Cuéntame Un Cuento # 2
Tres Meses
Hello, hello!!!
Como saben esta sección es totalmente mía donde
les comparto un pequeño relato (normalmente autoconclusivo, aunque quizá
algunos estén relacionados), está de más decir que son de mi autoría, y que si
no se quieren leer alguno más solo denle en la etiqueta o pestaña CuentaCuentos
o Cuéntame Un Cuento, o a lo mejor les interesa (aunque sigue medio abandonado)
mi blog HistoriasFD tengo varias cosas ahí. Solo para que no se les olvide, el
segundo viernes de cada mes, tendrán algún relato mío aquí.
El mes pasado mencioné que no soy tan fan de
historias rosas y más cuando me lo marca una fecha, y les conté de un relato de
Navidad medio creepy (jajaja) ese aun no lo comparto en ninguna de mis redes o
blog, solo está en un grupo de face, así que para quien lo quiera leer, tendrán
que esperarme un poco para corregirlo que por ahí traía unas faltas ortográficas
y como tenía cierto límite de palabras me tuve que cortar un poco, pero pronto,
pronto se los traeré para que lo tengan aquí.
Este relato es rosa, cursi (para que vean que
si puedo serlo), pero es lindo… narrado en voz de chico (espero no suene muy
gay mi chico jajaja).
Tres Meses
CyElyn
La verdad es que aún no sé cómo dejé que me
convenciera mi hermano que lo cubriera el día de hoy en su trabajo, es cierto,
yo no tenía nada mejor que hacer esta tarde y en su estado es que no me atreví
a decirle que no, el pobre tiene varios días con una gripa que no puede
mantenerse en pie y tiene varios días en cama. Si por mí fuera estaría jugando
videojuegos como casi siempre hago cuando descanso y me quedo en casa, y me la
paría en la cama viendo películas todo el día, y en especial hoy lo deseaba con
toda mi alma quedarme en cama todo el día. Pero no, debí de negarme
rotundamente, sencillamente no pude, así que aquí estoy, en el tráfico de esta
bendita ciudad.
Sacudo los brazos para tratar de despejarme un
poco, me siento tan frustrado que mentalmente me recrimino a mí mismo, una y
otra vez al tiempo que golpeo el volante ante la desesperación de tener más de
media hora en el mismo lugar, ya que solo hemos avanzado unos metros en todo
este tiempo. Ya sé que nadie me forzó a quedarme hasta altas horas de la noche
tomando una cerveza tras otra, como lo he hecho sentado en la barra del bar
esperando ver que aparezca ella. Si alguien supiera el motivo real de estas
salidas nocturnas se darían cuenta que no es normal mi actitud, es enfermiza…
obsesiva.
Desde hace tres meses, cada jueves es lo
mismo: me siento en el mismo banquillo deseando verla entrar. Fue solo una
noche, una que cambió mi vida, y no solo es porque sin duda ha sido el mejor
polvo o polvos que he tenido en toda mi vida, en ella vi algo más, no sé qué,
pero algo pasó y simplemente desde aquel día no soy el mismo. Cuando desperté
al día siguiente y ver que se había marchado sin dejar alguna nota, algún
número telefónico o algo para buscarla fue sin duda el despertar a una realidad
que no me gustaba. Se fue sin dejar rastro alguno.
Anoche fue tanta mi desesperación de que no
apareciera que cuando me di cuenta dejé a un lado las cervezas y comencé a
tomar tequila hasta casi perder el conocimiento. Aun no estoy muy seguro de
como regresé a casa y solo desperté de mi coma etílico cuando mi hermanito en
una súplica me pidió que le echara una mano ya que no saldría de gastos este
mes entre las mensualidades del auto y la universidad, y aquí me tienen de mal
humor con una mega cruda y atrapado en el tráfico. Estuve tentado a decirle que
le daría el dinero que le hacía falta, pero conociéndolo no lo hubiera
aceptado, sí no estuvieran monitoreando el autoservicio, es que me hubiera
encerrado en alguna cantina a curarme este maldito dolor de cabeza.
Durante las cuatro horas que llevo detrás del
volante he estado escuchado la música de mi teléfono, pero como estoy a punto
de empezar a repetir el repertorio que tengo, lo apago y enciendo la radio
buscando alguna estación de música en inglés, que es la que normalmente escucho,
mientras recorro las frecuencias alcanzó a reconocer la voz de Adele, y no
puedo evitarlo, sonrió al recordar esos cálidos y carnosos labios que me
besaron en aquel bar al cual me arrastró mi hermano por su cumpleaños hace tres
meses, y en el momento que sonaba Rolling in the Deep, sentí que alguien me
tocaba el hombro y cuando giro la cabeza para ver quien lo había hecho sus
labios estaban sobre los míos, impidiéndome casi respirar. Minutos más tarde
estábamos en el baño, ella usaba un gran cinturón de tela enroscado en sus
caderas, y ni yo podía creer que al poco rato estábamos entrando en un hotel
cercano —por cierto abandoné a mi hermano en el lugar sin decirle nada— y lo
único que puedo recordar que esa habitación que no era precisamente pequeña, lo
fue para nosotros porque nos faltó espacio para jugar en todos los rincones. Y
ahora cada vez que escucho esa canción no puedo evitar que se me ponga dura, ya
que mi cabeza regresa esa noche de hace tres meses.
Recuerdo que cuando íbamos al baño escuché
algunas, lo que me indicaba que esto era por alguna tonta apuesta, algo que en
realidad no me importó, ¿por qué a quien
le dan pan para que llore? No iba a rechazar esa gran oferta de sexo gratis.
Jamás creí que eso me afectara de esta manera y desde entonces tengo grabado en
mi memoria cada rasgo de su rostro, su olor y su sabor. Sabía que sería casi
una misión imposible volver a verla en alguna otra ocasión. Pero a veces el
destino es cruel y hoy me lo demostró.
Después que logré salir del atasco, el
siguiente servicio que me tocó atender, cuando se subieron al automóvil, es que
no lo podía creer, ahí estaba ella con un fulano de poca monta, a pesar de
tener su rostro un poco desencajado, es que la podría reconocer en cualquier
lugar, el tipo no para de disculparse y ella solo asiente con la cabeza para
responderle, parece que no fue una buena cita.
—Me duele la cabeza, ¿podemos dejarlo para
otro día? —dice ella con desgano.
—Entonces, ¿te llevo a tu casa? —Dice con un
tono de derrota—. Lamento que mi auto se descompusiera, sé que esto afectó lo
que…
—Ya habrá más oportunidades —le contesta sin
siquiera voltear a verlo y él sonríe—. ¿Disculpe señor, podría orillarse para
poder bajarme?
Inmediatamente se le borra la sonrisa en los
labios, y también en los míos.
—No, espere —dice cuando detengo el auto— deja
que te lleve a tu casa y…
—No quiero que te desvíes, puedo irme sola y…
—abre la puerta y sale de prisa para que no la siga—, además tengo que hacer
unas compras antes y de aquí me puedo ir a mi casa —hace hincapié en «mi»— y tu
podrás ir al taller a ver lo de tu auto.
—¿Te mando un mensaje para ponernos de acuerdo
para otro día?
Ella sacude la cabeza y se aleja del lugar. La
veo marcharse y no puedo hacer nada, no me queda otra que poner de nuevo en
marcha el automóvil y continuar con el servicio. En cuanto llegamos a su
destino, regreso al lugar donde se bajó ella, estoy casi seguro que es una
pérdida de tiempo debido ya que han pasado más de veinte minutos, pero nada
pierdo dar una vuelta por la zona y ver si anda por ahí.
No puedo creer lo imbécil que fui. Debí
saludarla. Debí decirle algo. Debí terminar el servicio con algún pretexto y no
alejarme de ella. En un último intento, me estaciono y apenas quito los seguros
de las puertas cuando escucho que alguien abre la puerta de atrás y se sube.
«Lo que me faltaba, ahora hasta me van a
asaltar»
Decido que no pondré resistencia alguna, mi
vida vale más que algo material, abro mi puerta para salir huyendo.
—Ya estaba cansada de estar parada en la
calle, ¿crees que me puedas llevar a mi casa, o debo pedir el servicio con mi
móvil?
Con la puerta abierta todavía volteo hacia la
parte de atrás del automóvil y ahí está sonriéndome. Yo que soy tan parlanchín
de nuevo me ha dejado sin palabras.
—Ya había decido que la siguiente vez que
pasaras me pondría a mitad de la calle para ver si me veías —suelta una pequeña
risa— porque eso de ir corriendo detrás del auto, es que no me apetecía hacerlo
y… —ahora suelta una carcajada— no me vayas a decir que eres mudo y…
Soy un completo imbécil, sencillamente no sale
de mi boca ningún sonido y me imagino que he de tener una cara de tarado,
porque se está riendo de mí en estos momentos. Se muerde los labios y antes de
que reaccione abre la puerta y se baja. Con gran torpeza la imito, y salgo
también, esta vez no voy a permitir que se aleje de nuevo sin que tenga forma
de localizarla. Rodeo el auto casi corriendo y me coloco frente a ella, y así
como ella hace tres meses no me dio oportunidad de reaccionar, tomo entre mis
manos su rostro y la beso tan delicadamente como si tuviera miedo que se pueda
romper o desaparecer. Cuando me atrevo a separarme de ella lo hago con temor a
que todo sea una ilusión.
—Creí que…
—Ni creas que me la paso besando a todo mundo
—me sonríe— esa noche tuve que hacerles creer a mis amigas que ellas estaban al
mando para que después no empezarán a decir que yo…
—¿Y, tu cita?
—Una cita a ciegas —se sacude con un
escalofrío— no preguntes, una tarde de aburrición que terminó con la peor cita
de mi vida y… bueno, por una bendición que se descompusiera su auto y… vaya
sorpresa me he llevado cuando vi que eres el chofer, no podía creer que —sacude
la cabeza—… esa mañana no debí irme de esa forma, pero…
—¿Una tarde aburrida? —Soy un tarado, sólo a
mí se me ocurre decir eso.
—Los chats y cuando te das cuenta ya has dicho
sí. —No puedo dejar de verla— No me veas con esa cara, todo mundo lo hace.
Tengo tres meses rechazando las citas normales y salgo con… «especímenes» en
vías de extinción para autocastigarme por irme lejos del chico al que le robé
el mejor beso que me han dado en mi vida y tiene los ojos más…
No dejo que termine. No estoy dispuesto a perder el tiempo otra vez. Y la beso lo más tranquilo que mis nervios y desesperación me lo permiten.
Un relato bastante interesante.¡saludos!
ResponderBorrarMe ha gustado. Solo repásalo un poco que te comiste alguna letra jeje. Besos!🌹
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