domingo, 1 de mayo de 2022

(Recopilación) Yo Escribo 52 Historias Semanas 13 y 14 by Varios Autores

Yo Escribo 52 Historias


Semana 13 - Ignorancia / Pozo

Semana 14 - Cafetería / Linterna



Varios Autores
Neus Sintes, Eelynn Cuellar, Salvador Alba, María Elena Rangel, Freya Asgard, Katty Montenegro


Hello!!!

Y bueno, el grupo comienza a reducirse, pero estamos los que debemos estar, así que seguimos en pie seis autores por lo que son en total doce historias muy diferentes, al estilo de cada uno.

Y bueno, ya saben que aquí están acomodadas conforme se fueron publicando, por lo que  o hay un orden de preferencia.

Que las disfruten!!!












Neus Sintes

El velo de la ignorancia

Un velo cubría su mente y sus ojos, para evitar enfrentarse a la realidad de la que estaba presa. Vivía lujosamente en una gran casa de dos pisos, junto a su marido. Tenía como esposo a un hombre trabajador, un hombre de negocios. Desde que le habían subido el cargo a director, se pasaba el día de viaje, ignorando lo que su mente sospechaba y que no quería creer.

Lana, su nueva administrativa era una mujer de ideas firmes y muy segura de sí misma. Lana siempre le acompañaba en sus viajes de negocios. Los viajes de negocios se hicieron de cada vez más frecuentes, así como las largas reuniones que duraban hasta largas horas de la noche. El sonido de las llaves, al abrir la puerta eran el aviso de que había llegado.

Al entrar besaba a su mujer, mientras ésta podía oler el perfume de su amante. O percibir el visible mordisco que en su cuello le había dejado. Muchas veces prefería quedarse en la cama, hacerse la dormida, aunque estuviera despierta, para no tener que ver lo exhausto que venía de sus reuniones, aquéllas que se alargaban más de la cuenta.

Su mente, ignorante vivía en un pozo sin fondo. Por un lado sabía que su esposo le estaba engañando, por otro la ignorancia le hacía ocultar lo que en realidad estaba ocurriendo. Vivía en una mentira, su vida era una farsa. Su rostro era una máscara de maquillaje en el que sus ojos estaban cegados por la ignorancia que rondaba su mente. Sabía que era mejor ser ignorante, a afrontar una realidad de la que no tenía fuerzas para poder luchar contra ella.









Eelynn Cuellar

Buena Suerte

¡Cuánta ignorancia!

Cómo si la vida se pudiera solucionar de esa manera. 

Gente incrédula. Lanzando moneditas a ese pozo pidiendo imposibles.

Deseando amor, salud y dinero... Cuando la única fórmula que funciona es trabajar, trabajar y trabajar.

Y aquí estoy, con mi cara de idiota posando para la fotografía que mi madre me ha pedido. Maldita la hora que hicieron el viaje de graduación aquí. Hay tanta gente que es complicado acercarme y un mal paso, un pequeño empujón y terminé en el agua.

—Mi scusi signorina, sono stata molto goffa.

Mierda, esa moneda que arrojé no la he desperdiciado. El ragazzo que está frente a mi es guapísimo y yo creo ya conseguí una cita o quizá algo más.









Salvador Alba

El Pozo

Jonás desapareció de la noche a la mañana, la última vez que lo vieron fue en el terreno donde vivía, mientras jugaba con sus primos. Él se adentró en unos matorrales, tras la huerta y jamás volvieron a verlo. La familia lo buscó hasta la saciedad, pero solo encontraron una pista: uno de sus zapatos en la linde de la parcela.
La ignorancia del paradero de su hijo condujo a su madre hasta el pozo que abastecía tanto a la casa como a la huerta, a pesar de haberlo revisado la policía, y se obsesionó con él. Se pasaba las horas mirando la oscuridad del fondo. Algo la atraía hacia él.
Una noche se sobresaltó entre sueños y despertó a su marido para que la ayudara. La amarró por la cintura con una cuerda, la bajó por el pozo y ella se sumergió en el agua. Pasados unos interminables minutos, el hombre notó un pequeño tirón y sacó la cuerda apresuradamente horrorizado por la poca resistencia que ofrecía. Al comprobarlo, la soga había sido roída por algo. La mujer se había quedado en el fondo.
La policía atendió la petición de su marido, pero en aquel pozo no encontraron nada. Una noche, al saber que lo habían acusado de matar y esconder los cadáveres de su hijo y su mujer, saltó al pozo para poner fin a su vida.
Los tres se reencontraron en otra dimensión, aunque Jonás ya era mucho más viejo que sus padres.









María Elena Rangel

Entre cielo y tierra no hay nada oculto

Él sabía de sobra que su esposa tenía un amante. Todas las noches la seguía, sin que ella se diera cuenta, hasta aquel tugurio donde se encontraba con él: El Pozo del Deseo. Se tragó su rabia, su humillación y dejó que su mujer creyera que él vivía en la ignorancia de su traición.
Lo había calculado todo. Tenía fotos, vídeos, entradas y salidas del motel, en fin todas las pruebas que necesitaba para comprobar que su esposa lo engañaba de forma vil y miserable. Él no los mataría, faltaba más ensuciarse las manos y arriesgarse a ir a la cárcel por semejantes ratas inmundas. No, él haría algo mucho mejor.
La susodicha pensaba que aún lo tenía comiendo de su mano, como un imbécil. ¿De verdad ella creía que él era un imbécil? Cierta mañana, mientras desayunaban tocaron el timbre. La chica de servicio le informó a su patrona que unos hombres la solicitaban en la puerta; ella fue a ver de qué se trataba.
―Buenos días, me informan que solicitaban verme.
―Sí, señora, queríamos entregarle personalmente su certificado de divorcio.
―No entiendo, ¿cuál certificado de divorcio? Creo que están equivocados, yo no me he divorciado. ¿Para eso no debería haber primero una demanda? Además estoy justo desayunando con mi amado esposo.
―En eso te equivocas, ni soy tu amado, ni soy ya tu esposo.
―Pero ¿qué dices? Tú no puedes divorciarte así de mí.
―Quien te equivocas eres tú. Puedo y lo hice. Debiste haberlo pensado bien cuando decidiste engañarme. Ahora te irás tal como llegaste, con las manos vacías. Espero que tu amante pueda mantenerte como lo hacía yo.
―No puedes hacerme esto ―gritó ella.
Él la ignoró, volviéndose a los hombres que esperaban les dijo.
―Sáquenla de aquí.
Se sentó de nuevo a la mesa para continuar con su desayuno, mientras su ex era conducida fuera de la casa solo con lo que llevaba encima.









Freya Asgard


No importaba cuanto se esforzaran, su ignorancia era como un pozo sin fondo. Peleaban sin motivo y armaban guerras por nimiedades. Ya no tenían vuelta atrás. Sus recursos se estaban agotando y lo sabían, aun así, continuaban como si la vida fuera eterna. ¿Qué esperaban, que un milagro los salvara? No, los milagros no funcionan así.
Con las cosas como están, no hay mucho que hacer, lo intentamos, no una ni dos veces, por miles de años, pero no hicieron caso. Por eso tomamos esta decisión tan drástica. Los dejaríamos solos. Ya no los ayudaríamos. Tomamos nuestras naves y nos fuimos. Ellos ya no tenían vuelta. De ahora en adelante estarán solos. A ver cuánto duran sin nuestra ayuda. Hay otros planetas que sí necesitan y quieren nuestro apoyo. Los humanos ya están perdidos. 









Katty Montenegro


La ignorancia de la policía me tenía histérica. Quería gritarles que estaban buscando en el lugar equivocado y que estaban culpando a la persona incorrecta, pero ellos no podían escucharme.
Me senté a la orilla del pozo, de todos modos, nadie podía verme y las cosas me atravesaban, no les estorbaría. Tenía que encontrar una forma de hacerles saber que estaban perdiendo el tiempo. De pronto apareció una mujer que no había visto antes, tenia ropa común, no era policía.
—La veo —dijo con voz extraña—. Está sentada en el pozo.
¿Podía verme? ¡Genial, una vidente! Me levanté y camine en dirección a la casa.
—Se mueve, me miró y empezó a caminar hacia allá —apuntó en mi dirección.
—¿Crees que está indicando algo? —preguntó el hombre que guiaba la investigación.
Me giré un poco para verlos.
—Yo creo que sí... —contestó otro—. Ya saben que hay casos que se han resuelto así.
—Entonces vamos, espero que no perdamos más el tiempo —accedió.
La vidente asintió y caminó en mi dirección, por lo que seguí mi camino. Entré al zotano y me subí a unas cajas de madera.
—Traigan a los caninos, yo no veo nada aquí —ordenó el oficial.
Habían pasado semanas culpando a mi novio, me buscaron en el bosque, hasta que por fin alguien dijo que me vio entrar al recinto de mi amigo. Entonces él les hizo pensar que pude haberme caído al pozo, porque estaba enojada y salí a tomar aire, pero no volví. Claro que eso no era cierto.
—¡Aquí! —gritó uno de los policías con un perro que intentaba escarbar.
Por fin se darían cuenta de que estaba en la pared, detras de esas cajas. Podría descansar. Luego sería cuestión de tiempo para que culparan a mi supuesto amigo, el verdadero culpable.













Neus Sintes

Observando en las sombras

Al fondo de la cafetería del condado, se hallaba sentado Mickel. Era la más solicitada y recomendada por todos, por sus exquisitos menús y diferentes variados. A diferencia de los demás clientes, Mickel se encontraba sentado al fondo, en el rincón más oscuro del local, donde las luces habían dejado de parpadear, dejándolo en la penumbra. Aunque el, lo prefería. Desde ese punto podía observar a los demás clientes, la mayoría sentados en la barra, hablando y brindando con sus jarras de cerveza en la mano o sorbiendo de la botella directamente. La mayoría hablando en voz alta, o intentando dialogar con las camareras del local que iban de lado a a lado atendiendo a los de la barra y a la otra clientela que se encontraba en las mesas.
Mickel, detective de profesión, había sido contratado para averiguar un caso. En sus manos tenía una pequeña linterna, encontrada en la acera de calle, cercana al local. Cuyas iniciales B y S, reflejadas a contraluz se podían apreciar. Las mismas iniciales que las del bar del condado, llamado "Buen Sabor".
Su objetivo, era encontrar a quien pertenecía. No era una linterna cualquiera. De un tamaño pequeño, perfecto para pasar desapercibida o bien poder ocultar alguna cosa o substancia desconocida. Mickel no lo tenía todavía claro. De lo que sí estaba convencido era de que pertenecía a alguien del local. Por la casualidad de las iniciales, su intuición le decía que debía pertenecer a algún trabajador o tal vez al dueño de la cafetería.
La espera y la paciencia era una de las virtudes que muy a su pesar tuvo que aprender en su oficio. Horas más tarde pudo ver cómo la gente abandonaba poco a poco el local para irse a sus casas, algunos borrachos, otros en grupos de amigos para dirigirse a sus respectivos hogares. Las camareras empezaron a poner orden y a recoger las copas y vasos de los clientes que se habían marchado, sin darse cuenta de que Mickel permanecía oculto en las sombras.
Casi habían terminado de recoger, cuando el crujir de la puerta se abrió, dando paso a una mujer de cabellos dorados y esbelta figura. Parecía ser la dueña del local, de andares femeninos y atractivos alcanzó a ver en la penumbra, en donde Mickel seguía sentado. Fue entonces cuando al acercarse un poco más, sus miradas se cruzaron, viendo asombrada que poseía su linterna. La que creía haber perdido. 
 —¿Está buscando esto? —le pregunto Mickel, enseñando la linterna de la cual pendía de su mano, con un media sonrisa de triunfo.
—Soy la dueña de este local y sí , efectivamente. Esa linterna es mía. ¿Quién es usted?
—Mi nombre es Mickel, detective en el caso de la búsqueda de a quien pertenece este objeto. Aunque, me parece que ha sido más fácil de lo que parecía.
—Esta muy seguro de sus palabras. Mi nombre es Barbara Suárez. 
—¡Ajá!, de ahí sus iniciales —exclamó el detective. Creí por un momento que eran las iniciales de la cafetería. 
—¡Qué ingenuos podéis llegar a ser los hombres! — exclamó retirándose el cabello hacia atrás. 
A Mickel se le borró la sonrisa de su rostro y arrugando el ceño, deslizo el dedo sobre la linterna apagada y la encendió para comprobarla mejor. Pero en vez de dirigirla a la mujer, la encendió mirando hacia él. Unas fibras ópticas lo dejaron dormido durante un largo rato. 
"Buenos Sueños" — ese es su significado. Lástima que no lo preguntarás antes, detective Mickel. Le susurro al oído la mujer. Llevándose consigo su linterna y echando a Mickel, con ayuda de sus dos compañeras, al detective en la parte trasera de un vehículo, llevándoselo lejos del condado.









Eelynn Cuellar

Fantasmas

No creo en los fantasmas... No creo en los fantasmas.

Maldita la hora que me ofrecí cerrar la cafetería en Halloween, odio está celebración y los adornos se me hacen muy tétricos, y sin luz es peor lo poco que alcanzó a ver. Un maldito apagón en todavía colonia, chicos disfrazados y un ruido extraño en la cocina me pone los nervios a flor de piel. Intento usar la linterna de mi teléfono y para mí mala suerte, no tengo batería.

Busco junto a la caja registradora si hay alguna o por lo menos una vela y no encuentro nada.

Estoy a punto de salir corriendo del lugar aunque eso signifique que me despidan.

Más ruidos extraños...

—¡Buh! —gritan detrás de mí.

—Eres un idiota. ¿Por dónde has entrado?

—Por la puerta trasera, estaba cerca, vi el apagón y como estaba cerca y sabía que hoy cerrabas tu la cafetería y que eres una cobarde, pues... Oye, porque no has encendido una linterna.

—Mi cel está muerto y no encontré ninguna. Ya me había asustado, con esos ruidos...

—¿Ruidos?

—En la cocina.

—Yo no hice...

Y de nuevo vuelve a escucharse detrás de nosotros.

—Di-dime que...

Un fuerte ruido nos asusta y sin pensarlo salimos corriendo del lugar.

—Creo que se asustaron.

—Eres un tonto.

—Era una pequeña broma.

—Pues ponte a trabajar.

—¿Trabajar?

—Por tu culpa Anne yo no terminó de limpiar, así que lo harás tú.

—Pero no se ve nada.

—Listo —enciendo la linterna del teléfono para alumbrar las mesas— y será mejor que te apures, que me estoy muriendo de hambre y quiero ir por unos tacos.









Salvador Alba

Harto

Estaba harto de su trabajo, siempre arrastrándose por el suelo y metiéndose en los huecos más infectos. Sacó su linterna y se asomó en la rejilla de las bajantes del edificio. Bingo. La desconchada y sucia pared parecía tener vida propia, vida de varios tonos color marrón. Taponó las salidas a dicha habitación y colocó un cóctel fulminante que accionó.

Al subir a la cafetería, pudo ver las consecuencias de un trabajo bien hecho. Decenas, cientos, miles de cucarachas salían de entre rincones pocos sospechados que morían al poco tiempo. A su vez comenzó a gasear por todos los rincones: tras la máquina tragaperras, tras la máquina del hielo, tras las neveras, en la máquina de café. En especial en la máquina del café, allí les encantaba anidar, era un sitio muy calentito que les proveía de comida.

Salió de la cafetería y cerró poniendo de nuevo el precinto de sanidad. Al día siguiente volvería a exterminar otra plaga. Estaba harto, pero era lo único que se le daba bien.









María Elena Rangel

Un golpe de Suerte

El local que pensaba alquilar para abrir mi soñada cafetería estaba oscuro, hacía mucho que la luz había sido cortada. El lugar por fuera lucía un tanto abandonado. Decidí entrar para verificar su estado interior, no se veía nada por tanto busqué la linterna que siempre llevo conmigo, la encendí y empecé a recorrer el lugar buscando los puntos que necesitarían remodelación. El sitio por desgracia estaba más deteriorado de lo que pensé en un principio.

Entré en lo que me supuse era la cocina, caminé unos pasos y tropecé con unos listones de madera del piso, estaban sueltos. Mi curiosidad me llevó a levantar uno de ellos, debajo había una especie de saco bastante sucio. Me dispuse a sacarlo, pesaba algo pero me las ingenié para sacarlo. Al desamarrar la cinta que sostenía el extremo quedé estupefacto, estaba lleno de billetes de mil dólares. Con rapidez volví a cerrarlo y salí volando con él del establecimiento.

Ni que decir que descarté el local, en su lugar compré uno totalmente nuevo y acondicionado. Ahora tengo unas cuantas cafeterías en la ciudad. Investigando me enteré que un poderoso mafioso había escondido una gran suma de dinero en alguna parte de la metrópolis, pero nunca dieron con su ubicación. Y por mí nunca lo sabrían.









Freya Asgard

Apocalipsis

El día estaba muy frío, por lo que decidí pasar a la cafetería antes de hacer el trabajo que mi padre me había asignado, al fin y al cabo, eso podía esperar un poco, habíamos esperado tanto, que diez minutos más, no haría la diferencia.
Me bebí mi café con calma, ese era uno de los pocos placeres que me permitía, en realidad, la comida no me era necesaria, pero el café… Sí que lo extrañaría.
Afuera llovía. Muy pronto, caerían granizos y fuego del cielo. No, no estoy loco. Es la misión que mi padre me ordenó realizar.
Salí de la cafetería y oscurecí el cielo, la gente no tardó en utilizar las linternas de su móvil para iluminar sus caminos, ¡pobres criaturas! La luz de una débil linterna no les ayudaría en nada para encontrar su camino, estaban todos perdidos.
―Lucifer ―me habló mi hermano, o exhermano, Miguel―, detén esto.
―¿Por qué habría de hacerlo? Está en las Santas Escrituras, la que Padre inspiró con su poder ―repliqué con sarcasmo.
―No tienes que hacer esto.
―Puedo y quiero. Nadie podrá detenerme, ni siquiera tú.
―Por favor, hermano…
―¿Ahora soy tu hermano? Creí que éramos enemigos.
―No tiene que ser así.
―Así es como tiene que ser y así será. El Armagedón está llegando, hermano, y luego reinaré por mil años, verás como la gente preferirá mi gobierno.
―No puedes saber eso.
―¿Sabes cómo lo sé? Porque yo no soy como él, no les ofrezco una vida de miseria esperando la compensación en el otro mundo, compensación que jamás llega, por supuesto, porque no hay más vida en el Cielo que estar adorando día y noche a Padre.
―No hay mayor placer que servir a nuestro Padre.
Sonreí.
―Para ti. Para mí no lo es. Y hazte a un lado, debo empezar el apocalipsis.
―Sabes que no lo permitiré.
―Y sabes que está escrito que ganaré.
―Será una victoria temporal.
―Tal como la de Jesús en la cruz. ¿No te das cuenta de que tu Padre solo juega con nosotros como fichas de ajedrez?
―¿Y por qué le vas a hacer caso entonces?
―Porque quiero demostrar, en mis mil años, que puedo ser mejor gobernante que él.
Hizo un gesto para que iniciara mi labor. Uno de los ángeles que estaba con Miguel, tocó la primera trompeta. Sonreí con satisfacción. El apocalipsis había comenzado. Los días de los religiosos estaban contados.









Katty Montenegro

Sombra

Ya era tarde, cerca de las once de la noche. Ese día me quedé un poco más que mis trabajadores y les dije que cerraba yo. Estaba terminando de arreglar todo en la cafetería para irme, cuando un fuerte ruido se escuchó fuera, como si algo hubiese caído. El barrio que había elegido para poner mi cafetería era tranquilo. Aun así, asustada, prendí mi linterna y salí cautelosa. No encontré nada fuera de lugar.
Me di la vuelta para entrar por mis cosas y una sombra entró corriendo. El pánico y el nerviosismo se adueñaron de mi. No sabía que hacer.
Un maullido proveniente de la cafetería me hizo recuperar el aliento, no era una sombra, era un gatito. Se apegó a mi pies en busca de cariño. Era muy pequeña. No tenía collar ni tatuajes.
—Vamos a casa, tienes que comer —le dije con dulzura.
Resultó ser gatita, la llamé Sombra.












Y estos fueron los relatos de esta quincena, muy variados no???

Cal fue su favorita???

Y bueno les recuerdo que también tenemos la recopilación del reto mensual, así que nos leemos pronto, besitos!!!




 

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