domingo, 7 de agosto de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias - Semana 25 y 26 by Varios Autores

Yo Escribo 52 Historias BFD


Semana 25 - Agua / Ponzoña
Semana 26 - Estrella / Dialogo



Varios Autores



Salvador Alba, Eelynn Cuellar, María Elena Rangel, Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)  Freya Asgard, Katty Montenegro, Neus Sintes

Hola!!!!

Y bueno, una quincena más ha llegado, y ahora es turno de las semanas 25 y 26 donde las palabras a utilizar fueron Agua/Ponzoña y Dialogo/Estrella, donde en total tenemos 13 maravillosos relatos.

Ya saben que el orden en que están publicados aquí fue el orden en el que los autores publicamos en nuestras redes, y sin más, que los disfruten!!!














Salvador Alba

El Exorcismo

La familia que me ha contratado está desesperada. Aseguran que su hijo está poseído por el mismísimo Belcebú. Yo no aseguraría tanto, pero por las imágenes que me han enviado, nada bueno se augura dentro del niño.
Me acerco a la casa y un hombre sale antes de que pueda tocar a la puerta. Me pegunta si soy yo y asiento. Está desesperado y me lleva apresuradamente hacia la habitación del niño, ignorando a su mujer y a varios fieles que rezan en voz alta en el salón, ahora convertido en un inmenso altar.
Tras subir las escaleras y abrir la puerta, lo detengo y le ordeno que no entren bajo ningún concepto hasta que haya terminado. Ni aunque oigan gritos de dolor o súplicas de auxilio. También le ordeno que recen todos a la vez unos salmos que conocen muy bien, pero en un orden determinado, para ello abro mi maletín y le entrego una copia en papel. El hombre baja conteniendo el llanto.
Entro en la habitación y cierro la puerta. Evito el contacto visual directo hasta que no estoy preparado. Primero me despojo de mi abrigo, luego me quito la camisa y, con un poco de vino consagrado, me dibujo una cruz en el pecho. Me santiguo la frente con agua bendita y vuelvo a guardarla en el maletín, luego bendigo el cuerpo de Cristo y lo tomo. Me concentro y me planto frente a la cama, donde el niño está atado de pies y manos vestido solo con calzoncillos. Entonces, miro a su rostro y nos mantenemos las miradas.
Es increíble el parecido del niño con la imagen ficticia que tenemos de Jesús de Nazaret. Pero no me dejo llevar por su apariencia y comienzo a rezar en latín. El idioma que cala más hondo en el maligno.
En apenas unos minutos, la calma del niño se transforma en una ira desbocada que hace temblar la habitación con los movimientos espasmódicos que realiza a voluntad.
Le lanzo un poco de agua bendita sin dejar de orar y se tensa hasta el punto de que estalla la cama al arrancar sus ataduras. Dejo de rezar a viva voz para hacerlo en mi interior. Se hace la calma absoluta, y se pone en pie. Se acerca a mí y me agarra del cuello. Y comienza a apretar.
Trato de hablarle, pero no puedo. Se percata y deja que respire sin soltarme para que lo haga.
—Trágate tu propia ponzoña, imitador de Satanás.
Con estas palabras le vuelo los sesos al niño, que cae al suelo. De haber sido Satanás no hubiese necesitado oírme para escucharme. Enseguida agarro el frasco de vino, una hostia consagrada y un puñal. Me arrodillo, le dibujo una cruz de vino en el pecho al niño y le introduzco la oblea en la boca. Me bebo el resto de vino de un trago y comienzo a rezar.
El niño comienza a levitar hasta casi medio metro del suelo y me hago un corte en la palma de la mano para después dirigir mi sangre a la boca del niño. Este cae al suelo con un sonoro golpe. Y espero en absoluto silencio.
Me llegan los cánticos finales de los fieles y con el amén final el niño abre los ojos con su aspecto normal y sin un solo rasguño. Mi mano tampoco evidencia ningún corte.
Sus familiares y amigos no dan crédito del buen estado del niño, aunque no preguntan ni por el disparo. Les ruego que no mencionen nada de lo que ha sucedido y asienten con lágrimas de felicidad. Es tal la gratitud que sienten que le van a poner mi nombre al futuro sobrino del niño y me han expresado que desde hoy formo parte de su familia. Ellos se referían a algo simbólico, pero eso es cierto, pues mi alma y la de ese joven han quedado unidas en el momento de su resurrección.









Eelynn Cuellar

Piedra, Papel o Tijeras

Aún recuerdo perfectamente ese episodio dónde Joe, Mónica y Chandler se vieron en esta misma situación, en verdad no creí que algo así sucediera, y ahora estamos aquí, como una especie de dejavù, uno que en realidad sí y no lo es.

Parecía ser el día perfecto para estar en la playa, el agua estaba tibia y el sol no era tan abrazador. El clima ideal para cerrar nuestras vacaciones.

A falta de vinagre, pues lo más cercano es sí... Agua de riñón. La ponzoña de la medusas es muy dolorosa y según lo que leí rara vez es mortal o peligrosa, pero si hay que neutralizarla e ir al médico lo más pronto posible y pues para ver quién cooperará con la causa pues estamos 3 de 5 en piedra, papel y tijeras... ¡Y yo ya llevo 2!









María Elena Rangel

Mi Ángel del Desierto

El inclemente sol del desierto abrasaba mi cuerpo. ¿Cómo fui tan estúpida de aventurarme sola por este mar de arena? Mi piel ardía, mi garganta estaba reseca por la inminente deshidratación y el dolor de cabeza era insoportable. ¿Dónde estaban los putos oasis cuándo una los necesitaba? Si no encontraba algo de agua pronto moriría.

Un poco más adelante vi unas dunas, con bastante dificultad llegué hasta ellas y me tendí a su amparo; si no llegaba a algún sitio poblado, lo que no lograra el astro rey, lo haría el despiadado frío de las noches en estos parajes. Sumergida en mis pensamientos me adormecí por el calor y el agotamiento. Desperté por el dolor agobiante que sentí en una de mis piernas, desconcertada no sabía que pasaba hasta que vi correr a un escorpión huyendo entre las dunas; el muy desgraciado me había clavado su ponzoña. Comencé a sentirme mal y perdí el conocimiento.

Al despertar sentí algo frío en la zona donde me picó la alimaña del demonio. Abrí los ojos y los volví a cerrar por la impresión. Aplicándome compresas con hielo estaba un ángel del desierto, ¿o sería un demonio? No lo sé; lo que sé es que me enamoré a primera vista de aquel hombre alto, moreno, con impresionantes ojos oscuros y expresión seria.

―Estuviste a punto de morir ―me habló con aquella deliciosa voz ligeramente ronca.
―¿Dónde estoy?
―Estás en mi tienda en el oasis. Gracias a Alá que me encontraba cerca y pude atenderte pronto, de lo contrario ya serías comida para los buitres.

Aquel llamado bárbaro me cuidó con suma ternura hasta que me recuperé del todo. Y aquí estamos un año después, yo convertida en su esposa (sin harén) y esperando a nuestro primer vástago. Ya no me parece tan inhóspito este gran mar de arena que trajo a mi vida a mi ángel del desierto. 









Jacqueline Estay Guerra (Taygeta Maia)

Ya no más

Hacía tiempo que las cosas no andaban bien entre ellos. Años que la relación no funcionaba, pero ninguno se atrevía a tomar la decisión. Él, porque ahí estaba cómodo, ella porque pensaba que en algún momento las cosas podían cambiar y también por cobardía.
Llegó el momento en que todo explotó.
Antes de irse él le dio de su ponzoña, ella… lo tomó con un vaso de agua.









Freya Asgard

Seguimos con nuestra parejita, que tienen muchas historias que contar.
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Estaba sentada ante el computador y nada. Nada. Nada. No se me ocurría ni una sola palabra. Me sentía bloqueada, algo que jamás me había pasado. Pero ahí estaba.
―¿No te vas a ir a acostar? ―me preguntó mi fantasma.
―No.
―¿No? Eso sí que es un milagro. ¿Qué pasa, estás enferma?
―Estoy pegada, no sé qué escribir.
―Mejor duerme, descansa y mañana estarás más relajada para seguir escribiendo.
―No, no voy a dormir ―reclamé.
―Escucha, así enojada no escribirás nada.
―¿Ah? ¿No voy a escribir? ¿Eso crees? ¿Tan mala crees que soy para escribir?
―¡No! No he dicho eso, pero mírate cómo estás.
―¿Cómo estoy?
―Pecosa, debes calmarte. Si quieres escribir debes estar relajada.
―¿Por qué mejor no te vas con tu ponzoña venenosa… a poner agua para un café? ―le rogué con mi mejor cara de sufrida víctima.
Me sonrió, me tomó de la mano y me sacó del escritorio.
―Ven, tomarás una taza de café y luego te irás a dormir.
―¿Te enojaste?
―No, pecosa, ¿Por qué me iba a enojar?
―Por gritarte.
Se detuvo y se puso delante de mí.
―¿Crees que me voy a enojar por eso? Ni siquiera me gritaste.
Me apoyé en su pecho.
―Mañana escribirás una linda historia, ahora debes descansar, tú no eres tú cuando no duermes.
Me tomé un café y luego me fui a la cama. Él se acostó a mi lado.
―Duerme, pecosa, mañana será otro día ―susurró en mi oído.
―Buenas noches, mi fantasma.
Me dormí, me dio muchos sueños lindos esa noche y al día siguiente escribí varios capítulos de mi nueva novela.
―Te traje un café. ―Me entregó una taza y un pastelito―. ¿Cómo vas?
―Escribí tres capítulos, me quedaron muy lindos. Gracias.
―De nada. ¿Todavía quieres que me vaya con mi ponzoña venenosa?
Me levanté de mi silla y me colgué de su cuello.
―Perdón.
―No te disculpes, mi pecosa.
―Me pongo muy tonta a veces.
―No digas eso. Le añades sabor a mi vida ―dijo en broma―. Será mejor que comas, mira que te recuerdo que no eres tú cuando tienes hambre o sueño.
―Te gusta burlarte de mí ―le reclamé.
―Me gusta alimentarte, hacerte dormir, consolarte, pero nunca burlarme.
Me aparté de él y lo miré. Me dieron ganas de besarlo, pero me contuve, él era un fantasma y yo una humana, estaba viva, ¿no sería muy raro?









Katty Montenegro

Anteriormente nuestro amigo se encontró con un pueblo, dónde vio a otros vampiros desmembrar y lanzar al fuego a alguien de su misma raza. Asustado intentó huir y una chica lo detuvo.
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¿Experimento?

Ya era tarde para irme, estaba perdido, o al menos así me sentía. 
―Por favor, parece que hubieras visto un fantasma, soy yo, tu amiga ―dijo un poco más amigable, aunque aún no me inspiraba confianza.
―Yo… ―no fui capaz de continuar.
―¡Alto! ―gritó retumbando en todo el lugar―. Traigan agua para apagar ese fuego.
Me tomó del brazo y me guió un poco más lejos.
―Tu no eres Darwin. Quiero que me digas ahora de donde vienes y tu nombre real ―exigió.
Yo guardé silencio, no sabía que era lo mejor, si contarle o no.
―Habla ya ―presionó.
―Soy Michael… y no sé que hago acá.
―El maldito lo logró ―dijo con una amplia sonrisa.
―¿Disculpe?
―Soy Harmonie, la mejor amiga de Darwin, princesa del imperio. Y me alegra saber que sus experimentos con ponzoña funcionaron. Yo te contaré todo y te ayudaré a encontrar el camino de regreso, pero para eso necesito que tú también seas sincero conmigo. ¿Tenemos un trato?
―Tenemos un trato ―contesté con la duda latiendo en mi ser.









Neus Sintes

Veneno en las venas

Jessy se encontraba de viaje en la India. Solo de pensar que le quedaban tan pocos pocos días para regresar, de nuevo, a la ruidosa civilización de Madrid. Con todo el ruido y contaminación, que la atmosfera alberga, se ponía triste. El regresar de sus vacaciones, siempre suponía un suplició. Era verdad, que había sido un viaje largo, con nuevas vivencias y experiencias.
Decidió despejar su mente, y salió sola a caminar por el desierto. Había un desierto diferente a los demás, por el mero hecho de que los turistas tenían que ir acompañados de un hindú, que conocía aquel misterioso desierto, que por alguna razón no deseaban contar.
Atraída por aquel misterioso desierto y su atractivo, con aquellas dunas tan hermosas, que invitaban a ser descubiertas. No lo dudó. Embelesada por su belleza, empezó a andar, cruzando el cartel roído por el paso del tiempo en el que decía «Prohibido el paso».
Jessy empezó a marearse, había andado más de la cuenta. Ahora no recordaba el camino de regreso. El sol acechaba con fuerza. Había terminado el agua que llevaba colgando de la cantimplora. No quedaba ni una gota para saciar la sed. Sentada en la arena, se arrepintió de no hacer caso a la señal del cartel. Mientras su mente divagaba en como encontrar la salida, una araña empezó a subir sobre la pierna de Jessy.
El miedo la paralizó, intentando chillar sin que de su garganta saliera ningún sonido. Notó en su piel como la araña le había picado. Pero Jessy estaba tan mareada y tan cansada que pronto sus ojos se cerraron sin que ésta pudiera pedir ayuda.
Un hindú que pasaba por allí, cabalgando con su camello, no dudó en saltar al verla. Su piel estaba quemada por el sol y las pupilas de d sus pupilas no respondían. Comprobó que su respiración era lenta y entonces no dudó por un instante que la ponzoña de alguna araña que en esos territorios abundaban, le había envenenado.
La asió entre sus brazos y la condujo hacia su poblado. El podía salvarla, tenía las hierbas necesarias y los ingredientes que podrían salvarla de la muerte. Muchas del poblado no estuvieron de acuerdo en que una extranjera estuviera en su tribu. Mohad, estuvo curando las heridas de su piel con paños de agua, así cómo bajando la fiebre que le había producido la picadura.
Una semana después, Jessy despertó, viendo a Mohad en la cabaña mientras le aplicaba unas hierbas extrañas en la zona donde el veneno se había filtrado.
—¿Dónde estoy? —preguntó, aún débil
—Te encuentras en mi tribu. —Mi nombre es Mohad. Te encontré en el desierto, debatiendo entre la vida y la muerte.
—Gracias por salvarme…
—Shist —Descansa, aún tu mente está débil para pensar con claridad.
Mientras le acariciaba la frente, aplicando un paño de agua fría, Jessy pudo ver en los ojos de Mohad al hombre que no había encontrado. Nadie se había preocupado, como el lo lo había hecho. Con los días que iban transcurriendo, vio en Mohad a un hombre cariñoso, atento y observador.
—Jessy, pronto estarás recuperada y podrás volver a tu hogar —le dijo un día
—¿Mi hogar? —preguntó, tristemente.
—¿No te alegras, Jessy? —preguntó Mohad, sorprendido
—No tengo a nadie que me espere en la civilización. —respondió Jessy con ojos lloroso. Mohad, me has salvado la vida. Nadie me hubiera salvado por voluntad propia. Te debo mucho.
En el instante en que la abrazó Mohad, para consolarla, una chispa surgió entre los dos. Sobraban las palabras, para decirse con la mirada que siguieran juntos y el destino sería testigo de la atracción que ambos iban sintiendo el un por el otro.
—Mohad —déjame entrar en tu vida, en tu corazón. Me salvaste de la muerte, para que pudiera seguir viviendo. ¿Deseas que me quede contigo?
—Sí, lo deseo. Ambos se besaron, emprendiendo una nueva vida
















María Elena Rangel


No Todo es lo que Parece

Estrella estaba desconcertada y aterrada al mismo tiempo. ¿Qué había pasado? Esto no debería haber sucedido, ¿cómo pudo ser? ¿Acaso utilería no revisó los implementos a utilizar? O peor aún, ¿había sido premeditado? Ella no se esmeró en aprender su diálogo para que su papel protagónico en su obra soñada se convirtiera en esta espantosa tragedia. Alguien la sacó de sus cavilaciones.
―Señorita Castillo, tiene que acompañarme a la comisaría.
Ella asintió y siguió al comisario en silencio, todo su ser se movía envuelto en una especie de nebulosa. Una vez en la estación, con un vaso de agua entre las manos, el funcionario comenzó el interrogatorio.
―¿Tenía usted algún motivo para acabar con la vida del señor Andreas Simonatti? 
Ella lo miró con incredulidad.
―No… Por supuesto que no ―respondió aturdida.
―Bien, ¿qué relación la unía a él?
―Mi relación con el señor Simonatti era solo profesional. Él era, junto conmigo, protagonista de la obra de teatro.
―¿No tenían una relación romántica? ¿O tal vez celos profesionales?
―No, comisario, nuestra relación se reducía a los ensayos y puesta en escena de la obra; por lo demás no conocía al señor Simonatti, en absoluto. Ni para bien, ni para mal.
―¿Cómo explica, entonces, que esa arma cargada con proyectiles reales, llegara a sus manos?
―No tengo la más mínima idea. Se suponía que eran balas de salva. Tal vez debería indagar con el personal de utilería.
―Sí, eso haré. Por casualidad, ¿no tiene idea de quién querría ver a Andreas Simonatti muerto?
―No, la verdad no tengo idea; como dije, no lo conocía fuera del teatro.
A las semanas, el caso quedó estancado por falta de pistas y pruebas concluyentes de quién había asesinado al primer actor; todo parecía indicar que había sido un accidente. Estrella sonrió satisfecha, nadie sabría nunca que Andreas Simonetti la chantajeaba; él había descubierto su romance clandestino con el director de la obra, pero ya no podría hablar… Nunca más. Y ella había probado ser una gran actriz.









Salvador Alba

«Fumata Blanca»

Está anocheciendo. Hay decenas de moscas reunidas en torno a un festín. Pero solo una vuela alrededor de las sobras del almuerzo de este medio día y se estrella contra el cristal. Vuelve a la comida y de nuevo se choca contra el cristal. Así lleva ya tres horas y cuarto, desde que la he dejado escapar de entre mis dedos. Trato de atraparla una, dos, tres y cuatro veces. A la quinta lo consigo y logro que no muera aplastada por mis dedos, pero le he chafado una patita. Le quito las alas y juego con ella en mis manos.
—Hola, guapa. ¿Qué tratas de decirme?
»¿Qué? ¿Qué quieres meterte por mi nariz y comerme los sesos desde dentro?
»Pues va a ser que no, ¡hija de la gran puta!.. Pero no te asustes… que no te voy a hacer nada.
»Mira lo que tengo aquí, todo un cadáver putrefacto para que tú y tus amiguitas os cebéis con él. Así que venga, te dejaré en la que creo que es la decimonovena puñalada. Yo me iré a dormir un poquito, que tendré que salir de madrugada para deshacerme del cadáver.
¡Ay! Cuánto voy a echar de menos los diálogos con mi vecino de abajo. Un momento… en realidad eran monólogos. ¡¡¡Los monólogos que le soltaba porque no paraba de meterme el humo de los porros en mi casaaaaa!!!









Eelynn Cuellar

Pequeño Desliz

Ya me lo habían advertido, pero no quise hacer caso. Creí que detrás de esa carita de ángel y cuerpo de tentación habría algo de talento, bueno, en realidad sí me demostró uno que tiene muy bien entrenado, no lo voy a negar, es una experta.

Pero es imposible que mi próxima estrella, la protagonista de mi telenovela, no pueda aprenderse un simple y desgraciado diálogo. Llevamos cinco tomas y se equivoca una y otra vez y eso teniendo el apuntador. Es imposible... Yo no debí dejar que me abriera la bragueta y ella se abriera de piernas, esta estrellita me llevará a la ruina y seré el hazmerreír del medio. Sería el colmo de mis males que me venga con la tontería de que está embarazada, los de vestuario me han dicho que la ven un poco inflamadita...  y si así es, le diré el diálogo más cliché de todo el mundo: no eres tú, soy yo... Además no sé cómo me dejé convencer, si soy gay... Ahora que lo pienso, ese vinito que me dio sabía un poco raro.

¡Ésta tonta le echó algo en la bebida y de bruta caí en su trampa! Tonta, tonta...

—Gustavo, con esta niña no hay poder humano que diga dos palabras sin equivocarse —mi director de escena me dice desesperado.









Neus Sintes


El nombre de mi hermana era un nombre muy poco común. «Yelina», la que brilla como el sol. En verdad así era. Nació en una noche donde la estrella Sirio, considerada la Estrella que brilla más, alumbró a mi madre durante las horas del parto.
A medida que fue creciendo Yelina iba deslumbrando con su belleza, aunque llevaba consigo un secreto; su cuerpo brillaba en las noches de luna llena. Mi madre era la única que lo sabía y guardó el secreto hasta sus últimos días de vida. Me lo confío unas horas antes de que sus ojos se cerraran y haciéndome entender el porqué no me lo había contado.
Ahora entendía porqué en esas noches donde la Luna se ponía Llena mi hermana prefería quedarse en su habitación. Yo era la hermana mayor ; de forma que Yelina debería confiar en mi como nunca antes había hecho. Eso no impidió que Yelina siguiera su camino. Muchas eran las ocasiones en que había investigado sobre su poder o simplemente hallar de nuevo la aparición de la estrella Sirio y encontrar una respuesta.
Cansada de investigar, se tumbó en la cama sin darse cuenta de que esa noche había luna llena. En esas noches todo su cuerpo empezaba a brillar durante esos momentos en que la Luna Llena aparecía y al desaparecer volvía Yelina a su estado natural. Pero esa noche fue diferente a las demás. La luna reapareció y su cuerpo empezó a brillar como nunca lo había hecho. Desde la punta de sus pies hasta el último mechón de sus cabellos brillaba sin cesar. Alargó los brazos sintiendo un calor dentro de sí que nunca había percibido. Una sensación extraña invadía su cuerpo, recorriendo lento y parsimonioso la luz que emanaba Yelina de todo su ser..
Cuando finalmente la Luna Llena se escondió, lo hizo dejando lugar a una estrella que a Yelina le resultaba familiar. La recordaba haber soñado en alguna que otra fugaz ocasión, sin darle importancia. Ahora, esa fugaz representación se le apareció. Yelina seguía brillando, se incorporó, entreabriendo los labios dorados por la luz que emanaba todavía su cuerpo.
Tenía una intensa luz, blanca y azulada. Hipnotizada, Yelina fue recordando y entonces sus labios pronunciaron: «Sirio». La estrella Sirio se le había aparecido por vez primera ante ella. Yelina intentó con las yemas de sus dedos tocarle. Al hacerlo Sirio empezó a brillar más, acercándose a Yelina y rodeando su cuerpo fue dejando su rastro de luz azulada que poco a poco iba impregnando dentro de su ser.
Mientras era rociada por su azulado poder, escuchó su voz, el primero de todos los diálogos que mantuvo «Yelina, soy la estrella Sirio. Por vez primera tuve contacto físico contigo el día de tu nacimiento; de ahí tu divino poder de alumbrar en las noches de Luna Llena. Ahora, convertida en mujer, debes llevarme contigo, dentro de tu divino ser para ser digna del Reino de Sirio «.
Tú eres la elegida.
Apenas pudo articular palabra cuando percibió dentro de su pecho que la estrella Sirio se adentraba en ella. Se miró las palmas de las manos y en una de ellas la marca de Sirio permanecía intacta. Era consciente de lo sucedido pero ahora debía comprender. Las palabras de Sirio se le amontonaban en su mente, mientras seguía notando cómo dentro de su ser le recorría Sirio. Por las noches de Luna Llena su luz aumentaba y le invadía Sirio quien le acariciaba todo su ser, llevándola a tener espasmos de placer. Las noches de Luna Llena Yelina y Sirio se fusionaban.









Katty Montenegro

Habíamos quedado en que la princesa hizo un trato con nuestro amigo perdido en el 12.022, ambos se entregarían información para intentar devolver al vampiro a su mundo.
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Experimentos

―¿Usted puede explicarme qué hago aquí? ―pregunté
―No, no puedo. En realidad, sé muy poco.
―Pero supongo que más que yo.
―Darwin estaba experimentando con ponzoña de serpiente y otras cosas. Creo que le echaba polvo de estrella, agua y azúcar a las mezclas. Con eso decía poder dormir. Imagínate, en un mundo donde solo somos vampiros, había uno que dormía.
―¿Solo vampiros?
―Sí. Estamos aquí solos desde hace más de cien años.
―¿Y por qué se matan entonces?
―La vida siempre se abre camino y evoluciona.
―¿Eso que quiere decir?
―Algunos de nosotros han logrado tener hijos, pero muchos de ellos no son muy buenos. Han venido a este mundo para arrasar con todo, y a ellos los eliminamos. Somos muy pocos como para permitirnos más muertes y desgracias.
―¿Tienen un conteo?
―No, solo un aproximado.
―¿Y que tengo que ver yo en todo esto?
―Cuando Darwin decidió abandonarnos, nos dijo que buscaba la forma de cambiar de universo, a uno en donde pudiera ser feliz, vivir tranquilo. Quería formar una familia y tener la dicha de conocer el amor. 
―Y cambió conmigo…
―Supongo. Si tu tienes su cuerpo, su casa y todo lo de él, es decir que él tiene todo lo tuyo. ¿Eres humano aún?
―Creo que no. No he dormido y recién hoy sentí hambre.
―Te daré sangre.
Harmony se levantó veloz y volvió con un vaso con sangre, al principio me dio asco, pero la bebí con ansias.
―¿De dónde la sacan? ―pregunté al terminar.
―De los criaderos de animales. Esa es otra de nuestras reglas, no matar por matar. En un dialogo, o más bien monologo, Darwin expuso el por qué de no beber sangre, no entendí mucho, pero hablaba de la crueldad a los animales. Estaba loco, pero era un loco bueno.
―¿Y cómo puedo regresar?
―Si te soy sincera… en este momento no lo sé.









Freya Asgard

Y sigue nuestra parejita…
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Ese día me desperté y sentí una exquisita variedad de aromas, chocolate caliente…, torta…, donas…, algo más que no supe descifrar.
Me levanté, pero antes de poner un pie fuera de mi habitación apareció mi adorado fantasma. Apareció. No caminó hacia mí como siempre, no, apareció. Eso solo podía significar una cosa: estaba enojado.
―¿Qué pasa? ―le pregunté asustada.
―No puedes bajar.
―¿Cómo que no puedo bajar? Tengo hambre y eso que estás cocinando no ayuda.
―¿Cocinando yo? ¡No! ¿Cómo crees? Es la vecina, ella está preparando el cumpleaños de su hija que es esta tarde.
Bajé los hombros. Tan entusiasmada que estaba de comer torta con chocolate caliente.
―¿Y por qué no puedo bajar?
―Porque la vecina, con todo lo que está haciendo, no se dio cuenta de que se le escapó su cachorrito.
―¿El dóberman?
―Ese mismo cachorrito.
―¿Y?
―Se metió por la puerta de la cocina, dejó el desastre allá abajo, se hizo en la alfombra, robó el último pedazo de pizza que te sobró de anoche, rompió algunos adornos y…
―¿Y?
―Se comió tu computador.
―¡¡¡¡Qué?????? Ay, no, perro mal… ¿Por qué?
Me puse a llorar. Mi fantasma me abrazó.
―Pero no es grave, fue solo un pedacito, no le afecto, se ve todo bien. Lo prendí para ver que funcionara bien y se notaba sin problema el diálogo final de tu novela ―dijo culpable.
―Menos mal. Habría perdido todo. ¿¡Leíste el final?!
―No me pude resistir. Estaba demasiado entretenida.
―Bueno, gracias, eso es un halago.
―Ya, te voy a traer el desayuno, no te muevas de aquí, no quiero que veas el desastre de allá abajo.
―Bueno, voy a volver a la cama ―dije desganada.
No había chocolate caliente, no había torta y encima mi casa era un desastre. Me tiré a la cama como un saco de papas. Lo que prometía ser el mejor día del mundo mundial, estaba siendo el peor.
―¡Pecosa! ¡Pecosa! ―gritó mi fantasma, estaba en problemas, a lo mejor el dóberman lo había mordido.
Bajé sin pensar en nada, al llegar abajo, me encontré con una linda sorpresa. Un enorme letrero que decía: Feliz Aniversario, y sí había torta, chocolate, donas, sándwich de pollo cocido con mayonesa, unos bocadillos…
―¿Y esto? ―pregunté sorprendida.
―Hace un año llegaste a esta casa a revolucionar mi vida, pecosa, no podía no celebrarlo.
―Pero… ¿cómo? Tú no puedes salir.
―Hice los arreglos en Halloween, el único día del año en el que puedo moverme por donde quiera.
Lo miré emocionada. Sí se había acordado. Me lancé a sus brazos y él me recibió. Ya no me contuve, lo besé y él a mí. Si no fuera por lo imposible, diría que una estrella fugaz cruzó por nuestro salón.







Y esto es todo por esta recopilación... alguno es su favorito??? Cual les ha sorprendido más???

Más pronto de lo que creen una nueva quincena llega.

Gracias por leernos y besitos!!!







 

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