sábado, 19 de febrero de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias - Semana 5 y 6 by Varios Autores

 
Yo Escribo 52 Historias BFD



Semana 5 - Lasaña / Arma

Semana 6 - Televisión / Efímero




Varios Autores



Neus Sintes, Freya Asgard, María Elena Rangel, Salvador Alba, Guillermo Arquillos, Eelynn Cuellar, Katty Montenegro


Hello!


Y bueno, aquí llega la tercera recopilación del reto semanal del blog, donde seguimos abordo del barco 7 autores, se animará alguien más en las próximas semanas???

Así que tenemos aquí 14 historias muy diferentes en estilo, genero y longitud, por variedad no se  pueden quejar!!!

Y les recuerdo que el orden de los relatos fue conforme fuimos publicando en ambas semanas.












Neus Sintes

El Fugitivo

Soraya llegó a casa después de un día duro en el trabajo y encima poco recompensado, sobre todo si eras mujer. Coloco las llaves, como de costumbre en el soporte, que se encontraba en la mesa del recibidor de la entrada. Mientras se encaminaba a quitarse el peso de su chaqueta de cuero. Y el peso que llevaba sobre sus hombros; el del cansancio acumulado y la agobiante forma de pensar que tenía su superior acerca de tratarla diferente, que al resto de la plantilla de policía, por el mero hecho de ser mujer.

En la actualidad Soraya vivía sola en su apartamento de soltera, desde su última y frustrada relación amorosa que la llevo a tomar la decisión de que a veces es mejor estar sola que mal acompañada. Formaba parte del equipo de policías. Se había formado como cualquier otro hombre. Había pasado todos las pruebas exigidas, sin protestar y aprobando los exámenes de teoría y las de prácticas., como otro cualquier hombre.

—Hola Teresa —respondió, mientras cogía el auricular que empezó a sonar en la mesita de noche.

—¿Estas viendo las noticias? —preguntó su amiga —nerviosa.

—No. Todavía no lo he encendido al televisor. ¿ocurre algo?—preguntó — extrañada por el nerviosismo que padecía su amiga.

—Un fugitivo anda suelto. —le respondió Teresa, una vez más calmada.

Gracias por avisar. Estaré pendiente.

Al colgar el auricular, se recostó en el sofá, encendiendo el televisor.

El comentarista anunciaba lo que le había dicho su amiga minutos antes, por el auricular.

"Un fugitivo anda suelto. Los encargados del caso, lo están buscando rincón por rincón." A la espera de nuevas noticias. Id con cuidado. Puede ser peligroso e ir armado.

Después de un día duro en el trabajo poco recompensado. Se encamino hacia la cocina a preparar lasaña, su plato preferido. Se lo tenía bien merecido. A continuación, se encaminó hacía su habitación, guardo su pistola, su arma de trabajo en el cajón de su cómoda y se preparó para ir a descansar. Cuando un sospechoso ruido oyó en la puerta trasera de la cocina.

No sabía si podría ser el fugitivo del que tanto se hablaba en los medios de comunicación. En todo caso, si así fuese, se había metido en la casa de una policía sin humor alguno.

Soraya se descalzó para evitar hacer ruido alguno, asió su arma que había escondido. En el salón se oyó el crujir de un cristal roto. Sus pensamientos fueron en su mente a mil por hora. Mantenía la calma pero también estaba preparada para la acción. Observó al fugitivo, el mismo rostro que había visto en televisión, la misma cicatriz en su cara. Era él.

—¡Manos arriba! - exclamó Soraya, sin previo aviso. —Estas frente a un agente de policía. Enseñando su placa de identificación.

El fugitivo miró a ambos lados, sin ver ninguna escapatoria. Mientras veía a Soraya acercarse lentamente, con la pistola en sus manos, firme y el gatillo preparado para cualquier acción.

—Cualquier movimiento le será en vano.

Soraya tenía unos reflejos de gacela, y sin más miramientos extrajo de sus caderas unas esposas con las cuales arresto al fugitivo, haciendo una llave de defensa.

A partir de ese día dejaron de tratarla diferente. Empezaron a tratarla como mujer y como una profesional que era en su oficio.








Freya Asgard


Juan recibió la lasaña que había pedido por delivery. Se sentó en la mesa de la cocina y comenzó a comer. Sabía que merecía aquella soledad. La hermana de su esposa se le había insinuado y él no pudo resistir su instinto de macho y cayó en sus redes. Cuando Maritza se enteró, lo dejó abandonado. Y su cuñada-amante también terminó con él. Así que allí estaba, solo y deprimido. 
Terminó su lasaña y, sin pensarlo más, tomó su arma de servicio y se dio un tiro. Ya no molestaría a nadie. 








María Elena Rangel

Reconciliación

Amelia tuvo una discusión con su novio. Reconocía que de verdad, a veces, se comportaba como una niña caprichosa. Él se había marchado de la casa molesto y aún no regresaba; eso la tenía preocupada.

Marcó a su móvil, cayó la contestadora. Decidió dejarle un mensaje:
"Cariño, lo siento mucho. No quiero que estés enfadado conmigo. Vuelve pronto. Te extraño... Y te amo".

Ella tenía un arma secreta para reconciliarse con su amorcito, y puso manos a la obra.

Cuando volvió lo tomó de la mano para guiarlo al comedor. Al llegar, él sonrió, la abrazó y le regaló un sonoro beso.

Y es que no hay nada como una deliciosa lasaña para poner de buen humor a su chico. 








Salvador Alba

Salud, Dinero y Amor

Papa Giorgio disfrutaba de una auténtica lasaña italiana en su restaurante, en su rincón, desde donde veía todo el local y donde sellaba todos los negocios, con un apretón de manos y degustando el mejor tiramisú de toda Roma.
Flavio, uno de sus guardaespaldas, se acercó hasta él acompañado de una joven muy atractiva, que lucía un vestido turquesa muy elegante y acertado para aquella noche.
—Señor Lombardi, aquí está la dama que esperaba.
Papa Giorgio asintió y Flavio se marchó a la puerta del local tras echarle una mirada a los ojos de la joven, cosa que a ella le encantó. Al instante, el anfitrión realizó un gesto con la mano ofreciendo asiento a la mujer.
—Disculpe, señor Lombardi, creía que habíamos quedado a esta hora, siento que haya empezado a cenar sin mí.
—Ha llegado a la hora acordada, señorita, tenía hambre y he comenzado sin usted. Espero que no le moleste.
—Por supuesto que no, señor. Me deja más tranquila.
—Llámeme Giorgio.
—Como desee, Giorgio.
El camarero sirvió la bebida a la señorita y trajo otra lasaña para ella.
—Oh, disculpe, no como carne.
Papa Giorgio miró a la mujer fijamente y esta continuó.
—Bueno, está bien, seguro que me encanta esta lasaña boloñesa.
Tras ver cómo daba el primer bocado la mujer, comenzó a hablar.
—He estudiado su oferta, Antonella.
—Mi nombre es… —Cesó de hablar al sentir la mirada de Papa Giorgio—.
—Decía que he estudiado su oferta y tengo que decirle que acepto.
—¡Oh! Muchísimas gracias, señor Lombardi… —Papa Giorgio volvió a clavar sus ojos en los de la mujer—. Quise decir Giorgio. Muchas gracias, Giorgio.
—No tiene por qué darlas. A partir del mes que viene comenzará a recibir sus beneficios. En estos momentos, el local que me indicó está siendo reformado y la semana que viene una de mis sobrinas se hará cargo del negocio. Espero que sea de su agrado.
—Pero es mi proyecto, quiero trabajar en él. —Papa Giorgio volvió a clavar la mirada en la joven, pero esta continuó—. No puede quitarme mi idea, es mía.
Luigi, el cocinero, hizo aparición con dos tiramisús. Se había percatado de la actitud de la joven.
—Señor Lombardi, espero que este tiramisú sea de su agrado, acabo de hacerlo. Estoy seguro que a la señorita le encantará.
—No me gusta el tiramisú.
Papa Giorgio no cesaba de mirar a la joven, serio. Luigi continuó.
—Señorita…
—Antonella —respondió Papa Giorgio.
—Me llamo Isabela.
—Señorita Antonella —insistió Luigi—, estoy seguro de que el tiramisú le encantará. La otra opción no creo que sea de su agrado. —Luigi se metió la mano en el bolsillo del mandil y asomó la culata de un arma, asegurándose de que la joven la viera.
—Sí, probaré el tiramisú. Y llámenme Nella, ahora somos amigos.
Luigi se retiró tranquilo ante esas palabras. Papa Giorgio, sonriente, apartó las lasañas a un lado y acercó los tiramisús. Dio tres bocados, que disfrutó como un niño pequeño, y volvió a fijar la mirada en la joven, que observaba temblorosa y con cara de asco la primera cucharada del postre. La mujer se la introdujo en su boca, y se le iluminó el rostro.
—Veo que le gusta, Antonella. A veces solo hay que ceder y probar las cosas para que le gusten.
Papa Giorgio le tendió la mano y ella se la estrechó, se comió todo el tiramisú y le dio su número de teléfono a Flavio.
A pesar del miedo que pasó y de tener que hacer las cosas al modo de Papa Giorgio, la noche había sido muy fructífera para Antonella: no había perdido la salud, en breve le llegaría el dinero y estaba segura de que el amor también.








Guillermo Arquillos

Maldita Noche De Tormenta

—Estaba buena la lasaña que nos ha hecho la vieja, ¿eh, Marcus? —dijo ella—. Pero yo creo que me ha un poco sentado mal.
—Se supone que es su especialidad, ya lo has visto en los letreros. Estaba un poco pasada con las especias, pero buenísima.
—La madre me da pena. Está muy mayor. Lo siento por ella…
—Es lo normal —le dijo a su esposa—. Las cosas que les suceden a los hijos, los padres las vivimos si nos pasaran a nosotros. Ese Norman era un cabronazo. 
Volvía a caerse el cielo, como cuando llegaron al motel. Habían esperado una ocasión como aquella desde que su hija llegó a casa llorando. Su abogado, que había pasado por algo parecido, había sido muy claro: 
—La ley no hará nada: le tomarán declaración al tal Norman y poco más. Tendríamos que tener una señal incuestionable de que fue él quien la violó. 
—Nosotros creemos a nuestra hija —dijo Marcus.
—No es suficiente, ya lo sabéis. Necesitamos pruebas irrefutables. De otro modo, quedará impune. Además, volverá a hacer lo mismo una y otra vez. Ayer le tocó a vuestra hija. Mañana podría ser la mía, de hecho, el tipo lo intentó; pero también podría ser cualquier otra muchacha a la que encandile.
Hanna se inclinó y se puso a llorar entre las manos.
Al salir del despacho, los padres ya habían decidido lo que iban a hacer. Tendrían el apoyo de su amigo, el abogado: estuvieron esperando varias noches, vigilando para que no hubiera clientes en el motel. Al fin y al cabo, el negocio era muy pequeño y todas las ventanas daban a la carretera. Era fácil saber si había huéspedes.
Aquella noche, Norman y su madre estaban solos. Cuando más llovía, el matrimonio paró el mercedes junto a la entrada y se registraron con nombres falsos. Cenaron lo que les cocinó la madre y se fueron su habitación. 
Al cabo de un buen rato, Marcus actuó con rapidez: llamó a Norman para que arreglara un desperfecto imaginario en el baño, casi sin mediar palabra, lo mató de dos disparos. A pesar de los nervios, no se había olvidado del silenciador.
Hanna limpió lo mejor que pudo y su marido, en medio de la lluvia, se deshizo del arma en un pozo de uno de los patios traseros. No les importaba que la madre los pudiera reconocer porque su abogado se encargaría de proporcionarles una coartada perfecta. Además, habían usado guantes todo el tiempo. Hasta comiendo. En cualquier caso, pasase lo que pasase, ellos habían decido acabar con aquel canalla que había violado a su hija.
Era una fuerte tormenta y cada uno se encerró en sus propios pensamientos mientras se alejaban del motel. 
—No es un asesinato, Marcus, es justicia —había dicho Hanna en alguna ocasión.
—Es por nuestra hija y por las muchachas a las que podría hacer lo mismo. 
Pasaron unas dos horas. Llovía tanto que había que circular con mucha precaución porque apenas se veía el asfalto. Poca gente se aventuraba por aquella carretera de mala muerte.
Sonó el móvil de Hanna: número oculto. Extrañada, puso el altavoz.
—¿Sabe? —dijo la voz de la madre de Norman—, cuando los he visto entrar en el motel, los he reconocido inmediatamente. Sus fotos están en los periódicos. Me ha costado encontrar este número en internet. Ustedes acusan a mi hijo de haber violado a su chica. Quiero que sepan que él no puede hacer hecho algo así. Yo lo conozco y lo creo.
No sabían qué contestar.
—¿Dónde está mi hijo? No lo veo por más que lo busco por todo el motel. Sé que ustedes tienen que ver con que no lo encuentre —se notaba que la mujer estaba llorando.
La pareja se miró en silencio. Ahora, solo ahora, se daban cuenta de la atrocidad que habían cometido.
—Sí. Mi instinto me ha dicho que han venido a hacerle algo malo a mi Norman. Por cierto, espero que les haya gustado mi lasaña. Llevaba un ingrediente muy especial que se puede detectar en una autopsia. A estas horas, ya debe haber empezado a hacerles efecto.
Nadie se explicó por qué la pareja viajaba a toda velocidad por aquella vieja carretera, bajo una tormenta tan fuerte. 
Al día siguiente, un camionero encontró los dos cuerpos dentro del mercedes accidentado.








Eelynn Cuellar

Pedida De Mano

Solo a mi se me ocurrió decir que yo llevaba la cena... A mí que se me quema el agua. Pero está será mi arma letal para conseguir que caigan rendidos a mis pies y acepten sin chistar mi compromiso con única hija.

Son la familia con más poder adquisitivo del pueblo, son dueños del rancho y cabezas de ganado que emplea a la mayoría, a los que no se han ido al otro lado. Ellos acostumbran a ver siempre hacia abajo, aunque Silvana, es muy diferente a sus padres, a ella no le importó que fuera alguien inferior. Soy dueño del único cibercafé de este y poblados cercanos, para muchos, tener cinco computadoras es una fortuna, podría serlo, pero solo les cobro lo justo para librar las facturas del negocio y de la casa.

Y no, no es lo que piensan, no me quiero casar por interés, es por amor. Así que para quedar bien, me ofrecí a llevar un manjar a su mesa, algo que yo creo ni ellos acostumbran comer. Busqué mil tutoriales en YouTube.

Lasaña fue la elegida. El único problema que veía era conseguir la pasta, así que también tendría que prepararla, quizá esto sería lo más complicado de la preparación. Por lo menos se veía bonito el resultado final. Claro, después de cinco bandejas que tuve que desechar por diversas razones, y ya que estaba como chef, decidí hacer un poco de pan de ajo —que se quemó una poco— y una ensalada sencilla, me hubiera gustado llevar un buen vino, pero lo más que conseguí en este lugar fue una botella de sidra.

Con mucho orgullo presente mis preparaciones. En silencio se sentaron en la mesa e indiqué a sus empleadas como servir la cena. No decían nada y comieron hasta limpiar los platos, mi pecho se hinchó de orgullo cuando mi futuro suegro pidió repetir.

Mientras estábamos en el salón, tomando café y galletas, me aclaré la garganta y me puse de pie. Era el momento.

Mi suegra fue la primera en interrumpir, después mi cuñado, mi suegro y finalmente Silvana. Todos se movieron en cámara rápida para ver quién llegaba primero a los servicios.

El canto que llegó a mis oídos, me indicaron que algo hice mal y definitivamente no me darían su mano.








Katty Montenegro

Secuestro

La lasaña quedó servida. Rick, Cedrik, Leonor y Charlotte, salieron a buscar a Rosemary y los niños, estaban preocupados, sobre todo con lo que había estado pasando con Elizabeth.
Fueron preguntando a la gente del pueblo si los habían visto, pero nadie vio nada, nadie sabía nada. Leonor, llena de desesperación, fue a la casa de Elizabeth.
—Hola, Leonor —. Salió el padre de la chica.
—¿Tu hija? —preguntó con ira contenida.
—Elizabeth no está aquí.
—¿Dónde está?
—En el mercado, fue a comprar para el almuerzo. Estamos demorados.
—¿Si? Que extraño, porque vengo de allá.
—Leonor, dime lo que necesitas, tal vez puedo ayudar.
—Quiero a mi nuera y a mis nietos, eso quiero.
El hombre hizo un gesto casi imperceptible.
—Desaparecieron, tu hija ha estado haciendo constantes amenazas, inventa historias. Es como sumar dos más dos.
—De verdad que no...
Un llanto se escuchó desde dentro de la casa.
—Lo siento mucho, pero voy a entrar.
El hombre no puso resistencia, Leonor entró y se quedó horrorizada. Rosemary estaba en una esquina con los bebés en brazo, muy pegados a su pecho. Elizabeth la apuntaba con una pistola y en cuanto la vio entrar, cambió de objetivo.
—¡¿Tan difícil es cumplir una orden?! —le gritó a su padre.
—Ella entró, escuchó el llanto. Hija baja esa arma. Basta ya de todo esto.
—Tu nunca me has apoyado —dijo casi llorando.
La mujer intentó acercarse a Rosemary pero Elizabeth quitó el seguro en señal de amenaza.
—Leonor, cuando llegué ya la tenía aquí, no pude hacer nada. Nos tiene secuestrados... y ahora también a ti.











María Elena Rangel

Triste es Decir Adiós

Me sorprende lo efímero que a veces puede ser el amor.

Lo conocí una tarde de otoño. Me encontraba sentada en un banco del parque frente al edificio donde vivía. Leía mi novela muy concentrada cuando, al levantar la mirada, lo ví pasar trotando. Él, al verme frenó en seco, y se acercó a mi con una sonrisa de esas que desarman.

-¡Hola! No te había visto antes por aquí.

Yo sonreí con timidez.

-Eso es por que acabo de mudarme a esta ciudad.

-¿Puedo sentarme un rato contigo?

-No estabas haciendo ejercicio?

-Creo que terminé por hoy. Me parece que ya no podré concentrarme.

Fue así como se hizo costumbre, cada tarde, el encontrarnos... Y enamorarnos... Ya no quisimos separarnos y decidimos vivir juntos.

De eso hace tres años. ¡Tres! En los cuales fui testigo del cambio progresivo de su personalidad. Ya no era el chico alegre, cariñoso y detallista del que me enamoré. Por más que insistí nunca quiso decirme lo que pasaba por su mente... Por su alma... Por su corazón.

Cada tarde al regresar del trabajo me encontraba la misma escena. Él ya estaba en casa tirado en el sofá, mirando sin ver la televisión.
No aguanté más. Entré en nuestra habitación, hice las maletas; regresé a la sala, me paré frente a la televisión y le dije:

-Me marcho!

Él me miró sin comprender. Tomé las maletas y con tristeza salí por la puerta sin mirar atrás.








Freya Asgard

Maribel se posicionó frente a la cámara, sería su primera aparición en televisión y estaba feliz.
–Tu turno –le dijo el director.
Maribel caminó, cruzó la calle y desapareció por el otro extremo.
Ese fue su efímero paso como actriz.








Neus Sintes

Dentro De Una Película Virtual

Julia se encontraba con su bolsa de palomitas recién hecha, mientras se acomodaba en el sofá para ver una de esas películas de fin de semana, en las que se encontraba sin compañía. Descartó las del género amor, ya que había roto con su novio y no tenía ganas de ver ningún tipo de película relacionado con ese tema. También descartó las de miedo. Prefería verlas en compañía. Obviamente.

Las de drama ni hablar. No estaba para llorar. Solo le quedaban las de aventuras y las de suspense. Se decantó por ver una de aventuras, cuyo título y portada le llamaron la atención. No recordaba tener o haber visto esa película. La curiosidad pudo más. Ahora sí ya estaba preparada para verla tranquilamente.

En la pantalla aparecieron unas letras cuyo texto decía: "No aptos para mayores de 18 años". Julia se echó a reír para sí misma. Ella ya los tenía más que superados. Con el bol de palomitas encima de regazo, empezó a a darle el primer mordisco a las palomitas, aún calientes.

En un instante efímero, las luces se apagaron dando paso a la oscuridad. Una luz apareció de la pantalla del televisor, dando lugar a una cara de un hombre misterioso. Cuyas palabras resonaron en sus oídos:

Julia, bienvenida. Has decidido por voluntad propia sumergirte en este peligroso juego. Aceptaste los términos que daban acceso a lo que suponías que era una película, cuando lo que estas viendo es tú realidad.

Cuando las luces volvieron a encenderse, Julia había desaparecido, dejando derramadas por el sofá las palomitas. La única pista, la única huella que Julia dejó en su casa. Se encontraba muy lejos de su tiempo. Ahora estaba bajo los efectos de un juego virtual. 








Eelynn Cuellar

Sueño... Frustrado

En casa siempre me dijeron que me preparara, que la carrera en televisión es efímera y así como alcancé la fama en poco tiempo, mi caída podría ser igual de rápida y pronto se olvidarían de mí.

Cuando sucedió, recordé sus palabras, me di cuenta que es un medio muy difícil, lleno de hipocresía y que detrás de uno hay veinte esperando ocupar un lugar que todavía está caliente, la televisión es muy falsa y de corta memoria para algunas cuestiones.

Probablemente, en unos meses podría regresar y ser la estrella que fui durante un par de años, pero sinceramente no quiero que me pongan el mote o me recuerden como la madre del hijo de... Mi pequeño sol que está por nacer, merece algo más que eso y soy mucha madre y mujer para dárselo todo.








Guillermo Arquillos

Karen, La Famosa

—Y ahora, ¿qué es lo que quieres? —se estaba arreglando las uñas mientras decía esto. Ni siquiera la miraba.
—Quiero que me ayudéis a tener otra cita con él —se le saltaban las lágrimas—. Quiero que reconozca que es también hijo suyo —y se tocaba en el vientre—. Quiero que me echéis un cable para que no me deje tirada.
—Mucho pides, monina —la ejecutiva tenía mucho trabajo con aquellas uñas—. Pero nosotros ya hemos cumplido lo que habíamos acordado…
—…¿y me vais a dejar así? —interrumpió Karen.
La mujer pareció reflexionar un instante. Abrió el cajón de su mesa y, acostumbrada como estaba, firmó dos cheques y escribió las cantidades.
—Toma, monina —le acercó el primer cheque—. Esto es una gratificación adicional. No estaba pactada, pero tampoco creíamos que las cosas nos fueran a salir tan bien. Has sabido jugar tus cartas. Sabemos ser generosos —sonrió y cerró un poco ambos ojos a la vez. 
Era un gesto de pretendida complicidad. Como Karen la miraba con los ojos muy abiertos y no tomaba el cheque, lo puso en la mesa, delante de la chica. Y siguió hablando:
—Y esto es para superes ese "inconveniente" —miró al vientre de Karen, pero pensó que tenía que ser más directa porque ella parecía no saber a qué se refería—. Para que abortes, tontina. No nos íbamos a olvidar de ese "detalle".
Y le puso el segundo cheque encima del primero.
Karen no podía creérselo:
—Vosotros me prometisteis…
—…¡una mierda te prometimos! —la ejecutiva se había enfadado—. Nosotros te sacamos del arroyo y te hemos paseado por los programas. Has sido la estrella de la televisión cinco meses. ¡Cinco meses! ¿Qué te creías? ¿Qué ibas a convertirte en la nueva Belén Esteban porque te has tirado a Víctor? Mira, monina… —hizo un gesto con la mano juntando los dedos para significar abundancia—… así hay niñas como tú que están dispuestas a hacer lo que tú, durante más tiempo y ganando la mitad. Así hay de gente que estaría dispuesta a una fama más efímera que la tuya.
Se hizo el silencio.
La ejecutiva también se daba cuenta de la barbaridad que acababa de decir. Pero no importaba: era su trabajo. Y su trabajo incluía el meterles chicas guapas a algunos actores en sus camas para que les pusieran los cuernos a sus parejas; para que pudieran, con el escándalo, volver a la fama. Así conseguían nuevos papeles en películas y su productora se llevaba un porcentaje del contrato. Era un negocio redondo para todos. Para el actor, por el papel; para la productora, por el porcentaje y para la chica por la fama en la televisión. Si era buena, se quedaba algún tiempo haciendo bolos. Si era vulgar, su fama habría sido pasajera.
Y Karen era vulgar.
—Pero yo me he enamorado de Víctor. Yo lo quiero…
La ejecutiva sonreía. 
Karen prosiguió:
—… y este niño es suyo. Tiene que reconocerlo…
—Mira, monina —dijo la ejecutiva—. Ese niño puede ser suyo, puede ser de cualquiera de tus amigos o de un desconocido. No me hagas reír.
Karen no se lo podía creer.
—¿Me estás llamando puta?
—No, no, no. No me malinterpretes. No lleguemos a la tragedia. Sólo te estoy diciendo que cojas tus cheques, que vayas a una buena clínica, que te deshagas del problema, y que a otra cosa, mariposa. A la carrera de Víctor no le interesan más líos.
Y añadió:
—Estoy segura de que, en un futuro no muy lejano, volveremos a reanudar nuestra relación laboral —se puso en pie y extendió la mano para despedirla.
Al salir del despacho, a Karen le sudaban las manos. Se abrazó el vientre. Temblaba.
—¿Estás mal, chica? —le preguntó una secretaria que pasaba, sin detenerse. 
Ella movió con rapidez la cabeza, negando.
Se subió al ascensor. Estaba vacío. Apretó el botón del último piso.
Cuando se detuvo, todavía tuvo que subir un tramo de escaleras. Salió a la terraza y anduvo sobre las piedras de la cubierta. Se subió al pretil y se lanzó al vacío. 
Veinte pisos.
La ejecutiva entonces, solo entonces, se dio cuenta de que Karen había dejado los dos cheques encima de la mesa. 








Salvador Alba

Un Momento Extraño

Estoy viendo la televisión y me parece que han emitido un anuncio de un mazo de demoliciones. No sé, no estoy segura de ello. No, creo que no… Aunque nunca se sabe, como los anuncios son cada vez más efímeros. Llaman al timbre y abro la puerta.
No hay nadie. Me siento en el sofá.
Llaman a la puerta otra vez. Abro.
No hay nadie. Vuelvo al sofá.
El timbre suena por tercera vez. ¿Quién será el gracioso? Me levanto enfadada y con las rodillas doloridas; definitivamente ya estoy muy mayor. Abro y sigue sin haber nadie.
Cierro y espero a que llamen, con la mano en el tirador. Y abro nada más oír la primera nota de la campanita.
Nadie. Me asomo al pasillo y no hay nadie.
Me quedo con la puerta abierta y vuelve a sonar el timbre. Ojiplática, me recorre un escalofrío por todo el cuerpo y cuando cierro se apagan todas las luces del piso. Se me escapa un poquito de pipí. Y se me aparece con un haz de luz angelical la Virgen María. De mis ojos brotan lágrimas de felicidad y caigo de rodillas al suelo. Antes de que pueda articular palabra me dice que seré muy feliz con el hijo que espero.
Desaparece y vuelve la luz. Me siento en el sofá.
Aún algo aturdida, pienso en que es muy raro que me haya quedado embarazada teniendo sexo con mi mujer; y mucho más a mi edad. Quizás sea cosa de la gracia de Dios... De cualquier manera, creo que sí, que he visto el anuncio del mazo, tengo unas ganas terribles de comprarme uno.








Katty Montenegro

Es Mía

—¿Qué creen que pasará cuando vean que yo tampoco estoy? —habló Leonor.
Elizabeth no contestó. 
—Hija, si los dejas ir ahora tal vez las consecuencias no sean tan graves.
—Fue tan efímero mi amor con Ellery —sollozó.
—Amiga. —Llamó su atención Rosemary—. Mírame y dime qué todo esto es verdad... Que de verdad tuviste algo con Ellery.
Elizabeth la miró con odio.
—¿Qué importa si fue real o no? 
—Claro que importa.
—Para mí fue real.
—Estás loca. —Tal vez ese fue el peor error de Rosemary.
El día pasó y Elizabeth no se dió por vencida. Los separó, Rosemary y los niños por un lado, su padre por otro y Leonor sola, era en parte quien más le preocupaba que perjudicara todo, pues era la más firme y decidida.
Rosemary terminó cediendo al cansancio y se durmió. Cuando despertó Elizabeth sostenía a Caroline.
—Es muy linda, ¿no?
—Elizabeth, ella no tiene nada que ver, dámela.
—Tiene todo que ver. Es la familia que me correspondía.
—Es mi hija.
—No. Ahora es mi hija.
—Las cosas no funcionan así, pásamela —pidió acercándose despacio.
—Si pudieron crear una televisión, puedo hacer de esta pequeña mi hija.
—Ni siquiera han creado una funcional aún. Solo son imágenes estáticas —la joven madre ya casi había logrado llegar a ella.
—¡Pero lo harán! ¡Y está niña será mía! —Elizabeth disparó al aire, asustando a Rosemary, momento que usó para irse con la niña.







Que les han parecido???

Muy variados no???

Y bueno, más o menos en do semanas, vamos con una recopilación más, pero recuerden que esta semanal o mejor dicho quincenal no es la única, que los mismos autores y quizá alguno más están en la mensual.

Gracias por leernos y besitos!!!






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