ella ayer.
―Lo que son las coincidencias.
―Demasiadas.
Tres días después, el padre esperaba en el pasillo mientras su mujer ayudaba a vestirse a su hija.
―Buenos días, ¿ya se va de alta? ―preguntó Aroldo Bianco.
―Sí, se está terminando de vestir.
―Lo siento, yo no pude llegar antes, les reembolsaré el dinero.
―No hace falta, eso no es problema para nosotros, además, no eres responsable por lo que pasó, al contrario, gracias a ti detuvieron al delincuente y no descansaré hasta verlo podrirse en la cárcel.
―Jamás saldrá libre. Ella no debió estar allí ―meditó.
―No, un publicista dejó botado el trabajo y ella se hizo cargo. Si no amara tanto su trabajo y su empresa, ella no habría estado allí.
―Cosas del destino, ¿no?
―Así parece, cosas del destino.
Dos meses después, Selena, ya recuperada, volvió a su trabajo. Ese primer día tenía la suspendida reunión con las empresas Bianco. Miró hacia afuera, llovía tanto como ese día.
Aroldo Bianco envió a su chofer para llevarla hasta la mismísima puerta de la sala de reuniones.
A la cabecera se encontraba Aroldo, el hombre con el que tantas veces había soñado; a los costados, el resto de los ejecutivos.
Después de los saludos, hizo su presentación, con la cual los hombres quedaron encantados; había valido la pena la espera.
Aquella noche, sus padres habían invitado a sus viejos amigos de la escuela y a su hijo, quien la había ayudado tras el asalto. Cuando llegaron, se dio cuenta de que eran los Bianco y la mujer que la atendió aquel día era la madre de Aroldo; entonces sus sueños no eran ilusiones.
―¿Tú me has mandado flores todo este tiempo? ―le preguntó más tarde.
―Era mi forma de decirte que me enamoré de ti desde el momento en el que te vi correr bajo la lluvia y me arrepiento cada día de no haber llegado a tiempo y de no haberme dado cuenta de las intenciones de ese tipo… Y que quiero ser tu novio.
―Apenas nos conocemos.
―Conozcámonos, entonces, ¿quieres ser mi amiga?
―Sí, claro que sí ―respondió a sabiendas de que muy pronto serían algo más.
Septiembre
FIESTAS PATRIAS EN FAMILIA
―Este año no habrá fondas ―le dije a mi esposo―, vamos a tener que celebrar las Fiestas Patrias en familia.
―Yo voy a ir donde el Esteban, ahí nos vamos a juntar.
―¿Y van a ir todos?
―Obvio, total, somos cinco, más el Esteban que es el dueño de casa, estamos justos para celebrar el 18 sin problemas con la ley.
―¿Y qué día se van a juntar?
―El jueves diecisiete, como ese día nadie trabaja… Yo me vengo el veinte, el domingo como a las cinco para descansar, el lunes me toca trabajar.
―¿Y nosotros?
―Anda donde tus papás, igual allá no me quieren.
Yo acepté, todos los años era lo mismo, solo que, en vez de juntarse en casa de uno de ellos, se iban de parranda por ahí.
El jueves previo a los festivos, se me ocurrió hacer una cena para celebrar antes de que se fuera, al menos para estar juntos un rato.
―Yo creí que te ibas a enojar porque me voy.
―No, ya estoy acostumbrada ―respondí sin más―. Igual mañana me voy a ir donde mis papás a pasar todos estos días, pero yo creo que me vengo el lunes con los niños.
A las ocho serví la cena. Yo no sabía hacer asado a la parrilla, así que lo hice al horno. Los niños solo comieron choripán; yo, ensaladas con un pedacito de pollo; él comió de todo, carne, prietas, longanizas, pollo, chuletas, ensalada de papas, tomate con cebolla, pebre. Yo lo miraba comer, eso explicaba muy bien la barriga que tenía y el sobrepeso, rayando en la obesidad.
A eso de las once de la noche, comenzó con dolor de estómago y se vació en el baño. Pasó casi toda la noche en el baño. Al día siguiente, no fue capaz de levantarse. Les avisó a sus amigos que no iría. Le di pollo con arroz, comida de enfermo. Igual no lo resistió, todo lo que comía terminaba en el baño.
El fin de semana con sus amigos quedó en nada.
El domingo despertó mejor, ya no tuvo diarrea, quizá, porque ya no le volví a echar laxante a su comida.
Octubre
Miro por la ventana de mi oficina, se ve que hace frío. tengo que irme, son más de las nueve. tomo mi cartera, me coloco mi abrigo y camino hacia la salida. hace más frío del que supuse desde la ventana.
Busco en mi celular la aplicación para pedir un auto, si no, debo caminar tres cuadras para tomar un taxi, cuatro para un bus; si no fuera por el frío, me habría ido caminando como siempre, pero las calles son de tierra y están llenas de agua. un automóvil se detiene a mi lado.
―Usted es la señorita Clara Ramírez
―¿Sí?
―Yo soy su indriver, me envió don óscar, aquí tiene mis documentos, por si quiere verlos.
Dudo en ver los papeles que me extiende.
―Yo siempre traigo a la señora de él y a veces tengo que llevar a los niños que trabajan aquí, sobre todo cuando salen tarde.
Lo miro bien y me doy cuenta de que sí lo conozco. sonrío y me subo.
―¿A dónde? ―me pregunta.
―Voy a la avenida, ahí tomo algo para mi casa.
―don óscar me pidió que la llevara directo a su casa.
―Pero…
―No se preocupe, yo invito, igual tuve que venir cerca, así que me voy desocupado, ya ahora me voy a guardar, he trabajado todo el día, así que la dejo y me voy a mi casa, yo vivo al otro lado de la ciudad, en el huáscar, así que más lejos que yo, dudo que vaya ―dice con un tono risueño.
―Ah, yo no vivo tan lejos, vivo por donde está el estadio regional.
―Entonces derecho por la Costanera.
Llegamos a mi casa y me dice que esperará hasta que esté dentro, que no anda nadie en la calle y que es muy peligroso, así que entro, cierro con llave la reja, pero igual no se va, abro la puerta y lo que veo me congela mucho más que el frío de afuera. todo estaba tirado y roto. me devuelvo apresurada y salgo sin preocuparme de cerrar; me subo al auto.
―Entraron a robar ―digo lacónica.
Él no dice nada, echa a andar el auto y lo veo esbozar una sonrisa. Miro hacia atrás y en mi casa están dos tipos que miran hacia nosotros y le hacen un gesto a mi acompañante, al que miro sorprendida.
―No te preocupes ―me dice―, no te haré daño, solo necesitan más tiempo, con esto de la pandemia el negocio de taxis no es muy rentable y necesitamos comer.
Me mira y sonríe enseñando sus perfectos dientes.
―¿Cómo sabes que no te denunciaré?
―Porque sabemos dónde vives, dónde trabajas y tenemos las llaves de tu casa. si tú no hablas y te portas bien, regresarás sana y salva. Vamos por unas papas fritas o unas sopaipillas, te hubiera invitado antes, pero pensé que ya habían terminado.
No contesto, miro hacia afuera y ruego que cumpla su palabra de no hacerme daño, al final, las cosas materiales siempre se recuperan.
Octubre / Halloween
La cena debía estar perfecta, cada año, una de las hermanas Santini era anfitriona y en esa oportunidad le tocaba el turno a Micaela.
Preparó una sopa de calabaza que serviría en su misma cáscara, algo que le daba un toque especial a la cena de Halloween; para muchos, una fiesta entretenida, para ella y su aquelarre significaba mucho más.
Micaela estaba nerviosa, pues sus hermanas eran demasiado exquisitas y todo debía estar en perfecto orden, en cambio, ella siempre fue un poco más atolondrada.
Las hermanas Santini se aparecieron en la sala y miraron a su alrededor con ojos críticos.
―Buenas noches, hermanas ―saludó la dueña de casa.
―Buenas noches ―saludó la mayor―, ¿tienes todo listo?
―Absolutamente.
―Sabemos que esto es nuevo para ti, nunca habías servido de anfitriona y no te viste muy feliz cuando te entregamos los requisitos.
―No te preocupes, tengo todo listo. Pasen a la mesa, por favor.
Las hermanas se sentaron y Micaela les sirvió la deliciosa sopa. Tras unas cuantas cucharadas, las visitantes cayeron desplomadas.
―No hay Halloween sin una muerte, ¿verdad, hermanas?, pues ahora tienen cuatro. ―Sonrió y llamó a su novio que estaba escondido en la cocina.
―Hecho. Ya no nos volverán a molestar ―le informó con orgullo la bruja.
―De hecho, querida, ninguna de ustedes me va a volver a molestar.
El hombre tomó una daga para asesinar a su novia, pero esta desapareció.
―No importa, Micaela, te encontraré y te asesinaré. Cada Halloween me hago más poderoso, no eres la única hechicera que cae en mis garras para absorber los poderes de su aquelarre, tú eres poderosa y especial, ya lo sabían tus hermanas, por eso te tenían envidia, pero eso tú no lo sabes, querida, eso hará más fácil encontrarte y acabarte ―dijo el hombre en voz alta.
―Gracias por decírmelo, querido. ―Se oyó una voz en el aire―. Ten cuidado, porque el día que esté lista para pelear, acabaré contigo ―amenazó y su energía desapareció del lugar.
Noviembre
Loredana se detuvo antes de salir del edificio con algo de miedo, sentía en su interior una mala sensación, la había tenido todo el día, de hecho, ni siquiera pudo concentrarse en su trabajo, por la mañana su jefe le llamó la atención varias veces, por la tarde, simplemente la ignoró.
En ese momento, su jefe pasó por su lado sin mirarla.
Tomó aire y salió al frío de la noche. No se veía a nadie. Estaba oscuro, demasiado para su gusto.
Llegó a la esquina y el autobús que le servía para ir a su casa abrió la puerta, pero de inmediato la cerró, casi no alcanzó a subir. Ella le reclamó al conductor, pero él no le hizo caso, siguió conduciendo como si nada, ni siquiera le cobró. Era la única pasajera. Su estómago se retorció con miedo, aun así, se sentó en el primer asiento.
Cuando llegó a su destino, se levantó para bajar, sin embargo, el chofer no se detuvo. Ella le reclamó, pero él no le hizo caso, siguió avanzando.
―¡Oiga! Pare, le digo, me tengo que bajar.
El conductor miró hacia atrás por el espejo, pero no dijo nada.
Loredana sacó su teléfono, no tenía señal. Maldijo para sí misma. Las luces del autobús se apagaron y, en una de las salidas, el chofer dio media vuelta.
Con miedo, sin saber qué hacer, se volvió a sentar y a planear cómo iba a enfrentarse a ese tipo.
Al llegar casi a la esquina de su trabajo, otra vez, el conductor abrió la puerta para que entrara un hombre. Sin pensarlo, Loredana aprovechó el momento de bajarse del autobús. Para su sorpresa, ninguno de los dos hizo nada para retenerla.
Decidió volver a la oficina para pedir ayuda. Al llegar, vio que la policía tenía cercado el lugar. Corrió para saber qué pasaba. Entró y vio a su pareja llorando en una silla. Bill apareció con un vaso de agua para Javiera.
―Esta mañana estaba algo rara, distraída, no sé ―explicó él―, cometía errores tan básicos que tuve que llamar su atención varias veces, si hubiera dicho que se sentía mal…
―Ella amaneció un poco rara ―respondió Javiera―, dijo que tenía miedo, no sabía de qué, pero jamás pensé en algo como esto.
Loredana no entendía nada de lo que hablaban, hasta que vio su cuerpo cubierto con un plástico…
―No puedo creer que le haya dado un infarto y que se haya muerto así, en su escritorio…
Javiera se desmayó y Loredana corrió para socorrerla, pero al tocarla, se fundió con ella y quedó atrapada en su cuerpo. Desde entonces, fueron una sola.
Diciembre
Casandra se miró al espejo antes de bajar al comedor del hotel, donde realizarían la cena de Navidad, su esposo lo había arrendado para ellos y sus amigos, quería una fiesta tan grande como su ego.
Al llegar al lado de su marido, le dio un corto beso, a la rápida, pues él debía atender a sus más de cien invitados.
De ahí en más, todo fue un torbellino de sucesos. La gente vivía la algarabía de la fiesta con gran emoción y mucho estruendo.
A eso de las tres de la mañana, los sucesos se desbordaron. El alcohol que circulaba a raudales había hecho mella en demasiados invitados, los que, de repente, se pusieron a discutir, se alteraron más hasta que se tranzaron a golpes. Román, el esposo de Casandra, intervino para acabar con la gresca. Pero uno de los amigos sacó un arma y comenzó a disparar al aire, producto de su borrachera. Una de las balas le llegó directo a la cabeza al anfitrión, el que cayó muerto en el acto.
Casandra se lanzó sobre el cuerpo inerte de su esposo, llorando y gritando. Cuando la policía llegó, la tuvieron que sacar casi a la fuerza.
Tres días más tarde se realizaron los funerales y una semana después se leyó el testamento, por supuesto, Casandra era la heredera universal de Román.
Dos meses más tarde, salió en libertad el hombre que disparó contra Román y se fue directamente a la casa de Casandra.
―Yo sabía que no me dejarías allí ―le dijo nada más verla abrir la puerta.
―Costó un poco y lo lamento, pero ya estás fuera.
―Sí, salió todo tal cual lo planeamos.
El hombre entró y, tras cerrar la puerta, besó a la mujer con la necesidad de esos dos meses de espera.
Por fin, ambos eran libres.
Books FD: Ahora bien, vamos a hablar de ti, conocer cómo lees y escribes. ¿Quién es Freya?
Freya: Mi nombre real es Yasna Mónica Sánchez, aunque casi todos me conocen como Freya Asgard; soy casada, hace poquito cumplimos treinta años de casados con mi esposo; madre de tres hijos; vivo en Antofagasta, una ciudad costera al norte de Chile y en pleno desierto, un lindo contraste.
Aparte de leer y escribir, me gusta escuchar música, ver películas navideñas (todo el año), cocinar (una nueva afición que descubrí en cuarentena, aunque siempre han dicho que tengo buena mano).
Soy terrible de olvidadiza, así que me tienen que estar recordando las cosas, aunque las anote, nunca me acuerdo de ver lo que anoté, aunque ahora estoy un poco más estricta con eso y reviso mi Bullet Journal casi todos los días.
Books FD: ¿Qué tan difícil es plasmar la idea que tienes en la cabeza al pasarla en palabras?
Freya: La verdad es que es algo natural, he escrito desde siempre, así que ni siquiera lo pienso, solo lo hago.
Books FD: ¿De qué cosa nunca te atreverías a contarnos en una historia?
Freya: No sé, la verdad es que no he pensado en eso. ¿De qué podría no querer escribir? De Zombis, tal vez, me dan un poquito de asquito, pero no sé si hay algún tema del que no me atreviera a escribir, pues estoy, en este mismo momento, incursionando en géneros nuevos para mí en la escritura.
Books FD: ¿Algún ritual/manía que tengas que preparar antes de ponerte a darle a las teclas, a la pluma o para leer?
Freya: Ninguno, simplemente escribo. No me molesta el ruido, ni el lugar, escribo donde sea, como sea. Por eso puedo escribir varias novelas a la vez, pues escribo en un cuaderno y así cuando voy a cualquier parte, me llevo mi cuaderno y mi lápiz, escribo mientras espero que me atienda el médico, en el banco, en cualquier parte. Escribo otra en el computador mientras veo una película. Tengo un cuaderno gigante para escribir antes de dormir o al levantarme. Así que no, no tengo ningún ritual ni nada, simplemente escribo.
Books FD: Papel (y pluma), computadora o en una app del teléfono, ¿Cómo escribes y lees?
Freya: Da igual, incluso en el celular he escrito, aunque no me gusta mucho porque me marca cualquier cosa menos la letra que quiero. Para leer, me da lo mismo, aunque leer del celular es más cómodo y liviano.
Books FD: ¿Algo que escribir o leer le ha dado a tu vida?
Freya: Tranquilidad, los pocos tiempos en que no he escrito, me he vuelto loca… literalmente.
Books FD: ¿Qué es lo último que leíste o publicaste?
Freya: Lo último que publiqué es la cuarta parte de Posesión: Seguirás siendo mía y lo último que leí fueron los relatos de la antología Melodías del alma, en la que tuve el privilegio de participar.
Books FD: ¿Nuevas ideas, proyectos, lanzamientos, renovaciones, locuras, que tengas para el 2021?
Freya: En realidad, no podría decirlo, no suelo planear mis novelas con tanta anticipación, aparte de que cuando “planifico”, no me sale, termino escribiendo cualquier cosa menos lo que dije que escribiría, pero sí, en febrero espero publicar Junier, Príncipe de los Ángeles, quizás antes, quizá después, pero por esos días.
(No voy a dejar sinopsis de novelas porque son muchas y no sabría cuál elegir, te mando un collage de fotos de las portadas).
Books FD: Y no me queda más que agradecer tu tiempo en estos meses, espero que te hayas divertido participar y ojalá te vea de nuevo en el 2021.
Y bueno Freya Asgard tiene una gran cantidad de novelas, he tenido la oportunidad de leer varias y es tan sencilla su pluma que se leen muy rápido, creo que hasta el momento solo he leído romance en diferentes géneros, así que me falta algo de terror que no me deje dormir tranquila jajaja
Mañana una nueva entrevista con su recopilación.
Gracias y nos
leemos pronto, besitos!!!!
Ya se anotaron al #YoEscriboBFD2021??? pues no sé que están esperando!!!
Y si quieren ver todas las entrevistas les van a tener:
❤❤muchas gracias por esta oportunidad, te mando un abrazo gigante y por más retos este año
ResponderBorrar❤❤muchas gracias por esta oportunidad, te mando un abrazo gigante y por más retos este año
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