miércoles, 14 de diciembre de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias Semana 45 y 46 by Varios Autores

Yo Escribo 52 Historias 2022


Semana 45 - Hospital/Asesinato
Semana 46 - Sombras/Automóvil



Varios Autores



Neus Sintes, Eelynn Cuellar, Salvador Alba, María Elena Rangel, Katty Montenegro, Freya Asgard



Hello, hello!!!

Nueva recopilación quincenal, ahora es el turno de las semanas 45 y 46 donde las palabras a utilizar fueron Hospital/Asesinato y Sombras/Automóvil.

Qué historias habrán nacido esta quincena???
















Neus Sintes


En la madrugada de una noche fría de Febrero. En la calle 113, un disparó se oyó desde la lejanía. La calle 113 era bien conocida por estar en una de la zonas donde más altercados y peleas callejeras solían frecuentar. El ruido de los bares y demás pubs se vieron en vueltos por un silencio sepulcral al oír el disparo. La música cesó, como si el tiempo hubiese parado y se vieran los jugadores de cartas, como depositaban las cartas en la mesa. Por otro lado, los borrachos de algunos bares dejaron de pelearse entre ellos. El sonido de aquel disparo proveniente de la fachada de color gris y desgastado por el tiempo, llevaba marcada la sangre del hombre al que habían disparado y en el suelo se hallaba sin vida.
—¡Llamad a un hospital! —exclamó un hombre que se encontraba cerca del incidente. —tal vez podamos reanimarlo con electro choks.
—¿Quién le ha disparado? —preguntó la dueña del prostíbulo que era bien conocido en la zona, sobre todo por la clientela varonil que solía frecuentarlo.
—¡Es Don Julián! —exclamó la dueña del prostíbulo.
—¿Lo conoce? —si, por supuesto. Lo conozco del buen trato y de que es un cliente que suele frecuentar mi local y a las chicas, en general.., mientras percibía en su interior, pensativa. quien podría haber sido la asesina del crimen.
A lo lejos se oía el sonido de la ambulancia, mientras la dueña el local levantaba la cabeza hacía su vivienda.
—¿Ocurre algo? —preguntó el hombre, desconcertado
—Tengo el mal presentimiento de que posiblemente podría haber sido su mujer la asesina de Don Julián. Hace tiempo que su relación fue disminuyendo, por eso Julián merodeaba frecuentemente mi local, en busca de chicas de compañía que le ofrecían el sexo que su mujer le había dejado de ofrecer. Todos los del barrio sabían de su ruptura. Aunque aparentaban ser una pareja perfecta, dentro de la casa era muy distinto.
Mientras la ambulancia recogía el cuerpo sin vida, y sin apenas posibilidades de que pudieran reanimarlo, la dueña del local no paraba de levantar la vista hacia la ventana. Una sombra había percibido en la habitación. La sombra de su mujer, escondida y a oscuras.
—¡No te escondas, Filomena! —exclamó. Tus manos manchadas de sangre están. Has matado a tu esposo. Yo misma seré la que se encarguen de esposarte y que cargues con el peso de la culpa por haber asesinado a sangre fría a Don Julián.









Eelynn Cuellar

Dulce o Truco

No sé porque no puedo ser como un adolescente normal, así como mis amigos que en estos momentos deben estar en su dichosa fiesta de disfraces y aquí estoy en casa viendo una película de esas de miedo que causan más risa que otra cosa. Era de esas llena de clichés de un asesino serial que está matando a todo mundo en un hospital.

Aburrida es el término correcto para definirla, por eso no me molesta que cada cinco minutos le ponga pausa para abrir la puerta y darle los dulces que le prometí a mis padres les regalaría a los niños que vinieran a pedir su calaverita.

Lo único que me molesta es que cada vez que tengo que ir a abrir la puerta, es tener que brincar los cuerpos de mi familia... Quizá debí esperar para matarlos cuando estuviera en su cama, dejar los cuerpos aquí harán menos creíble mi historia ante la policía y los bomberos, decir que estaban dormidos cuando el incendio acabe con la casa, por mi desesperación ahora tendré que cargar con sus cuerpos y acomodarlos en sus habitaciones antes de marcharme a una de las fiestas que me invitaron que me servirá como coartada.









Salvador Alba

El cazador cazado

Había sido ingresado en la UCI del hospital por apuñalamiento múltiple hacía una semana. Acababan de subirlo a planta para terminar su recuperación. En la habitación asignada se había quedado la otra cama vacía por un fallo cerebrovascular, por lo que disfrutaba de la soledad, custodiado por un policía que le protegería de su mujer, en caso de que volviese a rematar el intento de asesinato.
Cuando las luces se apagaron, quedó el edificio en silencio y penumbra, Goyo cerró los ojos para dormir. En un espacio de tiempo indeterminado sintió una presencia que hizo que los abriera azorado y temeroso. Alzó la voz para comprobar que Antonio seguía en la puerta. En su lugar apareció Ignacio, ya había sido el relevo, por lo que dedujo que se había quedado dormido. Volvió a cerrar los ojos y le sobrevino la misma sensación, esta vez, al abrirlos tenía frente sí a su mujer, empuñando su machete de caza.
—¿Encima que me maltratas todos estos años quedo yo como asesina por defenderme de tí? ¡Haré lo que tuve que hacer en la primera paliza!
Goyo logró esquivarla por poco, la redujo sufriendo grandes dolores y le arrebató su arma para degollarla. Al instante, cayó encima de ella y balbuceó exhausto.
—Todo lo que te he hecho ha sido un camino de rosas, ahora estarás donde te mereces, zorra.
El policía había oído las palabras de Goyo, acababa de llegar con un café en la mano, y llamó a las enfermeras mientras trataba de socorrer a Lourdes, que se estremecía tratando de respirar con la boca llena de sangre, bajo el inerte Goyo.
Los médicos acudieron rápido y lograron salvar a Lourdes, quién, además de la herida del cuello, presentaba una puñalada en la espalda de grandes dimensiones, que no afectaba a ningún órgano vital de casualidad, e infinidad de lesiones antiguas. Goyo también resistió y se recuperó tras una nueva operación para rehacer la anterior intervención.
Años después llegaría el juicio, en el que ambas partes fueron condenadas por sus actos gracias a las declaraciones e informes médicos y policiales.









María Elena Rangel


Las Apariencias a Veces Engañan

La joven enfermera del viejo hospital se sintió observada, miró a su alrededor y vislumbró la sombra en el depósito de medicamentos. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Recordó haber visto en las noticias las andanzas del denominado "Estrangulador de Enfermeras", un asesino serial que ya tenía en su haber el asesinato de cinco enfermeras, de distintas edades, en distintos centros médicos.
La chica siguió su camino para hacer su ronda nocturna, avanzó por el largo y oscuro pasillo que separaba el ala de enfermeras de la de pacientes. A medio trayecto sintió su presencia a escasos metros de ella. Cuando el Estrangulador se preparó para ganar su siguiente víctima, su desconcierto lo dejó paralizado; frente a él estaba la que creyó una indefensa enfermera transformada en una especie de monstruo: sus ojos eran cerúleos, su tez muy pálida y de su boca sobresalían unos afilados colmillos.
La policía estaba más perdida que el hijo de Lindbergh. Reconocieron al occiso desangrado como el asesino que buscaban, pero ahora el dilema era otro, ¿había tomado su lugar otro asesino? ¿O era algo más siniestro lo que rondaba por la ciudad?









Katty Montenegro


―Planeta tierra llamando a Laura ―dijo con expresión divertida Isaac, su hermano.
―Lo siento, estaba... ¿Qué me decías?
―Te hablaba de la noticia que estaban dando sobre el premio que se ganó un médico de nuestro hospital.
―Ah, eso...
―¿Estás bien?
―¿Y si fue un asesinato? ―preguntó la chica sin tomar en cuenta lo que él estaba hablando.
―¿Qué cosa?
―Mamá.
―Lo vamos a superar... ―consoló al creer que estaba así de pensativa debido al luto, lo que no era del todo erróneo―. Yo también la extraño.
―Creo que todos la extrañamos ―contestó todavía ida.
―¿En qué pensabas? No era en ella.
―En parte sí.
―¿Y en la otra parte?
―En magia.
―Sabes que esos temas me asustan mucho. No te puedo ayudar con nada que tenga que ver con eso o enloqueceré por no poder dormir durante días ―intentó bromear.
―Lo sé ―dijo Laura muy seria.
―¿Y por qué piensas en eso ahora? Tú no crees mucho en esas cosas.
―No te preocupes, no es nada.
―¿Segura? Te puedo escuchar. 
―No, tranquilo.
―Era solo una broma. Puedo hablar de magia si es lo que necesitas.
―No, de verdad no es nada. Debe ser la nostalgia. Me iré a descansar.
―Bien. Hablamos mañana ―contestó más cortante de lo que esperaba.
La chica se levantó de la mesa y se fue a su habitación temporal. Se estaba quedando con Isaac porque tenía miedo de estar sola. La habitación no era para nada de su estilo, pero al menos tenía la compañía de su hermano.
Antes de meterse en la cama, abrió el closet y sacó la caja para verla por milésima vez. Seguía sin saber cómo entregar los amuletos. La abrió y se llevó la enorme sorpresa de que ya no estaban ahí. La caja estaba vacía.
Mientras se preguntaba dónde estaban los amuletos, el que ella se había puesto en el collar se separó de su pecho, se iluminó y volvió a su pecho, como si con eso hubiera querido decirle algo. Pero, ¿qué? ¿Cuál era el mensaje?






Freya Asgard


Comenzamos a caminar por entre los árboles en silencio.
―¿Me vas a decir o no? ―me exigió al rato, yo no sabía cómo empezar.
Resoplé.
―Harlon y yo somos hermanos. Venimos de una antigua casta de hechiceros. En la última vida de papá, cuando nací yo, él era un hacendado malvado, maltrataba a todo el mundo. Harlon era su mano derecha en todos sus negocios, legales e ilegales. A medida que fui creciendo, mi hermano se sintió intimidado por mí, yo quería desenmascarar a papá y liberar a todos sus esclavos, entre ellos, Graciela, de la que me enamoré perdidamente. Yo iba a dejarlo todo por ella, pero antes debía liberar a su familia de la esclavitud. Papá lo descubrió y él tenía otros planes para mí. Dolores Valdivieso debía ser mi esposa. Yo me negué, por supuesto, el amor de mi vida era Graciela, pero él y mi hermano tenían métodos muy persuasivos para hacer que la gente hiciera lo que quería. Yo no pensé que serían capaces de algo así, de haberlo sabido…
―¿Qué hicieron?
―Primero, asesinaron a la madre de Graciela, al padre y a sus dos hermanos, con la maldición de que en cada próxima vida de Graciela, volverían a ser familia.
―Pero eso es muy bueno.
―No, porque con cada vida, sus lazos se fortalecerían y si yo volvía a desobedecer, ellos volverían a pagar.
―¿Y qué hiciste?
―Me alejé lo más que pude de Graciela. Me casé con Dolores, pero ella siempre supo que yo estaba enamorada de otra.
―Y te hizo la vida imposible.
―No, la verdad es que Dolores es la mujer más noble que he conocido en mi vida y muchas veces me he preguntado por qué no me enamoré de ella.
―Pero te enamoraste de Graciela.
―Así es. Dolores me ayudó, le dijo a papá que quería vengarse de la mujer que quiso impedir su matrimonio y que quería a Graciela de sirvienta en nuestra casa. La casa que ocupo actualmente.
―¿Permitiste que tu esposa la humillara frente a ti?
―No. Dolores permitió que yo llevara una vida de pareja con ella. Mi esposa lo era solo de nombre, mi verdadera mujer era Graciela.
―Muy noble en verdad.
―Sí. Mucho.
―¿Y ella no tuvo su amorío por ahí?
―Sí, en el hospital donde trabajaba como voluntaria, conoció a Lucrecia.
―¿Era lesbiana?
―Sí, algo raro para la época, pero yo la apoyé, era igual de raro que el señor se enamorara de una esclava cuando se la podía tomar cuando se quisiera.
―Así es que vivían felices los cuatro.
―Sí, hasta que se cometió un asesinato a sangre fría, uno que cambiaría toda nuestra vida.
―¿Mataron a tu esposa?
―Sí, pero la mataron en su cama con Lucrecia. Mi padre las pilló y las empaló a ambas. A Dolores la condenó a una vida en el limbo donde se le permite pasar a este mundo por cortos períodos de tiempo y solo en esta casa. No puede salir de aquí.
―¿Y qué pasó con Graciela?
―Harlon la convenció de que yo maté a mi esposa y a su amante y se la llevó. Su condena es morir vez tras vez, y renacer. Enamorarse de mí e irse con él. Él la vuelve a matar y yo vuelvo a intentar conquistarla para que se quede conmigo.
―¿Y no has intentado contarle la verdad desde un principio, desde que la conoces? ―preguntó algo burlón.
―¿Y si se aterra y sale arrancando?
―Como si no saliera arrancando con tus mentiras y secretos. Ahora está en el hospital porque no fuiste capaz de decirle la verdad. ¿Qué esperabas? ¿Que tu hermano no apareciera? Ha estado vida tras vida detrás de ustedes, ¿Qué lo iba a hacer distinto esta vez?
―Creí que estaba muerto ―confesé con frustración―. Se suponía que había acabado con él.
―Pues no lo hiciste, hermano, y ese hechizo solo me hizo más fuerte, aquí el único que terminará muerto para siempre serás tú ―sentenció mi hermano apareciendo de la nada frente a nosotros. 
















Eelynn Cuellar

Ying Yang

Odio a mi jefe.

Soy un inepto del que abusan siempre, claro, ya sabía que no podría negarme a terminar el papeleo.

Era viernes y todos lo único que deseaban era irse a casa con sus familias para descansar, y como yo soy el único soltero y sin familia cerca, pues no había nadie que me esperara en el apartamento.

En un principio no creí que me tardaría tanto en terminar y se hizo más tarde de lo que esperaba. Tenía hambre y mi nevera estaba vacía y por la hora ya no encontraría ningún establecimiento para comer algo.

De mal humor entré en el elevador hacia el estacionamiento, siempre se me ha hecho tétrico y ahora que está solo, se me hace aún más. Camino lo más deprisa que puedo hacía mi automóvil.

Nunca he sido paranoico, pero me gusta ser prevenido y a cada paso que daba no podía evitar observar por encima de mi hombro y comprobar que estaba solo. Escuchaba ruidos a mi alrededor y juraba que veía cosas moviéndose a mi alrededor.

Comencé a repetirme que era el cansancio y que las sombras que me rodeaban no se movían, que todo era producto de mi imaginación.

Con manos temblorosas busco las llaves para abrir el auto y un fuerte ruido a mi espalda me hizo soltarlas en el suelo... Algo detrás de mí se acercaba, podía sentirlo y lo único que se me ocurrió hacer en ese momento fue comenzar a rezar y suplicar que no me hicieran daño.

Un pequeño ronroneo me sorprendió. Dos gatitos bebés llegaron a mis pies, una panterita y el otro era blanco. Tome a cada uno con una mano y esperé un buen rato para ver si salía alguno más o su madre, y al ver que no aparecía ninguno otro, los coloque en el asiento de copiloto y me di cuenta que en un instante me convertí padre de dos y ya tenía una familia.









Neus Sintes


Las sombras de la noche ocultaban el automóvil que se escondía detrás de unos apartamentos. Discreto, de color oscuro y silencioso. Estaba esperando el momento para hacerse ver. Sus cristales tuneados de negro, no dejaban ver quien se ocultaba dentro del vehículo.
Se podía percibir la respiración del conductor, ansioso e impaciente. Parecía saber a quien estaba esperando. Por la zona en que se encontraba, tendría que conocer a a la persona en cuestión, cerca de los bloques del edificio debía de residir.
Unas risas se oyeron a lo lejos. Provenían de la esquina cercana a donde el vehículo esperaba.
—Siempre me haces sonreír —eso me gusta de ti. le susurró una voz femenina a su pareja.
—Me gusta verte feliz, Teresa.
—¡Si pudiera escapar contigo lo haría ahora mismo! —suspiro mirando a su amado con nostalgia.
—Teresa, no lo pienses más. ¡Para qué estar con un hombre que no te desea! —exclamó.
—¡Te amo Vicente!
Mientras Teresa se despedía de Vicente. Con quien deseaba marchar desde hace tiempo. Aunque el miedo la paralizaba y siempre terminaba por retroceder, sabiendo que su marido, un hombre celoso por naturaleza, podría estar observándola. Siempre con ese miedo en el pecho que no la dejaba vivir tranquila. Con ese temor que era presa hasta que Vicente se cruzó en su vida y sus sentimientos fueron mutuos. Lo que empezó como una amistad, terminó en romance. Ambos se querían.
Cuando Vicente se había alejado lo suficiente unos faros de un coche negro, se encendieron, como dos ojos llenos de ira. Vicente oyó a Teresa chillar y fue corriendo a su auxilio. Teresa se encontraba al borde del pánico al ver a su marido, que se disponía a atropellar a Vicente.
—¡Apártate, Vicente! —chillo Teresa, despertando al vecindario.
Uno de los vecinos llegó a tiempo a llamar a la policía antes de el marido de Teresa, huyera. Por otro lado, Vicente sufrió un lesión en la pierna. La policía pudo llegar a tiempo. Detuvo al conductor y este estuvo con una orden judicial, en la que debía permanecer alejado de su esposa, ahora ex-esposa.
Teresa fue la que se alejó de todo lo que le había rodeado durante toda su vida. Solo estaba presente en la vida de Vicente. Ambos, no volvieron a a separarse nunca más.









Salvador Alba

Turno de noche en el centro comercial

Paseo por el centro comercial en busca de una presa de alta calidad, cuando me percato de la presencia de un cazador. Me ha visto, ¡mierda!. No tenía posibilidad de salir con vida, le conozco muy bien por lo que cuentan los demás, siempre he podido esquivarlo. Con tanta gente alrededor no se atreverá a matarme aquí, los de nuestra condición sobrenatural intentamos ocultarla al mundo, por lo que trataré de que se aburra y se marche.
Ya no hay clientes, me he escondido en una caseta de jardín que está expuesta con la certeza de que el cazador se ha quedado fuera del edificio. Juraría que va a esperar a que se haga de día para sacarme a la luz, la muerte más dolorosa para alguien como yo.
Cuando todos los empleados se van, puedo ver cómo el vigilante de seguridad le felicita las Navidades a diestro y siniestro. Se llama Manolo, es un hombre entrado en años, canoso y barriga cervecera. En un momento dado, se acerca a una cajera, del hipermercado, que se marcha y esta le entrega una tableta de turrón de chocolate, pero la rechaza porque se ha vuelto alérgico y de tomarlo se le inflamaría la cabeza hasta límites insospechados; eso dice. La mujer, introduce de nuevo la tableta en la bolsa y le entrega otro turrón, esta vez del blando, de almendras. Por el trato parece un buen hombre.
Solo quedamos Manolo y yo en esta planta del edificio. Ya han dejado las luces indispensables. Viendo la forma física del vigilante, creo que es fácil esquivar su vigilancia, y así es. Recorro las pocas ventanas que hay y observo al cazador. Me espera, estaba en lo cierto.
Sé que no hará saltar las alarmas, esperará hasta meterme una estaca en el corazón sin que nadie más sufra daño alguno. Nunca he entendido la predilección que siente hacia los humanos. Pienso en tomar de rehén al vigilante, pero me mataría igualmente, y si este sufriera algún daño, lo haría de la forma más cruel.
—¡Eh, tú, estate quieto ahí!
Mierda, el vigilante me ha visto, así que huyo. Soy mucho más rápido que él, y lo evito con facilidad. Rápido se cansa, e hinca una rodilla en el suelo falto de resuello y se lleva la mano al pecho.
El cazador se ha acercado a la cristalera y le observa con ojos desorbitados de preocupación y, por temor a represalias, solo se me ocurre acercarme a preocuparme por el hombre.
Me acerco y me pongo a su altura. Cuando le pregunto si está bien, me asesta un duro golpe en la cabeza con su porra, e, incorporándose, me coloca los grilletes tras la espalda a la vez que me tira al suelo con una habilidad pasmosa. Mi cara queda pegada contra las losas, hacia el cazador, que se descojona de la risa. Cuando Manolo me pone en pie, el cazador golpea el cristal con suavidad. Manolo me lleva con él hacia la cristalera y gritan muy fuerte al no escucharse bien.
—¡Déjemelo a mí, señor, es un ladrón que se me ha escapado!
—¡¿Cómo dice?!
El cazador saca una placa policial y Manolo se pone firme para desbloquear la puerta a continuación.
Aprovecho ese momento para romper los grilletes haciendo gala de mis poderes, dejando a relucir mi rictus vampírico y corro a gran velocidad hacia el interior.
—¡Hostia! ¿qué coño es eso?
—¡Bloquee la puerta y enciérrese en un lugar seguro!
—¡No estás tú chalao ni…!
No alcanzo a oír más, acabo de entrar en el hipermercado y doy un rodeo por los pasillos para despistar al cazador. Estoy tumbado encima de las estanterías de la zona de juguetería. Si asomo la cabeza, me verán, por lo que estoy a ciegas. Me centro en el olfato.
Un aroma a Heno de Pravia invade mi sentido y dificulta el reconocimiento, a pesar de ello, noto el hedor del cazador acercarse. Creo que sé el lugar aproximado donde se encuentra. Si no le cazo yo primero, será él quien acabe conmigo; es un suicidio, pero no tengo otra opción.
Me abalanzo de un potente salto y agarro por los hombros a la mole de dos metros de altura para caer encima suya estampándolo contra el suelo. Su cabeza ha resquebrajado la baldosa, pero, sin dar tregua, abro la boca exhibiendo los colmillos con la visión de su poderoso cuello y…
¡Mierda! El del Heno de Pravia me ha hecho una presa con algo de goma en la boca y me retiene contra sí a la vez que me aparta del cazador.
—¿Ahora qué, so asqueroso? ¿A quién vas a morder? Verás cuando ponga esto en el parte y vean las cámaras, Iker Jiménez lo va a flipar.
Manolo tiene más fuerza de la que pensaba, aún así no es normal que pueda conmigo. Cada vez me siento más débil.
—¿Te fallan las fuerzas? —El cazador se ha levantado y se dirige a mí—. Es el suero de ajo que te he inyectado en el choque, he de reconocer que me has sorprendido. Puede soltarlo, señor. Gracias por la ayuda.
—Ni de coña suelto yo a esto, no estoy yo para que me muerda.
—Hágame caso, no podrá hacer nada.
Caigo al suelo exhausto, veo que me había amordazado con una funda de volante de automóvil. Aún conserva el precio.
—Señor…
—Manolo, por aquí me llaman Manolo el segurata.
El cazador me encadena y me carga sobre su hombro.
—Señor Manolo, sería bueno que no comentase nada de lo que ha visto. Ya sabe, lo de que era un vampiro y tal.
—Hombre, yo no diré nada, pero las grabaciones ahí están, mi compañero le habrá visto en monitores y ¡a ver qué pongo yo en el parte de incidencias!
Estoy a punto de desmayarme, solo veo nuestras sombras proyectadas en el suelo mientras la salida está cada vez más cerca.
—No se preocupe, diga que es un enfermo mental, yo me hago cargo. Ya sabe que soy Policía. —Miente.
—Está bien, ¿Y qué hará con él?
—De eso no debe preocuparse. Solo debe saber que no lo volverá a ver jamás.
—Sí por favor, que ya tengo una edad para andar con estos sustos tan….
Pierdo el oído, aunque sigo consciente… por poco tiempo. Sé que pronto seré ejecutado.









Katty Montenegro

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Laura tenía los amuletos que había dejado su abuela y desaparecieron, quedando solo la caja. En ese momento su collar se iluminó.
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Laura salió de casa sin explicarle nada a su hermano, pese a la insistencia del hombre. Incluso él se ofreció a acompañarla, pero ella no contestó. Se subió a su automóvil y condujo a gran velocidad hasta la casa de su difunta madre. Sentía que las respuestas que necesitaba estaban allí.
Cuando entró a la casa, su collar se volvió a iluminar y la tiró hasta la sala en dónde había encontrado los amuletos días antes.
―¿Tú qué eres? ―preguntó al collar aún sabiendo que no le contestaría.
―Sabía que vendrías ―dijo una mujer que se escondía entre las sombras.
―¿Quién es usted? ―preguntó la chica asustada.
―Es una lástima que hayas fallado en la única tarea que te encomendó tu madre ―dijo sin hacer caso a la pregunta de Laura―. ¿No notaste extraño a tu hermano? No le diste su amuleto a tiempo...
―¿Qué?
―Uno a uno me los llevaré a todos...
La mujer desapareció y Laura se quedó helada, tratando de entender lo que acababa de pasar.









Freya Asgard


Desperté aterrada tras una pesadilla. No lograba recordarla, pero me angustiaba. Me sentía horrible. Miré a mi alrededor, estaba en el hospital. En ese momento recordé, había tenido un accidente, un automóvil venía en sentido contrario y me chocó.
¡Mi fantasma! Mi fantasma estuvo conmigo. ¿O solo sería un sueño? Sí, debió ser un sueño, era imposible que él estuviera allí, él no podía salir de casa. ¿Por qué me tenía que pasar eso justo en ese momento? Yo iba a hablar con él, quería arreglar las cosas, no me importaba quién o qué había sido en el pasado, al final, estar juntos era lo que más queríamos. Los dos. Estaba segura de que él también quería estar conmigo.
Unas sombras pasaron por la pared de mi cuarto. Se me encogió el estómago. ¿Y si era él? ¿Por qué no? Estaba segura de que él había estado allí. Pero, de ser él, se habría presentado, no habría pasado como una sombra.
Recordé las palabras y las enseñanzas de mi abuelo. Ninguno de ellos me podría hacer daño si yo no lo permitía.
Y nadie me lo haría.
El problema era que la angustia de mi pesadilla no se me pasaba, estaba segura de que algo muy malo había pasado. ¿Y si mi fantasma estaba en peligro? Imposible, era un fantasma. No era un ser humano cualquiera como para estar en riesgo, ¿o sí?
Cerré los ojos y traté de visualizarlo, de llamarlo con mi mente, sabía que esas cosas se podían hacer, pero yo no lo había hecho nunca.
Respiré hondo para verlo, pero abrí los ojos enseguida con más terror todavía, estaban en una especie de calabozo. Él y el amigo suyo que lo acompañaba cuando me visitó. ¿Dónde estaba y quién lo tenía prisionero?
Miré hacia afuera, la gruesa cortina estaba cerrada, la abrí, estaba amaneciendo.
―Veo que amaneció mejor. Hoy el doctor le dará el alta, sus exámenes salieron bien, él vendrá en cualquier momento, está en la sala de al lado ―me informó la enfermera―. Si quiere puede vestirse mientras.
―Gracias ―respondí algo aturdida por la rapidez con la que habló, parecía que estaba deseosa de que me fuera, a lo mejor no le gustaba trabajar y no quería tener pacientes molestos como yo.
Me vestí de inmediato, no quería estar ni un minuto más allí, apenas me dieran el alta, me iría a buscar a mi fantasma y a rescatarlo de donde fuera que lo tuvieran.










Esta ocasión tenemos tenido 12 relatos, es decir 12 autores. 

Cual es su favorito de lo que han leído???

Y a saben, aunque el año está por terminar, habrá más recopilaciones, gracias por leernos y besitos!!!







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