sábado, 12 de febrero de 2022

(Recopilación) Yo Escribo Enero by Varios Autores

 
Yo Escribo Enero 2022 BFD


Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso


Freya Asgard, María Elena Rangel, Mercè Gil, Neus Sintes, Salvador Alba, Izaskun A. Z., Katty Montenegro, Guillermo Arquillos, Eelynn Cuellar



Hello Criaturitas del Señor!!!!

Comenzamos un nuevo año de este #RetoDeEscrituraBFD que es el #YoEscribo en su modalidad Mensual (recuerden que también hay uno semanal), y bueno, este tercer año aumentó la dificultad al tener 5 palabras: un color, un lugar, un sentimiento, un alimento o bebida y una palabra random, como en años anteriores yo ninguna palabra elegí, fueron amistades de Facebook y la elección de palabras fue por medio de Sortea2.

Originalmente pensaba escribir solo el relato con las 5 palabras, pero el subconsciente me traicionó y terminé diciendo en la convocatoria que haría los 6 relatos, de manera individual y las 5 palabras y no me iba a echar para atrás... así que aquí están mis primeros relatos de este año, y bueno, de manera individual, estaré compartiendo los semanales.

Y antes de que se me olvide, habrá las recopilaciones mensuales de este reto y del semanal serán quincenales.












Freya Asgard

Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso
Quemada
Me tiré en la arena para tostarme, hacía mucho que no podía ir a la playa así es que lo disfrutaría, los días habían estado más helados de lo usual y yo odio el frío. 
Estaba feliz de poder disfrutar de un día soleado y que coincidiera con mi descanso. 
Pasó un vendedor y me compré una dona, no quería llegar a preparar comida y con eso sería suficiente. 
Me quedé allí cerca de una hora. Pudo ser más, en realidad, pues cuando abrí los ojos, me ardía todo el cuerpo. 
Recogí mis cosas y me fui a mi automóvil. Me había quemado más de la cuenta. 
Al llegar a mi casa, me serví un vaso de jugo de naranja para refrescarme y me eché una crema de aloe vera para el ardor. 
Al día siguiente, me levanté y me di una ducha helada, estaba roja como una jaiba, ¿cómo me presentaría en mi trabajo con esa pinta? 
Intenté ocultar mi rojez con maquillaje, lo que no sirvió de mucho. 
―¿Qué te pasó? ―me preguntó mi jefe. 
―Me fui a la playa ayer y parece que me quemé, me duele todo ―contesté con sinceridad. 
―¿Y qué haces aquí? ¿Por qué no llamaste avisando que te sentías mal? 
―¿Cómo iba a hacer eso? ―pregunté sorprendida.
―Vuelve a casa, Gaby, cuando estés mejor regresas. 
―¿De verdad? 
―Sabes que sí. ―Me tomó de los hombros y yo me quejé―. Lo siento, lo siento. ―Me soltó de inmediato―. Vete a casa. 
Me miró de esa forma que me ponía tan nerviosa. 
―Marcos…
―Ve a casa, preciosa―. Me dio un suave beso en la frente, apenas fue un roce.
Le hice caso y me devolví, dormí toda la mañana hasta pasadas las tres de la tarde, al despertar me sentía mejor. Pedí algo para almorzar y encendí la televisión. A las seis tocaron a mi puerta. 
―¡Marcos! ¿Qué haces aquí? 
―Vine a ver cómo seguías. 
―No era necesario.
―¿No te das cuenta de que me preocupas? 
Claro que me lo había demostrado muchas veces en el último tiempo, pero era mi jefe…
Interrumpió mis pensamientos con un beso. Me tomó de las manos, no podía tocar ninguna otra parte de mi delicado cuerpo. Ya habría tiempo para más.  









María Elena Rangel

Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso
Odio las Donas, pero...

Estaba recostada en una tumbona en la playa, a la orilla del mar, escuchando embelesada el sonido de las olas al chocar en la arena; no hay nada que me relaje más que ese celestial murmullo.
Alcancé mi jugo de naranja con ginebra, tomé un pequeño trago, y justo en ese momento reparé en un grupo de hermosos hombres que jugaban alguno de esos juegos con pelota; parecían salidos de un catálogo de Avon.
No sé cuánto tiempo estuve recreando mi vista con semejantes especímenes, cuando en un saque demasiado fuerte la pelota casi me golpea en la cabeza.
-Lo siento -se disculpó el chico más bello que vi en mi vida-. ¿Te hizo daño?
Me quedé mirándolo como tarada, solo pude balbucear.
-Nnnno...
-Mis amigos se vuelven trogloditas cuando tienen una pelota entre las manos. ¿Te puedo invitar una dona para compensarte?
Yo odio las donas, pero este chico bien vale un pequeño sacrificio, pensé.
-¿Por qué no? Acepto tu invitación.
Con ello gané la sonrisa más sexi que jamás había visto.
Hoy estoy de nuevo en la playa con mi novio; sí, el mismo chico que me invitó una dona... ¿Y saben qué? Ya no las odio tanto después de todo.









Mercè Gil

Naranja / Playa / Odio
El Verano En El Salón

—Ya lo sé, ya sé que tú tienes que negarlo, pero el color naranja de esa arena me parece excesivo. Eres un buen pintor, tus obras me encantan, pero ésta, esta playa de colores tan estridentes, no. Odio los colores subidos en un paisaje, prefiero los tonos pastel y blancos, que aportan paz y tranquilidad a mi espíritu. 

—Pero hombre, el Mediterráneo en verano es pura explosión de color. Los azules son brillantes y la arena arde. Eso es lo que quería expresar con mi pintura.

Esta conversación se desarrollaba en la galería de arte Artur Ramon Art, en Barcelona, en la inauguración de la exposición de la obra reciente de Miguel Muro, pintor afincado en Madrid. El crítico era su amigo Fernando Robles, de Barcelona.

—Lo que pasa es que viviendo en Madrid no puedes impregnarte de lo que es el Mediterráneo. Ve a la Barceloneta cada día y observa: ni en pleno agosto la arena es de este color. 

Una niña de ocho años que había asistido a la inauguración acompañando a su madre, permanecía cerca, observando la pintura. De pronto, exclamó, llamando la atención de su madre: —¡Mamá! ¡Este es el cuadro que más me gusta, es el verano en la playa! ¡Si la ponemos en el salón, siempre será verano!

La madre y otros visitantes se acercaron a la pintura, observándola atentamente. El pintor y el crítico quedaron atrapados entre el gentío que comentaba la pintura y asentía. Al punto, algunos le felicitaron por su trabajo y especialmente por ese cuadro. La pintura fue adquirida al instante por un comprador y al poco se vendió buena parte de la colección. 

Al final de la tarde, al despedirse, el crítico le dijo al pintor: —Enhorabuena, parece que vale más la opinión de una niña que la de un crítico, pero la verdad es que como ella dice, alguien se ha llevado el verano a casa. 

En cuanto salió por la puerta, se acercó la niña al pintor, y le dijo, echándosele al cuello en un abrazo: —Tío, no hagas caso a este señor. Oí lo que te decía, por eso le dije a mamá en voz alta lo que pensaba.

—¡Pues sí que eres lista, sobrinita! Pero, ¿te gusta mi cuadro, o no?

—Claro, tío, es el mejor de todos. 









Neus Sintes

Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso
Amor a primera vista

Dereck, no soportaba el calor y mucho menos el del mes de agosto. Se encontraba caminando cerca del paseo marítimo. Era el sitio ideal para caminar, excepto por el calor sofocante. La tranquilidad se agradecía, después de un día de trabajo. Y la brisa, la mejor compañía, aunque por desgracia, esa día no había brisa ni aire que se pudiera respirar. Solo los rayos de sol que seguían acechando, como si de rayos de fuego se trataran. Empezó a notar como las gotas de sudor empezaban a resbalar por la frente. 
-¡Agosto! - dijo para sí - Cómo odio este mes, envuelto de su intenso calor y apenas se puede respirar. Se sentó en un banco de piedra, donde un chiringuito servía bebidas. Se sentó en una pequeña sombra que encontró, que le resguardó, al menos, de los rayos del sol. 
-Desea algo, señor? - le preguntó el camarero al acercarse.
-Sí. Un vaso de agua fresca y una dona
-De acuerdo. Enseguida se lo traigo. La dona se refiere a las rosquillas que tenemos a la derecha, cierto? - preguntó - asegurándose.
Dereck, asintió con la cabeza - exhausto. Desde donde estaba sentado, podía ver la playa. Estaba calmada, no se apreciaba ninguna ola. El mar de un azul intenso, se encontraba en calma. Podía ver a las parejas caminar tranquilamente, cogidos de la mano. Por el carril bici, en cambio. algún que otro ciclista o patinador con sus botellas de agua para no deshidratarse se le veía haciendo ejercicio. 
-Aquí tiene - El camarero le sirvió la dona junto a una botella de agua fresca y un vaso.- mientras se adentraba dentro del local para atender a otros clientes. Dereck bebió con ansias. Estaba sediento. El agua le alivió.  A finalizar pagó en efectivo y se encaminó, de nuevo, con mas energía para enfrentarse al calor. Cuando sus ojos se posaron en una bella muchacha, cuyos cabellos dorados, se entremezclaban con el sol. Andaba descalza sobre la arena húmeda, mientras las pequeñas olas que llegaban a la orilla le mojaban con suavidad sus tobillos. 
Sus andares se parecían a la de una diosa, con esa vestido blanco veraniego que le transparentaba el bikinis que llevaba, como única prenda. A diferencia de las demás chicas con las que se había cruzado, a simple vista parecía natural. Mientras caminaba, iba mordisqueando, la naranja que en una de sus manos reposaba. Dereck, no podía desviar la mirada de esa chica, de la que le gustaría aproximarse. Poco a poco, sin darse cuenta, se había alejado y acercado a la playa, tras la chica que le había robado el corazón. 
Al cabo de unos minutos la chica paró en seco, había notado la presencia de que alguien la estaba observando. Al volverse, sus ojos celestes como el mar, quedaron clavados en los de Dereck. Ella lo miró, con los labios entreabiertos por la sorpresa y Dereck, sin saber que hacer, quedó prendido de un amor, que no sabía si sería correspondido. Solo el tiempo sería testigo de la relación entre Dereck y la chica a la que pretendía conocer.









Salvador Alba

Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso
Desayuno sin mi amante

Acaba de amanecer. Estoy desayunando en el comedor del hotel donde debí haber pasado la noche de bodas con mi marido. Doy un sorbo al vaso de leche caliente azucarada y recuerdo la calidez del pecho de mi pareja. Hace solo una semana ambos estábamos nerviosos y en perfecta sintonía con los últimos preparativos de la ceremonia cuando nos secuestró una banda.
Agarro una dona con dos dedos y le doy un mordisco. Añoro los mordiscos en mi cuello. Estuvimos dos días retenidos en el cuartucho de una fábrica abandonada. Para acelerar el pago, grabaron a mi novio recibiendo una paliza a manos de nuestros captores.
Termino la dona y me llevo otra a la boca. Todavía siento su lengua jugando con la mía en las noches de pasión. Tras la paliza, me llegó mi turno, no me pegaron, pero me cortaron el dedo meñique.
Me llevo el zumo de naranja con la mano que no tengo vendada y doy tres sorbos. Tres sorbos, tal y como bebía él. Al tercer día, el que iba a ser mi suegro para siempre pagó el rescate, pero llegó tarde, mi prometido había muerto mientras lo torturaban con electricidad, mientras lo grababan nuevamente para presionar a la familia. De haber contactado una hora antes para concertar la entrega, hubiesen evitado su muerte.
Miro a la playa por el ventanal, la gente me sonríe y yo solo siento odio. Odio hacia mí. Al final me he enamorado del desgraciado de mi novio, cuánto lo añoro. Si llego a saber esto, no ordeno que lo electrifiquen, pues sabía que su corazón maltrecho no lo soportaría.
Espero que se me pase pronto el mal de amores, aunque el meñique que tuve que sacrificar me lo recordará toda la vida. Supongo que la parte del rescate que me toca, más lo que le sacaré a mi casi suegro con la pena, servirá para mitigar el dolor.









Izaskun A. Z.

Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso

Sesión de fotos en la playa para la revista Moda Bonhomía (afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter) 
—Venga rápido que no tenemos todo el día, terminen ya de maquillarle, abran la caja de donas, lleven el vaso con leche y ponerlo todo sobre la mesa y tu coge una, cuando te diga le das un mordisco sexy y guiñas el ojo, ¿de acuerdo?— Comento airado el fotógrafo Maksim.
—Que sepa que me llamo Svetlana, y soy la única modelo que hay en esta sesión, no creo que sea tan difícil memorizarlo—.Protesto la modelo vestida con un bikini naranja y pantalones semitransparentes a juego 
—Calla y sonríe, haz caso al fotógrafo, por una vez que te contratan para esta famosa e internacional revista, no me defraudes. — le contesto susurrando y dolida su madre, Dariya 
—Si madre— Svetlana cerro los ojos y respiro lentamente, para concentrarse en la sesión
—Todos a sus puestos, ya puede empezar señor Maksim —dijo el ayudante Oliver.
—Venga muévete, como dijimos ayer, muy bien, sigue así, pon morritos, muy bien, dale un mordisco a la dona, perfecto,  dame la otra cámara Oliver y sujeta la otra sin que se te caiga, gira un poquito a la derecha, muy bien, sigue así,  ponte de pie, mira hacia el mar, quieta, están quedando perfectas tres fotos más y terminamos… — Maksim se movía rápido y conciso, muy cerca del ayudante y daba órdenes a la modelo. 
—¡Arggggg!, ¿que es eso, esto es una broma? Grito desesperada, temblando y asustada, viendo como salía del mar un monstruo 
—¿Pero qué te pasa ahora?—  Maksim dejo de inmortalizar y miraba asombrado a la modelo 
—Date la vuelta y mire en la orilla.
—Tranquilos no se muevan, conozco ese monstruo, le hemos despertado, hemos gritado y eso  no le gusta, Svetlana, para calmar a Semender dale dos donas, le encantan los dulces espero que calme su rabia y se vaya al fondo del mar, nosotros nos retiramos un poco . — comento Oliver.
Semender  fue oliendo la atmosfera mientras iba dando pasos lentos y seguros hacia la modelo. 
—¿Esto es una broma no?, hay una cámara oculta, ¿verdad?, ¿esto es una inocentada? Me están tomando el pelo. Yo tengo que seguir con la sesión de fotos, hoy es el día indicado y mañana hay que presentar el trabajo—grito el fotógrafo indignado.
—¡Te quieres callar!, ¿quieres enfurecer más a Semender?, si no lo haces, vamos a tener varios problemas
—Nosotros sí que vamos a tener problemas como no entreguemos el trabajo a tiempo—. Seguía gritando y moviéndose nervioso hasta el monstruo que estaba comiéndose una dona— Te quieres ir de una vez, fuera he dicho— sacudía los brazos en el aire.
Semender giro la cabeza para mirar al fotógrafo, se acercó para oler su cuerpo, la mano áspera y llena de escamas le acaricio la cabeza, en un abrir y cerrar de ojos  le estaba oprimiendo el cuello, hasta dejarlo sin respiración, nadie se atrevió a  moverse. Con la otra mano cogió la caja de donas, se giró en dirección hacia el mar y se fue introduciendo poco a poco hasta desaparecer.
—Uffff, más vale que solo se ha llevado al fotógrafo, no saben cuánto lo odiaba, era insoportable, tranquilos, vamos a seguir con la sesión, yo me encargo de ello— comento Oliver, con una sonrisa pícara en la cara.









Katty Montenegro

Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso
Mal sueño

Con todo el odio del mundo me hice un jugo de naranja, no podía creer que estuviera tan congestionada. Se suponía que iría con mi familia a la playa al día siguiente y llevaba cuatro días enferma. Ni siquiera bajaba un poco, me mantenía con el mismo nivel de gripe, llegué a pensar que era covid y me hice el test.
Ya había probado todo lo que me habían aconsejado hacer: medicamentos, un vaso de michelada, naranjas, limones... Nada parecía dar resultado. Tal vez había mezclado demasiadas cosas, no debí hacer eso, porque aparte del malestar por el resfriado, me agarré algo al estómago y por si fuera poco, me llegó el periodo.
Salí del baño, me tomé mi jugo, y me senté en el escritorio para ver el resultado del examen.
Respiré aliviada, no era covid. Me eché hacia atrás en la silla totalmente desganada.
En eso tocaron el timbre. Ya tenía el resultado negativo, no podía usarlo de excusa para no abrir. A regañadientes me dirigí a la puerta.
—Hola, te traje una dona —era mi actor favorito.
—Tiene que ser broma...
Me quedé mirándolo entre embobada e incrédula.
—¡Eso es! No recuerdo el primer día, ni el por qué de estar enferma.
—¿Cómo dices?
De algún modo mi inconsciente recordó aquella película en dónde explican que jamás recuerdas como empieza un sueño, no sabes cómo llegaste ahí, ni como es que llevas esa vida, simplemente lo das por hecho.
—Te juro que me quedaría contigo —dije como una estúpida—, pero seguro en este momento está sonando mi alarma y no la escucho. ¿Me darías un beso?
Desperté con el corazón en la mano, miré la hora, las cuatro de la mañana. Genial, no estaba enferma, pero estaría cansada en la playa. Y además, no alcancé a besarlo.








Guillermo Arquillos Lleras

Playa
Daniel, En La Playa

La chica terminó saliendo en todas las televisiones y, durante unos días, su rostro fue el más popular del país.
Antes de que llegaran al segundo piso, ya la había besado. No la conocía. Simplemente la había elegido, porque aquel pub era un escaparate. Ella no había dejado de mirarlo de arriba abajo desde la mesa y de exhibir su cuerpo yendo y viniendo a la barra. Lo rozaba como si fuera sin querer. 
Él ni siquiera estaba seguro de si se llamaba Elvira o Sofía… 
«No, Sofía fue la de ayer…, me parece» —pensó. Era una de tantas jovencitas. Una más que usar para pasar otra noche.
Aquel hombre era su actor favorito. Cuando lo miraba, le brillaban los ojos, le temblaba la voz y no sabía dónde poner las manos. Solo podía comérselo con la vista y ofrecerle su mejor sonrisa. Se empezó a cumplir su objetivo cuando sus amigas la vieron salir del local con Daniel Flecha, el guapísimo galán de los contratos millonarios. Ya se veía en la prensa cumpliendo su sueño: hacerse famosa.
Daniel se había venido una semana a aquellos apartamentos de lujo porque le gustaba la playa a mediodía y una muchacha distinta cada noche. Junto al mar todo le resultaba muy fácil. 
.
Al día siguiente, le preguntaron a la chica que por qué lo había hecho. Ella, con una extraña tranquilidad, miró a quienes le pedían que explicaciones:
—No quiero pasar por la vida como una más. No puedo dejar que el mundo se olvide de mí para siempre. Nadie arrinconará jamás mi memoria. Me llamo Elvira Ruiz y, junto a los datos de Daniel Flecha siempre habrá un lugar para el nombre de su asesina. Mi único objetivo ha sido la fama.








Eelynn Cuellar

Naranja / Playa / Odio / Dona / Vaso
Sueño Paradisiaco

No hay paisaje más lindo que un atardecer en la playa. Eso me dijo mi madre hace muchos años. Lo recuerdo claramente, como si fuera ayer, con lujo de detalle me contó uno de sus dos días más felices en su vida —el otro fue cuando nací yo— con cada foto que me enseñaba, relataba con gran emoción sus recuerdos. Me quedo observando detenidamente la silueta de mis padres con el color naranja sobre el mar, que hasta puedo sentir la brisa marina.

Ellos se veían tan felices ahí, que por eso lo odio, el muy cretino nos abandonó y rompió el corazón de mi madre, pero también odio ese sentimiento, ya que quiera o no, es mi padre y por él existo. Eso sucedió hace mucho tiempo, que ya no recordaría ni su rostro sino fuera por las fotografías que mi madre se ha negado deshacerse de ellas.

Limpio una lágrima que se escapa que comienza a correr por mi mejilla sin que pueda evitarlo.

Veo la hora y debo darme prisa para estar en la terraza a tiempo.

Saco los pastilleros del cajón y tomo las pastillas de la tarde. En en plato coloco una dona glaseada y tocino, sirvo un poco de leche en un vaso, y llevo la charola a la mesa. Despierto a mi madre para avisarle que es hora y ella me sonríe. Sin duda es su momento favorito del día.

Una vez afuera, la acomodo frente al mar y le pongo el seguro a la silla por seguridad. Me gustaría acomodarla en la playa, pero bajar sola la silla es muy complicado, por eso me conformo con que la vea de lejos. Le acomodo por tercera vez la manta sobre sus piernas, hasta que ella golpea delicadamente mi mano con la suya para indicarme que deje eso en paz.

Reviso de nuevo la hora y voy por su bocadillo favorito para que no se tome todas sus pastillas con el estómago vacío, ya se que no es lo más sano que le puedo ofrecer pero quién soy yo para negarle un gustillo ahora que todavía la tengo a mi lado.

—Hoy he visto a tu padre, cariño.

Suelto la bandeja y si contenido se riega por todo el suelo. Con manos temblorosas comiendo a juntar todo.

—¿L-lo has soñado, mamita?

—Fue a verme a mi recamara.

Mierda, no puede ser 

—Estás equivocada mamita, solamente tú y yo estamos aquí.

—No mi amor, él fue a pedirme disculpas para que lo perdonara antes de que muera.

Mierda, mierda, mierda.

Hago una respiración profunda.

—Ahorita regreso mamita, voy por tu medicina y algo para que comas.

El maldito ruco cuando se me escapó, si alcanzó a hablar con ella. Por suerte ya casi he terminado, pero antes de ir a la cocina me dirijo al sótano para revisar si sigue respirando o por fin ha dejado de hacerlo.









Naranja
Bronceado

Cada año me muero de envidia. Cuando todos regresan a la oficina después de las vacaciones de fin de año, llevan un color que omg, recordándome lo miserable de mi vida, de mi pobreza y que yo solo salgo a las casas de las abuelas para alguna posada o hacer alguna de las cenas.

Solo cuando fui niña fuimos a la playa, y yo ni siquiera lo recuerdo, solo lo sé por las fotografías que están en el álbum.

Así que este año, decidí invertir el dinero que junté de mis regalos. Acostumbramos a darnos dinero para que nosotros compremos algo que nos guste en lugar de recibir algo que no usaríamos. Busqué un spa o una estética que tuvieran el servicio de bronceado con aerosol, tampoco soy tan idiota para meterme en una de esas cajas —en alguna parte leí que podía provocar cáncer—, me dieron a escoger entre varios tonos y después de unos minutos, decidí cuál ponerme.

¡Maldición!

Creo que la chica que me atendió era nueva, se supone saldría con un tono bronceado de infarto y no pareciendo una zanahoria.

El naranja que luce mi piel, es tan brillante que bien podrían disfrazarme de calabaza y ganaría el primer lugar.









Playa
Trágame Tierra

Siempre me he considerado una chica de mar, de playa, de sol. Casi casi una sirenita.

Si por mí fuera de este lugar paradisíaco no me sacarían, pero soy pobre y si bien voy ahorrando por meses, me puedo dar un par de escapadas al año —claro, también dependo mucho de mis vacaciones en el trabajo. Pero esas dos semanas merecen la pena y sacrificio que hago durante el año.

El año pasado uno de mis propósitos fue ponerme a dieta para bajar la pancita chelera que me cargo y a mis treinta y ocho años poder usar por primera vez ese bikini que me compré hace cuatro años, en el que juré entraría al poco tiempo. Tardé más de lo que esperaba, pero por fin había alcanzado mi meta.

Me veía d-i-v-i-n-a.

Pero estando en la playa, me di cuenta que era más que nada para lucir, era muy incómodo y la arena entra a lugares que no querrán saber. Y ese día el mar estaba muy picado, aún así decidí meterme. Me dió una revolcada de aquellas y literal me escupió a la playa.

Yo con toda la dignidad posible, me puse de pie, me arreglé el cabello, sacudí un poco de arena e intenté caminar lo más normal posible.

Muchos me miraban, algunos me señalaban, hubo hasta quien me sacaba fotos. No comprendía la razón, pero me sentía complacida, hasta que una chica se acercó y me dijo al oído:

—Chica, en esta playa está prohibido estar en topless.

Con ambas manos intento cubrirme, pero algo me dice que mañana seré viral en redes mis fotografías.









Odio
Cobarde

Odio es lo que debe sentir. Incluso yo siento ese sentimiento hacia mi. Fui un cobarde. No hay otra manera de definirme. Yo la amaba, es el amor de mi vida, nunca me ha importado su apariencia. La primera vez que vi sus ojos, quedé prendado de ella. Y sí, fui un cobarde, un maldito y desgraciado cobarde. Para salir con ella nos íbamos lejos de donde vivíamos, después de un año estando juntos, en realidad no le había presentado ni a mí familia ni a mis amigos.

Está noche me tomó por sorpresa, estaba con mis compas tomando unas cervezas y cuando reaccioné estaba frente a mi. Me sonrió y no dije nada.

Mis... Amigos comenzaron a decir cosas desagradables hacía ella.

Yo no dije nada.

Me dedicó una mirada triste antes de darse media vuelta y marcharse.

Quise ir detrás de ella, suplicarle perdón, pero no estaba solo. Con la primera excusa que se me ocurrió me fui de ahí con todo el propósito de ir a su casa, primero tenía que ir a la mía. Me arreglé, compré un enorme ramo de flores y contraté un mariachi.

Me encontraba temblando frente a su puerta, y fue cuando indiqué que comenzarán a tocar nuestra canción.

No salió. Pedí otra y otra... Y otra y hasta la quinta se abrió su puerta. En cuanto la vi, me hinqué frente a ella y saqué la cajita que llevaba en mi bolsillo.

—Perdón —fue lo primero que dije— ¿Quieres cas...?

—Amor, ¿Qué significa esto?

—Nadie papi. No sé quién es este tipo.

Y con esas palabras cerraron la puerta.

Me odio porque fui un cobarde. Quizá si no me hubiera dado pena que me vieran con ella, si la hubiera venido a ver o venido a dejar a su casa... sabría que para ella solo fui una diversión y nunca me tomó en serio. Cómo a mí me sucedió al inicio, hasta que me enamoré perdidamente y sé ahora que nunca será mía.









Dona
¡Usted Perdone!

¿Quién me iba a decir que ir por un antojo me acarrearía tantos problemas?

Karma.

Es lo único que se me ocurre pensar.

Todo comenzó desde que me desperté: no sonó la alarma, se terminó el gas, me di un regaderazo con agua helada, la nevera vacía —anoche se me olvidó ir al supermercado—, un idiota dejó atrapado mi automóvil, el Uber estaba carísimo, mucho tráfico... Consecuencia: llegué tarde a la junta de cada mañana y con la tripa chillando de hambre. Ni un mísero café alcancé y ya no de decir una dona o galleta.

El día fue poniéndose peor. Mucho trabajo acumulado, regaño de jefe por haber perdido un cliente importante y por llegar tarde. Otra consecuencia: no podría salir a comer para intentar arreglar y adelantar el trabajo. Y yo muriendo de hambre.

Las horas se me hicieron eternas y en todo el día no había comido nada. Salí pitando de la oficina en la noche y corrí a la cafetería para comprar algo. Ya estaba cerrada.

Por la hora sabía que el supermercado estaría hasta el gorro, pero debía comer algo, si me iba así a casa mañana sería un problema, y seguiría muriendo de hambre. Estaba a nada de morir de inanición.

Cada mañana acostumbraba comer una dona de chocolate junto a mi café con leche, y así debía terminar por lo menos este mal día. Fui directo a la panadería —que ya no tenía muchas cosas— y alcancé una charola con seis dulces delicias que me gritaban que me las comiera, pero al mismo tiempo una ancianita también puso su manos en mi tesoro. Intenté persuadirla, convencerla y dado que no cedía, literal se las arranqué de las manos. Un triunfo, aunque fuera con un ser como ella, pero nadie me iba a despojar de mis preciados alimentos.

Y no podía ser de otra manera, las filas de las cajas estaban eternas, busqué la más vacía y había como seis personas delante de mí. Para mí desgracia, la dulce —aja— anciana, estaba ahí, vaciando un carrito a paso de tortuga, y peor aún cuando sacó su monedero para pagar con monedas. Todos estábamos desesperados y ella seguía moviéndose como caracol. Y no pude resistirme.

—Señora, es para hoy, no queremos hacernos ancianos aquí —grité volteándome para disimular.

Lógicamente la dulce viejecita volteo a verme y le dijo algo a su acompañante.

Este retrocedió un paso y vi su rostro.

Mierda, mierda, mierda.

Con manos temblorosas caminé hacia ellos pidiendo permiso.

—Señora, aquí están sus donas — dije con la cara llena de vergüenza— Buenas noches licenciado, lo veo mañana en la oficina.

Y salí de ahí pitando y con más hambre que nunca. Quizá si hubiera ido directo a casa, habría alcanzado a Doña Pelos para comer una quesadilla, cuando llegué al edificio, ya ni su puesto estaba, y yo seguía muriendo de hambre.









Vaso
Mi Propio Veneno

Yo me cagaba de la risa cada vez que veía uno de esos vídeitos, sí, sabía que eran en broma, incluso estaban mal actuados pero incluso como había hasta con gatos, cada vez que tenía la oportunidad veía alguno.

Yo pensaba que no podría hacer alguien tan estúpido como para cometer un error de ese tipo. Pero claro, uno no escarmienta en cuerpo ajeno.

La verdad es que ya me tenía harta, se la pasaba haciéndome bullying en la prepa, y eso que se supone era mi amiga, pero debo reconocer que sin ella yo sería invisible, por eso me tragaba mi orgullo y le aguanta sus majaderias.

Nunca había venido a cenar a casa, al parecer sus padres irían a una cena empresarial o algo así y no podían llevarla, y como ella detestaba comer sola, se auto invitó y no podía decirle que no. Por eso aproveché para jugarle una.

Cuando estaba con ella, debía controlar lo que comía, por lo que no me quedó de otra que hacer algo para las dos, mi madre no dijo nada, pero sí puso los ojos en blanco.

Preparé ensalada con pechuga asada —sin sal ni grasa— y agua de jamaica —para no retener líquidos, y obvio sin azúcar—, le serví un vaso grande y con mucho hielo y le di un toque especial. Sin que mi madre se diera cuenta, saque de su botiquín su laxante y purgante, y le puse suficiente para que fuera casi de efecto inmediato.

Y sí, como aquellos vídeos estúpidos de los que me reía, hice lo mismo, terminé moviendo el brebaje del vaso con mi dedo y me lo chupe, por fortuna no era veneno, así que mi primer día como "asesina" profesional aún no terminaba.

Nos sentamos a la mesa, yo había decidido que para evitar confusión bebería agua simple, pero la cena fue tan bien, que ni siquiera me percaté cuando llenó mi vaso con agua de jamaica y muy tarde comprendí mi error. Bebí de mi veneno. Mientras ella iba al de la planta baja, yo corría escaleras arribas rezando por llegar a tiempo al váter.








Y estos son los relatos que escribieron y escribí para este mes de Enero, como ven son muy diferentes y tenemos una nueva autora, ahora esperemos que todos estos autores se mantengan los doce meses y por supuesto se sumen más.

Gracias por leernos y recuerden más o menos cada mes saldrá esta recopilación y cada dos semanas juntando dos semanas del reto semanal, así que por leer relatos y calidad no podrán quejarse.

Besitos!!!!





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