Cuenta Cuentos # 7
Logré inspirarme y pude escribir una historia menos trágicas de lo que se me ocurría en un principio... y que mejor titulo ponerle a este Cuenta Cuentos, como bauticé este especial en facebook... Soy Grinch declarada, así que no podía tener mejor titulo y aunque tiene algunas cosas mías la historia, no es verídica ni nada parecido, se me hizo lindo reflejarme un poco ahí, recordar a mi niña peluda que adoraba y que a pesar que hace años no está físicamente a mi lado, la sigo recordando con muchísimo amor y de ahí mi nick y parte del nombre del blog... pero antes que me ponga sentimental, aquí les dejo un relato escribo por mi, acorde a la fecha y dedicada a tod@s los Grinch... porque a cada Grinch le llega su Navidad, o no???
A Cada Grinch le Llega su Navidad
by Felin
A pesar de que siempre
(o desde que recuerdo) en casa se celebraba con gran emoción Nochebuena,
Navidad, Año Nuevo y hasta día de Reyes Magos y bueno, ni hablar de mi
cumpleaños (cabe decir que yo era la más emocionada), y qué gracias al gran
amor de mi madre creí en todas esas fechas como casi cualquier niño, pero por
alguna extraña razón conforme fui creciendo esta magia Navideña fue
desapareciendo (a pesar de seguir recibiendo regalos por un tiempo más de Santa
o los Reyes Magos —gracias a mi madre) y cada vez que en los aparadores o en el
ambiente en general en la ciudad (¿o debería decir pueblo? Ya que vivo afueras
de la ciudad y es una comunidad relativamente pequeña, comparada a casi
cualquier urbe), el único sentimiento que salía de mi era de: “demonios a
comprar los regalos para la familia” o “me lleva… ha llegado la hora de
sumergirme en las cajas (bien resguardadas) de mi madre del desván, desempolvar
los adornos y adornar junto a ella la casa… yeah, emoción a mil (inserte aquí
la ironía de la situación), y poco a poco, y no por tacañez los presentes que
voy comprando son cada vez más exclusivos (por no decir casi inexistentes ya
que solo para mi madre y hermanos compro), o cosas similares surgían en mi
mente en estas fechas.
Sip yo me he proclamado
a mí misma como Grinch y a mucha honra.
Si por mi fuera, pues
sería una fecha normal, una que en especial la publicidad sigue vendiendo (y
muy caro) que son fechas para compartir, recibir y dar amor, pero con un signo
de pesos primero, y ni qué decir del gasto que se hacen para las cenas… tan
fácil como comprar un pizza (vegetariana de preferencia) unas cervezas y
encender la portátil (para estar en cama) y ver un par de películas o leer
alguna novela sin que absolutamente nadie te moleste, te quedes dormida sin
siquiera notarlo y levantarte al día siguiente hasta que se me dé la gana, era
mi sueño dorado. Pero no, hay que arreglarse estúpidamente elegante y repartir
sin ton ni son abrazos, buenos deseos y regalos (por supuesto —bueno a algunos)
con todo el mundo con el que te cruzas en el camino. ¿Qué no saben la cantidad
de gérmenes que se transmiten con este contacto extra (e innecesario)?
Okay, lo reconozco soy
un poco maniática, paranoica e hipocondriaca (más las que se agreguen) y en
estas fechas se multiplica un poco (demasiado), consiguiendo que de esta manera
trate de aislarme (inútilmente) y termine harta de la gente y del “amor” que
hay en el ambiente.
Pero este año será
diferente (¡yes!) a mi santa madre se le ocurrió ir de visita (más bien de
vacaciones) una semana con sus hermanas para conocer el nuevo nieto de una de
ellas (mi madre ya ha perdido toda esperanza en mí), entonces nada de cena de
Navidad, claro no me libré de adornar su casa, pero poder estar en mi cama sin
que nadie me moleste es el mejor regalo que podía pedir para estas fechas y lo
mejor es que será por una semana.
El día que me fui a
despedir de ella en el aeropuerto ella lloraba por que no pasaría con nosotros
esos días y yo le prometí que le llamaría diario (esperaba recordarlo), y
cuando regresé a casa tenía esa extraña sensación que “algo me acechaba”, pero
por más que mi paranoia me hizo voltear no sé cuántas veces alrededor de mi
antes de introducir la llave en el cerrojo, me di cuenta que no había nada ni
nadie cerca.
Era una noche fría
(más de costumbre) y como lo tenía planeado, esa noche fue de pizza, cerveza,
la laptop y un par de novelas (y así sería toda la semana) y me quedé dormida
sin siquiera notarlo, desperté en la madrugada un poco por el frío y por otra
parte por un ruido extraño en la puerta delantera de la casa, eran algo como
rasguños y pequeños golpes en la madera de la puerta. Es cierto que al vivir
cerca de una reserva natural puede haber animales silvestres cerca… pero ideas
locas mías. ¿Cómo demonios un animal tocará mi puerta? Y en ese momento recordé
la novela que estaba leyendo antes de caer en brazos de Morfeo y precisamente
se llama Rasguños en la Puerta.
Así que sip, o la
cerveza estaba caduca o los champiñones de la pizza era alucinógenos.
Con una risa nerviosa (y
un poco de miedo) abrí ligeramente la cortina para ver si “encontraba” algo
fuera de mi puerta. Y no había nada… bueno nieve, que en realidad es algo
extraño, incluso milagroso que nevara aquí… ¡pero qué demonios! Que yo recuerde
aquí nunca había nevado… ¿o alguna vez ha nevado en Cancún? pero decidí que mi
cena había tiendo algo malo, que me había caído mal la cena y decidí dar media
vuelta, pero a los dos pasos volvió a sonar un pequeño ruido en la puerta, así
que creyendo que quizá era el viento y alguna rama, abrí cautelosamente la
puerta y lo que me encontré fue una enorme rata llena de gérmenes y sangre y…
¿ratitas? Y antes de que me diera cuenta estaba gritando como loca (de que otra
manera) y empezando a tener arcadas por lo que estaba viendo…
Y nop, no eran ratitas
(aunque lo parecían), una vez que me tranquilicé (y me armé de valor) me agaché
un poco para toparme con la mirada (suplicante) de una gatita atigrada muy
pequeña para estar pariendo justo en la entrada de mi casa en una noche de
invierno, la cual caía nieve y estaba demasiado oscuro. E hice lo único que podía
hacer, darme la vuelta e irme de ahí.
Ha pasado un año desde
aquella noche que en la madrugada, dos días antes de Navidad, que estaba
nevando y hacía un endemoniado frío que calaba hasta los huesos. Y aunque al
principio fue difícil, no me arrepiento de mi decisión. Cuando me di vuelta,
fue para salir corriendo y tomar la manta que tenía en el sofá de la sala e ir
por la cesta de ropa sucia (que estaba vacía), para improvisar una pequeña cama
para los seres peludos que hoy son como mis hijos, bueno hija y nietos (cinco);
y hoy estas seis ratitas peludas son mi adoración… no sé en qué estaba pensando
cuando le dije a mi madre que este año no podría ir a su casa porque no los
podía dejar solos, y cuando me di cuenta, ya estábamos de compras y adornando
la casa para recibir a la familia en mi casa para la cena de Nochebuena. Y en
lugar de enfadarme por las horas que me esperan metida en la cocina o por los
destrozos que los peludos están haciendo en casa. Yo estoy con una sonrisa en los labios.
Han tirado el árbol
dos veces, de milagro no se han electrocutado
ya que les gustan los cables de las serie de luces para mordisquearlos,
sé que para el próximo año deberé buscar adornos que no sean esferas de cristal,
pero hoy no me importa lo que pasé. Total es su cumpleaños y los dejaré hacer
lo que quieran, ya mañana los reprenderé y… pero ¿a quién demonios quiero
engañar? Con esa carita y cuando me ven con esos ojitos, lo único que me dan
ganas es cargarlos, abrazarlos y llenarlos de besos, jamás podría regañarlos, o
por lo menos no lo he hecho hasta ahora.
Cuando mi madre
después de que regresó de sus vacaciones hace un año, no podía creer la
sorpresa que se encontró cuando entró en mi casa (dándome la sorpresa de estar
conmigo en mi cumpleaños) y vio que hice a un lado mis achaques, fobias, y todo
eso, para darle un hogar a una gatita y sus crías, le dije que era provisional
y que los llevaría a un albergue (cosa que fui posponiendo y jamás pude hacer),
y cuando me preguntó porque los había acogido, yo le respondí que fue la noche
que nevó y no podía dejarlos a su suerte.
—No me tomes el pelo
Alana —me dijo seriamente— en Cancún nunca ha nevado…
Cuando se marchó no me
quise quedar con la duda y busqué la noticia en internet y mi sorpresa fue que
en ninguna parte estaba la noticia de la nevada y las temperaturas de esos días
eran hasta más cálidas que lo normal… y haciendo memoria al día siguiente no vi
rastro de frío por ninguna parte.
No estoy loca (eso
creo todavía), sé que esa noche nevó y que Felin (así la bauticé) llegó a mi
puerta y de alguna manera hizo que la escuchara (repito: no estoy loca
todavía), sé que eso fe lo que sucedió.
No creo en los
milagros navideños, sé que lo que pasó esa noche, fue real y no tuve el corazón
para abandonarlos o que los separarán (si léase aquí que me ganó el corazón y
fui débil), hoy son la alegría de mi casa, mi compañía y mi familia (con la que
convivo cada día, ya que mi madre y hermanos viven a unas horas de distancia) y
no imagino mi vida sin ellos por ahora.
Sigo detestando estas
fechas, pero hoy tengo dos pretextos para celebrar en casa estos días, su
cumpleaños y una semana después, el mío.
Y eso no es celebrar
Navidad… bueno, quizá un poco sí.
PD: Mis nietos llevan
el nombre de: Rudolph, Vixen, Dasher, Blitzen y Prancer y a su madre, aunque se llama Felin, casi siempre le digo Klaus
(por el vampiro de Vampire Diaries), no crean que por otra cosa, estoy
enamorada de él y para nombre de niña me gustó.
Y que les has parecido???
Gracias por leerme y en un mes nos vemos con otro relato escrito por mi, pero mañana los veo con una reseña.
Besitos!!!
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah..... (inserte un largo suspiro)
ResponderBorrares un cuento sumamente lindisimo!!! , me encanto la protagonista
toda un poco amargis y directa pero la llegada de esa
hermosa gatita ,fue muy hermoso!!!! me conmovió y me llego
porque igual como tu amo a los gatos.y sus nombres super
geniales, más que le ayas puesto a la hermosa Felin <3.
Saluditos y buena vibra.