domingo, 25 de septiembre de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias BFD - Semana 33 y 34 by Varios Autores

 
Yo Escribo 52 Historias


Semana 33 - Extraterrestre/Ratón
Semana 34 - Madera/Corazón



Varios Autores


Eelynn Cuellar, Neus Sintes, María Elena Rangel, Salvador Alba, Jacqueline Estay Guerra, Katty Montenegro, Freya Asgard.

Hola!!!


Y llega otra recopilación quincenal, y ahora es turno de la semana 33 y 34 donde se utilizaron las palabras Extraterrestre/Ratón y Madera/Corazón... qué historias nos habrán contado esta ocasión los 7 autores talentosos que siguen en el barco de este reto de escritura???

Y bueno, les recuerdo que los nombres y orden de los relatos, es conforme se fueron publicando en redes sociales.

A leer se ha dicho!!!














Eelynn Cuellar

Volver A Casa

Regresar a casa, eso era lo único que deseaba desde hace mucho. Incluso mi familia se burlaba de que parecía E.T. —ese extraterrestre chistoso al que se le encendía un dedo— cada vez que hablaba por teléfono con ellos, era inevitable que cada vez que lo hacía me pusiera a llorar, los extrañaba demasiado y tenía depresión a pesar de que solo habían pasado unos meses, pero irme a vivir lejos de ellos y solo, sin conocer a nadie fue una completa locura, creo que era el momento de independizarme y probar nuevos caminos.

Era lo correcto para mí, de eso no tenía duda, pero llegó ese momento en que el agobio de no contar con nadie cercano me superó. Tampoco voy a negar que no tuviera amigos, porque estaría mintiendo, eran pocos pero no era lo mismo. Así que un día llamé a casa y les dije: no puedo más, me regreso, ¿Me aceptas de nuevo mamá? Sabía que no debía preguntar, o mejor dicho ya conocía la respuesta, aunque la familia ya hubiera aumentando considerablemente, siempre tendría un lugar en el hogar de mis padres, son de gran corazón y cada hijo que se ha ido, lo reciben con los brazos abiertos y muchos de mis hermanos hasta con familia lo han hecho.

Mi mamá solo me respondió que sabía que su ratón aventurero un día regresaría, siempre he sido muy inquieto y no era la primera vez que me lanzaba a la aventura y dudo que está sea la última vez. Quizá al ser el más pequeño —de tamaño, no de edad—, me han dado más libertades que a mis cientos de hermanos y en la madriguera la única habitación que nunca se ocupa es la mía, soy el consentido aunque no lo quieran reconocer, pero siempre que viene a revisarme el doctor, lloran un poco a escondidas y luego aparecen en mi recámara con un gran trozo de queso por ser un buen paciente.









Neus Sintes


Número Uno se hacía llamar el jefe de los ratones que habían conseguido sobrevivir en el espacio. Antaño fueron ratones que vivían en la Tierra, sometidos a pruebas por unos humanos llamados ser "científicos", que intentaban averiguar si un ratón podía sobrevivir en el espacio. 
Cuando los humanos del laboratorio hicieron la prueba, como conejillas de indias, algunos sobrevivieron, mientras que otros perecieron por el camino. Una vez en el espacio, Número Uno y algunos pudieron seguir vivos gracias a un sistema de respiración que pudieron conseguir, aunque también trajo sus consecuencias. El sistema de respiración al que podían acceder les proporcionaba más fuerza y más resistencia en sus diminutos cuerpos. Era su única vía de supervivencia. 
Un día, Número Uno despertó diferente a cómo era antes. El y los demás supervivientes, despertaron en forma humana con cabeza de ratón. Habían adquirido altura y sus cuerpos cambiaron a medida que iban respirando. Sus brazos se habían alargado y sus piernas también. Su cabeza, había aumentado al igual que su capacidad de pensar. 
Dejaron de pensar como ratones, para tener pensamientos como los llamados humanos que en la Tierra habitaban. Podían llegar a pensar como seres humanos, como los mismos humanos que les enviaron al espacio. Gracias a su capacidad de pensamiento, tuvieron la facilidad de conseguir un hábitat más cómodo y pensar en la posibilidad de algún día, no muy lejano, poder bajar a la Tierra para vengarse de los humanos científicos. 
Los pensamientos de Número Uno eran rápidos y precisos. Una noche despertó con el nombre de Sociedad Anónima Científica Experimental en Ratones. Y la imagen del logotipo que indicaba donde se hallaban.  Sin más preámbulos, decidido, despertó a los demás. Empezaron a hacer funcionar, sin saber cómo, el motor que les trajo al espacio para adentrarse de nuevo en la nave y bajar a la Tierra.
El aterrizaje no fue uno de los mejores, aunque todos los ratones bajaron sanos y salvos a la Tierra. Pisar la Tierra le era nuevo para ellos, ahora pisaban la Tierra con su forma humana. No muy lejos de de su aterrizaje, se hallaba la Central de los Científicos. El jefe de sección al oír el estruendo salió de su habitación. Al ver a los ratones de sus labios trémulos tan solo pudo decir: Extraterrestres... __¡Existen de verdad!.
__No somos extraterrestres. Somos los ratones que una vez enviasteis al Espacio. Ahora pagaréis por vuestros actos malvados. __amenazó Número Uno.









María Elena Rangel

Juegos que no son Juegos

Me encontraba en la cocina intentando cazar un endemoniado ratón que estaba acabando con mi casa. Ya casi lo tenía acorralado cuando sentí un ruido proveniente del jardín, para ser más exactos justo del lado donde me encontraba realizando mi ajusticiamiento del roedor.
Volví a concentrarme en la tarea que tenía entre manos, pero de nuevo escuché aquel sonido persistente. Con el malhumor a mil me asomé a la ventana, miré a un lado y nada; cuando miré al otro lado me encontré de frente con un par de ojos enormes, en una no menos enorme cabeza, que me miraban fijamente. 
―¡Extraterrestre! ―grité con pánico y me desmaye.
Al volver en mí, Javier, mi compañero de vivienda daba ligeros golpes en mis mejillas para que despertara. Al mirarlo fijamente me percaté que llevaba un extraño traje, a su lado había una máscara, complemento de lo que parecía un disfraz.
―¿Qué es eso? ―interrogué
―Es mi disfraz de extraterrestre para la fiesta de Halloween.
―¿Y qué se suponía que hacías?
―Solo quería gastarte una pequeña broma.
Al ver mi cara Javier salió corriendo de la casa. A quien quería cazar ahora ya no era al maldito ratón, sino al desgraciado de mi compañero de vivienda que casi me mata del susto.









Salvador Alba

«Una trágica noche»

Las televisiones retransmitieron la llegada de las naves extraterrestres en directo; fue pacífica, pero por parte de aquellos seres. Los ejércitos de todo el mundo les atacaron sin piedad, con todo tipo de armamento, decenas de cabezas nucleares surcaron el cielo estallando en sus naves sin ningún resultado más que el de temer que la humanidad se extinguiera en cuanto comenzase la represalia.
Ellos esperaron sin reaccionar y, a los tres meses, los ataques cesaron. En ese tiempo cundió el pánico por las calles de todo el mundo, pero con el paso de las semanas, la situación se fue normalizando para una parte importante de la población, aunque los suicidios colectivos, los actos vandálicos y ataques violentos continuaron en gran medida. Ante la incertidumbre de no saber qué planeaban los tripulantes de las naves el ser humano se volvió loco.
Yo viví con miedo todo ese tiempo, en mi granja, con mis padres, viviendo de lo que cosechábamos en el campo y padeciendo el desabastecimiento que poco a poco se iba incrementando y pasando factura a nuestro ganado. Pero continuamos adelante con nuestra forma de vida.
Al mes de no realizar ningún movimiento, ni los humanos contra los extraterrestres ni viceversa, viví algo que me cambió la vida.
Era de noche y vi una luz, que inundó mi habitación a través de mi ventana, era similar a un relámpago, pero de mucha más duración y sin emitir sonido alguno. Mi padre también lo vio. Escopeta en mano, salió de la casa, rodeó la granja y disparó dos veces; yo no vi a quién, pero sé que era a uno de ellos. Mi padre corrió de vuelta a la casa; yo ya estaba abajo, junto a mi madre. Al llegar hasta nosotros, nos dijo: «son invencibles, vamos a morir todos. Lo siento, os quiero». Entonces, disparó a mi madre en la cabeza, me apuntó a los ojos para hacer lo mismo y apretó el gatillo.
Oí el disparo y vi las balas a medio metro de mi cara suspendidas en el aire. Todo estaba quieto y en silencio. En ese momento, algo me tiró al suelo y las balas impactaron en la pared. Cuando volví la vista hacia mi padre, estaba cargando la escopeta, y, cuando volvió a apuntarme, le estalló la cabeza en mil pedazos. No sé por qué, pero sé que esos seres me salvaron la vida.
Después de aquello se comenzaron a escuchar historias similares, cada vez más, y en cuestión de un año, las naves, que rodeaban todo el globo terráqueo se fueron.
Son mil las teorías, pero nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrió.
Hoy soy un feliz padre de dos hijas, vivo divorciado de mi mujer y mi mejor compañero es un ratón que no me abandona desde aquella trágica noche. A veces creo que es mi ángel salvador.









Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)


Francisco le declara su amor a Samanta y le dice que estará constantemente viajando a Temuco para verla. 
Continuamos.
***

Terminado el almuerzo, Samanta y Francisco salieron a recorrer la ciudad.
―Nunca imaginé que vendrías por mí ―exclamó Samanta.
―Es que cuando te fuiste me di cuenta de que con la que debía haberme casado era contigo, no con Aylin y lo pensé bastante antes de venir, pero aquí estoy.
―Menos mal que te decidiste a venir, conmigo serás feliz.
―Lo sé.
―¿Hasta cuándo estarás acá?
―Mañana debo irme.
―Pero… ¿cómo? ¿tan pronto?
―Sí, Samanta, la próxima semana vendré y me quedaré más días, te lo prometo.
Entraron a un restaurante a cenar y al terminar, Francisco llevó de vuelta Samanta a su casa.
Mientras caminaban ella comentó:
―Me gustaría que viniera una nave extraterrestre y nos llevara.
―¿Qué?
―Sí, así nadie nos encontraría jamás.
―¿Y quién podría encontrarnos?
―No sé, lo digo porque tienes que regresar con Aylin. Yo siempre he soñado que una de esas me secuestra.
Francisco echó a reír.
―Los extraterrestres no existen.
―No estoy tan segura.
En ese momento Samanta lanzó un grito.
―Tranquila ―la calmó Francisco―, fue solo un ratón que se cruzó.
―Les tengo terror.
―Pero ya se fue, sigamos caminando.
Una vez en la casa de ella.
―Samanta, no se te ocurra hacer ninguna locura.
―¿Locura?
―Como la de los chocolates.
―Pero… yo…
―Sé que fuiste tú, solo que no quiero que hagas ninguna locura que pueda separarnos ¿está bien?
―Está bien, si lo hice fue porque no quería que te casaras con ella, querías que estuvieras conmigo.
―Pero lo que pusiste fue muy fuerte, aunque no le quitó la vida.
―Pensé que con el veneno que le puse bastaría, pero es más fuerte de lo que creí.
―Bueno, por lo mismo, no vuelvas a hacer una locura así, no quiero que vayas a la cárcel.









Katty Montenegro

Quedamos en que nuestro amigo y Darwin estaban por llegar a los caminos que los devolverían a sus vidas.
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Más mentiras

Una especie de extraterrestre resguardaba la entrada a los caminos que nos guiarían hasta nuestras propias vidas. Detrás de él podía ver la tierra.
―¿Y ahora qué? ―pregunté.
―Debemos enfrentarlos.
―¿Qué? No me hablaste sobre eso.
―No quería que te espantaras.
―¿Qué más hay que deba saber?
―Primero hay un extraterrestre, luego un león y para terminar, un ratón.
―Parece que se va haciendo cada vez más fácil.
―No. El ratón es gigante, es incluso más grade que un humano. Y el león tiene hambre.
―¿Qué pasa si no los podemos derrotar?
―Moriremos.
―¿Qué hubiera pasado si yo no hubiera venido? ―me atreví a preguntar.
―No habría tenido oportunidad. De pura suerte lo logré la vez pasada. Me habría tenido que quedar deambulando por acá.
―No ibas a morir.
―Sí, sí iba a morir tarde o temprano.
―¿Y qué hubiera pasado conmigo?
Darwin bajó la cabeza con culpa.
―Quiero saber. Exijo que me contestes.
―Habrías vuelto a tu cuerpo.
―¿Qué? ¿Yo no necesitaba venir? ¿O sea que una vez más pensaste solo en ti?
―Estaba desesperado, lo siento.
―No... tú no eres capaz de sentir.
―Ya no importa eso. Así están las cosas, o confías una vez más en mí y nos vamos de aquí, o sigues tu solo y morimos los dos.
―No vales nada ―solté con decepción.









Freya Asgard


Abrí la puerta y ahí estaba mi fantasma, me miraba como si yo fuera un extraterrestre, por lo que me quedé de piedra, sin saber qué hacer. No sabía si estaba enojado conmigo o no, aunque, claro yo debía estar más enojada que él.
―¿Volviste?
―Todavía no lo sé.
―Esta es tu casa, si quieres me voy.
―¿Te irías?
―Sí, tú misma lo dijiste el primer día, yo estoy muerto y hace mucho debí irme de aquí ―dijo con tristeza.
―¿Y tu hermana?
―Se fue.
―Se fue… ¿Se fue? ―pregunté incrédula.
―Sí, se fue, la eché de aquí.
―¿Y por qué me drogaste?
―¡No te drogué!, te di un relajante muscular, no te sentías bien y necesitabas dormir, además, así podía echar a mi hermana sin tener que pensar en protegerte.
―Ella me quiso matar.
―Te pilló desprevenida, ninguno de nosotros puede tocarte si tú no quieres.
―Sí, es cierto ―medité―. Es que ella me descompone.
―Ya no lo hará más.
―¿Estás seguro?
―Segurísimo.
―Entonces, ¿por qué te vas?
―Porque tú no quieres volver a verme, si me quedé fue para verte una vez más.
―¿Y si me sale un ratón? ―pregunté lo primero que se me vino a la mente.
Él sonrió como antes.
―Para defenderte, tendría que quedarme.
―Mmm, ¿hay alguna otra hermana o una ex de quien deba preocuparme?
―No, solo estamos tú y yo.
―¿Y estás enojado conmigo?
―Para nada.
Su mirada se desvió unos segundos y puso cara de espanto.
―No te muevas, un ratón va directo hacia ti ―me dijo casi en un susurro.
Gritar, saltar y subirme a los brazos de mi fantasma fue una sola cosa. Él rio feliz y me di cuenta de que había sido una mentira.
―¿Me perdonas? ―me preguntó como en un ruego.
―Nadie me va a defender de los ratones como tú, solo por eso ―le dije caprichosa.
―Estoy de acuerdo. ―Sonrió y me dio un dulce beso.
―Le voy a avisar a mi papá que me voy a quedar.
―Creo que no hará falta.
Miré hacia afuera por la ventana y solo pude ver la cola del automóvil que se alejaba; mi papá se había ido.
―Bienvenida a casa, mi pecosa ―me dijo antes de volver a besarme.
















María Elena Rangel

Cuando me Amabas

Ese día, después de tanto tiempo, regresé a la casa de mi adolescencia, época donde todo eran sueños, donde tenía la certeza de que todo era posible. Recorrí todas las habitaciones rememorando momentos alegres, como también momentos tristes.
Mis pasos me llevaron al ático, repleto de muebles viejos y cajas de recuerdos de un pasado lejano; no pude resistir la tentación de hurgar en las reminiscencias contenidas allí: fotos familiares, prendas de vestir que han vuelto a ser moda, adornos que fueron atesorados con esmero y mucho amor; y allí, entre todos ellos, aquel corazón de madera con nuestras iniciales que tallaste para mí, cuando me amabas.
Nunca entendí lo que pasó. ¿Por qué cambiaste tanto? ¿O fui yo la que te vi con otros ojos? La que en su mente idealista y romántica creó esa imagen de ti. No lo sé. Lo único que sé es que regresé a este mi pasado derrotada, con la peor versión de ti, con la certeza de que todo fue un espejismo de mi imaginación porque, en realidad, tú nunca me amaste… La única que amó… Fui yo.









Salvador Alba

El sicario de Walter Vincent

Mi fiel compañero, el Pluma Blanca, había ido a indagar sobre el paradero de los hermanos Goldston, le hice prometer que no utilizaría su rifle.
Queríamos saber por qué utilizaron su guarida, una antigua mina abandonada, para tendernos una emboscada. Yo me encontraba en casa del armero, un hombre de mi total confianza, justo encima de su negocio y enfrente del cuchitril, tras el Saloon, donde todo el pueblo, en aquel momento, sabía que nos escondíamos. Tenía el presentimiento, casi la certeza, de que alguien nos había vendido a Walter Vincent.
Esa primera noche estaba apostado tras las cortinas y junto al armero, quien me ofrecía comida; y un vaso de whiskey con regularidad. A las dos horas y poco, mientras me deleitaba con los ronquidos alcoholizados de mi anfitrión, vi a un hombre menudo, vestido con ropas oscuras y un sombrero pequeño, trepar con habilidad hasta nuestro escondrijo. No me molesté ni en despertar al armero, no estaría en condiciones de ayudarme, fui directo a hacer hablar al más que probable sicario.
Cuando llegué, estaba rebuscando entre las pertenencias que había dejado a propósito. Él se quedó quieto al notar mi presencia y se dio la vuelta justo para detener mi placaje. Forcejeamos con contundencia y caímos al suelo, él encima de mí. Entonces, nuestras miradas se cruzaron y el corazón me dio un vuelco. Pude ver en su mirada odio, pero también algo más que no sabría explicar más que con cursiladas.
Era una mujer.
Ella me agarró del cuello con ambas manos, pero pude apartarla de un empujón con un pie. Acabó atravesando las puertas del ropero y allí fui yo quien la agarró del pescuezo.
Tras despojarla de su revólver, le pregunté varias veces qué hacía allí, pero ella se resistía, tenía arrestos. Quise hacerla hablar a golpes, pero en un momento de duda me asestó una puñalada en el costado y me tiró de espaldas de una patada. Luego se abalanzó sobre mí dispuesta a acuchillarme, pero logré quitarle la navaja con un trozo de madera desprendida de las puertas del ropero. En ese momento hizo aparición mi fiel compañero y ella aprovechó para huir por el balcón.
—¿Tú estar bien?
—No mucho, necesito un médico. ¿Traes buenas noticias?
—Primero ir a médico. Yo traer malas noticias.









Eelynn Cuellar

Nunca Te Olvidé

Aún recuerdo cuando después de nuestro primer beso, grabó nuestras iniciales dentro de un corazón en aquel árbol, uno que fue nuestro cómplice y guardó nuestro secreto al mundo, y nos resguardo del sol, la lluvia y las miradas curiosas.

Los años transcurrieron y solo aquel grabado era el único testigo del que creí era un amor para toda la vida, y estaba equivocada. Muy equivocada.

Un día, simplemente no apareció a nuestra cita, al principio quise justificar su ausencia poniendo mil razones a los motivos que tuvo para dejarme aquí sola, pero los días, semanas transcurrieron y ni una noticia tuve de él.

Le lloré por demasiado tiempo e incluso sentí que me secaría como ese árbol que fue testigo de mis sentimientos.

Un día llegué a nuestro lugar y me encontré con la sorpresa que lo talarían, y les supliqué que no lo hicieran, viendo desvanecerse cualquier esperanza de salvarlo pedí como favor especial que ese trozo de madera donde están mis sueños truncados me lo regalaran, después de meditarlo un poco, con cuidado hicieron el corte y me lo entregaron. Aún no sabía que haría con él, pero algo se me ocurriría.

El mundo no se detuvo y mil cosas sucedieron en todo este tiempo, la mayoría de ellas transformaron la vida como la conocíamos, pero yo seguía aferrada a ese trozo de madera, para nunca olvidar quién soy, o quién fui en algún momento.

Hace años eran solo rumores, hoy es un peligro salir de casa y de caza, y más a mi edad, a pesar de los años y su estado, en cuanto lo vi, lo reconocí.

Traté de calmarme, en unos segundos tomé la decisión, no podía dejar que se acercará más a mi, con mano firme y unas lágrimas corriendo por mi mejilla, le disparé en la cabeza. Sé que el ruido atraerá a más de ellos y tendré que marcharme dejándolo atrás, como creí que él lo había hecho conmigo. Por lo menos en este momento me queda el consuelo que así como su alma ya descansaba desde hace tiempo, su cuerpo también lo hace ahora.









Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)


Continuamos con Samanta y Francisco.

***

―Ya lo sabes, no quiero que hagas nada que nos pueda separar ―insistió Francisco.
―Ya te dije que lo hice porque no me quería separar de ti, pero ahora que estás conmigo no necesito volver a poner veneno en los chocolates de Aylin, tranquilo.
―Ahora me voy, estoy cansado y mañana debo viajar.
―¿No quieres quedarte esta noche conmigo?
―No, Samanta, debo mandar un informe que me pidieron urgente en el trabajo.
―Está bien, pero la próxima semana te quedarás conmigo en mi casa.
―Como quieras.
En ese momento entraron cuatro Policías de Investigaciones y se acercaron a ellos.
―Buen trabajo, Francisco ―dijo uno de ellos.
―¿Qué? ¿Qué pasa aquí? ―preguntó Samanta asustada.
―Tomen, ahí está todo ―dijo Francisco sacando una diminuta grabadora y entregándoselas a ellos―, está toda la confesión de Samanta.
―Pero ¡cómo te atreviste a ser algo así, Francisco! ¡dijiste que me amabas!
―De alguna manera había que hacerte confesar, no ibas a quedar libre después de lo que le hiciste a mi esposa.
―Eres un cerdo.
―Señorita, acompáñenos ―dijo el policía que había hablado antes.
Ellos la esposaron y salieron del lugar, mientras Samanta despotricaba en contra de él y de Aylin.
Francisco salió del lugar y fue directo hacia el aeropuerto, una vez allí entró a una tienda, vio una hermosa caja de madera en forma de corazón la cual tenía bombones y se dispuso a comprarla para llevarle un presente a su esposa que lo esperaba con ansias en la casa. Ya todo había terminado.









Neus Sintes


Martín observaba la figura en forma de corazón que reposaba sobre la mesa de madera, en la que tantas veces el y su esposa Matilda habían tomado café. Recordaba con nostalgia la primera vez que trajo consigo, como si de una reliquia se tratara y la depositó con sumo cuidado en el centro, como símbolo de su amor.
Matilda hacía exactamente un año que le había dejado, cruzando la puerta que la conduciría al umbral de la luz eterna. Martín recordaba con tristeza y con rabia las veces que tocó madera, en señal de buena suerte, para que su mujer se recuperara de una grave enfermedad, que poco a poco iba consumiendo. De nada sirvió.
Matilda lo dejó solo con la compañía de la soledad. Había luchado junto a ella con fervor, con la esperanza de poder seguir adelante. Pensando siempre en positivo. Que saldrían de este mal paso, pero la enfermedad les venció. Cada vez que mira en el centro de la mesa la caja que con tanta alegría trajo, su mente evoca recuerdos de un pasado en el que los dos fueron felices. Recordando finalmente las últimas palabras de su mujer: «Recuérdame Martín, como siempre fui. Recuerda a la Matilda que conociste, de la que te enamoraste.»









Freya Asgard

Un secreto queda por descubrir, ¿será que lo descubren antes de fin de año, cuando se acabe la historia?

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Todo volvió a ser como antes, y mejor. Ya nada ni nadie se interponía entre mi fantasma y yo. Mi padre volvió tres días después para saber cómo me estaba yendo y se tranquilizó al ver que estábamos tan bien como antes y yo, con mi bocota que no se puede callar nada, lo invité a él y a mi familia a una cena el sábado… Dos días después.
Y ahí me encontraba yo, histérica preparando todo para mis papás y mis hermanos.
―Pecosa, cálmate, no es la primera vez que vienen, ¿por qué tan nerviosa?
―Porque es primera vez que vienen todos y te conocerán.
―¿Y eso qué? Ya saben que existo.
―Una cosa es que lo sepan y otra que te vean.
―Ya, tranquila, siéntate, tómate un café y relájate, yo te ayudaré con lo que falta.
Llegaron, mis padres y mis tres hermanos con sus lindas esposas. Sí, yo era la menor y la única mujer.
Todo iba normal, hasta que mi hermano mayor me quedó mirando por mucho rato.
―¿Qué te pasa? ¿Tengo monos en la cara? ―bromeé.
―No, pero no entiendo ―respondió con seriedad y él nunca era serio.
―¿Qué es lo que no entiendes? ¿Cómo tu esposa sigue contigo?
―Ja, chistosita, no, no es eso. ¿Cómo es que ustedes están juntos?
―¿A qué te refieres?
―A que tú eres una humana y él es ¿un fantasma?
―¿Hay algún problema con eso? ¿Eres fantasmafóbico?
―No, no es eso, pero me parece extraño que se hayan juntado. ¿No será que vienen de otra vida y él quedó atrapado aquí y tú…?
―Parece que ves mucha televisión, hermanito, o a lo mejor lees muchos libros ―lo interrumpí.
―Sí, eso debe ser ―aceptó y ya no volvimos a tocar el tema. Yo ni me atreví a mirar a mi fantasma.
Al despedirse, mi hermano me abrazó con fuerza y me pidió que me cuidara, que él no estaba en contra de nuestra relación, pero sentía que había algo más. Y mi hermano era como mi abuelo, podía ver cosas donde nadie más veía nada.
Entré y quedé mirando a mi fantasma.
―¿Ves que salió todo bien? Y a ti casi te da un ataque al corazón por los nervios ―me dijo divertido.
Yo golpeé la puerta tres veces.
―Toco madera para que eso no pase.
―Oye, pecosa, todo está bien, ¿verdad?
―Sí ―contesté dubitativa.
―Pero…
―Pero la pregunta de mi hermano me quedó dando vueltas.
―¿Qué pregunta?
―¿Por qué tú? ¿Por qué nosotros? O sea, tú eres… Yo soy… Y nosotros…
―¿Quieres saber la verdad?
―¿Hay una verdad?
―Hay una historia antes de esto.
―¿Por qué no me dijiste antes? ―No contestó―. ¿Eso hará que nos separemos?
―Dependerá de ti, de cómo lo tomes.
―Entonces no quiero saber.
―¿Por qué no? ―preguntó extrañado.
―Porque conociéndome, lo voy a tomar mal y capaz que me enoje y me vaya de nuevo.
Sonrió.
―Cuando llegue el momento lo sabrás.
―Que ese momento sea en mucho tiempo.
―Será cuando tenga que ser, mi pecosa.
Me dio un beso y me abrazó por mucho rato, como si tuviera miedo a perderme.









Katty Montenegro

Quedamos en que nuestro amigo ya no confiaba nada en Darwin porque le mintió para llevarlo al desierto y volver a su vida
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Lo siento

Muy a mi pesar tomé la alternativa de volver a confiar en Darwin. Era todo lo que me quedaba, eso sí, no le dirigí la palabra ni una sola vez.
Logramos derrotar al extraterrestre y al león, pero cuando tocó el turno del ratón los dos estábamos exhaustos e hicimos una pequeña parada.
―Lamento mucho haberte metido en esto ―se disculpó, parecía sincero―. Estuve vagando mucho tiempo, solo, no vi otra opción. No sabes cuanto lo pensé.
Miré al cielo. Ya no podía creerle nada, pero, por otro lado, me preguntaba si eso era verdad. Si lo era, lo lamentaba mucho por él.
―El ratón no va a pelear ―dijo Darwin. Yo no contesté.
Me levanté y caminé hasta el ratón. Estaba dispuesto a todo para recuperar mi vida. Darwin me siguió.
―Les daré una alternativa ―habló el ratón.
―Te lo dije. Estamos divididos ―dijo Darwin.
―Dejaré que uno de ustedes pase sin enfrentarme. Pero en su lugar se enfrentarán ustedes y el que gane volverá a su cuerpo.
―Pon una estaca de madera en mi corazón y volverás a tu cuerpo.
―No eres un vampiro aquí ―contesté mosqueado.
―No, pero es la única forma en que moriré. Hazlo, lo merezco. De verdad lamento todo lo que provoqué. Y no sientas culpa.
―Yo no soy así.
―Entonces lo haré yo.
Antes de poder contestar, Darwin corrió hasta un árbol seco y quitó una de las ramas para clavársela.
―Tu compañero ha muerto, puedes pasar ―informó el ratón.








Y 14 relatos hubo estas dos semanas, muy variados, de estilos muy diferentes pero me parece que ya muy marcado el de cada autor y hasta diferentes géneros hubo.

Alguno es su favorito???

Y pues ya saben, pronto otra recopilación.

Gracias por leernos y Besitos!!!






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