domingo, 13 de marzo de 2022

(Recopilación) Yo Escribo Febrero by Varios Autores

 
Yo Escribo Febrero


Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje



María Elena Rangel, Freya Asgard, Neus Sintes, Mercè Gil, Salvador Alba, Jelly A. Reynoso, Guillermo Arquillos, Katty Montenegro, Eelynn Cuellar

Hello, Hello!!!

Y bueno, aquí están los relatos del #RetoDeEscrituraMensualBFD del blog, donde una nueva autora ha llego uniéndose a los que hasta ahora han sido constantes. Y bueno, en total tenemos 17 relatos, ya que un autor ha hecho 4 partes y su servidora ha escrito los 6. 

Ya me dirán que les parecieron.












María Elena Rangel

Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje
Un Pequeño Ajuste de Cuentas

El cielo nocturno se vistió de añil, mientras yo asimilaba lo cruel que podía llegar a ser una falsa amistad, y lo doloroso que era un amor traicionero.

Lo amé hasta cometer el error de olvidarme de mí misma. ¡Gran error! Por eso hice lo que hice.

Esa misma noche me esmeré en preparar una velada íntima: flores, vino, distintas clases de queso, y hermosas manzanas rojas como preludio de una noche de pasión. Me engalané con mi vestido más seductor, lo llamé para que llegara pronto a casa donde le tenía preparada una sorpresa.

Al entrar lo abracé, le di un suave beso en los labios, esos que tantas veces besé con ardor. Serví una copa de vino, se la entregué; luego fui por la mía para brindar. Probamos del queso entre caricias y besos.

Cuando el ambiente comenzó a calentarse tomé una manzana y lo incité a morderla. A los pocos segundos se desplomó a mis pies. Llevé todo a la cocina; lavé los platos, limpié todo muy bien y me deshice de los restos del pequeño festín. Subí a nuestra habitación a cambiarme de ropa. Antes de salir de la casa envié un mensaje al 911 desde su móvil:
"¡Ayuda! Me siento muy mal..."

En el funeral lloré de verdad como último homenaje a nuestro amor. Recordemos, que aunque hice lo que hice, yo lo amaba. Y ella también lloró porque también lo amaba. Pero él era mío, solo mío; y ella una falsa amiga.

Al concluir el oficio la miré con frialdad, sonreí y pensé: "ahora sigues tú..."










Freya Asgard

Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje
Pasión
 
La amistad entre Francisco y Joaquín parecía que llegaba a su fin. La manzana de la discordia era su trabajo. Ambos estaban luchando por conseguir un ascenso y eran rivales en ese ámbito. Ambos luchaban por lograr ese tan ansiado puesto. 
―Mañana tendremos un homenaje a los que se van de la empresa jubilados ―les dijo su jefe a ambos amigos―. Los espero una hora antes, para ayudar con los preparativos. 
―Claro ―respondió Francisco. 
―Cuente conmigo ―dijo Joaquín. 
―Bien. Quiero que me traigan las mejores fotografías que tengan, las colgaremos en las paredes, en acuerdo a eso, veremos quién se queda con el puesto, el que tenga las mejores fotografías será el próximo jefe editor de la revista. 
―Está bien ―contestaron ambos a la vez. 
―Nos vemos mañana. 
Francisco se presentó con una fotografía de la Mano del desierto con un cielo añil de fondo. Joaquín, por su parte, con una fotografía de La portada, con el mar azul a sus pies. 
Ambas fotos fueron muy aclamadas por los presentes, eran muy buenas tomas. 
En medio de la celebración, su jefe les pidió que subieran al escenario y explicaran a la audiencia por qué deberían ser ellos los nuevos editores de la revista. 
―La verdad es que ansiaba este puesto ―dijo Francisco de los primeros―, pero ayer tarde me fui al desierto y saqué esta fotografía y pensé que como editor no podría cumplir con mis sueños, que es fotografiar. Así que creo que Joaquín debería ser el próximo jefe editor, él lo merece y es lo que quiere. 
Bajó del escenario en medio de cuchicheos. 
―Con Francisco somos amigos desde hace más de diez años ―habló Joaquín―, cuando nos encontramos en La Portada buscando buenas fotografías. Sé que su sueño es viajar sacando fotografías, como lo acaba de decir, también es mi sueño, por eso congeniamos tan bien, por eso, quiero rechazar este puesto, prefiero seguir siendo fotógrafo. Diría que Francisco merece el puesto, pero él tampoco lo quiere tomar. 
El jefe subió al escenario. 
―La verdad es que me esperaba esto, la pasión por la fotografía se les sale por los poros, solo que habían perdido un poco el entusiasmo y lo necesitaba para su próxima misión: ir a Río de Janeiro a buscar las mejores fotografías del paisaje. 
Los murmullos no se hicieron esperar. Francisco y Joaquín sonrieron y se abrazaron. Por fin podrían viajar y hacer lo que más les gustaba y, lo mejor, su amistad quedó intacta. 










Neus Sintes

Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje
Un Amor sin límites (2 capítulo)

—¿Te conozco?—preguntó. Al darse la vuelta, sus miradas se encontraron por primera vez, quedando presos de un flechazo de amor.
—No. No te conozco —negó él con la cabeza. Aunque, para mí, sería todo un honor. ¿Crees en el destino? —le preguntó Dereck, mientras un cosquilleo en su interior empezaba a crecer. —Por cierto, soy Dereck —se presentó.
Mi nombre es Dunia. respondió, mientras desviaba la mirada hacía el horizonte que tenía delante, mirando el océano infinito. Los rayos del sol resaltaron su hermoso rostro, de tez morena y pelo lacio, iluminando unos exóticos ojos, de un curioso y peculiar color añil. Dereck, pudo percibir una mirada triste y lejana, como si sus pensamientos se hubieran alejado, recordando otros tiempos pasados.
—Destino… —Tan incierto como de costumbre. —susurró para sí misma. No creo en el destino, porque las veces que he creído en él, siempre me defraudó. —Una fina lágrima resbaló por su mejilla. 
—Lo siento —se precipitó Dereck. Lo único que no quería era verte derramar lágrima alguna. Se maldijo a sí mismo por ser tan torpe y hacer las preguntas menos indicadas. 
—Tranquilo —a veces el pasado recurre a mi, devorándome las entrañas por dentro. Me considero una mujer de carácter fuerte y con una gran una gran fuerza de voluntad. Las lágrimas no son sinónimo de debilidad, como muchos creen, sino de valentía. —sus labios se curvaron, formando una leve sonrisa que Dereck pudo apreciar.
Las nubes empezaron a cubrir el cielo, dando lugar a las primeras gotas de lluvia que empezaban a caer con intensidad. Se avecinaba una tormenta de verano.
—¡Dunia, corre! —exclamó Dereck. Mientras sin darse cuenta le asió de la mano y juntos cruzaron la acera, para entrar en el bar más cercano. Los demás hicieron lo mismo. Se podía ver cómo muchos corrían para entrar en bares o locales, donde tuvieran cobijo para no mojarse. Las calles no tardaron en verse vacías y solitarias, mientras los habitantes se mantenían, al igual que ellos a cubierto, de la tormenta que acechaba con furia. 
Se sentaron en una de las mesas del local, donde guarecerse de la lluvia. Lo que más deseaba Dereck era entablar una amistad con Dunia. Llegar a conocerla, aunque no quería herir sus sentimientos con preguntas equivocadas. Se notaba que había sufrido mucho en el pasado. Por sus facciones imaginaba que no era de Escocia, sino más bien de algún lugar tropical. El flechazo que percibió la primera vez que la vio, empezó su cuerpo a percibir ese cosquilleo, de nuevo. 
De fondo oyeron unas voces de unos jóvenes que hacían homenaje a la primera lluvia de agosto. —¡Por la lluvia de agosto! —brindó uno de ellos. Mientras sus compañeros se reían de su comentario. 
—¿Desean tomar algo? —les preguntó el camarero 
—Un batido de limón para mí —indicó Dereck 
—¿Y para la señorita? —le preguntó el camarero, sosteniendo el lápiz en la mano.
—Para mi, puede ponerme un batido de manzana —gracias.  
El silencio se hizo entre los dos, escuchando los aullidos de la tormenta y las gotas de lluvia azotar en las cristaleras. 
—¿De dónde eres? preguntó Dereck, siendo el primero en romper el silencio.
—De Puerto Rico. Aunque la realidad es que, aunque mis raíces provengan de allí, yo no pertenezco a ningún sitio. El mundo es tan grande, que a veces me siento minúscula. Soy una solitaria. Te preguntarás por qué elegí Escocía. La verdad, porque en esos momentos era el destino que más nos convenía..
Hace dos años —prosiguió —me vine con mi padre hacía este llamado Destino. Antes me has preguntado por él. Y mereces una respuesta. Después de seis meses de convivencia, el destino me separó de mi padre, dejándome sola, en un lugar que desconocía y sigo desconociendo. La soledad forma parte de mi existencia. No tengo a nadie, solo un pasado oscuro y unos recuerdos que me persiguen cada noche. 
Dereck la escuchaba en silencio. Deseaba estrecharla con todas sus fuerzas, decirle que no estaba sola. Que él estaría a su lado. Aunque se guardó sus pensamientos para sí mismo. 
No quería asustarla, ni mucho menos que huyera de su lado, solo porque sus pensamientos iban a una velocidad demasiado rápida y quien le escuchara podría tratarlo de demente. Apenas la conocía, pero era como si la conociera de toda la vida. 
—Dunia —se atrevió a decir Dereck. Sé que apenas nos conocemos. Tan solo quiero que sepas que puedes confiar en mi. — Déjame ser tu amigo —si lo deseas. Como amigo, lo último que deseo es que estés o te encuentres sola. 
Por desgracia, sé que es estar bajo los efectos de la soledad y no quiero que tú lo sigas estando. Sé que apenas te conozco, pero presiento que podemos ser buenos amigos y compañeros en este mundo tan difícil.
—¡Brindemos por nuestra amistad! —y mientras levantaban las copas, echaron sus primeras risas juntos.










Mercè Gil 

Amistad / Cielo / Añil
Seis meses en la India

La respuesta no se hizo esperar: un sí enorme e incondicional. Le acababa de proponer a Jorge que me acompañara en un viaje de seis meses a la India. La amistad que habíamos cultivado durantes años, desde pequeños, había afianzado un enorme afecto y confianza entre nosotros. Sabía de mis deseos de tomar un largo permiso de trabajo para replantearme mi modo de vida y poner orden a mis prioridades. El estrés laboral había hecho mella en mi salud física y mental y necesitaba parar, cambiar de escenario, reflexionar y reencontrarme a mí misma.

Él también se tomó un permiso. Afortunadamente, los dos teníamos un trabajo bien remunerado desde hacía tiempo y ahora podíamos echar mano de los ahorros para pagar el viaje. Esperábamos que una vez allí, el coste de la vida nos permitiera subsistir sin grandes gastos.

Teníamos cuarenta años, sin hijos ni responsabilidades que nos condicionaran, así que surcamos el cielo hacia nuestro destino, con la emoción de quien emprendre una aventura única. Preparados a conciencia, teníamos claro lo que queríamos experimentar y encontrar, pero no podíamos ni imaginar el choque cultural, humano y sentimental. Fue brutal.

Las primeras sensaciones fueron arrolladoras: los olores a comida, sudor, especias, inciensos, que inundaban las calles, la sensación de caos absoluto, con gente, vacas, perros, coches, ricksaws, circulando sin orden ni concierto, los múltiples colores de los saris con que vestían las mujeres: naranja, fucsia, rojo, añil, azul ultramar, amarillo...

Ante todo ansiábamos encontrar paz, así que iniciamos una peregrinación a lugares sagrados y espacios naturales, donde encontrar conocimiento y conciencia. Viajando en trenes y autobuses, llegaos a lugares como Varanasi, Bodh Gaya, Haridwar, Puri Jagannath, Rishikesh, Tirupati, el glaciar Gangotri, en la frontera con el Tíbet...

La experiencia nos transformó profundamente y nos unió mucho más. A la vuelta no éramos los mismos, la visión de nuestro entorno había cambiado. Abandonamos nuestros estresantes trabajos y nos trasladamos juntos al campo. Ahora vivimos en un pueblo tranquilo de los Pirineos. Abrimos un centro de yoga, meditación y terapias alternativas que nos permite trabajar en algo que nos apasiona, y llevamos una vida plena y en paz con nuestro entorno. 

En ese viaje, nos descubrimos a nostros mismos pero también el uno al otro. La amistada que nos había unido se transformó en amor, en todos los sentidos, y juntos recorremos esta senda que es la vida, en paz, harmonía y plenitud.

Namasté 










Salvador Alba

Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje
Corazón Esperanzador

En cuanto mordió la manzana, supe que tendría que obviar nuestra amistad. Sin pensarlo ni un segundo más, saqué el mandoble del corazón de la guardiana y eché a correr como un poseso. Quizás aún podría evitar su transformación. Me abalancé con un salto y la espada directa a su cabeza. Él estaba absorto degustando la manzana y yo salí despedido en dirección contraria repelido por una burbuja protectora.
Caído en el suelo, me di cuenta de que ya no había marcha atrás. El cielo se tiñó de añil, reflejando el halo mágico que Gadriel había comenzado a emanar en cuanto tragó el último bocado y tiró el corazón al suelo. De forma instintiva se miró las palmas de las manos en busca de algo, después, su cuerpo. Daba la sensación de que notaba su nueva fuerza, la energía del Dios Primitivo Locus corría ahora por sus venas y estaba comenzando a ser consciente de ello. Cerró los puños y contrajo todos los músculos de su cuerpo a la vez que gritaba eufórico. La honda de energía que emitió me arrastró unos metros, a pesar de encontrarme aún sentado en el suelo.
Habíamos venido hasta aquí para llevarle el fruto del Dios Primitivo Locus al moribundo Mórundar, nuestro amado líder; sin él se romperían los lazos entre los clanes que forman nuestra comunidad y caeríamos ante el despiadado orgullo de los ocho reyes de Nantize. Solo Mórundar poseía la voluntad y la fe en los hombres necesaria para contener el mal que despierta en el ser que adquiere la energía de Locus, ahora en Gadriel. Mi compañero de viaje, ese al que le he salvado la vida en más de una ocasión, al igual que él a mí, me ha traicionado mientras derrotaba a la guardiana del fruto. Ahora quedamos él y yo, en la cima más alta de la Cordillera Stonehard, rodeados del abismo por el que hemos ido ascendido estos últimos tres días.
Gadriel me mira, noto en sus ojos un manto que enturbia su alma. Se dirige hacia mí con parsimonia. A pesar de estar sereno y de no expresar un sentimiento aparente, me causa terror. Me pongo en pie antes de que llegue a mi posición.
—Estorco, no tendré en cuenta tu ataque, entiendo la lealtad que le profesas a mi padre. Ahora escúchame: con el poder que ahora poseo ni los ocho reyes juntos serán capaces de doblegarnos. Los clanes que formamos se rendirán ante mí y después los que aún desconfían de nosotros. Nuestro paso será implacable y conquistaremos toda Nantize, después sólo la diosa Íran sabe a dónde llegaremos.
Siento el mal en cada una de sus palabras, sé que tiene razón, pero no podrá parar el mal que crece dentro de él. No me queda otra opción. Tampoco posibilidades de victoria.
—Vayamos al pueblo —asiento con la cabeza a la vez que me estrecha su mano—. Los nuestros nos esperan con urgencia.
Desenvaino mi daga y le apuñalo en un costado.
«Mierda, lo sabía».
Gadriel ha detenido la daga agarrándome por la muñeca. Instintivamente, le suelto la mano que le tenía estrechada y le propino un puñetazo en la mandíbula.
Ni se ha movido del sitio.
—Lo he intentado, Estorco.
Sin modificar su mirada de hielo  me lanza contra el único árbol de esta cumbre estéril, el árbol del que cogió la manzana. Con la espalda destrozada, veo el tronco arrugado y retorcido. Y pienso en cómo era antes de arrancar el manjar: estaba vivo, sano y lleno de frutos; desprendía vida a raudales.
Se dirige hacia mí, me alza agarrándome de la armadura con un solo brazo y me castiga el estómago repetidas veces, dejándome sin aliento. Cuando cree que es suficiente me lanza por los aires varios metros y caigo al suelo retorciéndome de dolor. Trato de ponerme en pie, pero cuando casi lo logro, caigo de rodillas y vomito sangre. Me desprendo de la coraza y mi abdomen presenta una herida mortal. Gadriel me mira y se va, dándome por vencido.
Entonces me levanto, recupero mi espada y me lanzo contra él con las últimas fuerzas que me quedan. La espada se rompe en mil pedazos al contacto con la explosión de energía que ha lanzado Gadriel. De nuevo salgo despedido, esta vez, caigo cerca del árbol y mi destrozada armadura armadur. Gadriel sigue su camino, sin inmutarse, dejándome de lado.
Con la mirada perdida en los restos del manjar, noto la vida escaparse de mí.
«Lo que mueve el mundo es el corazón, lo mejor de cada persona se habita en él».
Las palabras que un día me dijera Mórundar, mi líder, vienen a mi mente. Agarro los restos de la manzana y me los como.
Gadriel se da la vuelta al sentir el poder. Cuando me ve en pie, con el torso sano, sabe que la victoria es mía.
Me acerco a él con determinación y trata de convencerme con palabras. Sé que nada de lo que diga detendrá el mal que corre por sus venas. No retrocede, al llegar a su altura desenvaina su espada y me lanza un ataque que bloqueo con ambos brazos. Le pateo el estómago, se queda sin aliento y lo tiro al centro de la explanada. Al instante, se pone en pie, pero yo ya corro a su encuentro.
El choque es brutal, su espada se rompe contra mis manos e intercambiamos una serie de golpes que desviamos. Un último puñetazo convierte la coraza de Gadriel en un amasijo de hierro retorcido y sale despedido, aunque cae en pie. Se decide a acabar con el combate y acumula energía. Gracias al alarde de poder que hizo al principio, sé de lo que es capaz, así que hago lo mismo para no morir.
Es la primera vez que hago algo así, lo más parecido es cuando Mórundar me enseñó a concentrarme y ser consciente de mi alrededor con los ojos cerrados. Y los cierro. Siento todo mi cuerpo rebosante de energía, pero entra más y más; la sensación es como si aumentases de tamaño. También noto a Gadriel, su energía es más oscura que la mía, me transmite una sensación de desasosiego anormal.
Entonces, Gadriel se lanza hacia mí sin previo aviso y salta uniendo sus manos para golpearme en la cabeza. Yo mantengo la posición con los ojos cerrados y agarro el doble puño con una sola mano. Abro los ojos y con la mano libre le atravieso la coraza, el torso y le arranco el corazón. Gadriel cae inerte.
El corazón sangrante no para de palpitar en mi mano, ni siquiera se ralentiza y noto el poder que emana.
Mórundar tendrá una segunda oportunidad, espero llegar a tiempo.










Jelly A. Reynoso

Amistad / Manzana

“… y con eso concluimos la clase de hoy, no se olviden de traer el material para los experimentos de la siguiente semana, estaremos practicando para el…”
El movimiento de las bancas y de mis compañeros levantándose de su asiento, terminan por opacar la voz del profesor con las últimas indicaciones antes de abandonar el aula. Ha sido la clase de química más aburrida del mundo, o  por lo menos así me lo pareció.
Me levanto de la banca con el restante de la manzana que me estuve comiendo en los últimos minutos de la asignatura, aun con la mirada amenazante del profesor sobre mí, me acerco a la puerta en donde está el bote de basura para tirarla y quedarme en la entrada para tomar un poco de aire y esperar a que venga el nuevo martirio a dar clase, la última del día, afortunadamente. 
  —Adriana, creo que te buscan afuera. —Escucho que me llama una de mis compañeras, al voltear veo a Sofía que está en la ventana junto con la mayoría de los del salón—.  Alguien te está esperando, ven a ver.
Estamos en un segundo piso por lo que el “afuera” es más bien abajo, en las canchas de baloncesto. 
Realmente no somos amigas, solo compañeras, el grupito con el que me junto siempre, no son de este salón, ni siquiera del mismo grado, es por eso que me aburro tanto en clases, pero debo dejar de saltármelas o terminaré siendo un fósil en la prepa. 
Al llegar a la ventana y ver a lo que se refiere Sofía, siento como mi estómago decide mudarse de persona, mi cuerpo se va calentando y mi cara está hirviendo, no sé si es vergüenza, rabia o una combinación de ambas. 
Hugo está parado en medio de la cancha con un letrero de por lo menos un metro de largo en donde pone con letras enormes “¿Adriana, quieres ser mi novia?”. 
Hugo es el mejor amigo del novio de mi mejor amiga, es decir, nos conocemos, pero no somos amigos, o por lo menos yo no lo veo así, ha estado tras de mí varias semanas, sus frases al aire de que hay alguien que le gusta y que está muy cerca de él, nunca me han parecido graciosas, aunque todos le ríen sus gracias todo el tiempo. 
Lo que más me sorprende no es el atrevimiento de Hugo, más bien que mis dos mejores amigas estén ahí con una sonrisa estúpida, estando seguras de que el “detalle” me va a parecer lo más romántico del mundo, como si en nuestra amistad de más de 10 años, no se hubieran dado cuenta de que este tipo de espectáculos no me gustan, pero ni en lo más mínimo.
Salgo corriendo del salón y antes de cruzar la puerta escucho suspiros de mis compañeras, en definitiva hoy está siendo el peor San Valentín de mi vida. 
Bajo maldiciendo mil veces mi suerte, no solo mi “novio” y yo discutimos hace dos días, y desde entonces no hemos hablado, hoy es San Valentín y a mis amigas se les ocurrió alentar a Hugo para pedirme ser su novia, ellas saben de sobra que salgo con Carlos. Que sea tres años más grande que yo no significa que nuestra relación no vale. 
Antes de entrar a la cancha de baloncesto en donde Hugo me espera con una estúpida sonrisa y mis amigas unos pasos más atrás, miro al cielo y trato de tranquilizarme. No quiero ser tan cruel con él.
—¿Hugo, qué estás haciendo? 
—Sé que tal vez no es la mejor manera de pedirlo, pero creo que un detalle así es lo que te mereces, Adriana –me responde con una sonrisa que quiero suponer que a otras les puede parecer encantadora. Hugo no es feo, para nada lo es, pero no me gusta, su personalidad no me atrae en lo más mínimo. 
—Mira, Hugo. —Trato de que mi voz no suene molesta, pero estoy segura de que no lo lograré del todo–. Te agradezco mucho el detalle, sé que tal vez estás incómodo tanto como yo, pero… 
—Para nada, cariño, me complace mucho que todos vean que eres tú a la chica que deseo a mi lado. 
Me guiña un ojo y ese gesto es todo lo que necesito para que mi paciencia desaparezca. 
— ¿Perdón? ¿O sea que debería de sentirme agradecida? –Siento las miradas de muchas personas que están al pendiente de lo que está pasando, y ya no estoy dispuesta a tolerar tanta incomodidad–. Lo siento, Hugo, pero yo tengo novio, y no me gustas, por lo tanto no puedo aceptar tu propuesta. 
Me doy la vuelta dispuesta a irme, no sin antes dedicarles una mirada de desilusión y molestia a mis amigas. Cuando me topo de frente con la peor escena que una chica desea ver en San Valentín. 
A su novio con otra chica de la mano. 










Guillermo Arquillos

Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje
Vendetta (parte I) --- (1/4)

Nuria Catòja
.
. Lorano, cerca de Cosenza, Calabria. Año 2001.
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—Mamá, yo quiero morir de vieja —dijo la niña.
La madre estaba cansada de escuchar día y noche las mismas cosas en calabrés y en italiano: «La sangre clama justicia. Il sangue grida giustizia». «¡La sangre, la sangre…».
—Yo quería mucho a Guido. Y Guido no era viejo. —La cría clavaba sus ojos verdes en el vacío.
La mujer no sabía qué decir a su hija. La quería con todo su corazón, como un regalo que le hizo Dios cuando ya ella no tenía edad: con su cabello rubio, su piel clara y su carácter dulce.
Estaba destrozada: hacía dos años habían asesinado a Martino, su marido. No lo entendía, simplemente no comprendía que las costumbres salvajes de aquellas gentes que vivían en Lorano justificasen tantas muertes, tanta sangre.
Venganza, tras venganza; cadáver, tras cadáver. ¿Cómo iban a superar aquella espiral macabra? La mayoría de los crímenes eran ordenados por la omnipresente ‘Ndrangheta, la que decidía cómo debían vivir los hombres, a quiénes debían obedecer y cómo debían morir. Pero además estaban los conflictos entre las familias, todavía más sanguinarios, más cainitas. Todos los consideraban asuntos particulares. Nadie intervenía.
Guido, al que habían asesinado hacía menos de un mes, fue el gran amigo de la familia Catòja. Cuando la sequía de hacía años, Martino y él encontraron el modo de sacar adelante los cultivos y los olivos. Y se habían defendido como hermanos ante la ‘Ndrangheta cuando los acusaron con falsedades.
Guido estaba dispuesto a dar la vida por su amistad. Pero a Martino le habían puesto una bomba en el coche. Ahora también a Guido lo habían matado. Le habían disparado una bala expansiva y le habían cortado la oreja derecha. Era un signo claro de la vendetta en aquellas familias. Las venganzas pueden quedar aletargadas mucho tiempo.
Desde que acabaron con Martino, Guido entraba en la casa como si se tratara de un hermano que se hace cargo de la cuñada viuda y de la niña. Sobre todo, de la niña. La chiquilla tenía pesadillas casi a diario. Estaba impresionada con aquellas muertes y repetía que quería morir de vieja.
—Mamá, ¿me ha salido bien la manzana?
—Sí, hija, es preciosa. ¿Y qué vas a pintar ahora?
—Creo que voy a pintar el cielo, donde están papá y Guido. — Y eligió la cera de color añil.
—¡Pero ese no es un color bonito para el cielo! Prueba con este… —y le señaló uno más claro.
—Gracias, mamá.
La mujer volvió a entrar en la casa.
Aquellas fueron las últimas palabras que habló con su hija.
A mediodía vinieron los* carabinieri* y le dieron la noticia. La madre, que creía que Nuria seguía en el jardín, se enteró de que habían encontrado su cuerpo en una cuneta y no paraba de repetir: «*Si la he dejado hace un rato pintando…, si estaba pintando…*».
Nueve años. Al parecer, un solo disparo. Le habían cortado la oreja derecha, como habían hecho con Guido, como antes hicieron con el cadáver destrozado de su marido.
Adriano apareció hecho una furia. No había consuelo para él. Tardó en venir, porque estudiaba en el seminario de Cosenza hacía ya cinco años.
— Ci vendicheremo, mamma. Non possiamo lasciare le cose così —dijo en italiano.
—No, Adriano. Per carità, per carità. No debe haber vendetta. No más sangre. No más muertos.
—¿No entiendes italiano, mamá? Debemos vengarnos. Las cosas no se pueden quedar así. Su sangre clama justicia.
—¿Y lo dices tú, Adriano? ¿Precisamente tú? ¿Eso es lo que estás aprendiendo? —La madre no se lo podía creer—. A nadie le duele más que a mí lo que le han hecho a tu hermana, pero debemos perdonar, debemos olvidar. La sangre no puede llamar a más sangre. Nunca acabaremos… A tu padre lo mataron porque se había vengado. Guido también murió porque se había vengado.
—¿Y Nuria? ¿De quién se había vengado Nuria? —Se levantó.
Dio un puñetazo contra la pared.
—Por favor, Adriano, prométeme que no te vengarás. No, mientras yo viva. ¡No! Porque irán también a por ti. Y yo ya no podré vivir sin mis dos hijos.
El joven se sentó en suelo. No paraba de llorar. No podíadejar de llorar. Estuvo unos minutos en silencio bebiéndose sus lágrimas. Su madre le acariciaba la cabeza. Sollozaba. Gemía. Casi no podía respirar.
—Te lo prometo, mamma. Prometto. —Levantó la mirada buscando los ojos de la mujer—. Mientras tú vivas, no me vengaré.
En el salón, quedó la marca del puñetazo del hermano. Un testimonio permanente de que la vendetta quedaba aplazada por aquella promesa.



Vendetta (parte II) --- (2/4)
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Luciano Sottoscala
.
. Comisaría de Grand Street, Nueva York. Año 2021
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—De modo, amigo Luciano…
—…padre, Luciano. Padre Luciano Sottoscala, si no le importa.
El policía levantó los ojos de la carpeta y lo miró fijamente.
—Amigo Luciano —repitió, cortante—. Y sí, sí me importa, señor Sottoscala.
Hubo unos instantes de silencio y el sacerdote preguntó:
—¿Cuál es la causa por la que estoy aquí?
—Ya lo sabe, buen hombre. Es usted sospechoso de asesinato, amigo. Tiene usted derecho a la presencia de un abogado.
El religioso no hizo ningún caso. Se oyó una sirena pasar por la calle.
—Tengo que ir al servicio. A orinar.
—Si no puede aguantarse, le traemos una botella y mea aquí mismo —dijo el policía—. Pero de aquí no sale, buen hombre. No, hasta que no aclaremos algunas cosas.
Lo miró fijamente.
—Le vuelvo a pedir, y se lo agradecería, que me llamara padre, como hace todo el mundo —dijo el cura.
—A ver, amigo Luciano, sería estupendo que tuviera clara una cosita. En esta comisaría, usted es uno más. Si usted fuera el Papa de Roma, yo le llamaría amigo Francisco. Sus jodidas costumbres católicas se las guardan ustedes para las parroquias de la Little Italy o para Calabria. Aquí usted es como todo el mundo. ¿Entendido?
El sacerdote, con un gesto de su boca, miró hacia el enorme espejo de la pared lateral, que era de color azul claro. Le pareció curioso que, en una sala de interrogatorios, se viera un pedazo de cielo.
—Por cierto, ¿por qué se vino usted de Calabria con lo bien que se vive allí, con su calorcito, sus vendettas y su jodida ‘Ndrangheta?
—Me lo ordenaron. Yo también tengo superiores; como usted, ¿sabe?
—¡Vaya! Superiores…
—Había que atender espiritualmente a estos buenos católicos y me mandaron que viniera.
—Sí, sí, buenos católicos. Buenísimos. Expertos en cortar orejas derechas.
Se miraron a los ojos. Apretaban los labios y se retaban con la mirada.
—De acuerdo, amigo —dijo el oficial—. Usted fue la última persona con la que vieron a los tres asesinados: a Don Massimo, a su esposa Martia, y a su hija Lucía.
—Es cierto que, al terminar el homenaje a Don Massimo, les acompañé a su casa. Me une a ellos una profunda amistad.
—Le unía —le corrigió.
—Sí, es verdad, me unía.
El policía carraspeo:
—¿Sabe? Le voy a hacer una confidencia que quizá le interese: solo tenemos sospechas sólidas de usted y de un tipo un poco payaso que viste trajes llamativos. Al homenaje fue con uno de color añil.
—El Rubio Lucca.
—Se ve que lo conoce.
—Son mis feligreses. Tengo que conocerlos a todos. Es mi obligación.
—Sus feligreses. ¡Vaya! Buena gente, buena gente…
Tamborileó un momento con sus dedos en la mesa. Era evidente que el policía estaba pensando en algo. Su cara era la de alguien que está confuso, indeciso.
—¿Usted de dónde es, amigo Luciano?
—De Lorano,
—¡Vaya, qué casualidad! De Lorano. Por lo visto, toda Italia ha nacido en ese maldito Lorano. Como don Massimo, su mujer y el rubio ese, como se llame.
Y continúo:
—Voy a ser totalmente sincero con usted. Aunque no tendría por qué serlo, naturalmente.
—Se lo agradeceré.
—¿Sabe quiénes somos nosotros? —no le dio tiempo a contestar—. Nosotros somos los buenos. Y ustedes son unos jodidos *espaguetis *que han venido de su maldita Calabria a que nuestros hijos no puedan salir tranquilos del cole y a que los comerciantes no puedan vender tranquilos en el barrio. Nosotros vamos a pillar a los malos. Porque es nuestro oficio. Y ahora creemos que usted es el malo. Por muy religioso que sea y por mucho que se gaste en velas para su parroquia.
—Y, ¿por qué creen que yo los iba a matar? Don Massimo era amigo mío. Y yo soy sacerdote.
—Sí, sí. En la Iglesia Católica también hay manzanas podridas. Muchas. Eso ya me lo sé yo.
Volvió a golpear la mesa con sus dedos. Miraba a la pared del fondo.
—¿Dónde está su sotana? ¿Ya no usa sotana?
—Solo tengo una sotana. Son muy caras. Normalmente llevo una de estas camisas con alzacuellos. La gente las llama clériman.
—Pero a la cena y a la casa de Don Massimo usted fue con la sotana puesta. Lo vieron varios testigos.
—Sí. La llevaba. Don Massimo me invitó a que fuera con ellos a su casa después de la fiesta. Yo, naturalmente, fui al homenaje con la sotana —dijo—. Don Massimo quería comentarme algo. Al llegar allí, preferí ponerme cómodo, en mangas de camisa, porque me sentía como en casa, y me la quité. Da mucho calor y solo tengo una, ya se lo he dicho. La uso lo menos posible, para que no se estropee ni se manche.
—Es usted cuidadoso con la ropa. ¡Vaya! Tomaré nota.
Fue a apuntar algo en un folio de la carpeta, pero el bolígrafo no escribía. Soltó un taco y buscó en un bolsillo del pantalón. Tardó un momento en encontrar otro bolígrafo y escribir unas palabras.
—Una pregunta: ¿No sabrá usted de alguien que se dedique a cortar orejas derechas de chiquillas de doce años, verdad?



Vendetta (parte III) --- (3/4)

Sospechas

—Se lo pregunto, más que nada, porque a la hija de Don Massimo le cortaron la oreja derecha. Todo un detalle.
El sacerdote hizo un extraño gesto.
—Eso parece una jodida* vendetta* de sus jodidas familias calabresas.
El policía lo miraba fijamente, buscando el más mínimo gesto que pudiera interpretar de algún modo, pero el párroco solo estaba teniendo reacciones totalmente lógicas.
Carraspeó y volvió a mirar la carpeta amarilla que tenía abierta en la mesa, durante unos instantes. Se pasó el dedo por el ojo.
—Quiero decir: de alguien que se dedique a hacer *vendettas *de mierda, cualquiera sabe por qué jodida causa.
El padre Luciano mantuvo la mirada fija en la pared del fondo de la sala. Parecía que estaba reflexionando.
—Le voy a hacer otra confidencia. Me cae usted bien, amigo Luciano.
Se alisó el pelo. Volvió a sonar otra sirena en la calle.
—El rubio ese, el rubio como se llame…
—…el Rubio Lucca.
—Pues eso, el Rubio Lucca es el otro sospechoso. Amenazó públicamente a Don Massimo en la fiesta del homenaje que le dieron anoche. Delante de todo el mundo…
—… sí. Fue una situación muy desagradable. Lo acusó de que los amigos de Don Massimo habían acabado con uno de su familia, hace años. En realidad, nadie pudo encontrar al culpable de aquella muerte. Y lo que hizo el Rubio fue insultarlo porque lo acusó sin ninguna prueba.
El policía se quedó pensativo.
—Se lo pasan ustedes estupendamente, ¿eh? Con sus muertos, sus acusaciones, sus venganzas, sus extorsiones. En fin, que están ustedes muy entretenidos todo el día. ¿No sería mejor que aprendieran a hacer crucigramas? Son muy divertidos. Y menos sangrientos, ¿no le parece?
—Usted no comprende la manera de ser de mi Calabria.
—No comprendo… ¡vaya! No comprendo su Calabria.
El policía se atusó una ceja.
—Pero el rubio ese tiene una coartada perfecta: se pasó toda la noche en una comisaría. Lo pillaron conduciendo borracho a la salida de la cena. Lo tuvo un poco difícil, ¿no cree?
—…
—Y, luego está su maldita sotana. La estamos analizando. Quiero decir, estamos analizando las manchitas que tiene. Yo me imagino que es sangre. Y me imagino que es sangre de Don Massimo, de su esposa, de la niña o de los tres.
—¿Está usted diciendo que yo los maté?
—No. No, no. ¡Qué va! Ni mucho menos. Seguro que usted pasaba por allí y es usted tan inocente como un bebé recién nacido. Una criaturita de Dios, vamos.
—Y si cree que los maté, ¿por qué no acaba con esto de una vez?
—Porque me falta la causa, buen hombre. No sé por qué coño acabó con las vidas de estos tres espaguetis y le cortó la oreja a la niña. ¿No podría usted ayudarme un poco? Al ritmo que vamos, hoy no llego a casa para comer…
Sacó una pequeña manzana verde del bolsillo y la puso sobre la mesa. La miró y dijo:
—¡Vaya! No me gusta pasar hambre a mediodía. ¿Y a usted?
A Luciano no le hizo ninguna gracia aquella observación.
El resto de la mañana el interrogatorio no avanzó en absoluto, y tuvieron que parar para tomar cualquier cosa.
El sacerdote se cerraba en banda y no quería colaborar de ninguna manera. Aquello no hacía más que aumentar las sospechas de la policía. En realidad, parecía increíble que un sacerdote, amigo de la familia, hubiera aprovechado que Don Massimo lo invitara a su casa para acabar disparando sobre los tres y cortando la oreja derecha a la niña.
Había muchas cosas que no estaban claras: ¿Qué era aquello tan importante que tenía que hablar don Massimo con el cura? ¿Por qué los terminó matando? ¿Cuál era la causa de que el único cadáver al que le faltaba la oreja derecha fuera el de la niña? ¿Es que se estaba vengando de una niña de solo doce años? ¿Si era así, de qué se estaba vengando? Y, sobre todo, ¿cómo podía ser que un sacerdote católico pudiera vengarse y terminara matando a tres personas. ¿No se suponía que los religiosos predicaban el amor al prójimo? ¡Bonita manera de dar ejemplo de amor!
Además, si últimamente no había habido ninguna muerte entre los calabreses, ¿a qué venían ahora aquellos asesinatos?
Por la tarde, un equipo de ocho policías estuvo buscando información sobre Calabria, sobre Lorano, sobre Luciano Sottoscala y sobre don Massimo. Usaban internet, donde se supone que se almacena todo. Se pusieron en contacto con los carabinieri, la policía italiana, por si les podía pasar información.
Aquella misma mañana, en otras salas, ya habían estado interrogando a posibles testigos o a calabreses que los pudieran orientar sobre alguna pista. Había que resolver el caso cuanto antes porque, de no hacerlo, se avecinaba una oleada de sangre y de vendettas en cadena que podían dejar despoblada aquella parte de Nueva York.
Hacia las seis de la tarde, uno de los policías levantó la voz en la sala de instigaciones para que lo oyeran el resto de sus compañeros, cada uno sentado en su ordenador y con su teléfono.
—Esta gente habla en calabrés entre ellos. Quiero decir: aunque entienden y usan el italiano, usan el jodido calabrés, ¿no?
Alguien, al fondo contestó:
—Sí. El calabrés.
—¡Ya lo tengo! ¡Está tirado, joder! Más fácil y nos trae una foto matándolos.



Vendetta (parte IV) --- (4/4)

Nuevo interrogatorio

Volvieron a llevar al sacerdote a la misma sala. Esta vez, no le quitaron las esposas. Al contrario, con ellas puestas lo inmovilizaron uniéndolo a una cadena que salía de una pata de la mesa.
Lo hicieron esperar unos minutos. Era la práctica habitual.
De pronto, entró el policía que llevaba el caso y se sentó frente a él. Sin decir palabra, puso en marcha el aparato de grabación.
—¿Ha comido usted bien, amigo Luciano? —dijo, cuando todo estaba preparado.
El sacerdote no contestó.
—¿Y va a colaborar con nosotros?
Tampoco respondió esta vez.
—Por cierto, amigo Luciano, siento mucho lo de la muerte de su madre.
—Muchas gra…
El sacerdote se quedó petrificado. Era consciente de lo que acababa de pasar. Mientras no tuvieran un motivo, todas las pruebas contra él eran circunstanciales. Ningún tribunal podría condenarlo. Nada era concluyente.
Pero aquella respuesta cambiaba las cosas.
—Nos acaba de confirmar todo, buen hombre. Muchas gracias.
El policía sonrió.
—Nos costó encontrar el motivo, la verdad. Pero mis compañeros son unos fieras. ¿Sabe? En internet hay incluso diccionarios de calabrés al italiano. Hay de todo. Hasta los periódicos de Cosenza de hace tres días se pueden consultar. Y luego está la policía italiana, los carabinieri. Unos profesionales esta gente —continuó, aclarándose la voz—, son capaces de consultar los archivos bautismales de la parroquia de Lorano en menos de una hora. Además, pueden revisar los libros de calificaciones del seminario de Cosenza con una clave que solo ellos conocen. Sí. Son unos fieras. Unos verdaderos profesionales.
El sacerdote hizo una mueca de desagrado.
—Solo una cosa me falta: ¿por qué mató don Massimo a ese familiar del Rubio hace casi veinte años?
—Porque sabía quién era. Había venido de Lorano un poco antes que él. Y tuvo que matarlo.
—No entiendo. Pero ahora me lo aclara, si acaso. Tampoco creo que sea tan importante.
Miró a la pared color azul cielo. Sabía que los compañeros lo estaban mirando a través del espejo del lateral. Quería lucirse arrancándole la confesión al sacerdote.
—De modo que su madre murió hace tres días.
—Estaba muy enferma. Y sí, murió hace tres días.
—La señora… Ángela Somaro in Catòja, viuda de Martino Catòja.
—Eso es.
—Y catòja en calabrés se traduce por sottoscala en italiano.
—Correcto.
—Que curiosamente, es su apellido, amigo Luciano.
El párroco hizo un gesto de desagrado y dijo:
—Por favor, padre Luciano.
—Amigo Luciano, en la cárcel no creo que tengan mucho aprecio por asesinos de niñas de doce años. O, al contrario, igual les da a los otros presos por hacerse amigos suyos, usted ya me entiende… —y continuó—. Yo que usted, colaboraría lo máximo posible con la policía para que el fiscal rebaje la pena y pueda mantener sus nuevas amistades el menor tiempo posible.
El sacerdote asintió con la cabeza. Era una afirmación y un signo de derrota.
—Hace veintidós años, por unas peleas entre familias, mataron a su padre, Martino. Desde entonces, Guido, el mejor amigo de la familia, se hizo cargo de ayudarlos. También lo mataron dos años después. A su hermana Nuria, se la llevaron, la mataron y le cortaron la oreja, en un claro signo de vendetta.
El párroco asintió:
—Tenía solo nueve años. ¡Solo nueve! ¡Figli di puttana! —dijo, mientras apretaba los puños.
El policía se detuvo un instante y vio cómo los ojos del religioso se humedecían.
—Por entonces, a usted le llamaban Adriano y estudiaba en el seminario de Cosenza.
El padre Luciano contestó con rapidez:
—Mi nombre de bautismo es Luciano Adriano, aunque en casa siempre me llamaron Adriano.
—Sí, sí. Eso lo hemos visto en los libros de la parroquia y en los de calificaciones del seminario. Toda esta información nos la han pasado desde Italia. Estos carabinieri son magníficos. Nosotros solo nos dimos cuenta de que catòja, que es una palabra del jodido calabrés ese que se dice sottoscala en italiano. A partir de ahí todo ha sido muy fácil.
Pensó un momento:
—¿Cómo es que don Massimo tenía una hija tan pequeña, teniendo ya setenta años?
—Era adoptada. Fueron a Lorano y adoptaron.
—Sí, claro, a Lorano, ¿cómo no? —dijo el policía. Y añadió—: Otra pregunta: ¿por qué mató don Massimo a ese familiar del Rubio?
—Porque sabía que don Massimo había matado a mi padre y a Guido. Y sabía que quedaba un hijo varón en la familia: yo. Si los localizaba, *tendría *que acabar con ellos. La sangre clama justicia. Mi vendetta era obligada. Es la ley.
—¿Por encima de la ley de Dios?
—La* vendetta* es la máxima ley.
El policía movió la cabeza de un lado a otro.
—¿Y por qué ha esperado tanto tiempo para vengarse de don Massimo?
—Se lo prometí a mi madre cuando mataron a mi hermana: mientras ella viviera no me tomaría venganza. Hasta que no ha muerto, no he podido.
—Supongo que la venganza fue sobre la niña de Don Massimo, porque lo que usted vengaba era el crimen de su hermana.
—Y el de mi padre y el de Guido. Por eso los maté.
—¿Y por qué lo invitó don Massimo a su casa después de aquella cena?
—Me dijo que me olvidara de todo, que había pasado demasiado tiempo y que yo, sacerdote, no podía vengarme. Me prometió dinero. Quería que olvidara la vendetta. Se confió. Pero es muy fácil conseguirse un arma en la Little Italy. Incluso para mí. Además, nadie cacheó a los sacerdotes en el homenaje a Don Massimo.
Miró la pared del fondo. Quedó pensativo un instante y dijo:
—Las venganzas pueden quedar aletargadas muchos años.
El policía reflexionó.
—Es usted todo un personaje, padre Luciano.
—¿Ahora me llama padre?
El policía sonrió.
—La sangre clama justicia. Il sangue grida giustizia. Es la ley —dijo el sacerdote.
.
EPÍLOGO
En Lorano, el pequeño pueblo de Calabria, alguien reparaba una pared con un poco de yeso. Estaba sonriendo mientras pensaba: «Parece como si le hubieran pegado un puñetazo».










Katty Montenegro

Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje
Rojo Manzana

Nunca entendí de dónde sacó la idea de que mi auto era color manzana, pero me causaba gracia, lo encontraba tierno. Esa mujer era mi mundo entero.
El último día que la vi, el cielo estaba oscuro, triste. Pronto entendí por qué. "No puedo seguir siendo tu amiga". Sus palabras fueron como un puñal, llevábamos diez años de amistad y simplemente decidió cortar todo. Supuse que tendría que ver con el nuevo chico que había conocido y pensé "no importa, quizás algún día volverá". Nunca imaginé que de esa forma.
Conduje a toda velocidad por las calles, me había pedido ayuda. Yo estaba en un homenaje que organizó la empresa para un ex trabajador cuando ella me llamó, había llamado a la policía, pero aquí siempre tardan en llegar, le dije que iría yo. Me dió la dirección y dijo que era una casa color añil. ¿Color añil? ¿Qué color era ese? Yo era muy malo para los colores y ella muy buena, por eso salíamos discutir tardes enteras, entre risas.
Llegué, no pensé, solo entré, rompí una ventana y una vez dentro la vi en el suelo, lloraba, sangraba y estaba asustada. Me lié a golpes con él, las cosas ya no estaban para hablar. La saqué de allí y conduje al hospital más cercano. Estaba ida, se iba a desmayar.
Tres días después, le dieron el alta, y la llevé a mi casa para cuidarla, no tenía parientes. Ahí me dijo que me amaba y que él otro tipo solo fue un intento de olvidarme, me arrepentí mucho de no hablarle de mis sentimientos antes, yo también la amaba, pero no quería perderla, prefería ser su amigo que no verla.
—No volveré a dejarte sola —dije acariciando su cabeza con ternura.
—Cometí un error... ¿Me perdonas?
—Sí. Pero hay algo que quiero que dejemos en claro antes.
—¿Qué?
—Mi auto es rojo —dije entre risas.










Eelynn Cuellar

Añil / Cielo / Amistad / Manzana / Homenaje
Adiós A Uno Grande

El cielo parece ser un reflejo de nuestro estado de ánimo, con un azul tan oscuro e intenso como si estuviera a punto de anochecer, la naturaleza nos despliega ante nuestros ojos un color añil que pocas veces se puede ver a estás horas, quizá está anunciando una gran tormenta acercándose. Pero no han dicho nada los medios al respecto.

Poco a poco se va llenando el lugar, y conforme va sucediendo, la cantidad de velas encendidas aumenta considerablemente. Quién iba a decir que un homenaje hacia él generaría tanto... Morbo. Claro, no lo voy a negar, hay quien lo ama, pero sin duda hay más que lo detestamos. En realidad no es buena persona, no tiene amigos y nunca creyó en la amistad desinteresada, decía que la gente que está alrededor de uno es por puro interés, buscando siempre algún beneficio. 

Vamos, que el pobre infeliz ni una manzana de su huerto era capaz de regalar a alguien que no hubiera comido por demasiado tiempo. Prefería convertirla en composta o tirarlo que ser amable con alguien que no fuera él, a menos que hubiera una difusión pública de su acto, de su bondad, nunca hacía nada gratis. Y no, no estoy exagerando, quién lo conoce de verdad sabe que no miento, él es pues pura apariencia, no es el salvador que hace creer que es.

Por eso me sorprende que hoy esté reunida tanta gente para darle las gracias, homenajearlo por lo que ha hecho por ellos, si tan solo supiera que esto es más bien una despedida, dudo que estarían presentes aquí este día.

El es muy HDP desde que nació, creyó lo que sus padres le dijeron y no le importó nada que no fuera él. Siempre en su afán de protagonismo, de lucirse y destacar entre los demás, entre los extraños que no lo conocían, y nos condenó a muerte a la los suyos, a su raza. Kal-el o mejor conocido entre los humanos como Superman, fue un superhéroe en la tierra y un maldito verdugo en Krypton.

Y hoy, aquellos que nos cansamos de su juego sucio, de vivir bajo su sombra, hemos viajado a la tierra para destruir esta falacia y poner fin a todo aquel que le creyó en su cuento de hadas.

La tierra nos pertenece y venimos a reclamarla el día de hoy.










Añil
Remedios

Debí dudarlo. Debí buscar más información... Debí hacer muchas cosas. Hoy de nada sirve lamentarme, no puedo dar marcha atrás en el tiempo y conseguir que esto no sucediera.

Tonta de mi... Muy tonta fui. Claro, creí en su palabra, en su legado, pero debí confiar en mí instinto. Todos somos diferentes y lo que a unos les sirve a otros no.

Quizá solo necesitaba descanso, el doctor dijo que era por nervios el prurito que presentaba en gran parte de mi piel. Mi abuela dijo que era mal de ojo, o una simple alergia, que no había mejor remedio que usar añil para curarme. Claro, yo pensé que al ser natural no sucedería nada malo.

Ahora no sé cómo me voy a presentar en el trabajo o en la universidad pareciendo Pitufina. Ya sé el bullying que me espera y mínimo ojalá  fuera época de Halloween, pero apenas vamos comenzando año y ni como justificar el color azul de mi piel.










Cielo
Petición

Miro al cielo por última vez. El tiempo se me agota... Comienza a oscurecer y un escalofrío recorre mi columna vertebral. La luna tiene un halo de colores alrededor. Un mal augurio y aún así un bello espectáculo digno de ver.

Me tiemblan las manos, mi corazón palpita desbocado... No hay nada más que hacer. El momento ha llegado.

El cielo ahora es casi tan negro como mi futuro, la única diferencia es que este está bellamente adornado con un manto de estrellas luminosas.

—Es hora Enrique.

La sentencia de mi muerte.

Suspiró y comienzo a caminar por el largo pasillo.

Cierro los ojos y digo una plegaria.

La música comienza a sonar, abro los ojos y ahí, al final está ella sonriendo.

No debí decirle que solo con la puntita o que terminaría afuera, sabía que era fake ese truco, pero jamás creí que a la primera se quedaría embarazada. Y con la petición amable de mi suegro, no pude negarme a casarme con su única hija en una boda exprés.










Amistad
Amigas

Confié en ella, siempre lo hice. Con fe ciega hubiera metido la mano al fuego sin dudarlo porque nuestra amistad para mí era muy valiosa, y creí que para Lara era igual.

Qué equivocada estaba.

Aún recuerdo cuando éramos niñas, y todavía se nos dificulta a decir algunas letras o palabras y de todos modos hicimos una Pinky Promise que seríamos amigas por siempre.

Los años pasaron y seguíamos siendo las mejores amigas, pero un día simplemente todo cambió.

Lara acababa de terminar con su novio, lloraba sobre mi hombro y habíamos bebido mucho tequila. Una caricia, un beso y finalmente una confesión.

Y aquí estamos, un año exactamente después de esa noche, y sí, nuestra amistad cambió. En unos minutos seremos esposas, ya no solo seremos amigas, y yo por ella soy capaz de todo, por mi amante, mi confidente, mi sol, mi mundo, mi amiga... Mi alma gemela, mi todo.










Manzana
Solo Voces

Dicen que la manzana no cae muy lejos del árbol cuando esta cae. Yo lo intenté, quise ser diferente, no parecerme a ellos, no cometer sus mismos errores. Y aquí me tienen, soy igual a ellos, repitiendo sus patrones una y otra vez.

Por mucho tiempo me quise imaginar cómo la manzana podrida, la oveja negra de la familia. Deseaba que me repudiaran, se avergonzarán de mí y nada de lo que hacía parecía conseguirlo.

Así que para que ir en contra de la marea, no tenía caso seguir desgastándome de esta forma y acepté mi destino.

Y ahora aquí me tienen, escribiendo sin parar, dejando que las voces que gritan en mi cabeza alcen la voz a través de las palabras que plasmó en papel. En realidad no son solo voces, pero que te puedo decir, si tú te niegas a reconocer que también existen dentro de ti. Eres escritor, como lo soy yo.










Homenaje
Algo Que Nunca Olvidará

Algo le inquietaba de aquella invitación. Con caligrafía elegante veía su nombre escrito. Sin duda era hermosa, pero no comprendía el motivo de recibirla, lo estaban invitando a una cena de gala en su honor.

¿Quién era él para semejante honor? De un homenaje en vida. Realmente no había hecho nada destacable aún para merecer algo de ese tipo. No era filántropo, ni destacaba en su profesión y con mucho trabajo hace un par de años escribió una novela que vive en la oscuridad.

¿Quién era él para merecer ese reconocimiento?

Aún así, a pesar de las alarmas que se encendieron en su cabeza, rentó un smoking y se esmeró en su arreglo. Llegó con tiempo suficiente al evento y fotografías por todo el lugar le mostraban su rostro y el de otros hombres.

En cuanto entró al lugar y vio los primeros rostros supo que fue un error haber ido. Dió media vuelta para huir de aquel lugar y varias mujeres se lo impidieron.

Esto no era un homenaje, no, era todo lo contrario, lo habían llevado con mentiras, corrección los habían llevado con mentiras, estaba tan emocionado que no prestó atención en los demás invitados.

Mientras estudiaba la universidad junto a sus cinco mejores amigos hicieron una hermandad, muchas mujeres fueron sus víctimas de acoso y bromas, llevaban un cuaderno de récord y ahora ellas están ahí para hacerlos pagar lo que les hicieron hace mucho tiempo.







Y bueno, pues gracias por leernos!!!

Cuál les ha gustado más???

Como vieron este mes son bastantitos relatos, así que no se pueden quejar por variedad ya que son muy diferentes y 

Y no se olviden cada quince días hay una recopilación de dos semanas del reto semanal y también está la mensual donde están mis relatos y por supuesto la de los demás autores que están en este barco junto a mi.

Besitos y hasta la próxima!!!




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