domingo, 4 de septiembre de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias Semanas 31 y 32 by Varios Autores

 
Yo Escribo 52 Historias


Semana 31 - Rio / Tormenta
Semana 32 - Asesino / Pan



Varios Autores


Eelynn Cuellar, María Elena Rangel, Neus Sintes, Salvador Alba, Jacqueline Estay Guerra, Katty Montenegro, Freya Asgard.


Hello, Hello!!!



Y otra quincena ha llegado con 14 relatos de 7 autores, ahora es turno de las semanas 31 y 32 con las palabras Río/Tormenta y Asesino /Pan 

Qué historias se habrán creado con estas palabras???

Y ya saben, el orden en que aparecen aquí es el orden con el que se publicaron en redes sociales.

A leer se ha dicho!!!















Eelynn Cuellar

Miedo

Llovía. Una vez más el meteorológico ha fallado, según hoy sería una noche despejada con una luna llena espectacular, y está cayendo una tormenta como pocas veces he visto. La visibilidad en la carretera es nula y aún así sigo conduciendo con precaución, no sé si sea un mal augurio, pero nunca había visto que en el lugar no se viera alma alguna y eso me pone nervioso, por miedo a tener un accidente decido orillarme y alejarme de la carretera lo más posible.

Las horas fueron pasando y continuaba lloviendo fuertemente, lo menos que deseaba era pasar toda la noche en medio de la nada y dormir en estás condiciones no me apetecía mucho que digamos. No podía arriesgarme a poner música o encender la calefacción, podría agotarse la batería, y para el colmo de los males mi teléfono tenía poca carga.

Sin nada que escuchar o ver, me quedé dormido en algún momento y solo desperté hasta que escuche un gritó... Un lamento de una mujer.  Me estremecí y tuve miedo, mucho y repetí una y otra vez que estaba soñando, alucinando y no era real, La Llorona no existe... Eso creía. Solo espero que los míos no tarden en encontrar mi cuerpo que yace en el río en estos momentos.









María Elena Rangel

Lo que el Agua se Llevó

La tormenta golpeaba con furia, nunca había visto ninguna igual a esta. El río comenzó a rugir con furor, clara evidencia de que sus aguas pronto arrasarían todo a su paso. Corrí con desespero hacia el pueblo donde vivía; debía salvar a mi familia, no había tiempo para nada más.
Con la lengua de corbata llegué a las afueras del poblado, desde una colina miré con horror que ya no quedaba nada por hacer, el torrente había barrido con todo y con todos. Ya no tenía nada en esta vida por lo que luchar.









Neus Sintes


Habitaban dos aldeas. La aldea de arriba y la aldea de abajo. Llamadas así por su rango. La aldea de arriba poseía todos los bienes mas preciados y valiosos, en cambio en la aldea de abajo, tenían que vivir a costa del ganado y trabajando duro. Tenían la vida más  dura a diferencia de los de arriba que apenas tenían que mover un dedo para conseguir lo que ellos quisieran. 
Cierto día la mujer de unos de señores, así se llamaban llamar, de la aldea de arriba, estaba dando a luz a su segundo hijo. El parto parecía ser uno de los más largos, las horas se hacían eternas y las contracciones más frecuentes. Las comadronas estaban dando paños de agua fría a la parturienta y tras muchas horas de sufrimiento, el recién nacido pudo al fin, salir. 
Todos habían ansiado este momento y también esperaban el primer llanto del bebé, que no llegaron a oír. Dieron por muerte al bebé por no llorar, sin saber que tan solo estaba dormido y éste no había llorado. 
Colocaron al bebé en una cesta, mientras lloraban su pérdida. Los hombres lo echaron con delicadeza, río abajo. Una tormenta a lo lejos se avecinaba, y el trueno asustó al bebé, que abrió por primera vez los ojos y el llanto oyeron los de la colina de abajo, cuando las mujeres terminaban de lavar la ropa, vieron asomar como un recién nacido en una cesta de bambú iba directo hacia ellos.
El recién nacido fue acogido por los lo la aldea de abajo sin saber que los de la aldea de arriba lloraban su pérdida.









Salvador Alba

«Un día de senderismo»

Disfrutaba de un día de senderismo como más le gustaba: sola. Para asegurarse el estar consigo misma eligió un día en el que el calor era insoportable y el viento venía caliente.
Eran las una de la tarde y había bajado por una ladera, dejando atrás matorrales y arbustos secos. Las chicharras emitían su peculiar sonido encima de los escasos árboles con hojas frescas. Buscaba alguna zona sombría en la que reponer fuerzas con un bocadillo de tortilla de patatas y una bebida isotónica cuando encontró un pequeño oasis, donde nacía un hilo de agua. Se sentó. Mientras buscaba las viandas, oyó unos pasos rápidos y notó un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
Despertó con mucho calor, oía el monstruoso crepitar de las llamas y apenas podía respirar por la cantidad de humo. Se levantó con rapidez en busca de una salida, pero se vio en medio del mismísimo infierno.
Al no encontrar salida, se tumbó en el pequeño chorrito de agua, que la fue empapando, y rezó para que ocurriese un milagro y saliese con vida.
Comenzó a toser y notaba tantísimo calor que dolía.
Con apenas un hilo de respiración, rabió de dolor, su ropa comenzó a arder y su cuerpo convulsionó hasta quedar inmóvil con los ojos en blanco.
Y levitó con los brazos en cruz.
El cielo se oscureció de repente y comenzó una lluvia torrencial mientras ella se elevaba hasta el cielo. Una vez allí, fue consciente de lo que le estaba sucediendo y que ella misma había hecho. Buscó a su alrededor y aumentó la tormenta a voluntad para apagar el incendio que un pirómano había provocado por cuatro sitios distintos. Cuando divisó a la única persona que había en los alrededores lo atrajo hacia sí con un vendaval de aire para comprobar si era la persona que la había atacado. El mismo se delató al pedirle perdón llorando y aterrorizado. En ese momento a ella se le iluminaron los ojos y un rayo atravesó al desgraciado. Cuando el cuerpo cayó al suelo, la lluvia cesó y la tormenta fue desapareciendo a medida que ella bajaba hasta el suelo. Acabó en el minúsculo río, donde, por gracia divina, adquirió sus poderes.









Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)


Seguimos con la continuación del relato de la semana pasada, espero que les guste.


Samanta llegó al sur, había tormenta esa noche; se alojó en el hotel y descansó. Hacía un tiempo que escapaba de Francisco. Sabía que él la buscaba por lo sucedido con Aylin y aunque no tenía pruebas que la incriminaran, ella estaba segura de que él sabía que había sido ella quién había puesto el veneno en los chocolates.
Ellos se habían casado. Era lo que Samanta quería evitar. Estaba enamorada de él desde antes que empezara su romance con Aylin. Samanta había intentado muchas veces que Francisco se alejara de su amiga sin resultados. Él amaba a Aylin y eso a ella la descomponía, quería que él se fijara en ella, que dejara a su novia y se fueran juntos muy lejos.
A la mañana siguiente fue a un río que quedaba cerca, la tormenta había pasado y había salido el sol.
De pronto, sonó su celular. 
―¿Sí?
―Samanta, por fin te encuentro.
Samanta quedó con su mente en blanco, era Francisco.









Katty Montenegro

Recordemos que en la semana anterior, Darwin se le apareció en sueños a nuestro amigo y le dijo que se había perdido, que, si no encontraba el camino de regreso, morirían ambos...
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Desperté muy agitado, ese sueño había sido a lo menos aterrador. Era todo muy extraño, era como si Darwin hubiera estado atrapado en otra dimensión, una muy desconocida.
No lo pensé dos veces. me levanté y fui en busca de la mejor amiga de Darwin.
―¡Harmonie! ―entré gritando a su casa―. No lo vas a creer. Lo ví y había un desierto, un río, algunos árboles, una tormenta amenazante y muchas otras cosas. Fue muy raro. Pero tengo la receta. La tengo al fin.
―Calma, por favor, no te entiendo nada.
―Vi a Darwin ―dije más tranquilo.
―¿Cómo?
―Soñé con él. 
―Imposible…
―Me quedé dormido y al poco tiempo darwin apareció en medio, me dijo que estaba intentando volver pero le faltan ingredientes. Si nosotros lo preparamos podré encontrarlo y hacer que cada uno regrese a su cuerpo. Tienes que ayudarme.
―¿Cómo puedes estar seguro de que era él?
―¿Y quién más si no?
―No sé.
―Hay que intentar. ¿Qué es lo peor que pueda pasar? Ya estoy atrapado aquí.
―Tienes razón… hagámoslo ―aceptó con temor.









Freya Asgard


Desperté y estaba sola en la cama. Mi cabeza dolía horrores, no quería ni respirar para no moverme. Eso se lo debía a mi exquerido fantasma.
Mantuve mis ojos cerrados por largos minutos hasta que el dolor remitió, no por completo, pero sí bastante.
Abrí los ojos y me senté con cuidado. En la mesita de noche había un vaso con agua y dos analgésicos. Los tomé enseguida. Ahí vi una nota: “Lo siento, tenía que hacerlo, tenía que arreglar las cosas”.
Arreglar las cosas. ¿Con su hermana? Conmigo debió arreglar las cosas, no con ella.
Esperé a que se me pasara el dolor y me levanté. No había nadie en casa. Todo se veía vacío y desolado. ¿Y si se había ido?
Tomé mi teléfono y llamé a la única persona que me podía ayudar: papá.
Llegó a mi casa en menos de media hora. Debió volar para llegar en casi la mitad del tiempo. En cuanto lo vi, mis ojos derramaron un río de lágrimas que no pararon en todo el tiempo que le conté lo que había sucedido.
―Yo creo que estás haciendo una tormenta en un vaso de agua ―me dijo .
―¿Cómo puedes decir eso?
―Hija, tienes que darle la oportunidad de explicarse.
―Claro, tú eres hombre, obvio que lo ibas a defender, debí llamar a mamá.
―Sabes que ella no entendería esto. Además, no lo defiendo por ser hombre, pero no sabes lo que está pasando.
―No, no lo sé, pero ¿sabes qué es lo que sí sé? ―Negó con la cabeza―. Esta misma tarde me voy de esta casa.
―¿Qué dices?
―Eso, me voy de esta casa y no volveré jamás.
―Pero la compraste hace menos de un año.
―¿Y eso qué? ¡Lo conseguiste! ―le grité al aire, no estaba segura de que él me oiría―. Me voy, te dejo tranquilo.
Me levanté de la mesa, donde tomaba un café con papá y subí a mi habitación a preparar mi maleta.
―¿Estás segura, hija?
―¿Me ves dudando?
No me contestó. Iba a bajar mi maleta, pero papá me la tomó y la bajó él. Al llegar a la puerta, se materializó mi fantasma.
―No te vayas ―me rogó.
―Ya es muy tarde ―contesté y cerré la puerta para no volver.
















Neus Sintes


Había anochecido. El día había empezado sin ninguna novedad hasta que llegó la noche y entonces decidí hacerme un pan con aceite. La cena más ligera y rápida que e esos momentos me apetecía. En absoluto tenía ganas de ponerme a cocinar. Mientras me lo preparaba decidí encender el televisor, pocas veces lo encendía.
En esos momentos estaban retransmitiendo el concierto de un cantante que tenía previsto venir a Madrid, cuando se interrumpió el canal dando paso a La noticia de Ultima Hora que me tenía con los ojos en alerta, enfrente del reportero que daba la última noticia importante del día, tal vez la única de todos los sucesos que habían ocurrido. 
Buenas noches a todos, 
Sentimos la interrupción pero tenemos noticias de que un asesino anda suelto en Madrid. Lo último que podemos informarle es que la última vez que fue presenciado ante los juzgados, había participado en un asesinato grupal y ahora, tras cumplido los meses que le incumplieron ha vuelto a salir a las calles, con la diferencia, de que esta vez va por libre. El sujeto anda libre por las calles. 
Os pido que ciudadanos de Madrid y alrededores, hemos captado las últimas imágenes cerca de unos barrios pobres, aunque lo importantes es en la imagen que os ofrecemos a continuación. Si alguien ve a este hombre, no se acerque, repite. No se acerque. Llame enseguida al número de teléfono que aparece en pantalla. 
Muchas gracias por la atención y lamentamos la interrupción. Seguimos con la retrasmisión...
Sara cerró el televisor. Ya había oído demasiado para esa noche.









María Elena Rangel

Un Juego Letal

Este dolor de cabeza asesino amenazaba con volverme loco. ¡Maldición! No sé, en qué momento, se me ocurrió aceptar participar en este endemoniado reality de supervivencia extrema.
Hambriento, sediento y exhausto, después de mucho caminar por aquella selva, encontré una vieja cabaña que parecía haber sido recién abandonada. Entré con sigilo. Sobre una desvencijada mesa encontré un trozo de pan; lo tomé con desesperación y de tres bocados di buena cuenta de él. Más allá, sobre una especie de mesón donde había una vieja cocina de querosén, descubrí una vasija que contenía agua fresca. Sin pararme a pensar mucho la tomé y vacié su contenido.
A los pocos segundos comencé a sentirme muy mal, el dolor de cabeza era nada en comparación del de estómago que me sobrevino. A los pocos minutos ya era historia: ¡Me habían eliminado!









Jacqueline Estay Guerra

Continuamos, Francisco llamó a Samanta, en eso quedamos.


―¿Quién es? ―preguntó Samanta.
―Samanta, soy Francisco ―respondió él―, ¿podríamos juntarnos a almorzar?
―Francisco… yo… no estoy en la ciudad.
―Lo sé, estás en Temuco, yo también estoy aquí.
―¡¿Qué?! 
―Sí, Samanta, estoy en Temuco, necesito verte, hablar contigo.
La chica pensó rápido, si le decía que no, él sospecharía aún más de ella. ¿Y si se había dado cuenta de que la amaba a ella?
―Samanta ¿estás ahí?
―Sí, sí, sigo aquí.
―¿Qué me dices? ¿almorzamos juntos hoy?
―Está bien. A la una juntémonos en el hotel de la ciudad.
―Bien, ahí estaré a la una.
A la una, Francisco estaba en el restaurante del hotel, a los pocos momentos llegó Samanta.
Se saludaron.
En la mesa había pan y mantequilla.
―Sírvete ―ofreció Francisco.
―Gracias. ¿Por qué querías verme? ―preguntó ella― ¿De qué querías hablar conmigo?
“No tiene pruebas”, pensó.
―Nada, solo quería verte, Samanta, hablar contigo un momento. Te fuiste tan rápido.
―Encontré trabajo aquí y tuve salir corriendo, Francisco.
―Pero ni siquiera una llamada, Samanta, por lo menos a mí.
―¿A ti?
―Sí, desde que dejé de verte, te he echado mucho de menos. Samanta, estoy enamorado de ti.
―¿Enamorado de mí? ¿Y Aylin? Te casaste con ella. ¿Encontraron al asesino?
―No hay ningún asesino, Samanta, Aylin está viva.
―Perdón, pensaba en el que intentó asesinarla.
―No, nada aún y sí, me casé con ella, pero desde que nos casamos que ya no es la misma, se ha vuelto gruñona, controladora, de mal humor.
―No sé qué decirte…
―No me digas nada, solo dime que pensarás en mí y… si te decides a estar a mi lado, prometo hacerte muy feliz.
―Francisco, yo siempre he estado enamorada de ti y habría hecho cualquier cosa por estar a tu lado, pero tú la preferiste a ella.
―Me equivoqué, Samanta y, cuando desapareciste, pensé que me volvería loco.
―Cuando supe que te habías casado con ella, pensé que haberme venido a vivir aquí, había sido la mejor decisión que pude tomar.
―Pero ya ves que te seguí y quiero estar contigo.
―Yo también, Francisco, pero ¿y Aylin?
―Ella piensa que ando en viaje de trabajo, estaré viajando constantemente para verte. ¿Qué me dices?
―Sí, mi amor, claro que quiero estar contigo, siempre lo deseé.
Ella se acercó y lo besó en los labios.









Salvador Alba

«¿Tú qué harías?»

El jefe te ha echado la bronca porque no ha salido bien el proyecto que tenías a medias con el compañero que peor te cae. Con ese que hace poco, llega tarde, pero que es muy gracioso y se lo perdonan todo.
Sales del trabajo y en el último escalón te tuerces un tobillo y caes al suelo encima de un excremento de perro. Te levantas con la poca dignidad que te queda y vas a casa andando porque no te queda efectivo y tu tarjeta de crédito está caducada.
Llegas a casa, llamas al ascensor, pero el ascensor no baja, así que subes a pie diez plantas. En la décima te das cuenta de que alguien ha bloqueado la puerta con una zapatilla.
Al entrar a tu piso oyes una gota de agua, esa que lleva cayendo del piso de arriba dos semanas y aún no ha venido el fontanero a verla.
Abres la nevera y no hay más que un limón reseco, un yogurt caducado y una rama de perejil pocha. Coges el yogurt, cierras la nevera y agarras un trozo de pan duro de la encimera.
Te diriges al sofá y pones el televisor. No se ve nada, pero se oye. Tendrás que comprar otra porque tu técnico te estafó la última vez. Te comes el pan duro mojando en el yogurt y oyendo tu serie favorita, cuando el vecino de arriba, el de la gotera, pone la música a todo volumen: es su cumpleaños, lo sabes por el grito de «feliz cumpleaños, Gerardo» que ha precedido a la música. En ese momento tocan el timbre y abres la puerta.
Es el presidente de la comunidad, que te dice que limpies las persianas, que le da muy mala imagen al edificio. Tú le dices que sí, que en el fin de semana lo haces. Y le comentas lo de la gotera y la música del vecino. Y te responde.
—Eso son cosas sin importancia, en una hora bajará la música. Lo que no se puede tolerar es que deje una zapatilla en la puerta del ascensor. ¡Tenga más cuidado la próxima vez!
Ante esa acusación, ¿tú qué harías? ¿Te convertirías en un asesino o asesina?









Eelynn Cuellar

Dulce Tentación

Alguna vez mi doctor me dijo que el  pan es un asesino silencioso. Yo por supuesto me reí en su cara, vamos, ¿Quién se va a morir por comerse una dona, una concha, una oreja, un ojo de buey, una berlinesa? Eso es mentira, por supuesto hay que comer con medida y ejercitando un poco por salud en general. Pero si hay que reconocer y el pan es como el sexo: adictivo y delicioso, aunque decir que el sexo mata también es una tontería.

Total, ahí me tienen como todos los días saliendo a comprar esta delicia para poder cenar como Dios manda y... Sí, creo que tiene razón mi doctor, el pan si mata y más si vas por la calle se te rompe la bolsa de papel y el muffin se cree que es una pelota y comienza a rodar por la calle y uno ahí va uno corre que corre detrás de él sin prestar atención a su alrededor.

Al pobre Juanito lo han atropellado por no fijarse al atravesarse la calle, y todo por un pancito que corría por el asfalto. Cómo ya se imaginarán, vino la ambulancia por él y se lo llevó al hospital, la verdad es que no se ha muerto… todavía, pero está tan viejito que imagino que un día de estos estirará la pata y se irá al otro lado.









Freya Asgard


Dejé que se enfriara mi café al tiempo que desmigajaba un trozo de pan.
―¿Por qué no vuelves? ―me preguntó papá por enésima vez en aquellos días.
―Ya sé que no me quieres aquí ―repliqué.
―Sabes que no es eso, hija, lo que no quiero es verte así, pareces un fantasma andante.
―¿En serio? ¿Tenías que hacer esa analogía?
―Hija, tú lo amas y estoy seguro de que él también a ti.
―Papá, prefirió a su hermana ―le recordé.
―No lo sabes.
―Dijo que lo debía solucionar mientras me drogaba.
―Hija…
―No, papá, ya no voy a dejar que él se burle de mí, que se quede con su hermana y que sean felices por la eternidad.
―No seas irónica, hija, yo no te crie así.
―A ver, papá, ¿quién es tu hija? ¿Yo o él? ¿Por qué lo defiendes tanto?
―No es que lo defienda, hija, pero creo que estás haciendo drama por nada.
―Si yo te dijera que él asesino, ¿dirías lo mismo?
―¿Qué dices? ―me preguntó espantado.
―Asesinó mis sentimientos, papá ―le dije con tristeza.
No sé por qué le pareció tan gracioso y se largó a reír.
―Ay, hija, saliste a tu mamá en lo melodramática. Anda a hablar con él y escucha lo que te tiene que decir, cuando sepas las cosas como son, podrás tomar una decisión.
―No sé, papá.
―Ve, hija, si quieres, te llevo y espero afuera para traerte de vuelta.
―¿Por qué no hablas tú mejor con él?
―¿Y por qué yo?
―Tú después me cuentas.
―¿Por qué yo?
―Y no tengo que enfrentarlo yo.
―¡Cobardina! No, señorita, los problemas se enfrentan y tú debes enfrentarlo a él, yo puedo estar ahí para apoyarte, pero el trabajo lo tienes que hacer tú.
―Bueno, voy a ir más tarde o mañana.
―No, no, más tarde o mañana es alargar algo inevitable. Vamos.
―Vamos ―acepté con renuencia, sabía que debía hablar con él, pero eso no quitaba que me sintiera ansiosa, hacía una semana que lo había dejado y no sabía cómo me iba a recibir, esperaba que no me echara de casa antes de poder hablar con él, y que su hermanita no estuviera, porque si estaba, sería yo quien no querría hablar con él.









Katty Montenegro

En el relato de la semana pasada, Harmonie quedó de ayudar a nuestro amigo para que volviera a su vida y Darwin regresara a la suya.
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Me despedí de todos, comí un trozo de pan como pidió Darwin, bebí la poción que Harmonie había preparado y me recosté rogando que funcionara.
―Que tengas buen viaje ―escuché decir a Harmonie, la sentía lejos.
Poco a poco cedí al sueño. Tal como él había dicho, llegué al desierto donde se encontraba Darwin. Cuando pude reaccionar, vi que me miraba con ojos muy abiertos.
―Viniste ―dijo sorprendido.
―Sí… ¿Y ahora que? ―consulté.
―Ahora tenemos que atravesar el desierto, cuando cruzemos la puerta cada uno debe tomar el camino de regreso a su vida.
―¿Cómo saber cual es el camino?
―Yo lo sabré, yo te diré por donde ir.
―¿Por qué me hiciste comer pan?
―Porque el camino será largo, y aquí solo somos humanos.
Darwin empezó a caminar y yo lo seguí.
―¿Por qué hiciste esto? ―pregunté un poco molesto al rato.
―Porque extrañaba mi vida de humano. Aunque la tuya no es para nada como la mía. Se ve muy linda y todo, pero tu papá es un asesino.
―¿Por qué dices eso? ―pregunté horrorizado.
―Porque en cuando llegué, lo vi con un cuchillo enorme lleno de sangre. Me entró el pánico y ni siquiera lo saludé.
―Pero si es carnicero ―contesté risueño.
―Ah, eso no lo sabía ―se disculpó.
Caminamos por lo que me parecieron días. Cada cierto tramo teníamos que parar a descansar. En el camino conversamos y reimos. Darwin no era como lo imaginaba. Ese viaje hizo que lo apreciara.
Despues de mucho andar, vi una luz cegadora.
―¿Esa es la puerta?
―Sí, amigo, esa es. Ya casi llegamos.








Y que les parecieron???

Alguno es su favorito???

Y ya saben, pronto otra recopilación ya sea la mensual o quincenal.

Gracias por leernos y Besitos!!!






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